«No siempre tengo razón»: diálogo con corazón abierto

Jade Janninelle, Francia
Foto retrato de una joven sonriente en una calle arbolada, en verano
[Foto cortesía de Dorian Janninelle]

El propósito de la práctica budista es expandir nuestra vida. Jade Janninelle, miembro del Movimiento Soka en Francia, la organización de la Soka Gakkai en ese país, describe los efectos de amplio alcance de la decisión de enfrentar sus prejuicios con el compromiso de brindarse al intercambio abierto con los demás.

¿Cómo vive usted las relaciones personales? ¿Le resulta fácil conectar con los demás?

Siempre me ha resultado muy fácil hablar con personas de pensamientos afines, pero ¡me ha costado mucho conectar con las que tienen ideas diferentes! He decidido, entonces, enfrentarme a este hecho con mi práctica budista, y por las mañanas entono abundante daimoku para superar mi arrogancia o, incluso, mi ira, que me hacen poner barreras entre quienes no comparten mis opiniones y yo. Estas barreras son justamente las que impiden un diálogo profundo. Busco superar mis prejuicios, ser capaz de apreciar la individualidad de cada persona, ya que quiero hacer realidad la visión de paz del presidente Daisaku Ikeda, su aliento para vincularnos con la gente a través del diálogo y la amistad.

Estas barreras son justamente las que impiden un diálogo profundo. Busco superar mis prejuicios, ser capaz de apreciar la individualidad de cada persona.

Necesito valor para compartir mis ideas sin preocuparme por la reacción de los demás. Esta disposición al diálogo y a conectar con los otros es siempre un gran reto en mis esfuerzos por crecer y transformarme, para que pueda ser yo misma y compartir mis opiniones sin miedo.

¿Cómo reacciona cuando le molestan las palabras de alguna persona?

Hace poco asistí a una conferencia sobre religión en la que el ponente hizo un comentario sobre el budismo que me ofendió. Sentí una especie de indignación. Pero, al final, quise profundizar su punto de vista, así que le hice preguntas para entender mejor qué quería decir. Lo tomé como una oportunidad para aceptar que quizá yo no siempre tenga razón. Al abrirme a otras perspectivas, aunque tenga que cuestionarme la mía, puedo tomar conciencia de que hay opiniones distintas que pueden ser relevantes.

La sociedad tiende a enfatizar las diferencias. Pero, en realidad, el intercambio con los demás nos permite descubrir nuevos puntos de vista. En lugar de centrarnos en nuestras diferencias, el diálogo por la paz puede volver a enfocarnos en lo que tenemos en común, en nuestros valores compartidos. Se trata de trascender lo que nos separa para volver a lo que compartimos: nuestra humanidad.

¿De qué manera se ha beneficiado de este enfoque?

En la familia, mi madre y yo practicamos el budismo, siempre ha sido un poco complicado dialogar con mi hermano menor. Sin embargo, el año pasado, conseguimos crear armonía entre nosotros. Mi hermano le contó a mi madre que nuestra casa era el único lugar donde se sentía libre para expresar sus sentimientos. Nuestro esfuerzo por crear este ambiente de diálogo le permitió decir lo que le enfadaba y le dolía. Desde entonces, él también practica el budismo.

En cuanto a mis actividades budistas, tengo la determinación de estar ahí para cada una de las mujeres jóvenes. A veces creo que he juzgado a los demás, por cuanto mi reto ha sido superar eso y volver a centrarme en lo que realmente importa: apreciar a la persona que tengo delante por encima de todo y compartir la alegría y los beneficios de la práctica budista en nuestros encuentros.

Esta dinámica dialógica me ha permitido abrir mi corazón cada día y transformar mi intolerancia y arrogancia en benevolencia y respeto.

Además, en el desempeño de mis responsabilidades de liderazgo organizativo, prevalecía mi tendencia a no consultar con los demás. Pero, gracias a los inumerables diálogos que he mantenido con mi corresponsable, hemos creado una relación de gran confianza. Con ella me siento libre de compartir cualquier tema: no hay juicios de valor. Quiero que ese mismo espíritu de confianza y apertura impregne las relaciones entre todos los miembros de mi región.

¿Cuáles son los beneficios de superar sus propias limitaciones para entablar estos diálogos?

Lo primero que siento es la desagradable sensación de ver mis defectos. Pero entonces me pregunto cómo puedo transformarlos en una cualidad que me guste. No suelo cambiar mis ideas ¡porque tiendo a pensar que son correctas! Ahora, sin embargo, me regocijo pensando, en primer lugar, que al cambiar voy a crecer como persona y, en segundo lugar, pienso: ¿cómo voy a conseguirlo? Esa es la belleza de la práctica budista. Sé que me desarrollaré aunque no sepa exactamente cómo, y que convertiré mis debilidades en fortalezas. Y lo más gratificante es que, mediante este esfuerzo, alentaré a otras personas. Esta dinámica dialógica me ha permitido abrir mi corazón cada día y transformar mi intolerancia y arrogancia en benevolencia y respeto.

Mi intención es experimentar todo lo necesario para poder alentar a los demás. Sé que al superar mis limitaciones podré comprender mejor a las personas. Si soy capaz de hacerlo, puedo dar fe de que es posible transformar el corazón y llegar a ser feliz. Quiero seguir manteniendo un diálogo auténtico. Como señaló el segundo presidente de la Soka Gakkai, Josei Toda: «Dialogar con los demás es una lucha que nos exigirá emplear sin reservas nuestra personalidad e integridad; esa es la única manera de crear lazos de auténtica confianza». Y, como dice el presidente Ikeda: «Cuando lo brindamos todo, en nuestro encuentro con los demás, nace algo nuevo, cambia la historia y se forman profundas relaciones de amistad».

Adaptado de un artículo publicado en el número del marzo de 2023 de Valeurs Humaines, mouvement bouddhiste Soka.