Del insulto a la honra: convertirse en una fuerza de transformación

Arunima Sharma, India
Mujer y fila de niños detrás de ella
[Fotografía cortesía de Arunima Sharma]

Tras comenzar su carrera docente, mientras padecía depresión y luchaba contra las dificultades de ser madre soltera, Arunima Sharma se convirtió en una fuerza de transformación educativa en su tierra natal en el estado de Uttarakhand.

Me casé joven y tuve la fortuna de tener un hijo y una hija. Pero fue un matrimonio infeliz. Vivíamos con mis suegros y me pasaba llorando la mayor parte del tiempo. Era introvertida, tenía dificultades para relacionarme con las personas y me batía contra la depresión.

«Este ha sido mi camino para transformar el insulto en honra y el sufrimiento en felicidad».

Unos años después, me marché de la casa de mis suegros, terminé mis estudios y conseguí empleo como profesora. Al poco tiempo, mi marido nos abandonó. Después de doce años de casada, de pronto me encontré criando a mis hijos como madre soltera. Encontré un puesto en una escuela pública ubicada a cien kilómetros de mi casa y mis hijos tenían que quedarse solos mientras yo iba a trabajar. Muchas noches lloraba en soledad, sin contar con ningún familiar en mi entorno.

En 2006, mientras visitaba a una amiga, tomé en mis manos por casualidad una revista que estaba sobre la mesa. Era la publicación de Bharat Soka Gakkai (BSG), la organización de la Soka Gakkai en la India. Su lectura me conmovió profundamente. Le pregunté a mi amiga sobre el contenido y comencé a practicar el budismo.

Una mujer posa con dos jóvenes en un parque
Arunima con sus hijos [Fotografía por cortesía de Arunima Sharma]

En ese momento, solo había dos miembros de la Soka Gakkai en la región.

Muy pronto, las personas empezaron a decirme (pese a que había sido una persona triste y seria): «tú siempre estás tan alegre…». En cada ocasión, les hablaba del budismo de manera distendida, y les decía: «¡Compartiré contigo el secreto de mi felicidad!». Hoy en día, en nuestra zona, hay cerca de ochenta personas que se dedican a la práctica budista.

En 2012, se formalizó mi divorcio y pude comprar mi propia casa, algo que había deseado durante mucho tiempo. Además, en el ámbito laboral, me destinaron a una escuela primaria pública que está a cinco minutos a pie desde mi hogar.

Un descubrimiento estremecedor

Mi nuevo lugar de trabajo se hallaba en terribles condiciones. La escuela no tenía vallado, agua potable, inodoros adecuados, calendario de trabajo y, además, nadie era puntual. El presidente Ikeda escribe: «Mientras oremos seria y sinceramente… si tenemos una fe firme y genuina, aunque los resultados no sean visibles inmediatamente, estos se manifestarán sin falta en las generaciones de nuestros hijos». Al leer esta orientación, determiné hacer de esta escuela una de las mejores del estado de Uttarakhand, y oré con la intención de hacer surgir la sabiduría para emprender las acciones más apropiadas.

Una mujer fuera de una choza entre niños de aspecto desfavorecido
Arunima examina el estado de los niños y niñas que no han podido asistir a la escuela [Fotografía cortesía de Arunima Sharma]

Un día, mientras daba clase, una niña pequeña, a quien no conocía, se asomó por la ventana del aula, lo cual me llevó a investigar los alrededores del establecimiento escolar, y para mi desconsuelo, me encontré con más de cien niños que vivían en condiciones deplorables. Algunos se dedicaban a mendigar, otros recogían basura y varios sufrían de adicción a las drogas. No llevaban calzado ni ropa y, desgraciadamente, estaban en lamentables condiciones de falta de higiene personal.

Me encontré con los padres de esos niños y los convencí de que escolarizaran a sus hijos. Pese a las protestas de mi familia, puse a disposición mi casa para bañarlos y pedí prendas y zapatos usados a algunos amigos.

En el exterior, una mujer da clases a un grupo de personas sentadas en el suelo
Enseñando a los niños en el predio escolar antes de que se les permitiera asistir a las clases [Fotografía cortesía de Arunima Sharma]

Aun así, el director de la escuela se negó a admitir a los niños. Sin dejarme vencer, les di clases durante dos meses en el predio de la escuela.

Oré para que los niños fueran admitidos en la escuela y, durante las vacaciones escolares, los visité con regularidad. Por medio de mi práctica, pude tener sabiduría, y así tomé contacto con la comunidad a través de las redes sociales con el fin de recabar apoyo para su educación. Muchas personas donaron uniformes escolares, ropa y libros.

De manera inesperada, recibimos la visita de algunos funcionarios del gobierno a la escuela. Los ciento tres niños fueron admitidos en el establecimiento escolar y comenzaron a asistir a clase de manera regular. Diferentes organizaciones se ofrecieron a mejorar la infraestructura de nuestra institución: suministraron agua potable, aseos, suelo, escritorios y sillas, construyeron un vallado y una entrada, y crearon una biblioteca.

Un nuevo objetivo

Un grupo de estudiantes de uniforme posa con certificados y medallas
Estudiantes con sus certificados de desempeño escolar [Fotografía cortesía de Arunima Sharma]

Animada por todos estos logros, empecé a orar para transformar las condiciones de todas las escuelas primarias del estado. Escribí al gobierno estatal y trabajé arduamente para construir bibliotecas en todas las escuelas públicas. En 2018 fui elegida «mejor profesora» por la Comisión de Protección y Derecho Infantil de Uttarakhand. Así, tal y como lo había determinado, seleccionaron a mi escuela como la mejor del estado, y fue adoptada por una prestigiosa institución educativa privada.

Nada genera más alegría que ver a un niño que había sido excluido desplegar su potencial a través de la educación.

Un grupo numeroso de niñas y niños sonrientes y bien vestidos
[Fotografía cortesía de Arunima Sharma]

En mi familia, mis hijos han abrazado la práctica del budismo Nichiren, y actualmente trabajan para empresas de renombre. En cuanto a mí, antes no tenía amigos, era una mujer triste y enfadada que no agradaba a las personas, y a quien normalmente la gente ignoraba. Pero, a través de esta práctica budista, me he transformado: en la Soka Gakkai encontré una familia amorosa y, en respuesta, yo misma me he convertido en una persona cariñosa. Pude reconocer mi potencial inherente, que antes era incapaz de ver. El veneno en mi vida se ha convertido en medicina. Ahora, difundo el amor y recibo el mismo sentimiento de las personas que están a mi alrededor. Este ha sido mi camino para transformar el insulto en honra y el sufrimiento en felicidad.

Ahora, mi sueño es propiciar un cambio positivo en las escuelas estatales de todo el país.

Adaptado de un artículo publicado el 21 de mayo de 2021 en el Seikyo Shimbun, diario de la Soka Gakkai en Japón.

Para visualizar en inglés una breve presentación en vídeo de la experiencia de Arunima, haga clic aquí.