El coraje para desarrollarse por encima de las expectativas

Azzurra Rinaldi, Italia
Una mujer sonriente posa frente a una pared blanca
[© Anna Catalano]

Azzurra Rinaldi estaba contenta con su trabajo como profesora en la universidad, un sueño que se había hecho realidad. Más tarde, tras conocer el budismo, decidió basarse en la práctica budista con miras a abrirse nuevos caminos en su vida profesional para hacer patente la desigualdad de género, una opción que, según los demás, no tendría posibilidades.

Empecé a practicar en 2013 después de que mi hija de tan solo tres años muriera por cáncer. Hasta entonces, mi vida había sido afortunada. Tenía treinta y dos años, dos hermosas hijas y el trabajo que siempre había querido. Sin embargo, tras la pérdida de mi hija, todo parecía carecer de sentido. Comenzar a practicar el budismo fue como renacer. Volví a dar a luz a otra niña, y luego a otra.

La práctica budista reavivó este sueño y, a los cuarenta años, decidí que intentaría tomar ese rumbo.

Mi avance en el ámbito profesional se produjo a toda velocidad. Desde joven había soñado con enseñar en la universidad y lo había conseguido. Pero tenía otro sueño escondido: convertirme en una experta en economía de género y poner de relieve las disparidades que las mujeres enfrentan a diario en la sociedad y en el lugar de trabajo. Cuando comencé a trabajar, mi profesor me había dicho claramente que la economía de género era inviable en mi país, no podría publicar nada ni desarrollarme en mi carrera. Asi que lo dejé aparcado.

Sin embargo, la práctica budista reavivó este sueño y, a los cuarenta años, decidí que intentaría tomar ese rumbo. Entonces estalló la pandemia del coronavirus y nos vimos confinados. Ante el repentino parón, surgió en mí la tentación de ceder a una vieja tendencia: anteponer las necesidades de los demás y descuidar de mí misma. Tenía la sensación de tener que escoger, de que no era posible hacer todo lo que quería junto con lo que necesitaba hacer.

Esta vez, sin embargo, decidí con toda firmeza que me entregaría el cien por cien a mi meta, a pesar de la sensación de que todo era demasiado para asumirlo. Nichiren escribe que «el invierno siempre se convierte en primavera», y tenía la determinación de experimentar esa primavera. Inspirándome en el ejemplo y los escritos del presidente Daisaku Ikeda, me prometí a mí misma que iba lograr una experiencia que sirviese para alentar a los demás; una prueba que demostrara a todas luces los increíbles mecanismos que se activan en la propia vida cuando practicamos el budismo con un objetivo claro y firme, basados en el deseo de contribuir al bien en el mundo.

Lo que ocurrió superó todas las expectativas.

La primavera de la vida

En 2020, tuve la oportunidad de formar parte de un grupo de trabajo en la Cámara de Diputados, que se ocupa del empoderamiento de la mujer. Para mí, esto fue sin duda un beneficio de mi práctica budista. En las conversaciones mantenidas con mis compañeras de trabajo tras el confinamiento, empezamos a descubrir que nosotras, las mujeres, nos sentíamos frustradas e infravaloradas.

De ahí surgió nuestra campaña DateciVoce (Dadnos voz), en demanda del cincuenta por ciento de representación femenina en grupos de trabajo y en los ámbitos de toma de decisiones importantes para nuestro país. Movimos cielo y tierra, haciendo llegar nuestro mensaje a alrededor de cuarenta y ocho millones de personas, incluido el primer ministro de Italia.

Lo que parecía imposible, de repente comenzó a suceder. Se convocaron a nueve expertas para formar parte de los grupos de trabajo para hacer frente a la pandemia, y fui entrevistada por la televisión nacional para un programa informativo como experta en economía de género y promotora de DateciVoce.

Inmediatamente después, me invitaron a hablar en la televisión sobre la economía, las mujeres y el mercado laboral en horario de máxima audiencia. Luego, comencé a recibir solicitudes de los medios de comunicación tanto de Italia como del extranjero.

Lograr un alcance mayor

Estaba segura de que todo esto ocurría en respuesta a mi oración y determinación, por lo cual decidí redoblar mis esfuerzos y establecer una nueva meta. Quería que esto se convirtiera en el centro de mi profesión con una dedicación remunerada.

Quizá por primera vez, empezaba a creer que, de hecho, yo era un buda inherentemente.

El budismo enseña que podemos ser felices únicamente junto con los demás, algo que encuentro muy cierto. Mi determinación era tener una gran experiencia que pudiera compartir con otras mujeres y compañeros miembros de la Soka Gakkai, y demostrar así que tenemos la capacidad de hacer realidad nuestros sueños. Comencé a estudiar cada mañana los escritos del presidente Ikeda y, quizá por primera vez, empezaba a creer que, de hecho, yo era un buda inherentemente.

Poco después, recibí un correo electrónico inesperado de una empresa que organiza anualmente un importante evento nacional en el que destacan tres temas fundamentales para el desarrollo de Italia. Me habían elegido como ponente sobre economía de género. ¡Y esta vez me pagarían!

A los pocos días, recibí otra llamada telefónica; esta vez, de un integrante alemán del Parlamento Europeo. Me preguntó si aceptaría un importante encargo de la Comisión Europea, que consistía en evaluar cómo los fondos para la recuperación poscoronavirus asignados por la UE afectarían de forma distinta a hombres y mujeres. El trabajo sacaría a la luz las desigualdades y propondría formas de utilizar estos fondos para lograr la igualdad.

Esto me dio la oportunidad de corroborar con datos concretos el mensaje de igualdad que intento transmitir, y hacer que el caso sea más claro y creíble. Además, me ha dado mucha visibilidad.

He fundado un grupo de presión para asegurarnos de que los fondos de la UE favorecieran a la mujer. Lanzamos una petición que en pocos días recogió más de 45 000 firmas, los parlamentarios nos recibieron y empezaron a apoyarnos, y hasta nos encontramos con los ministros. Además, recibí una invitación de una reconocida presentadora de un programa de la televisión italiana para hablar sobre el desequilibrio de género y proponer soluciones.

En el último año, me han entrevistado numerosas revistas y periódicos italianos e internacionales. Empecé a trabajar con empresas para ayudarlas a mejorar su equilibrio entre género. Y, finalmente, fundé mi propia empresa, Equonomics, que impulsa iniciativas y estrategias para mejorar la igualdad de género.

Mi propósito, enfocado desde mi práctica budista, es contribuir a la concreción de una visión de la mujer como piedra angular de una sociedad nueva y más humana. Jamás habría ocurrido todo esto si no me hubiese armado de valor a través de la práctica del budismo. A menudo me preguntan cómo me las arreglo para realizar todo lo que hago en mi vida. Siempre respondo que es gracias a mi práctica. Soy feliz, me siento agradecida, y estoy decidida a mostrar muchas más pruebas reales de que esta práctica budista funciona, y a infundir coraje y esperanza en la sociedad.

Adaptado de la edición 686 del 15 de diciembre de 2020 de Il Nuovo Rinascimento, revista de la SGI de Italia.