Parte 3: El kosen-rufu y la paz mundial
Capítulo 31: Una gran ruta hacia la paz mundial [31.28]

31.28 La sabiduría de entablar un diálogo interreligioso

En diversas partes de la novela La nueva revolución humana, el protagonista Shin’ichi Yamamoto (alter ego del presidente Ikeda) se refiere a la importancia del diálogo y del intercambio interreligioso.

[En respuesta a la siguiente pregunta que le formula un joven: «En años recientes, usted ha conversado con personas de diferentes ámbitos y países del mundo. Sus interlocutores han sido referentes de ideologías diversas, desde el comunismo y el socialismo hasta la democracia de libre mercado, y representantes de un amplio abanico de creencias religiosas. Después de esos diálogos, muchos han expresado respeto y profunda confianza en usted. ¿Hay áreas particulares en las cuales debemos enfocarnos para promover la empatía y la amistad con personas que tienen distintas ideologías y valores religiosos?».]

—Es de esperar que las otras personas sean distintas de ustedes en muchos sentidos. Más aún, esas diferencias son lo que hace de cada uno lo que es. Son lo que vuelve nuestro mundo rico y diverso, como un jardín exuberante de flores hermosas y variadas. Necesitamos aceptar y respetar esas diferencias, y aprender unos de otros. Ese debería ser su punto de partida. Es fundamental respetar a cada uno como ser humano, cualquiera sea su pensamiento religioso.

»Todos somos distintos; la humanidad es heterogénea por naturaleza. Pero, al mismo tiempo, tenemos algo en común que atraviesa la diversidad: somos todos seres humanos y vivimos juntos en este planeta Tierra. Todos buscamos la felicidad y ansiamos la paz; hacemos lo que podemos por sobrevivir mientras lidiamos con las cuestiones existenciales del nacimiento, la vejez, la enfermedad y la muerte.

»Basados en esa realidad, debemos ser capaces de arribar a una convicción mancomunada: la vida es preciada y todos tenemos derecho a vivir y a ser felices. Ya que la guerra solo produce muerte y sufrimiento, es completamente inaceptable.

»La convicción de que la vida es infinitamente valiosa se sustenta en la enseñanza del budismo Nichiren según la cual todos los seres son budas de manera primigenia e innata. Esto inspiró al señor Toda, como budista, a exponer el ideal de una familia global y a redactar su proclama para la abolición de las armas nucleares.

Shin’ichi entablaba diálogos con el propósito de afirmar esta convicción humana compartida con sus interlocutores y crear un consenso en pro de la paz. Quería crear una red de personas que trascendiera las diferencias nacionales, étnicas y religiosas, dedicada a proteger la dignidad de la vida.

Creía en la bondad fundamental del ser humano. Estaba seguro de que la gente podía entenderse, empatizar y confiar en el prójimo por medio de un intercambio franco y sincero.

—Las personas están atadas a toda clase de obligaciones y compromisos, vinculados a sus posiciones e intereses nacionales —agregó—. La cuestión es: ¿podremos trascender esas ataduras y actuar apoyando valores universales y comunes a todos los seres humanos? ¿Podremos transformar la sospecha en confianza? El diálogo es la labor de inspirar y despertar a la gente en el nivel más profundo para que esto sea posible. Por eso requiere de paciencia, tenacidad, sabiduría y convicción.

»El diálogo también nos permite relacionarnos con personas de distintos perfiles, filosofías y creencias y, de ese modo, absorber nueva información, sabiduría e ideas. En suma, es el camino más directo para elevarnos como seres humanos.

Del capítulo «La diplomacia a nivel del pueblo», del volumen 21 de La nueva revolución humana.

*

[En respuesta a un joven que acompañaba a Shin’ichi en su primer viaje a Europa, quien temía que propagar el budismo Nichiren en lugares como Europa y Medio Oriente —donde el cristianismo y el islam estaban bien arraigados, y donde se habían producido grandes guerras religiosas— encendiera la chispa de conflictos y de oposición:]

—Todos los que viajan al exterior parecen preocuparse por este punto. Escuché una inquietud semejante de un joven que me acompañó en un viaje a la India.

»Las guerras religiosas se producen porque se pierde de vista que las religiones deberían existir en bien de las personas, y que su propósito es la felicidad del pueblo. Esa relación fundamental se revierte cuando se instala la creencia de que las personas existen en bien de la religión. Nada es menos religioso que perseguir y matar a otros porque no comparten nuestras ideas en materia de fe.

»La religión siempre tiene que existir para el bienestar de la gente; el respeto a la vida humana debe ser su prioridad fundamental. Jamás debemos discriminar a otros en nombre de la religión. El espíritu esencial del budismo y el principio eterno e invariable de la Soka Gakkai es conceder el máximo respeto a todos los seres humanos, cualquiera sea su credo. El budismo y la verdadera práctica del humanismo conciben la paz y la felicidad para todos.

»Cuando yo vivía en Morigasaki, tenía un gran amigo que era cristiano. Era integrante de un grupo de lectura que habíamos creado con varios compañeros, justo después de la Segunda Guerra Mundial, en el cual leíamos juntos muchas obras literarias y ensayos filosóficos. Este muchacho se vio ante un grave problema, que lo condujo a buscar el camino cristiano, más o menos en la misma época en que yo ingresé en la Soka Gakkai. Con el tiempo, ambos nos mudamos a otra ciudad y perdimos el contacto, pero hasta el día de hoy sigo orando por él. Las amistades verdaderas nunca se pierden.

»Si pudiéramos reencontrarnos, me gustaría conversar con él sobre la vida y hablarle del budismo. El diálogo budista comienza por la amistad. Pero, para que se produzca un intercambio real, es necesario que cuidemos y respetemos auténticamente al otro.

[En respuesta a un miembro preocupado porque la opinión pública general del Japón tendía a considerar el budismo Nichiren una religión intolerante, impulsora de una propagación agresiva:]

—Sí, algunos ven el budismo Nichiren de esa manera. Pero el corazón y las acciones del Daishonin son la expresión del amor compasivo, no de la intolerancia. El Daishonin fue un hombre dispuesto a dar la vida en bien de las personas, que asumió los sufrimientos de la gente como su propia aflicción. Si, en algún sentido, se lo puede considerar intolerante, es en su actitud intransigente con los poderosos y los sacerdotes aliados con el gobierno, que obraban en contra de la felicidad del pueblo. Por otro lado, en su tolerancia y aceptación de la gente común no hubo quien lo superara.

»A la vez, como consta en las citas tan frecuentes que aparecen en sus escritos, también afirmó la significación de las otras escrituras budistas, aparte del Sutra del loto. Desde luego, censuró con firmeza las demás escuelas budistas de su época que confundían las enseñanzas parciales o provisionales con la enseñanza final y verdadera, donde se hallaba la esencia del budismo. Debemos tener en cuenta las circunstancias históricas en las cuales el Daishonin propagó sus enseñanzas.

[En respuesta a alguien que preguntó si llegaría algún momento en que dejara de ser necesario transmitir el budismo Nichiren mediante el shakubuku,1 debido a las circunstancias específicas de la época:]

—No. El espíritu fundamental del shakubuku —transmitir la enseñanza correcta para la felicidad de los semejantes— nunca cambiará.

»Hoy, en el Japón, nuestros miembros están esforzándose con alma y vida para crear un gran oleaje de propagación. Es natural que, en esa dinámica, cuando sea necesario refuten enseñanzas budistas distorsionadas.

»En particular, después de la Segunda Guerra Mundial surgió en el país una ola de nuevas religiones. Muchos japoneses que se lanzaron a adoptarlas, sin entender bien las consecuencias que generaban estas creencias, luego se encontraron sumidos en una profunda desdicha. Por eso, hoy es crucial esclarecer las diferencias entre las enseñanzas de las distintas religiones y alentar a las personas a tener conciencia crítica de lo que estas prometen.

»Con todo, la forma de llevar esto a cabo puede diferir según la época y el lugar de la propagación. Por ejemplo, en tiempos del Daishonin, el budismo era la religión predominante en el Japón, pero aun así, la enseñanza correcta budista se había perdido de vista. Prevalecían ideas incorrectas que denigraban la Ley, de modo que el Daishonin recomendó el shakubuku o «refutación estricta» como práctica adecuada. Pero en un país que no conoce el budismo —dijo—, debía adoptarse el método del shoju o «persuasión gradual».

»El shoju es la práctica de reconocer y aceptar las diferencias entre las creencias que imperan en un país y el budismo, e ir guiando gradualmente a las personas hacia las enseñanzas budistas.

[En respuesta a una pregunta sobre cómo proceder frente a las religiones establecidas, como el cristianismo en Europa:]

—Lo más importante es dialogar. No usemos la afiliación religiosa de los demás como excusa para rehuir el acercamiento. Eso sería una actitud cobarde.

»Aunque las creencias o las ideas de los otros sean diferentes de las nuestras, a las personas de fe genuina les interesa seriamente la paz mundial y la felicidad del género humano. Esta aspiración tiene mucho en común con el budismo. Es fundamental concitar esa bondad interior y encontrar un terreno común como congéneres para que cada uno, desde su lugar y posición individual, pueda contribuir a la paz y a la felicidad.

»Desde cierta perspectiva, podríamos ver la historia humana como una sucesión de guerras religiosas. Por tal razón, si queremos construir una nueva era de paz, tendremos que recurrir al diálogo como herramienta crucial. Y creo que esto se volverá mucho más vital aún en el futuro.

»Así pues, tendremos que iniciar diálogos entre el budismo y el cristianismo; entre el budismo y el judaísmo; entre el budismo y el islam. Aunque nuestras convicciones religiosas difieran, es seguro que todos ansiamos un mundo pacífico y feliz. En última instancia, somos todos seres humanos, y esto ofrece una clave para unir a la humanidad. Con esa conciencia, en lugar de entablar guerras con otros cultos, las religiones deberían participar en una «competencia de bondad».

»Esa «competencia de bondad» significa competir en la búsqueda de caminos para promover la paz y la felicidad para todos. O, como la llamó el señor Makiguchi, una «competencia humanitaria» para promover el bienestar propio y el de los demás. Por ejemplo, las religiones podrían desafiarse en formar la mayor cantidad posible de valores humanos que contribuyan a la paz global, o en inspirar la esperanza y la valentía más grandes, entre muchas otras posibilidades.

»Demostremos sistemáticamente la eficacia de nuestra labor por la paz y el bienestar de la humanidad, mientras respondemos a la época y procuramos darle forma. Necesitamos incrementar esta tendencia hasta el día en que podamos poner punto final a los conflictos armados y a la hostilidad causada por las diferencias religiosas. Creo que esta es, en definitiva, la gran misión histórica de la Soka Gakkai.

Del capítulo «La alegría», del volumen 5 de La nueva revolución humana.

*

[En respuesta a la preocupación de un joven sobre la dificultad de dialogar con seguidores del islamismo, que creen en un dios omnipotente y monoteísta:]

—¿Por qué has decidido que ese diálogo será difícil? ¿Cómo lo sabes si no lo has intentado? No seas prisionero de tus suposiciones.

»Que dialogues con personas musulmanas no significa que tengas que enredarte en debates doctrinales religiosos. Antes bien, puedes conversar sobre temas que nos afectan a todos como seres humanos, como la cultura, la educación o la mejor manera de trabajar por la paz desde un punto de vista humanitario. En todo el mundo, la gente alberga el mismo deseo de paz y de desarrollo cultural. Si hablan de estas cuestiones con espíritu abierto y libre, luego verán que podrán también tocar temas religiosos más específicos. Pero, en cualquier caso, el propósito del diálogo es hallar formas de ayudar a los demás a ser felices y a construir la paz mundial.

»Por otro lado, la tradición islámica otorga gran valor a la escritura, aspecto que tiene en común con el budismo del Daishonin. El islamismo, el judaísmo y el cristianismo creen en un creador todopoderoso. Podemos identificar semejanzas entre esto y nuestra visión de la Ley Mística como un principio subyacente que permea el universo. Podríamos usar esto como un punto de partida para el diálogo. Creo que, por medio del intercambio continuo, los seguidores del islamismo podrían descubrir muchas cosas que tenemos en común y adquirir una comprensión y una valoración más correcta del budismo.

»El señor Toda a menudo comentaba que si los fundadores de las grandes religiones, como Shakyamuni, Jesús o Mahoma, se reunieran en una habitación a discurrir, no tardarían en comprenderse.

»Por ejemplo, en el mundo de los negocios los directores de empresas se entienden fácilmente y enseguida llegan a acuerdos. Es así porque tienen un sentido de la responsabilidad similar e intereses semejantes.

»Del mismo modo, aunque hayan vivido en distintas épocas y en circunstancias diferentes, todos los fundadores de las grandes religiones mundiales han querido la felicidad de las personas y han luchado por ello, a costa de enormes sacrificios y de un altísimo costo personal. Cada uno, en su época, ha sido un reformista sabio, valiente y comprometido.

»Si pudieran dialogar juntos, sin duda entenderían la profundidad del budismo y rápidamente llegarían a un consenso sobre lo que la humanidad necesita y lo que deberíamos hacer de cara al futuro.

»Por desventura, un encuentro de ese tipo es imposible. Y, por eso, los que vivimos en esta época no tenemos más opción que regresar al espíritu de los fundadores de nuestras religiones, que dedicaron su vida al bienestar de la humanidad, y dialogar juntos.

Del capítulo «La tierra de los tesoros», del volumen 6 de La nueva revolución humana.

Sabiduría para ser feliz y crear la paz es una selección de las obras del presidente Ikeda sobre temas clave.

  • *1Shakubuku: Método de propagación del budismo que consiste en refutar el apego a enseñanzas erróneas para conducir a la gente, de esta manera, a la enseñanza correcta. El término shakubuku se utiliza en oposición a shoju, que es conducir a la gente a la enseñanza correcta de manera gradual y de acuerdo con la capacidad de cada persona. Estas dos clases de práctica se mencionan en el Sutra Shrimala, en Gran concentración e introspección, de T’ien-t’ai, y en otras obras. En el budismo Nichiren, el término shakubuku también suele usarse como sinónimo de propagación o difusión de la Ley Mística.