Elige la esperanza: Ivana Nikolić Hughes reflexiona sobre el camino hacia un futuro libre de armas nucleares

Una mujer vestida elegantemente de negro, sentada junto a una lámpara decorativa.
Ivana Nikolić Hughes, presidenta de la Fundación Paz en la Era Nuclear [© Seikyo Shimbun]

Reconocida por sus investigaciones sobre la contaminación radiactiva provocada por los ensayos nucleares en las Islas Marshall, la doctora Ivana Nikolić Hughes ha dedicado numerosos trabajos y conferencias a cuestiones relacionadas con las armas nucleares. Es miembro del Grupo Asesor Científico del Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares (TPAN) y en 2022 asumió la presidencia de la Nuclear Age Peace Foundation (NAPF, Fundación para la Paz en la Era Nuclear), sucediendo al cofundador, el doctor David Krieger (1942-2023). La organización, con sede en Estados Unidos, fue creada en 1982 y se centra en la educación y promoción de un mundo justo y pacífico, libre de armas nucleares. El doctor Krieger y el presidente de la SGI (Soka Gakkai Internacional), Daisaku Ikeda (1928-2023), mantuvieron varios diálogos que, en 2002, dieron lugar a la publicación de Choose Hope: Your Role in Waging Peace in the Nuclear Age (Elige la esperanza: tu papel en la construcción de la paz en la era nuclear). En esta entrevista, la doctora Hughes habla de la necesidad de que la esperanza guíe nuestros esfuerzos hacia un futuro libre de armas nucleares.

Continuar un legado de paz

Doctora Hughes, usted fue nombrada presidenta de la Nuclear Age Peace Foundation en 2022, sucediendo al doctor David Krieger. ¿Qué la inspiró a participar en el movimiento por la abolición nuclear?

Me gustaría comenzar expresando mi más profundo respeto a dos grandes personas: el doctor Daisaku Ikeda y el doctor David Krieger, que contribuyeron de manera significativa a un mundo mejor y más pacífico. Debemos seguir el camino que han recorrido estos dos hombres excepcionales, ambos fallecidos en 2023.

Dos hombres se saludan con un apretón de manos frente a un edificio; algunas personas al fondo.
El Dr. Krieger y el presidente Ikeda, reunidos en el Centro de Capacitación de la Soka Gakkai en Okinawa, en la localidad de Onna [© Seikyo Shimbun]

Un viaje personal hacia la abolición nuclear

Hay dos motivos personales que me han llevado a participar en el movimiento por la abolición nuclear. En primer lugar, estoy firmemente comprometida con esta causa como científica. Entre otras aportaciones, intervine en la dirección de una investigación sobre el impacto medioambiental de los ensayos nucleares en la Universidad de Columbia. Dado que los científicos crearon las armas nucleares, deben trabajar también para su eliminación. Como científica, estoy convencida de ello.

Otro aspecto importante es que soy madre. Tengo tres hijos y deseo para ellos una vida llena de felicidad y alegría, no la aniquilación nuclear y el sufrimiento. Creo absolutamente que lo mejor que puedo legarles es un mundo desnuclearizado.

Otro aspecto importante es que soy madre. Tengo tres hijos y deseo para ellos una vida llena de felicidad y alegría, no la aniquilación nuclear y el sufrimiento.

Para terminar, nací y crecí en una zona de la antigua Yugoslavia que hoy forma parte de la República de Serbia. Llegué a Estados Unidos hace treinta años como estudiante de intercambio y tuve la suerte de recibir apoyo para estudiar en algunas de las mejores universidades del mundo: el Instituto Tecnológico de California (Caltech) y la Universidad de Stanford. En aquella época, Yugoslavia se desmoronaba en medio de una guerra civil devastadora, algo que me impactó profundamente.

Creo que las personas que abandonan un país para vivir en otro comienzan a concebir, de manera inevitable, objetivos e ideales desde la perspectiva de la humanidad, en lugar de hacerlo únicamente desde una perspectiva nacional.

En este contexto, me sentí muy animada por uno de los temas importantes que se trataron en el diálogo Choose Hope entre los doctores Ikeda y Krieger: la necesidad de cambiar nuestra forma de pensar, pasando de los «intereses nacionales» a los «intereses de la humanidad».

Afrontar la amenaza nuclear

En la actualidad, existe una creciente amenaza de uso de armas nucleares a nivel mundial. El Reloj del Juicio Final, que simboliza el tiempo que queda hasta la extinción de la humanidad y que el Boletín de los Científicos Atómicos anuncia anualmente, marca ahora noventa segundos para la medianoche: la hora más próxima a la que ha estado nunca.

Estoy seriamente preocupada por la situación actual del mundo. Acaso nos enfrentamos al periodo más peligroso desde el final de la Guerra Fría o, incluso, de la Segunda Guerra Mundial.

Hoy existen conflictos de gran envergadura en Ucrania y Gaza que involucran, directa o indirectamente, a naciones con armas nucleares. Ello configura un escenario increíblemente peligroso.

Por ejemplo, Estados Unidos y Rusia poseen once mil ojivas nucleares, la mayoría de las cuales son más potentes que las bombas atómicas lanzadas sobre Hiroshima y Nagasaki. Si se empleara un tercio de esas ojivas, se estima que trescientos sesenta millones de personas morirían de inmediato por el impacto.

Las catastróficas consecuencias de una guerra nuclear

Además, los incendios provocados por las explosiones nucleares liberarían cantidades de hollín que cubriría la atmósfera y bloquearía la luz solar, hecho que causaría un descenso global de la temperatura que, a su vez, daría lugar al llamado «invierno nuclear». Esto ocasionaría, además, el colapso de la agricultura y la disminución de la producción de alimentos en todo el mundo, que, en consecuencia, llevaría a la muerte por inanición a unos cinco mil millones de personas.

Cuatro panelistas hablan en el escenario de una sala con paneles de madera y con una lámpara de araña, mientras el público los escucha.
En el Simposio Elige la Esperanza celebrado en marzo de 2025, en la Academia de Música del Oeste en Santa Bárbara, EE. UU., fue organizado por la NAPF y la SGI [© Seikyo Shimbun]

El uso de armas nucleares no solo destruiría las ciudades, sino prácticamente todo el planeta. Por eso, en 1985, el presidente estadounidense Reagan y el secretario general soviético Gorbachov emitieron una declaración conjunta en la que afirmaban: «Una guerra nuclear no se puede ganar y nunca debe librarse».

En un mundo con armas nucleares, la paz no es solo un imperativo moral, sino también un requisito existencial para la supervivencia de la humanidad y, posiblemente, de toda la vida en el planeta.

La ilusión de la disuasión nuclear

En su propuesta para la abolición de las armas nucleares, el presidente Ikeda escribió: «Nuestro auténtico adversario no son las armas nucleares per se, ni los Estados que las poseen o desarrollan. Debemos hacer frente a las formas de pensamiento que las justifican, es decir, a la tendencia a obliterar fácilmente a los demás cuando se los considera elementos que amenazan o impiden la concreción de los objetivos propios». ¿Qué opina sobre los argumentos utilizados para justificar las armas nucleares, como la disuasión nuclear?

La disuasión nuclear se basa en la idea de que mientras un país mantenga la voluntad de utilizar armas nucleares contra otros países, no será atacado por ellos. A menudo se explica como un método para reforzar la seguridad nacional.

Pero yo rechazaría por completo esta caracterización de la disuasión nuclear. Por ejemplo, en 1990 la República de Sudáfrica eliminó por completo las armas nucleares que en su día llegó a poseer. A pesar de la ausencia de estos armamentos, ningún país ha intentado atacarla.

No puede haber ninguna lógica que justifique la aniquilación de toda la humanidad.

Es más, resulta fundamental destacar el hecho de que el mundo está al borde del uso de armas nucleares. En 2024, la periodista de investigación Annie Jacobsen publicó La guerra nuclear: un escenario. En la previsión de semejante situación, el libro describe de qué manera el uso de estas armas daría lugar a una cadena de ataques de represalia, que se intensificarían rápidamente hasta convertirse en una guerra nuclear.

Sorprendentemente, toda la guerra nuclear –incluidos los ataques de represalia– duraría solo setenta y dos minutos. A diferencia de las guerras convencionales, que se prolongan durante largos periodos, la guerra nuclear duraría poco más de una hora.

No se trata de una ficción exagerada, sino de información basada en entrevistas con expertos y antiguos funcionarios gubernamentales que comprenden perfectamente lo que sucedería si fallara la disuasión nuclear.

Las armas nucleares son «vertiginosamente demenciales e inmorales»

Para comentar este escenario, tomo prestadas las palabras del renombrado activista por la paz, el difunto Daniel Ellsberg, quien en una ocasión se refirió a las políticas en materia de armas nucleares como «vertiginosamente demenciales e inmorales».

El uso de estas armas conduciría de inmediato a una guerra nuclear, como se ha mencionado, lo que provocaría cientos de millones de muertes directas y miles de millones más por inanición en los años posteriores. No puede haber ninguna lógica que justifique la aniquilación de toda la humanidad.

El secretario general de la ONU, António Guterres, ha declarado que la razón por la que aún no se ha producido una guerra nuclear es que «hasta ahora hemos tenido una suerte increíble. Pero la suerte no es una estrategia». De hecho, que no se hayan utilizado armas nucleares no se debe a la disuasión nuclear, sino al azar.

Hasta ahora hemos tenido una suerte increíble. Pero la suerte no es una estrategia.

La crisis de los misiles en Cuba de 1962 fue la más grande de la Guerra Fría y estuvo a punto de provocar una guerra nuclear a gran escala entre Estados Unidos y la Unión Soviética. La razón por la que aún no se ha producido una conflagración nuclear se debe a una serie de sucesos fortuitos.

En 1983, un ordenador soviético notificó por error que se había lanzado un misil balístico intercontinental desde Estados Unidos. Afortunadamente, el oficial a cargo juzgó que se trataba de una falsa alarma, pero si esta información errónea se hubiera comunicado a los superiores, es muy probable que como represalia se hubiera desencadenado un ataque nuclear.

También se han producido accidentes en los que se han lanzado armas nucleares por error, e incluso, ahora existen unas cincuenta ojivas nucleares abandonadas en el fondo marino de todo el mundo.

Por lo tanto, el riesgo de que se desencadene una guerra nuclear por simples accidentes, malentendidos o errores de juicio sigue siendo real. La «suerte» que hemos tenido hasta ahora puede acabar en cualquier momento.

Hasta ahora, la posesión de armas nucleares se ha percibido como un símbolo de poder nacional. Debemos cambiarlo por una marca de vergüenza. Cualquier país que posea armas nucleares debería avergonzarse de tener la capacidad de destruir la civilización humana, en lugar de sentirse orgulloso de ello.

El poder de la sociedad civil y de los tratados

El origen del movimiento por la paz de la Soka Gakkai se encuentra en la «Declaración para la abolición de las armas nucleares», pronunciada por el segundo presidente, Josei Toda, en 1957.

Gracias a los escritos del doctor Ikeda, conocí la «Declaración para la abolición de las armas nucleares» del segundo presidente, Josei Toda, emitida en 1957, que me inspiró profundamente. En mi opinión, esta declaración, que persigue la abolición nuclear, es la precursora del Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares (TPAN) que entró en vigor, muchos años después, en 2021.

Por intensa que sea la oscuridad en el mundo, siempre existe la luz. En estos tiempos difíciles, esa luz es el Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares, en cuya gestación y desarrollo la SGI y nuestra Nuclear Age Peace Foundation han participado activamente.

El tratado prohíbe todas las actividades relacionadas con las armas nucleares, incluyendo su uso, producción, posesión, transferencia y amenaza de utilización.

Dos mujeres hacen sonar la Campana de la Paz.
Annie Jacobsen (izquierda) e Ivana Hughes tañen la Campana de la Paz en Hiroshima

Además, contempla disposiciones para ayudar a las víctimas del uso y de los ensayos de armas nucleares, así como para restaurar los entornos contaminados. En estos ámbitos, la sociedad civil –incluidas la SGI y la NAPF– han participado activamente. La aplicación de un tratado de este tipo constituye, sin duda, un logro notable para la humanidad.

Naturalmente, el objetivo final no es el tratado en sí, sino la eliminación completa de las armas nucleares.

Creo que Japón y Estados Unidos tienen un papel importante que desempeñar en la abolición nuclear. Japón ha sufrido las catastróficas consecuencias de los bombardeos atómicos de Hiroshima y Nagasaki. Estados Unidos fue el primer país en desarrollar armas nucleares y el único que las utilizó contra ciudades habitadas por civiles. También escribió el libro estratégico de la era de los ensayos nucleares, que causó la devastación de pueblos y comunidades en todo el mundo.

Personas de diversos orígenes vestidas formalmente, están sentadas en sillas antiguas frente a una pared revestida de madera.
Los ponentes del simposio Elige la Esperanza, celebrado en marzo de 2025, posan para una foto conmemorativa [© Seikyo Shimbun]

En Estados Unidos es común la creencia de que los bombardeos atómicos contribuyeron a que la guerra terminara antes y salvaron vidas. Sin embargo, esos bombardeos, que segaron innumerables vidas inocentes, son moralmente condenables, entre otras razones por el impacto incomparable que la exposición a la radiación ha tenido en la salud y el bienestar de los supervivientes. Además, la historia demuestra que los ataques a Hiroshima y Nagasaki no marcaron el fin de la «guerra caliente», sino el comienzo de la Guerra Fría.

Hoy el mundo enfrenta amenazas graves, como el cambio climático, la pérdida de biodiversidad y la propagación de enfermedades infecciosas, fenómenos que tienen en común la necesidad de cooperación y respuesta internacional.

Sin embargo, en un mundo sin paz, en un mundo asolado por guerras y carente de confianza entre naciones, no podemos abordar adecuadamente estos desafíos globales. El deseo de prevenir la guerra y la aniquilación nuclear también deriva del reconocimiento de que este es un momento vital para la cooperación mundial.

Elegir la esperanza para un futuro pacífico

En su diálogo con el doctor Krieger, el presidente Ikeda afirmó: «La fuerza espiritual del ser humano puede derrotar a esa autoridad [que causa guerras y tragedias]. La vida humana tiene una fuerza esperanzadora que puede abrir una era de paz». Y añadió: «Si nos falta la esperanza, debemos crearla nosotros mismos. Una vez que lo hagamos, la gran ola de paz podrá crecer y extenderse libremente…». ¿Cómo podemos poner en práctica el concepto de Choose Hope, el título del libro sobre el intercambio mantenido entre ambos?

El doctor Krieger aconsejó una vez a su hija, la doctora Mara Sweeney, que «encontrara algo agradable que hacer cada día». La animó a buscar la alegría y a hacer algo divertido cada día. Creo que esto nos lleva a elegir la esperanza. Elegir la esperanza significa descubrir y cultivar la alegría y la humanidad en la vida cotidiana.

Los doctores Ikeda y Krieger practicaron este enfoque de manera constante y nunca renunciaron a su esperanza de un mundo mejor. Esta postura me inspira profundamente.

Ahora es el momento de elegir la esperanza, como ellos nos enseñaron, para superar la desconfianza, los conflictos y la violencia, y encontrar una vía que permita construir una cooperación genuina entre las naciones y los pueblos.

Una mujer elegantemente vestida de negro sonríe a la cámara; al fondo, una estantería.
[© Seikyo Shimbun]

Si fuera pesimista, no podría participar en el movimiento por la abolición nuclear. Elijo el optimismo y la esperanza, y tengo la certeza de que la abolición nuclear es posible, por eso mantengo mi compromiso con este movimiento.

Me inspiran los esfuerzos del pueblo japonés por la abolición nuclear. En marzo de 2024, me alegró mucho ver a tantos jóvenes participantes en el Future Action Festival, celebrado en Japón, que estaba centrado en temas como la abolición nuclear. Los jóvenes son nuestro futuro, y su participación resulta esencial para lograr un mundo sin armas nucleares.

Continuaré colaborando con los miembros de la Soka Gakkai, y seguiré el camino allanado por los grandes pioneros, los doctores Ikeda y Krieger. Mientras elijamos la esperanza, no llegaremos nunca al final del camino, sino que estaremos siempre emprendiendo uno nuevo, que conduce a la paz.

Adaptado de un artículo publicado el 23 de agosto de 2024 en Seikyo Shimbun, Soka Gakkai, Japón.