Cultivando un humanismo de esperanza: conversación con el profesor Jim Garrison

Foto de Jim Garrison
[© Seikyo Shimbun]

Jim Garrison es profesor de Filosofía de la Educación del Instituto Politécnico de Virginia en la ciudad de Blacksburg, EE. UU., cuyo trabajo se centra en John Dewey y el pragmatismo filosófico norteamericano. En la siguiente entrevista publicada en la edición del 14 de noviembre de 2020 del Seikyo Shimbun, diario de la Soka Gakkai, el profesor Garrison habla sobre la importancia de la educación en la estructura social y en la formación de ciudadanos del mundo. En dicho contexto, se refiere al sistema pedagógico basado en la teoría del valor que desarrolló Tsunesaburo Makiguchi, educador japonés y presidente fundador de la Soka Gakkai.

En 2014, Jim Garrison y Larry Hickman publicaron un diálogo con el presidente Daisaku Ikeda titulado Living as Learning: John Dewey in the 21st Century, (La vida como aprendizaje: John Dewey en el siglo XXI) en el que tratan el futuro de la educación humanística, el valor de las contribuciones de Dewey en este ámbito, así como el eco que encuentran sus ideas en el budismo y en el pensamiento de Makiguchi.

El 18 de noviembre de 2020 marcó el 90.º aniversario de la fundación de la Soka Gakkai. Tsunesaburo Makiguchi, nuestro presidente fundador, tenía un gran respeto por John Dewey.

El año 1930 y la actualidad se asemejan en muchos aspectos. Estos dos períodos nos sirven como un espejo distante, es decir, la observación de los acontecimientos de hace noventa años nos permite formular una mejor reflexión sobre nuestro tiempo.

El punto en común más importante es la gravedad de la crisis. Como saben, el año 1930 transcurre entre el final de la Primera Guerra Mundial y el comienzo de la Segunda, y la Gran Depresión comenzaba a tener sus efectos devastadores en la sociedad. En aquel entonces, la raíz de las guerras se encontraba el nacionalismo extremo. Lo que me preocupa realmente es el nuevo auge del nacionalismo en muchas partes del mundo. Y la pandemia del coronavirus ha creado aún más confusión.

Tanto John Dewey, uno de los precursores del pragmatismo estadounidense, como Tsunesaburo Makiguchi, presidente fundador de la Soka Gakkai, reconocieron que la educación es la clave para cambiar una sociedad convulsionada. En tiempos en los que la educación era predominantemente autoritaria, defendían que su objetivo fundamental era la felicidad de los niños. Por supuesto, esto no significa que los niños puedan actuar a su antojo. Dewey y Makiguchi compartieron la idea de que el florecimiento del potencial de cada individuo y el cultivo de su capacidad creativa proporciona la base para una vida feliz.

Y pienso que una de las razones que los llevó a creer en esta idea fue porque ellos mismos estuvieron siempre muy cerca de los niños, comprendiendo profundamente lo que pensaban, lo que les interesaba y lo que necesitaban. Creo que tales reflexiones y prácticas de Dewey y Makiguchi se convirtieron en el germen del humanismo educativo.

¿Podría profundizar sobre su humanismo educativo?

La buena educación simplemente se convierte en parte de tu vida y, por lo tanto, a menudo uno no se da cuenta de ella …

Primero, permítanme señalar que «humanismo» tiene diferentes significados en Occidente y Oriente. Todas las formas de humanismo enfatizan la dignidad intrínseca, el valor y la capacidad creativa de los seres humanos. Sin embargo, el humanismo occidental ha enfatizado con mayor frecuencia la autonomía absoluta de los individuos aislados, separados de otras personas y del medio ambiente. Esto se basa en la idea de que los seres humanos son «amos» que están en posición de dominar el mundo natural en lugar de cooperar con él.

Pero esta idea es ajena al humanismo oriental. Esta concepción del humanismo, representado por el budismo, valora la igualdad de todos los seres vivos. La filosofía del respeto a la dignidad de la vida puede ser una base para una educación que permita el florecimiento del potencial de los niños y abrir caminos para su felicidad. Diría que no solo Makiguchi sino también Dewey sostenía un humanismo oriental.

La creación de valor fue un concepto clave tanto para Makiguchi como para Dewey.


Para ambos, la educación era un proceso para profundizar el propósito de la vida cultivando las capacidades creativas que poseen los niños. Y creían que, al hacerlo, conectarse con los demás es crucial.

Como alguien que destacó la importancia de la geografía mundial, Makiguchi comprendió y reveló la interconexión de los seres humanos. Esto lo demuestra su famosa enseñanza de que, al observar nuestro lugar de origen, nuestro pensamiento y sentimiento pueden abarcar a quienes viven en diferentes partes del mundo. Dewey también le dio mucha importancia al estudio de la geografía, y se sabe que escribió un capítulo sobre Geografía en su libro en el que también puso énfasis en la interconexión.

Al tener la capacidad de discernir la interconexión existente en la vida, mientras se lleva una vida dedicada a contribuir con los demás, en cierto sentido, usted es una persona creadora de valores y un ciudadano global. Dewey y Makiguchi buscaban la formación de buenos ciudadanos del mundo.

Jim Garrison hablando desde un podio en una sala de conferencias llena de gente
Jim Garrison hablando durante un simposio en la Universidad Soka de América en febrero de 2010 [© Seikyo Shimbun]

Hoy, sus ideales perviven en la educación Soka. La buena educación simplemente se convierte en parte de tu vida y, por lo tanto, a menudo uno no se da cuenta de ello, pero, si interactúas con estudiantes que recibieron dicha educación, el impacto que tuvo en su crecimiento es muy claro. Honestamente, esto es lo que siento al interactuar con estudiantes de la Universidad Soka en Japón y la Universidad Soka de América. Ellos son muy conscientes de la alta calidad de la educación que están recibiendo.

La creación de valor también es un tema central en la práctica budista diaria de los miembros de la Soka Gakkai.

El desarrollo global de la Soka Gakkai demuestra cómo el humanismo educativo crea valor en el ámbito de la religión. Y me gustaría decir que no solo las escuelas Soka, sino la propia Soka Gakkai es como una «institución» que ha nutrido a ciudadanos del mundo. A través de una variedad de actividades inspiradoras, los miembros amplían sus horizontes. Y mientras piensan globalmente, nunca se olvidan de su vecindario. Así es como deberían verse los ciudadanos del mundo. De esta manera, lo local contribuye a lo global al tiempo que considera y valora la contribución de otras localidades.

Cuando pienso en la cultura y la tradición de la Soka Gakkai de forjar ciudadanos del mundo, no es de extrañar que en sus comienzos haya sido una organización educativa. Como educador y budista, Makiguchi desafió el nacionalismo que ignoraba la santidad de la vida y que llevó a Japón y al resto del mundo al desastre de la guerra. Makiguchi se valió de su coraje moral y se opuso al militarismo japonés. Me conmueve tremendamente que estuviera dispuesto a dar la vida por sus convicciones.

Dewey reconoció que la educación es una de las herramientas más poderosas para superar las fuerzas del nacionalismo extremo y la intolerancia. Creo que Makiguchi hizo lo propio, y también considero que la crisis de ese entonces fue el resultado del fracaso en la educación para una ciudadanía global.

Hoy, en muchos países, el nacionalismo se vuelve rampante. El miedo, la ira y la discriminación recorren los Estados Unidos, y todo esto proviene de la ausencia de una ciudadanía global. La educación estandarizada llena de exámenes no permite el cultivo de la capacidad creativa, y este continuo fracaso ha generado la crisis actual, lo que podríamos llamar una crisis en la educación.

Lo que se requiere hoy es nutrir la personalidad de los niños. Vemos la esencia de esto en lo que el presidente Daisaku Ikeda describió como «Universidad Toda»: la educación que recibió de su mentor, Josei Toda, segundo presidente de la Soka Gakkai. Aunque Ikeda se vio privado de oportunidades para recibir una educación superior formal después de la Segunda Guerra Mundial, no solo aprendió todo tipo de materias, sino que adquirió la filosofía y práctica de la revolución humana a través de las lecciones personales de Toda. Esta revolución humana permite a los individuos crear valor al despertar al hecho de que son protagonistas de una sociedad cambiante. No es necesario asistir a la universidad para adquirir una educación «superior».

¿Cómo evaluaría la Soka Gakkai en su 90.º aniversario?

Hoy vivimos en tiempos espiritualmente empobrecidos. En 1934, Dewey publicó su libro Una fe común. Poco después de la fundación de la Soka Gakkai y cuando la Gran Depresión estaba causando estragos en la sociedad, él encontró un significado religioso. Dewey fue crítico con la religión establecida y sus doctrinas, pero no obstante enfatizó la importancia de lo religioso, lo que llamó una fe común.

Él creía que todos y cada uno de los individuos pueden hacer contribuciones al bienestar y la felicidad de la sociedad en su conjunto. Y eso sería posible a través de dos aspectos: el desarrollo de uno mismo mientras coopera con los demás. La lucha humana colectiva para crear valor en la sociedad fue el núcleo del humanismo religioso de Dewey. Para él, el humanismo religioso debe sentirse cómodo con todo tipo de creencias religiosas. Es un humanismo que puede motivar a las personas a unirse y que puede transformar el mundo violento en un mundo de cooperación y comprensión. Creo que el humanismo religioso de Dewey se puede encontrar en la vida y en los compromisos de los miembros de la Soka Gakkai.

El ejemplo más destacado son los numerosos diálogos que el presidente Ikeda ha mantenido con líderes e intelectuales de todo el mundo. Ha entablado diálogos con líderes de diferentes orígenes culturales o sociales, como por ejemplo con Mijaíl Gorbachov, solo por nombrar uno. Al hacerlo, el presidente Ikeda demostró el poder de conectar a una persona con otra, que en sí mismo, este hecho, es la esencia de la religión.

Jim Garrison y Daisaku Ikeda mirando un libro juntos
Encuentro de Jim Garrison con Daisaku Ikeda en Japón en agosto de 2008 [© Seikyo Shimbun]

Lo «conocí» por primera vez leyendo una compilación de sus conferencias universitarias. Al leerlas, me impresionó cómo pudo adaptar las enseñanzas del budismo Nichiren a cualquier contexto cultural. Tiene una maravillosa habilidad para acoger lo mejor que cualquier país o región del mundo tiene para ofrecer. Estoy seguro de que esto se debe a que aboga por un humanismo del yo más duradero que es la vida cósmica del universo, que nos une a todos y que nos permite reconocer lo mejor de los demás sin importar diferencias superficiales. De hecho, las diferencias solo aumentan el placer de conocerse y aprender unos de otros.

La membrecía de la Soka Gakkai, que sigue los pasos del presidente Ikeda, está constituida por diversos grupos de personas que cooperan entre sí para contribuir a la sociedad. Esto es realmente maravilloso. Al creer en el potencial infinito de los demás y estar comprometida con su felicidad, la Soka Gakkai ha difundido un humanismo de esperanza en todas partes del mundo y en todos los aspectos de la vida de las personas. Creo que esto siempre ha estado en el centro de las actividades de la Soka Gakkai en sus 90 años de historia.