Parte 3: El kosen-rufu y la paz mundial
Capítulo 31: Una gran ruta hacia la paz mundial [31.22]

31.22 El origen de las actividades pacifistas de la Soka Gakkai: La «Proclama para la abolición de las armas nucleares»

En su novela La revolución humana, el presidente Ikeda (representado por el protagonista, Shin’ichi Yamamoto) se refiere a la Proclama para la Abolición de las Armas Nucleares, que su mentor Josei Toda, segundo presidente de la Soka Gakkai, presentó en 1957. En relación con ello, señala que el corazón de las actividades pacifistas de la organización es combatir las funciones destructivas que atentan contra la dignidad de la vida y contra el derecho humano a la existencia.

[En el Festival de Jóvenes de la Soka Gakkai celebrado en el Estadio Mitsuzawa de Yokohama, el 8 de setiembre de 1957.]

De pie ante el micrófono, con serena compostura, Josei Toda comenzó a hablar: «El Festival de los Jóvenes de hoy ha sido recompensado con un cielo despejado y soleado, sin asomos de la tormenta de ayer, como si los cielos quisieran responder al entusiasmo de ustedes. Con profundo júbilo, observé a los participantes de cada justa deportiva desplegar el espíritu de la Soka Gakkai, bajo el aplauso sincero del resto de los jóvenes que celebraban su esfuerzo.

»Sin embargo, a pesar de toda nuestra alegría de hoy, es probable que la Soka Gakkai vuelva a ser objeto de persecuciones en el futuro. Nosotros mismos quizá nos veamos ante estos ataques. Habiendo señalado esto, ahora quisiera transmitirles lo que, espero, consideren como la primera de mis instrucciones para el porvenir.

»Como ya he dicho varias veces, la responsabilidad de la época venidera estará en manos de los jóvenes. Nuestra misión, sin duda alguna, es el kosen-rufu. Y debemos lograrlo sin falta. Pero hoy, quiero enunciar claramente mis sentimientos y mi actitud con respecto a los ensayos de armas nucleares, un tema que hoy provoca un debate candente en todos los sectores de la sociedad.

»Espero que ustedes, mis discípulos, hereden la proclama que hoy daré a conocer y difundan este mensaje al mundo poniendo en juego toda su capacidad.

»Aunque está surgiendo en el mundo un movimiento que reclama la prohibición de los ensayos nucleares, mi deseo es ir más allá y atacar el problema en su raíz. Quiero exponer y arrancar de cuajo las garras que se ocultan en lo profundo de las armas nucleares. Deseo declarar que toda persona que incurra en el uso de estas armas, cualquiera sea su nacionalidad, pertenezca al país vencedor o a los vencidos, debería ser condenada a la pena capital sin excepción.

»¿Por qué lo digo? Porque nosotros, los ciudadanos del mundo, tenemos derecho inalienable a vivir. Todo aquel que ponga en peligro ese derecho es una manifestación de la perversidad más diabólica y monstruosa. Propongo que la humanidad aplique, en todos los casos, la pena capital a toda persona responsable de utilizar armas nucleares, aunque pertenezca a las filas de los vencedores.

Josei Toda consideraba que las armas nucleares eran el invento más perverso del siglo XX. El término japonés ma, que significa «demonio» o «fuerza diabólica», es una transliteración del sánscrito mara (demonio), que en chino se tradujo de diversas maneras, como «asesino», «ladrón de vida» o «destructor». Podría decirse que su función es confundir y atormentar la mente de los seres humanos, consumir la vida, destruir la sabiduría…

Según el budismo, el epítome de esta perversidad es el Rey Demonio del Sexto Cielo.1 Otro nombre de esta función es El Que Goza Manipulando a Su Voluntad el Producto de las Cosas Conjuradas por Otros, descripción que define a quien ansía controlar y someter a la gente. Desde esta perspectiva, la doctrina de la disuasión nuclear, que manipula los miedos de la población para justificar el mantenimiento de arsenales nucleares capaces de producir una hecatombe, debe ser vista como una función del Rey Demonio del Sexto Cielo.

Una característica saliente de la proclama que elaboró Josei Toda es que exhorta a todas las personas a vencer esta naturaleza destructiva que reside en lo profundo de la vida humana. Aunque en el Japón y en otras partes del mundo estaba cobrando fuerza un movimiento popular por la abolición de las armas nucleares, Toda concluyó que la forma de «arrancar de cuajo» estos armamentos —erradicar el mal que anidaba en ellas— era establecer el consenso de que eran un mal absoluto cuya existencia debía impugnarse.

Su posición era que las armas nucleares y su utilización merecían una condena categórica, no desde el mero punto de vista de la ideología, el nacionalismo o la identidad étnica, sino desde la dimensión universal del humanismo. Esto es lo que vuelve tan extraordinaria su proclama. Y lo que la hace brillar más y más con el paso de los años.

Aunque Toda expuso en su declaración que los que utilizaran arsenales nucleares debían afrontar la pena capital sin excepción, esto no significa en modo alguno que estuviera defendiendo la pena de muerte como medio general de castigo. Decía a menudo que la idea de que un individuo condenara a otro era ajena a una filosofía como el budismo, que se basaba en la ley de causa y efecto. ¿Por qué, entonces, Josei Toda usó el término «pena capital» en su proclama?

No estaba proponiendo la aprobación de una ley que impusiera la pena de muerte a los responsables de emplear armas nucleares. Antes bien, estaba estableciendo la idea de que el uso de estas armas debía considerarse un mal absoluto, como acto que deniega a la humanidad el derecho fundamental a la existencia. Esperaba que esta idea, al echar raíz en el corazón y en la mentalidad de los líderes nacionales y del pueblo en todo el orbe, obrase como un veto interno al uso de armamentos nucleares. Su línea de pensamiento era que a un crimen de la depravación más descomunal solo podía caberle el máximo castigo posible.

Si Toda se hubiera dado por satisfecho con tildar de demonios, monstruos o bestias inhumanas a los que usaban armas nucleares, su proclama habría sido una abstracción. No habría podido expresar plenamente su convicción en que el uso de arsenales nucleares constituía un mal absoluto. Pero con su planteo casi provocador de que a este mal solo podía caberle la pena de muerte, Toda quería frenar en seco la tendencia a justificar el uso de estas armas. En cierta manera, estaba dictando sentencia de muerte al impulso sumamente perverso que anida en la vida humana.

Toda dio a conocer su proclama en el período más recalcitrante de la Guerra Fría. La inmensa mayoría de los argumentos que circulaban en esta época en defensa de las armas nucleares se basaban en las ideologías del bloque occidental o del bloque soviético. Sin embargo, la declaración de Toda se apartaba radicalmente de esta lógica; identificaba los armamentos nucleares como un mal, tomando como criterio sus consecuencias irreversibles en el ser humano; es decir, desde una perspectiva mucho más profunda y esencial.

«Si una nación conquistase el mundo mediante el empleo de armas nucleares —prosiguió diciendo, con voz más intensa—, sus conquistadores no serían otra cosa que demonios, a quienes debería verse como la personificación del mal supremo. Creo que la misión de cada miembro de la División de Jóvenes del Japón es difundir esta idea en el mundo.

»Concluyo mis palabras con la inmensa esperanza de que ustedes den a conocer la primera de mis proclamas en todo el orbe con el mismo entusiasmo que han mostrado hoy en el torneo deportivo».

Toda cerró su discurso en medio de una ovación estruendosa. Una ola de emoción y de entusiasmo atravesó las tribunas del estadio.

Hay un profundo significado en que Josei Toda haya designado su proclama contra las armas nucleares como la primera de sus instrucciones finales a los jóvenes. Como el budismo Nichiren es una religión que existe para la felicidad de los pueblos, el cumplimiento de su misión religiosa —que es establecer una filosofía correcta en el pensamiento social— debe tener como correlato la pacificación de la tierra. Y esto se produce en la medida en que cada individuo asume y cumple una misión como practicante inserto en la sociedad.

Toda supo discernir que, detrás de los arsenales nucleares, estaba en juego la naturaleza destructiva inherente a la vida humana, y entendió que la única manera de revertirla era activar la fuerza de la naturaleza de buda innata. Ya que los seres humanos hemos sido capaces de crear estas armas, también somos capaces de eliminarlas. Toda estaba convencido de que la existencia de la naturaleza de buda en los seres humanos abriría, certeramente, el camino hacia la abolición nuclear.

Confió a los jóvenes la tarea de inspirar esta convicción en los semejantes; los exhortó a creer en la naturaleza de buda de las personas, apelar a ella y transmitir globalmente el mal absoluto de los armamentos nucleares.

La declaración de Toda se convertiría en la base del futuro movimiento pacifista mundial de la Soka Gakkai.

Shin’ichi Yamamoto escuchó la declaración de su maestro con honda emoción, diciéndose que debía, sin falta, cumplir sus instrucciones. A partir de ese momento, comenzó a ponderar seriamente de qué manera comunicar al mundo la lúcida visión de su mentor.

Del capítulo «La declaración», del volumen 12 de La revolución humana.

Sabiduría para ser feliz y crear la paz es una selección de las obras del presidente Ikeda sobre temas clave.

  • *1Rey Demonio del Sexto Cielo: También conocido como Rey Demonio o demonio celestial. Soberano de las funciones demoníacas, que habita en el sexto cielo del mundo del deseo, el más alto de todos. También se lo llama «El Que Goza Manipulando a Su Voluntad el Producto de las Cosas Conjuradas por Otros», el rey que utiliza a su placer el fruto del esfuerzo ajeno. Asistido por incontables funciones subsidiarias, obstruye la práctica budista y disfruta consumiendo la vitalidad de otros seres, como manifestación de la ignorancia fundamental inherente a la vida humana. Este Rey Demonio personifica la tendencia negativa a imponer la propia voluntad sobre los demás a cualquier costo.