Parte 1: La felicidad; Capítulo 4:
«Lo importante es el corazón» [4.7]

4.7 Cuando cambia nuestro estado de vida, cambia el mundo a nuestro alrededor

El principio budista sobre la transformación interior enseña que cuando activamos nuestro grandioso estado de budeidad innata, hacemos brillar nuestra vida y extendemos este beneficio a nuestros seres cercanos y al lugar donde vivimos.

Nichiren Daishonin escribe:

[L]as entidades hambrientas perciben el río Ganges como fuego, y los seres humanos, como agua; a su vez, las deidades celestiales lo ven como amrita.1 Aunque el agua es la misma, tiene una apariencia distinta según la retribución kármica originada en el pasado.2

La forma en que percibimos las cosas depende de nuestro estado de vida. Cuando este cambia, también lo hace el entorno donde vivimos. Esta es la esencia de la doctrina de los tres mil aspectos reales contenidos en cada instante vital,3 expuesta en el Sutra del loto.

Con respecto a las persecuciones que experimentó a lo largo de su vida, el Daishonin escribe:

Día tras día, mes tras mes, año tras año, me he visto sujeto a persecuciones incesantes. Los trastornos y las hostilidades menores han sido tantos que superan toda cuenta, pero las persecuciones importantes han sido cuatro4.5

Sin embargo, cuando lo estaban exiliando a la isla de Sado, la peor de todas sus persecuciones, serenamente expresó: «Como observo las cosas desde esta perspectiva, siento un júbilo incontenible, aun cuando en estos momentos me encuentre exiliado».6 El Daishonin contemplaba su situación con digna compostura, desde la cúspide de un estado de vida impecable y colosal como el universo.

Durante la Segunda Guerra Mundial, el fundador y primer presidente de la Soka Gakkai, Tsunesaburo Makiguchi, sobrellevó el encarcelamiento como prisionero de conciencia con la misma dignidad. Leemos en la correspondencia escrita en su celda: «Lo que estoy pasando no es nada en comparación con los sufrimientos del Daishonin en Sado»7 y «Según el estado mental de uno, hasta en el infierno hay cosas de las cuales disfrutar».8 Esta última frase fue tachada por las autoridades penitenciarias que censuraban las cartas de los reclusos.

El propósito más excelso de la humanidad es establecer un estado de vida así de noble.

Una sola flor es suficiente para transformar completamente un sitio lúgubre. Por eso, lo importante es tener el resuelto ímpetu de transformar y mejorar el ambiente donde estamos, así sea un poco. En especial, los practicantes del budismo Nichiren que nos esforzamos seriamente en la fe no podemos dejar de transformar con dinamismo nuestra existencia. Sin falta gozaremos de felicidad y de una vida próspera. Es un principio invariable del budismo: nuestra actitud mental lo cambia todo. Es una de las cosas más asombrosas de la vida y, a la vez, una realidad incuestionable.

Un proverbio afirma: «No digas que las rosas tienen espinos; di que los espinos tienen rosas». Nuestra percepción cambia según la actitud profunda de la mente; así entonces, puede volverse brillante, optimista, capaz de ver lo bello…

Nichiren Daishonin habla de las «funciones prodigiosas de la mente».9 La postura espiritual de la fe enfocada en el Gohonzon tiene una potencia y unos recursos francamente asombrosos e inmensos. Cuando se pone en marcha la usina fundamental de nuestra «determinación» o propósito profundo, naturalmente giran los engranajes de todos los fenómenos o tres mil aspectos latentes. Y todo empieza a cambiar. La vida se mueve en dirección positiva e iluminada.

Desde ese grandioso estado de budeidad, podemos iluminar de felicidad y esperanza nuestro propio ser, el corazón de los que nos rodean y la tierra donde vivimos. Este es el poder de Nam-myoho-renge-kyo de los «tres mil aspectos reales contenidos en cada instante vital». Lo que está en juego aquí es el principio budista de la transformación dinámica.

Del libro Explicación de los capítulos «Medios hábiles» y «La duración de la vida» del Sutra del loto, vol. 3, publicado en japonés en junio de 1996.

La «sabiduría para ser feliz y crear la paz» es una selección de las obras del presidente Ikeda sobre temas clave.

  • *1Amrita: Líquido legendario, similar a la ambrosía. En la antigua India, se la consideraba el dulce néctar de las deidades. En la China, se decía que llovía amrita de los cielos cuando se establecía la paz sobre la tierra. Se cree que otorga la inmortalidad y borra los sufrimientos. El término amrita significa, literalmente, «inmortalidad» y se lo suele traducir como «dulce rocío».
  • *2Respuesta al sacerdote laico Soya, en Los escritos de Nichiren Daishonin (END), pág. 509.
  • *3Tres mil aspectos reales contenidos en cada instante vital: La doctrina de los tres mil aspectos contenidos en cada instante vital, que es la enseñanza fundamental para el logro de la iluminación, se clasifica en dos elementos: el principio teórico y la verdadera corporificación de dicho principio. Se los denomina, respectivamente, «tres mil aspectos teóricos contenidos en cada instante vital» y «tres mil aspectos reales contenidos en cada instante vital». El principio teórico se basa en la enseñanza teórica (primera mitad) del Sutra del loto, mientras que el principio real se revela en la enseñanza esencial (última mitad) de dicho sutra. Sin embargo, en el Último Día de la Ley, ambos son teóricos, y la Ley de Nam-myoho-renge-kyo revelada por Nichiren Daishonin es la enseñanza real de los tres mil aspectos contenidos en cada instante vital.
  • *4Las cuatro grandes persecuciones son la de Matsubagayatsu (1260), el exilio a Izu (1261), la de Komatsubara (1264) y la de Tatsunokuchi tomada conjuntamente con el exilio a Sado (1271).
  • *5La apertura de los ojos, en END, pág. 252.
  • *6El verdadero aspecto de todos los fenómenos, en END, pág. 407.
  • *7MAKIGUCHI, Tsunesaburo: Makiguchi Tsunesaburo zenshu (Obras completas de Tsunesaburo Makiguchi), vol. 10, Tokio: Daisanbunmei-sha, 1987, pág. 282.
  • *8Ib., pág. 285.
  • *9The Record of the Orally Transmitted Teachings (Registro de las enseñanzas transmitidas oralmente), trad. ingl. Burton Watson, Tokio: Soka Gakkai, 2004, pág. 30.