Parte 1: La felicidad; Capítulo 4:
«Lo importante es el corazón» [4.8]

4.8 Consagrarnos a nuestra misión

La forma de poner en práctica la enseñanza de que «lo importante es el corazón» consiste en dedicarnos a cumplir nuestra misión en la vida cotidiana.

En la vida, no todo sale como queremos desde el primer momento. Por diversas razones, a menudo debemos pasar largos períodos en lugares que no son los que hubiéramos elegido. ¿Cómo enfrentar este tipo de situaciones? ¿Cómo crear, fieles a nosotros mismos, una victoria que nos haga sentir satisfechos? Ese es el reto…

Muchas personas responden a estas circunstancias lamentándose de su mala fortuna, despotricando hasta el final de sus días por el lugar donde viven o por la gente que tienen a su alrededor. Este enfoque es demasiado habitual en nuestro mundo. También hay otros que viven obsesionados por el éxito mundano y por conquistar los elogios y la admiración de los demás. Pero mientras estas cosas sean su mayor afán en la vida, se expondrán a vivir insatisfechos y en un estado de perpetua ansiedad.

El deseo no tiene límites; en la medida en que prevalezca el egoísmo entre los hombres, será imposible satisfacer a todos. Por ejemplo, en una empresa todos no pueden ser presidentes.

Desde luego, es natural que queramos esforzarnos, progresar y mejorar nuestras circunstancias. Pero mucho más esencial es proteger resueltamente el lugar donde estamos ahora, nuestra propia «fortaleza» u hogar, por así decirlo. Necesitamos dedicarnos a nuestra misión y, desde esta base, crear una historia de logros, cada uno en sus propios términos.

Algunas personas jamás reciben elogios; nunca están en lugares visibles que merezcan el reconocimiento de sus semejantes. Pero «lo importante es el corazón».1 La grandeza del ser humano no está determinada por su posición social. Y la felicidad tampoco está dada por el ambiente. En nuestro corazón y en nuestra vida existe un enorme universo. Practicamos el budismo Nichiren para poder abrir ese reino interior sin límites.

Cuando desplegamos ese mundo esencial que hay dentro de nosotros, podemos orientarnos a la victoria y vencer dondequiera que estemos. En este estado es posible disfrutar continuamente el deleite de una vida en verdad profunda.

Muchos aspiran al éxito y a la «importancia» ante los ojos del mundo, pero pocos buscan ser grandes personas en el sentido humano. Muchos sueñan con ser objeto de atenciones y de elogios, pero pocos procuran construir una felicidad interior que dure hasta la muerte y se prolongue a través del pasado, presente y futuro.

La muerte es el gran balance final que clausura la vida de un ser humano. Cuando se acerca el término de nuestra existencia, de nada sirven la fama, la riqueza, los privilegios sociales y los títulos académicos. La muerte es una contienda que nos enfrenta a nosotros mismos y a nadie más, despojados de todos nuestros logros mundanos. Es una instancia solemne, en que la victoria o la derrota se definen con absoluta imparcialidad. Y quienes triunfan en esa lucha son los auténticos vencedores.

La felicidad y la grandeza están determinadas por la fuerza de nuestra vitalidad, y por la fe y la práctica budista que hayamos cultivado, enfocadas en el logro del kosen-rufu.

Estamos trabajando cada jornada por este ideal sin precedentes en la historia humana. Esto requiere una consagración y una persistencia increíbles. Y, por tal motivo, tenemos asegurada una vida de inmensa plenitud.

Lo que opinen los demás es irrelevante. Tampoco cuentan los éxitos o los fracasos temporales. En cambio, lo importante es que nuestro rostro brille de felicidad en el momento de cerrar el telón de esta existencia. Si podemos mirar hacia atrás y sentir: «He tenido una vida triunfal. Cuánto he disfrutado… No tengo nada de qué arrepentirme», en tal caso, hemos vencido.

En particular, puede que mis amigos de la División de Jóvenes, estén atravesando por situaciones difíciles y por toda clase de dificultades. Quizá piensen que los honores rutilantes están totalmente fuera de su alcance. Pero no se preocupen por estas cosas. Sigan esforzándose al máximo por cumplir sus aspiraciones en el lugar donde deban cumplir su misión. Esa es la forma de construir una «fortaleza» de victoria indestructible en su propio corazón.

Del discurso pronunciado en una reunión de líderes en Tokio, el 12 de noviembre de 1989.

La «sabiduría para ser feliz y crear la paz» es una selección de las obras del presidente Ikeda sobre temas clave.

  • *1Los escritos de Nichiren Daishonin, Tokio: Soka Gakkai, 2008, pág. 1045.