Parte 3: El kosen-rufu y la paz mundial
Capítulo 31: Una gran ruta hacia la paz mundial [31.24]

31.24 Los conflictos surgen del odio que anida en nuestro corazón

En una conferencia que ofreció en el Centro para Oriente y Occidente, en Hawái, el presidente Ikeda examina la causa raíz de los conflictos armados y de las guerras, y propone que el budismo representa un medio para resolver tales problemas.

El permanente afán del budismo es cultivar la sabiduría que surge del amor compasivo inherente en lo profundo de la vida humana. En una carta dirigida a uno de sus discípulos, Nichiren —cuyas enseñanzas practicamos— escribe lo siguiente: «A menos que perciba la verdadera naturaleza de su vida, practicar las enseñanzas budistas no lo aliviará de los sufrimientos del nacimiento y la muerte. Si busca la iluminación fuera de usted mismo, terminará siendo en vano incluso que realice diez mil prácticas o diez mil actos virtuosos. Es como el caso de un hombre pobre que pasa los días y las noches contando el dinero de su vecino, pero no gana para sí mismo ni media moneda».1

Una característica distintiva del budismo y del pensamiento oriental en general es el énfasis en que la actividad intelectual siempre se desarrolle en íntimo diálogo con preguntas subjetivas y existenciales como: «¿Qué es el yo?» y «¿Cuál es la mejor forma de vivir?». El pasaje que cité es representativo de este modo de razonamiento.

En años recientes, se ha acentuado la preocupación de que la competencia por el agua y por los recursos naturales sea una causa cada vez más frecuente de conflictos regionales. En relación con esto, recuerdo la sabiduría que exhibió Shakyamuni cuando, en su Estado nativo, surgió una disputa comunal por los recursos hídricos.

Cuando Shakyamuni regresó a Kapilavastu para transmitir sus enseñanzas, vio que una sequía había dejado casi sin agua un río que corría entre dos grupos étnicos de la región y los había enfrentado en un conflicto. Ninguno de los dos bandos estaba dispuesto a ceder; habían tomado las armas y el derramamiento de sangre parecía inevitable.

Shakyamuni intercedió entre las dos facciones y les advirtió lo siguiente: «¡Mirad a quienes luchan dispuestos a morir! El miedo nace a partir de tomar las armas y de prepararse para atacar».2

«Precisamente porque están armados sienten miedo». Este razonamiento simple y claro reverberó en el corazón de las partes enfrentadas y les permitió ver la sinrazón de sus acciones. Entonces, amigos y enemigos depusieron las armas y se sentaron a dialogar.

En sus palabras, Shakyamuni no solo se refirió a la justicia o las razones del conflicto inmediato, sino al terror primordial a la muerte. Les habló con potencia e intimidad sobre la forma de superar el miedo más primario —el pavor a nuestra propia muerte inevitable— y de vivir en paz y seguridad.

Desde luego, este episodio puede parecer demasiado simplista comparado con la feroz complejidad de los conflictos armados contemporáneos. La actual guerra en la antigua Yugoslavia, para dar solo un ejemplo, tiene raíces cuyos orígenes se remontan a casi dos milenios. En todo ese tiempo, la región ha conocido el cisma entre la iglesia cristiana de Oriente y la de Occidente, las conquistas de los turcos otomanos y, en este siglo, las atrocidades cometidas por el fascismo y el comunismo. La intersección de animosidades raciales y religiosas es indescriptiblemente profunda e intensa. Cada grupo resalta su singularidad; cada uno conoce su propia historia y recurre a ella en busca de justificación. Y el resultado es el estancamiento mortal que vemos hoy en día.

Por estas razones, encuentro un significado imperioso en el paradigma que mostró Shakyamuni con su diálogo valiente. Nuestra época reclama una sabiduría inclusiva que, lejos de dividir, haga foco en todo lo que nos une como seres humanos.

Las enseñanzas budistas ofrecen un tesoro de sabiduría orientada a la paz. Nichiren, por ejemplo, ofrece esta lúcida perspectiva sobre la relación entre las tendencias básicas negativas que anidan en la vida humana y las amenazas externas más apremiantes contra la paz y la seguridad: «En un país donde imperan los tres venenos [codicia, odio y estupidez] en tal medida, ¿cómo puede haber paz y estabilidad? […] El hambre es producto de la codicia; la peste, resultado de la estupidez, y la guerra, consecuencia del odio».3

La sabiduría del budismo nos permite romper los confines del «yo inferior» (en jap.: shoga), el yo personal y aislado, prisionero de sus propios deseos, pasiones y odios. Nos permite contextualizar la profunda y arraigada psicología de la identidad colectiva en la medida en que vamos elevando nuestra vida, con dinamismo exuberante, hacia nuestro «yo superior» (en jap.: taiga), que coexiste con el universo.

Esta sabiduría no se halla en algún sitio lejano: se encuentra dentro de nosotros mismos, bajo nuestros pies, por así decirlo. Reside en el microcosmos que palpita y vive en nuestro interior, y brota en profusión inagotable cuando nos dedicamos a actuar en bien del género humano, de la sociedad y del futuro, con actitud valiente y compasiva.

A través de esta práctica del bodisatva, cultivamos la sabiduría necesaria para romper con los grilletes del yo inferior. Y las diversas esferas de nuestros conocimientos segmentados se reorientan equilibradamente hacia un futuro humano próspero.

De la conferencia «La paz y la seguridad humana: Una perspectiva budista de cara al siglo XXI», ofrecida en el Centro de Oriente y Occidente, en los Estados Unidos, el 26 de enero de 1995.

Sabiduría para ser feliz y crear la paz es una selección de las obras del presidente Ikeda sobre temas clave.

  • *1Véase El logro de la budeidad en esta existencia, en Los escritos de Nichiren Daishonin (END), págs. 3-4.
  • *2The Sutta-nipata (Discursos agrupados), trad. ingl. H. Saddhatissa, Londres: Curzon Press, 1987, pág. 109; Sutta-Nipata, edit. por Dines Andersen e Helmer Smith, Londres: Routledge y Keagan Paul, 1984, pág. 182.
  • *3El rey Rinda, en END, pág. 1034.