Parte 3: El kosen-rufu y la paz mundial
Capítulo 27: El corazón de la Soka Gakkai es la relación de maestro y discípulo [27.7]

27.7 Llevar al maestro en el corazón

En su novela La nueva revolución humana, el presidente Ikeda menciona muchas veces la profunda naturaleza de la relación de maestro y discípulo. Los pasajes que siguen a continuación describen la manera en que el protagonista, Shin’ichi Yamamoto (alter ego del presidente Ikeda), abrió el camino del kosen-rufu llevando en el alma a su mentor, Josei Toda y manteniendo un permanente diálogo interno con él.

[En respuesta a un joven que, en una reunión de líderes, le pregunta qué aspectos tener en cuenta en el afán de que el movimiento de la Soka Gakkai sea más abierto a la sociedad:]


Shin’ichi respondió sin titubear:
—El factor crucial es recorrer el camino de maestro y discípulo.
Continuó, observando la reacción del joven:
—Te estás preguntando qué tendrá que ver en esto el lazo de mentor y discípulo, ¿verdad? Es como la relación que hay entre las fuerzas centrífuga (hacia fuera) y centrípeta (hacia dentro) en el movimiento rotatorio.

»Desarrollar un movimiento que difunda ampliamente los ideales del budismo en la sociedad es análogo a una fuerza centrífuga, que se expande hacia afuera. Cuanto más pronunciada se vuelva esa fuerza centrífuga, más importante será mantener una poderosa fuerza centrípeta, dirigida hacia las enseñanzas del budismo. Y la fuente de esta moción «centrípeta» es la inseparabilidad de maestro y discípulo.

»En estos últimos años, los miembros de la División de Jóvenes han hecho gala de un estupendo deseo de mostrar en la sociedad, con pruebas visibles, la fuerza de su práctica budista; de a poco, han ido comprendiendo más y más la importancia de su contribución social. Es algo maravilloso. Pero si olvidan el objetivo fundamental del kosen-rufu y se obsesionan con lograr éxitos y triunfos personales, acabarán fácilmente restando importancia al ámbito de la fe. Y si empiezan a juzgar a la gente por su prestigio y su posición social en desmedro de las personas comunes, habrán olvidado por completo el sentido de todo lo que hicieron.

»Para mantenernos en la senda genuina del humanismo y del budismo, lo esencial es no apartarnos del camino de mentor y discípulo.

Esta relación, en el budismo, comenzó con la benevolencia de Shakyamuni, que enseñó a sus seguidores la práctica de la iluminación, y con el espíritu de búsqueda de sus discípulos, decididos a comprender sus enseñanzas. En suma, es un lazo espiritual definido por la voluntad y la motivación interna del discípulo. Esto también se aprecia si examinamos la relación entre Nichiren Daishonin y Nikko Shonin, su sucesor y discípulo directo.

El camino de maestro y discípulo es riguroso; en ningún otro vínculo hallamos este gran camino de revolución humana para lograr la budeidad en esta existencia.

Shin’ichi dijo con vehemencia a los jóvenes:
—Yo también me dediqué sin reservas a apoyar al señor Toda y a cumplir mi misión como discípulo suyo. Siempre logré las metas que él propuso para dar pruebas tangibles de nuestra victoria. Si me hubiese permitido la derrota, los planes de mi maestro habrían quedado en la nada. Pero eso habría sido lo mismo que traicionarlo.

»En sus últimos años, el señor Toda me dijo: «Shin’ichi, has logrado todo lo que te he pedido. Has tomado en serio y has puesto en práctica hasta cosas que yo decía un poco en broma. No me fío de las personas que son puras palabras. Lo que cuenta son las acciones que emprenden. Contigo aquí, sé que no tengo nada de qué preocuparme».

»Estas palabras de mi maestro son mi máximo orgullo. Ellas describen en qué consiste ser un discípulo genuino. Yo siempre estoy dialogando con el señor Toda en lo profundo de mi corazón. Siempre estoy preguntándome qué haría él en determinada situación, y qué me diría si estuviera viendo mis actos. Un mentor es un modelo y un ejemplo para toda nuestra vida.

Del capítulo «Principal bastión», del volumen 17 de La nueva revolución humana.

*

[Recordando las difíciles circunstancias de 1950, cuando la recesión económica de la posguerra afectó gravemente las empresas de Josei Toda]


Shin’ichi trabajaba, perseveraba y luchaba con el deseo inamovible de triunfar en cada uno de sus retos, para poder dar alegría a su mentor, Josei Toda, a quien llevaba consigo siempre en su corazón. Todos los días, a cada instante, mantenía un diálogo permanente con él. Shin’ichi también estaba convencido de que su maestro percibía todos sus esfuerzos y conocía sus sentimientos. Estaba decidido a ser una persona capaz de informarle de sus actos con orgullo en todo momento.

Mientras entonaba Nam-myoho-renge-kyo cada mañana, juraba por dentro: «¡Sensei! ¡Hoy, volveré a dar lo mejor de mí! ¡Triunfaré para usted, sin falta! Le pido que observe actuar a este discípulo de manera fiel y honesta».

Pero los vientos que azotaban a Toda y a Shin’ichi eran gélidos, implacables y feroces. Además, Shin’ichi cargaba con el peso de su tuberculosis y de su fiebre constante. Había noches que no podía dormir pensando en las murallas de dificultades que se interponían en su camino. En esos momentos, sonaban en su alma las estrictas palabras de Josei Toda: «¡Lo decisivo es este instante! ¡No seas vencido! ¡Ten convicción y arremete hacia adelante! ¡Después de todo, eres mi discípulo! ¡Eres el cachorro de un rey león!».

Cuando Shin’ichi pensaba en su mentor, crecía en su pecho un oleaje de fortaleza y de bravura.

Había días en que luchaba con todas sus fuerzas, imaginando el rostro sonriente de Toda, que le decía: «¡Excelente! ¡Así se hace!».

Shin’ichi consideraba que buscar atajos u obrar con pereza no solo era un fracaso personal, sino algo que entristecería y decepcionaría a su maestro.

La relación de mentor y discípulo no es un vínculo formal. Cobra vida cuando el discípulo constantemente lleva a su maestro en el corazón. Esa es la clave para adquirir dominio propio y verdadera autosuficiencia.

Del capítulo «Un nuevo siglo», del volumen 22 de La nueva revolución humana.

*

La inseparabilidad de maestro y discípulo significa vivir con el mismo espíritu que nuestro mentor, y comienza por llevar en el alma al maestro a cada instante.

Podemos hacer hincapié en la senda del maestro y el discípulo todo lo que queramos, pero si no interiorizamos la postura de nuestro mentor, no estaremos practicando genuinamente el budismo. Y si vemos al maestro como alguien alejado, que no está a nuestro alcance, que existe fuera de nosotros, su conducta y sus enseñanzas no podrán servirnos de guía interna. Terminamos adoptando como parámetro de nuestra conducta la mirada o la valoración de nuestro mentor. Si eso ocurre, podemos ceder a la tendencia de esforzarnos cuando nuestro maestro nos lo pide, pero aflojar el empeño cuando quedamos librados a nuestro propio parecer. En ese caso no profundizaremos la fe ni haremos nuestra revolución humana.

En especial, si los líderes sucumben a esta tendencia, apagarán el verdadero espíritu del budismo. El mundo puro de la fe se convertirá, entonces, en un ámbito de intereses mundanos, regido por la lógica calculadora y especulativa de buscar el provecho personal.

Solo estableciendo en nuestro corazón el gran camino de la inseparabilidad entre maestro y discípulo podemos asegurar la transmisión eterna de la Ley.

Del capítulo «Bastión de valores humanos», del volumen 25 de La nueva revolución humana.

Sabiduría para ser feliz y crear la paz es una selección de las obras del presidente Ikeda sobre temas clave.