Parte 2: La revolución humana
Capítulo 19: Sentar nuestras bases en el estudio de los escritos de Nichiren Daishonin [19.3]

19.3 La tradición de estudiar juntos los escritos de Nichiren Daishonin

En una reunión con representantes de la División de Jóvenes, el presidente Ikeda rememora su actividad de estudio del Gosho junto con el presidente Toda y se refiere a la importancia de esta dedicación, así como también a la postura con la cual debemos abordarla.

El presidente Toda solía decir que, a la hora de estudiar los escritos del Daishonin, más que enfocarnos en el significado de las palabras, debíamos tratar de alinearnos con la convicción monumental del Daishonin, con su compromiso apasionado y solemne de lograr el kosen-rufu, con su amor profundo a todas las personas y su deseo de guiarlas compasivamente hacia la iluminación.

Estará bien con que lean el Gosho de a poco. No hay problema si, al principio, no consiguen comprender del todo. Lo que importa es que perseveren en la lectura de los escritos y los vayan grabando en su vida con constancia. Con el tiempo y en la repetición de este proceso, crearán una sólida base filosófica en su conciencia. Quienes poseen este tipo de cimiento no se desmoronan ante los cambios constantes de la existencia.

La finalidad última del estudio budista es ser felices. Practicamos el budismo Nichiren no solo para nuestro bienestar personal, sino para ayudar a los demás a ser felices.

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[Al escuchar que los miembros de la División de Jóvenes habían estudiado con seriedad para un examen reciente de budismo.]

Estudiar los grandes principios del budismo Nichiren es algo admirable. Quienes leen a diario los escritos del Daishonin, así sea de a poco cada vez, pueden nutrirse de una inspiración siempre renovada que mantendrá su fe sana y firme.

El Gosho es una colección de textos de increíble profundidad. Cada lectura trae a la luz nuevos hallazgos y suscita potentes determinaciones.

Yo estudié intensamente bajo la tutela del maestro Toda, quien me instruyó con minuciosa dedicación.

Jamás olvidaré el día en que el señor Toda renunció como director general de la Soka Gakkai, en noviembre de 1950, para evitar que sus dificultades financieras afectaran a la organización. Muchas personas, en ese momento, se distanciaron de él y, cambiando completamente su actitud, empezaron a criticarlo y a atacarlo. Pero él, lejos de inmutarse ante estos acontecimientos, siguió contemplando el futuro con serenidad. En esa época, comenzó a darme clases todas las mañanas sobre los escritos del Daishonin y sobre una amplia variedad de disciplinas.

Nuestras lecciones comenzaban poco después de las ocho de mañana y duraban aproximadamente una hora. No imaginan lo riguroso que era mi mentor… Lo daba todo, y yo hacía todo lo que podía por seguirle el ritmo. Salvo algunas reprogramaciones inevitables, el señor Toda mantuvo este ciclo lectivo durante casi diez años, hasta poco antes de morir. Lo que hizo de mí la persona que soy en la actualidad fue su capacitación estricta pero generosa. Es la base sobre la cual construí mi existencia.

La primera de las obras del Daishonin que estudiamos juntos fue el tratado Sobre el establecimiento de la enseñanza correcta para asegurar la paz en la tierra. Luego proseguimos hasta cubrir los cinco escritos principales: La apertura de los ojos, Saldar las deudas de gratitud, La selección del tiempo y El objeto de devoción para observar la vida. Finalizado este programa, continuamos con La entidad de la Ley Mística, el Registro de las enseñanzas transmitidas oralmente, La declaración unánime de los budas de las tres existencias y muchos otros escritos.

Las palabras del señor Toda siempre rebosaban de gran convicción en la fe. Además, él sabía explicar la esencia de los escritos budistas con lenguaje accesible y llano.

Una vez, cuando estábamos estudiando Sobre el establecimiento de la enseñanza correcta para asegurar la paz en la tierra, dijo en tono humorístico: «La Ley Mística es como una varita mágica… Genera todo aquello por lo cual oramos, y nos permite ser, infaliblemente, personas felices».

En aquella época, estaba más familiarizado con la filosofía occidental que con el budismo, porque leía regularmente a autores como Montaigne o Bergson, y algunos textos del Gosho me resultaban un poco difíciles. Pero estas palabras de mi maestro cambiaron por completo mi forma de ver las cosas. Entendí que, en el caos y la pobreza de la posguerra, todos en el Japón estaban buscando una filosofía certera y sólida. Con esa observación aparentemente informal y en son de broma, el señor Toda me transmitió que el budismo no era una teoría abstracta, sino una filosofía práctica cuyo terreno era la vida en el mundo real.

Recuerdo otra ocasión, unos meses después de su renuncia como director general. Ambos estábamos yendo en tren a Ito (en la prefectura de Shizuoka), por la línea Shonan. El señor Toda aprovechó el trayecto para darme una disertación sobre El objeto de devoción para observar la vida. Mientras mirábamos el océano por la ventanilla, dijo: «Para captar los escritos del Daishonin en toda su intención y profundidad, es necesario que establezcas un estado de vida tan inmenso y extenso como el Pacífico. Sería un grave error tratar de comprender el Gosho solo con el intelecto».

En una época de gran adversidad personal, el señor Toda estudiaba en profundidad los escritos del Daishonin.

Nuestro estudio budista no debe ser, simplemente, una actividad intelectual. En verdad, lo que conduce a acrecentar la confianza y nos inspira a la acción es ahondar en el estudio del budismo basados en la fe. Esa es la actitud de los genuinos practicantes del budismo Nichiren.

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El mundo y la época cambian constantemente. Nada permanece igual. ¿Cómo podemos percibir la verdadera naturaleza de las cosas en esta dinámica de cambio incesante?

El Daishonin escribe: «[C]uando uno conoce el Sutra del loto comprende el significado de todas las cuestiones mundanas».1 Las enseñanzas budistas contienen la sabiduría para percibir de manera correcta todos los fenómenos; proveen un sólido entendimiento del mundo y de la humanidad, una comprensión correcta de la sociedad y una visión universal de los tiempos.

De tal manera, los que observan el mundo desde la perspectiva del budismo adoptan una posición firme y segura. Nada los perturba. Por eso es tan importante estudiar los escritos de Nichiren Daishonin.

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«¿Qué define a un practicante?». Esto es lo que el presidente Makiguchi escribió en trazos firmes, en el margen de su ejemplar del Gosho. En esa misma página, había subrayado con lápiz rojo un pasaje de La apertura de los ojos: «Si existe un devoto [o practicante] del Sutra del loto, también tienen que existir las tres clases de enemigos poderosos».2

A medida que avanza la práctica, surgen las funciones negativas, para asediar a los que practican con sinceridad las enseñanzas del Buda. Lo que define a un devoto o practicante del Sutra del loto, y también a un buda, es precisamente su actitud de batallar contra estas funciones. El señor Makiguchi había captado hasta la médula esta verdad del budismo. Por tal razón, cuando las funciones destructivas echaron raíz en el clero, fue el primero en reconocer lo que estaba ocurriendo y en denunciarlas rotundamente.

Además, en sus más de quinientos días de encarcelamiento, declaró con serenidad que todo estaba sucediendo en conformidad con los escritos del Daishonin.

Estudiamos las enseñanzas del budismo Nichiren para poder discernir las funciones demoníacas: el estudio budista es una «espada» que nos permite salir airosos en esa contienda.

En prisión, el maestro Makiguchi leyó los escritos del Daishonin con su vida. Con ello, brindó a la Soka Gakkai un modelo para el eterno futuro.

Había marcado las frases «Aquí haré un gran juramento»,3 de La apertura de los ojos, con doble subrayado. Y al lado había escrito con grandes caracteres: «Gran juramento».

Muchos podrán pensar que, como el señor Makiguchi murió en la cárcel, su vida terminó en forma trágica. Pero, hoy, infinidad de personas en todo el mundo están poniendo su vida y su integridad como ejemplo, y admirando su compromiso con ese «gran juramento».

Sigamos avanzando a pasos firmes y audaces por nuestro camino de eterno honor, basados en los escritos del Daishonin y portando su espíritu, tal como hizo el maestro Makiguchi.

De la serie de diálogos «Conversaciones con la juventud», publicada en japonés en el Daibyakurenge en 1994.

La sabiduría para ser feliz y crear la paz es una selección de las obras del presidente Ikeda sobre temas clave.

  • *1El objeto de devoción para observar la vida, establecido en el quinto período de quinientos años posterior a la muerte de El Que Así Llega, en Los escritos de Nichiren Daishonin (END), pág. 397.
  • *2La apertura de los ojos, en END, pág. 294.
  • *3Ib., pág. 297.