Volumen 30: Capítulo 5, Un clamor de victoria 31–40

Un clamor de victoria 31

Finalizado el encuentro, Shin’ichi siguió deliberando varios asuntos con un pequeño grupo de líderes de prefectura y les entregó dos documentos que había escrito tiempo atrás.

Uno de ellos registraba en detalle la conferencia de prensa del 24 de abril de 1979, en la cual había anunciado su renuncia como presidente de la Soka Gakkai. Shin’ichi había redactado el informe minutos después de esa reunión con la prensa, en el edificio del Seikyo Shimbun.

En el otro, fechado el 4 de diciembre de 1977, había volcado sus reflexiones sobre el año en que había estallado el conflicto con el clero. Lo había escrito en su hospedaje, durante un viaje a la prefectura de Miyazaki.1

«Ha surgido un problema con el clero —se leía en el texto—. Siento un dolor terrible, como si me hubieran clavado una aguja en el corazón.

»¿Por qué los sacerdotes se burlan de nuestro deseo de impulsar el kosen-rufu en unión armoniosa entre el clero y los laicos? ¿Por qué nos someten a ataques tan incomprensibles? […] ¿Por qué se ensañan de este modo persiguiendo a los exhaustos hijos del Buda, que no han cesado de trabajar con alma y vida para transmitir el budismo a los demás, y de luchar contra los tres enemigos poderosos? […] No le encuentro explicación racional. Vivo cada día con esta pesadumbre en el alma, conociendo perfectamente la tristeza, la rabia y el dolor de los nobles y queridos hijos del Buda. Todo este problema comenzó en Oita…».

Shin’ichi entregó ambos documentos a los líderes y dijo:

—Aquí están mis sentimientos. Los miembros son mi vida. Y el deber de los responsables es protegerlos.

»Si en el futuro volvieran a producirse hechos así, les pido que se pongan de pie sin un instante de duda, teniendo en cuenta lo que he escrito en estos textos, y que confronten estos males, por el kosen-rufu y por los admirables hijos del Buda. ¡La misión de todos ustedes aquí en Oita, donde nuestros compañeros más han sufrido, es marchar a la vanguardia refutando los errores y revelando la verdad!

En el rostro de los líderes se encendió una luz de férrea decisión.

El día siguiente, 9 de diciembre, Shin’ichi visitó la cafetería de un miembro, donde habló de manera informal con varias camaradas de la División Femenina y con otras personas.

En la charla, aconsejó a las integrantes más jóvenes de la agrupación femenina sobre la forma de interactuar con las miembros más veteranas.

—En una familia, no es extraño que haya roces entre las suegras y las nueras. En la División Femenina, también, es lógico que existan distintas ideas y enfoques entre las miembros de mayor edad y las líderes más jóvenes. Pero si consiguen unirse con un mismo propósito y trascender las diferencias, podrán avanzar juntas no solo en el kosen-rufu sino, además, en su revolución humana personal.

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—Las líderes más jóvenes de la División Femenina —prosiguió Shin’ichi— están deseosas de asumir nuevos desafíos; por otra parte, las responsables más veteranas poseen un tesoro de experiencias en la fe y una larga trayectoria en la práctica. A veces, es necesario que una figura intermedia entre las dos generaciones, que entienda a ambas, oficie de puente y las ayude a comunicarse y a trabajar juntas.

»Al igual que en las relaciones entre madres e hijas, o entre suegras y nueras, es importante que las nuevas generaciones no rechacen de entrada la forma de pensar de sus predecesoras. Les pido que, en lugar de eso, sean abiertas y escuchen lo que tengan para decirles. Después, transmitan sus ideas ofreciendo otra manera de ver las cosas.

»Si descartan o rechazan de cuajo las opiniones de otras, no esperen que las demás estén dispuestas a aceptar sus aportes. Pero si prestan atención a lo que les dicen y asienten mostrando comprensión, sus interlocutoras se sentirán a gusto. Esto es tanto más importante cuanto mayor sea la persona con quien estén dialogando.

»Hay cualidades fundamentales para el liderazgo, como la sensibilidad a los sentimientos ajenos y la sabiduría a la hora de responder —concluyó—.

En esa nueva fase de desarrollo organizativo, comenzaba a observarse un cambio generacional en el liderazgo, a medida que se iban nombrando valores más jóvenes en diversos cargos de responsabilidad. A la vez, también estaban cambiado las aptitudes requeridas en los líderes. Además de ser personas con iniciativa, capaces de explorar nuevos caminos, los responsables se iban perfilando cada vez más como directores de orquesta, capaces de generar armonía en el conjunto y de hacer valer el potencial de cada individuo.

Ya que la Soka Gakkai es una organización dedicada al logro del kosen-rufu, era de esperar que sus líderes estuvieran preparados para enseñar el budismo Nichiren a otros, orientar a los miembros en la fe y dar ejemplo con su propia postura. Pero, a la par de esto, se tornaba fundamental los aspectos humanos tales como la sinceridad, seriedad y sentido común; que fuesen personas laboriosas y consideradas, para que los miembros pudieran depositar su confianza.

La fe se refleja en nuestra humanidad. Siendo la Soka Gakkai un movimiento religioso dedicado a la revolución humana, el atributo más valioso en un líder era una personalidad confiable, que infundiera seguridad y tranquilidad a la gente.

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De regreso de la cafetería hacia el Centro de la Paz de Oita, el automóvil pasó frente al Parque Polideportivo de Osu, donde había un estupendo campo de béisbol.

Al verlo, Shin’ichi dijo a un responsable que viajaba con él:

—¿Y si organizamos, en este predio, un Festival Cultural de Oita? Podríamos mostrar a la sociedad cuántos jóvenes se están sumando a nuestro movimiento y de qué manera admirable se están desarrollando. Sería una oportunidad de expresar la alegría que nos brinda la práctica del budismo Nichiren y nuestra inspiradora unión entre personas comunes.

Cuando Shin’ichi llegó a destino, en la entrada lateral lo estaba esperando un nutrido grupo de hombres de entre treinta y cincuenta años. Eran «Los 170 de Oita», y estaban allí para tomarse una foto con Shin’ichi, como este había prometido.

La primera visita del presidente Yamamoto a dicha ciudad había tenido lugar veintiún años antes, en diciembre de 1960, pocos meses después de haber él asumido la conducción de la Soka Gakkai. En tal oportunidad, esos miembros habían participado en el equipo de exteriores, cubriendo la ceremonia inaugural del cabildo Oita, que se había llevado a cabo en un gimnasio de la prefectura. Al término del encuentro, Shin’ichi les había agradecido personalmente su trabajo ejemplar tras bastidores, sabiendo que, durante todo el evento, habían estado colaborando a la intemperie, bajo el viento invernal.

Les dijo, entonces:

—Por favor, practiquen la fe sin flaquear mientras vivan y dedíquense a cumplir su misión. Nuestro camino en la vida se define, en general, entre la veintena y la treintena. Por lo tanto, pónganse la meta de esforzarse en el jardín del kosen-rufu durante la próxima década y, en ese recorrido, crezcan y supérense como personas.

Shin’ichi prometió que, diez años después, volverían a encontrarse. Y eso hizo, en Fukuoka, en octubre de 1970. En ese momento propuso que esos jóvenes formaran un grupo, «Los 170», ya que ese era el número de participantes. Al poco tiempo, les dio el nombre oficial: «Los 170 de Oita».

Once años más tarde, esos mismos hombres estaban allí esperándolo, dispuestos a mantener su tercer encuentro con Shin’ichi. Se habían convertido en pilares de confianza para la sociedad y en líderes centrales de la Soka Gakkai en los lugares donde vivían.

Las personas desarrollan su capacidad cuando cuidamos los vínculos creados con ellas, velamos por su crecimiento y seguimos alentándolas y dándoles apoyo.

Shin’ichi estaba feliz. Les dijo, en voz bien alta:

—¡Enfoquemos la mirada en el siglo xxi!

Mientras posaban ante el fotógrafo junto a Shin’ichi, todos renovaron su determinación.

Fortalecer el juramento compartido con nuestro mentor es construir un camino infalible hacia nuestro futuro.

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Esa noche, Shin’ichi participó en un encuentro de líderes de prefectura en el Centro de la Paz de Oita, alusivo al tercer aniversario de su inauguración. Para los practicantes locales, que habían triunfado sobre los problemas ocasionados por el clero, ese festejo era un nuevo punto de partida. En el inicio de la actividad, todos entonaron a coro la «Canción de la revolución humana», ese himno apasionado que siempre había encendido el espíritu de la Soka Gakkai en los miembros:

Ponte de pie a cumplir tu misión,
como lo haré yo;
cada uno, sin depender de nadie más,
en su propio lugar del kosen-rufu

En respuesta a una sugerencia de Shin’ichi, se decidió que mayo de 1982 sería el «Mes de Oita», y que harían un festival cultural con treinta mil participantes, donde no solo se recordaría el 20 de mayo, Día de Oita, sino incluso el 3 de mayo, Día de la Soka Gakkai. El anuncio fue recibido con un estruendo de aplausos.

Además, se aprobó una «Declaración de Oita» formada por cinco puntos. Una parte del texto decía: «Asumiremos nuestro lugar de acuerdo con la voluntad de Nichiren Daishonin, el Buda del Último Día de la Ley; izaremos el estandarte de una Oita armoniosa y avanzaremos en unión para refutar lo erróneo y revelar lo verdadero». También enunciaba el compromiso de los miembros de esforzarse como Bodisatvas de la Tierra para hacer prosperar la enseñanza correcta, orgullosos de «vivir compartiendo dichas y pesares con nuestro insuperable mentor en el movimiento por el kosen-rufu» y de avanzar apoyándose y alentándose unos a otros.

El documento expresaba, a la vez, el juramento de la lucha conjunta con Shin’ichi, quien en la víspera había anunciado: «Voy a iniciar una nueva y grandiosa campaña por el kosen-rufu! Voy a construir una Soka Gakkai que sea el fiel reflejo de sus ideales. ¡Les pido que luchen a mi lado!».

Los miembros aplaudieron la proclama con calurosos aplausos.

Habiendo prevalecido en una dura resistencia contra sacerdotes desdeñosos, que pretendían dividir al maestro y a los discípulos del kosen-rufu, al fin podían plasmar su alegría desbordante en esa declaración de victoria de Oita y anunciar su decisión de luchar inseparables de su mentor.

Todos sintieron, esa jornada, que había llegado un nuevo día. Se sentían colmados de esperanza, resueltos a hacer del festival cultural un éxito rotundo y un flamante paso para expandir su red de paz. Con los jóvenes a la vanguardia, la actividad sería una oda a la victoria del pueblo, adornada por el júbilo y el dinamismo de la fe.

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En la reunión de líderes, Shin’ichi agradeció sinceramente a todos por su valiente labor.

—Han actuado por el kosen-rufu en la sociedad y han transmitido valientemente el budismo Nichiren a otras personas. Cuando el señor Toda asumió la segunda presidencia de la organización, había apenas tres mil miembros. Pero gracias al compromiso altruista de todos, decididos a propagar la Ley Mística, nuestro movimiento por el kosen-rufu hoy existe en todo el mundo. La Soka Gakkai —cada uno de ustedes— ha hecho realidad el principio de «irrumpir de la tierra»,2 que se refiere al surgimiento de los Bodisatvas de la Tierra en multitud cada vez mayor.

Luego, Shin’ichi citó el siguiente pasaje de los escritos del Daishonin: «En el cuarto volumen del Sutra del loto se afirma: “Si alguien profiriera una sola palabra en contra de personas laicas o de monjes y monjas que abrazan y predican el Sutra del loto, su ofensa sería aún más grave que la de insultar al buda Shakyamuni en la cara por el término de un kalpa3”».4

—El Daishonin es claro —comentó Shin’ichi—. Quienes denigran a los que se esfuerzan por propagar la Ley Mística reciben una retribución severa. Por otro lado, a pesar de sus propias dificultades económicas, ustedes han hecho ofrendas al clero para que este pueda desarrollarse y han ofrecido su incondicional apoyo. Según la ley budista de causa y efecto, todo el que actúa contra hijos del Buda tan nobles como ustedes se exponen a sufrir las consecuencias negativas de su propio accionar.

Las dificultades con los prelados del Shoshin-kai han sido funciones negativas dirigidas a obstruir el kosen-rufu; en tal sentido, son una forma de persecución. Lo que cuenta es que debemos recordar que ese hostigamiento nos permite profundizar nuestra fe. Si nuestra fe y nuestra práctica del budismo fuesen sencillas y solo nos dieran beneficios, sin desafío alguno, ¿cómo podríamos transformar nuestro karma o lograr la budeidad en esta existencia? Estas situaciones adversas son necesarias para desarrollar una práctica inamovible, cambiar nuestro destino y afianzar un estado de felicidad indestructible. En cierto sentido, confrontar obstáculos demuestra que estamos transitando el camino debido.

Nichiren Daishonin escribe: «Fortalezcan su fe día tras día y mes tras mes».5 Por supuesto, hay que cultivar una convicción firme, pero no olviden la importancia de ser perseverantes para avanzar y progresar sostenidamente en todos los aspectos de la vida.

El budismo es una lucha por triunfar. Con fe firme y perseverante, vivan de manera sabia, trabajen con tesón, acendren su personalidad y vivan felices.

La victoria y la derrota son cuestiones que solo se ven con claridad en el transcurso de toda una existencia. Y los que vencen son los que mantienen la fe hasta el final.

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La actividad con los líderes de la División de Jóvenes de Oita tendría lugar el 10 de diciembre por la noche.

Esa mañana, Shin’ichi se reunió con los responsables centrales de dicha prefectura para deliberar sobre las futuras actividades.

Poco después del mediodía, se dirigió a la sala de los caseros del Centro de la Paz de Oita. Allí, alentó a los encargados de cuidar el lugar y a varias integrantes de la División Femenina que habían contribuido invalorablemente a sentar las bases del movimiento local por el kosen-rufu.

También se encontraban varios líderes juveniles que habían viajado desde la sede central de la Soka Gakkai para ayudar a supervisar diversas actividades. Uno de ellos expresó el deseo colectivo de presentar, en la reunión de líderes, un poema sobre su noble causa que exaltara su determinación renovada en esa nueva partida hacia el siglo xxi.

Habían pasado tres décadas desde que el maestro Toda escribiera sus famosas «Guías para la juventud», que comenzaban con las antológicas palabras «Lo que construirá el nuevo siglo será la pasión y la fuerza de los jóvenes». Shin’ichi también había pensado en dedicarles alguna obra inspiradora que les marcara rumbo.

—Pues entonces, ¡yo escribiré un poema para ustedes!

Y allí mismo, sin más, comenzó a dictar los versos, con el corazón embargado de emociones, al latido de un batiente espíritu de lucha:

Le preguntaron
a un avezado escalador
por qué se aventuraba a la montaña
y el respondió: «¡Porque está allí delante!».

Los muchachos y las jóvenes se apresuraron a apuntar el dictado, que parecía manar de la mismísima alma de Shin’ichi.

¡Ahora tenemos por delante
las laderas del siglo xxi,
la montaña del kosen-rufu!

¡Mis jóvenes amados!
Hagan flamear el estandarte
de la Ley Mística,
escalen con bravura
la cumbre del siglo xxi
y establezcan, con esa lucha,
una vida realmente autónoma
y pletórica de satisfacción.

Shin’ichi recalcó que, para iniciar ese ascenso, sería importante escalar «paso a paso, una por una, las estribaciones grandes y pequeñas» que cada día se alzaban frente a ellos, y exhortó a los jóvenes a que «coronaran de triunfo cada día, en todos los aspectos».

El gongyo y el daimoku serían la fuerza que los sostendría en esa gesta, dijo. Lo que no debían hacer jamás era «perder la esperanza, por dolorosa que fuese la situación» ni «ser vencidos en el ámbito de la fe».

Cada una de las palabras de Shin’ichi palpitaba con la oración de que los jóvenes llegaran a ser personas de infinito valor y capacidad en el siglo venidero.

El prestigioso pedagogo del período Edo, Hirose Tanso (1782-1856), hijo nativo de Oita, dijo: «Educar al pueblo es un bien superior».6

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En el poema, Shin’ichi afirmaba que el camino invariable de la Soka Gakkai era «no olvidarnos nunca de marchar junto al pueblo». Los versos declaraban que los jóvenes de la Soka, sin dejarse avasallar por el hostigamiento de los poderosos y de la autoridad, harían «ondear por siempre, alta en el cielo, la bandera triunfal de la revolución humana». También afirmaban que el resultado de todo lo que hicieran en la segunda fase del kosen-rufu se decidiría el 3 de mayo del 2001 —la meta hacia la cual estaban avanzando—, y los animaba a seguir desafiándose en su práctica budista con esmero.

Shin’ichi y los líderes juveniles se hallaban enfrascados en la intensa labor creativa de componer y registrar juntos el poema. Los jóvenes, cuyo corazón era inseparable del alma de su mentor, escribían a toda velocidad, empeñados en tomar nota hasta la última palabra.

Pero Shin’ichi debía estar, a las cuatro de la tarde, en un encuentro informal con representantes de la prefectura de Oita.

—Tendremos que continuar a mi regreso —anunció mientras salía a toda prisa para reunirse con los miembros.

Entonces, los jóvenes aprovecharon para pasar en limpio todo lo que habían apuntado.

A las cinco y media Shin’ichi ya estaba de vuelta. Sin pérdida de tiempo, leyó lo que habían transcrito en papel, pero de inmediato comenzó a dictar una nueva secuencia de versos. Hubo partes en que decidió reescribir más de media página del borrador. Cada hoja de papel se iba cubriendo de anotaciones en los márgenes y, en algunos casos, incluso el dorso.

El trabajo continuaba, aunque estaban casi sobre la hora de la reunión de líderes juveniles de la prefectura de Oita, que se celebraría en otro salón.

Allí, como estaba previsto, la actividad comenzó justo después de las seis; los participantes, unidos en coro, abrieron el encuentro cantando «Púrpura». Después, habló un responsable de jóvenes de Oita, una vicesecretaria nacional de la División Juvenil Femenina y un líder nacional de la División de Estudiantes.

Mientras cedían la palabra a un vicepresidente, en el otro recinto los jóvenes volcaban al papel el último de los cambios del poema.

—¡Ya está! —dijo Shin’ichi—. Ahora, sí, tengo que irme. Cuando hayan pasado el texto en limpio, háganmelo llegar.

Ya eran casi las siete, y el vicepresidente estaba terminando su discurso.

Shin’ichi entró en el salón, saludado por aplausos y exclamaciones de dicha.

Era una reunión de líderes dedicada a celebrar el valiente triunfo de los muchachos y de las jóvenes que, con fe pura y espíritu invencible, habían prevalecido sobre el abuso y el maltrato de los sacerdotes.

La felicidad asomaba en el rostro radiante de todos esos sucesores indómitos, que habiendo luchado tanto para despejar el camino hacia la victoria, al fin podían entregarse al entusiasmo y a la alegría.

En el corazón de quienes se esfuerzan valientemente por el kosen-rufu brota un manantial de júbilo incontenible.

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Shin’ichi encabezó la recitación del gongyo junto a los participantes, orando por la dicha y el desarrollo continuo de sus jóvenes amigos, que habían hecho frente el reto de defender la justicia y la verdad de la Soka.

En una sala separada, los líderes de la División de Jóvenes seguían pasando en limpio el poema de su maestro. Uno de ellos, lapicera en mano, observó:

—Se nos ha acabado el tiempo. Si no lo entregamos ahora, aunque falten algunas páginas, los miembros hoy se quedarán sin poder escucharlo.

Así pues, salieron corriendo hacia el lugar de la reunión.

Allí, por su parte, Shin’ichi recalcaba en sus palabras cuán noble era la vida de los que abrazaban el Gohonzon, y señalaba la diferencia entre una fe correcta y otra falsa o fanática.

Quienes trataban de explotar a la Soka Gakkai para obtener reconocimiento o beneficios egoístas simbolizaban la fe espuria; quienes desdeñaban la razón, la sensatez o las normas sociales en su forma de practicar el budismo representaban la fe fanática. Por otro lado, la fe correcta se evidenciaba en una dedicación al kosen-rufu sustentada en la sabiduría y en el buen juicio, basada en el esfuerzo constante en la fe, la práctica y el estudio, y en ofrecer pruebas concretas de los beneficios que brindaba el budismo Nichiren en la sociedad, en la vida cotidiana y en el lugar de trabajo.

A continuación, se refirió a la forma de vivir la época juvenil.

—La juventud es una época atravesada de problemas y de preocupaciones. Es natural que en ocasiones se sientan frustrados o desalentados. Pero esos son, precisamente, los momentos en que deben sentarse ante el Gohonzon, examinar su propia realidad de manera estricta, dispuestos a hallar soluciones basados en la fe, y superar cualquier obstáculo entonando Nam-myoho-renge-kyo. Así es como se transforma el karma y se avanza en la revolución humana. Todos los esfuerzos que emprendan se convertirán en los tesoros invalorables de su juventud.

Sin una juventud de lucha, y sin las oportunidades de superarnos que ofrecen estos retos, nuestro potencial interior no llega a florecer por completo y no es posible cultivar una abundante cosecha de plenitud para los años posteriores de la vida.

El poeta alemán Friedrich Hölderlin (1770-1843) escribió:

Todo placer deriva de la adversidad.
Solo en los desvelos fructifica
el deleite más rico de mi corazón
y la humanidad más tibia y bella.7

Shin’ichi concluyó su discurso diciendo:

—Les confío a ustedes, los actuales miembros de las divisiones juveniles, el futuro del siglo xxi por entero. Vivan los días de oro de su juventud junto a la Soka Gakkai y coronen su existencia de la manera más plena y brillante. Puedo afirmar, sin temor a equivocarme, que no hay camino más seguro hacia la victoria que la grandiosa ruta de la Soka.

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Al término de sus palabras, Shin’ichi anunció:

—He escrito un poema con la esperanza de ofrecerles un nuevo rumbo y de inspirarlos otra vez en su avance hacia el siglo xxi. Acabo de dictarlo, para que hoy podamos escucharlo juntos.

Koji Murata, vicerresponsable nacional de la División Juvenil Masculina, se puso de pie para iniciar la lectura. El joven, nacido en Oita, era uno de los que, minutos antes, habían estado pasando en limpio el borrador con los versos de Shin’ichi.

La obra se titulaba: «Jóvenes, escalen la montaña del kosen-rufu del siglo xxi».8

Le preguntaron
a un avezado escalador
por qué se aventuraba a la montaña
y el respondió: «¡Porque está allí delante!».

¡Ahora tenemos por delante
las laderas del siglo xxi,
la montaña del kosen-rufu!

Murata evocaba en su corazón la imagen de Shin’ichi dictando el poema, infundiendo vida a cada palabra en beneficio de los jóvenes, revisando el texto una y otra vez…

Siguió recitando, al abrigo del cálido espíritu de su mentor.

¡Jóvenes, discípulos míos!
¡Vivan más y más…!
¡Por esta gran Ley
eterna, absoluta e indestructible…!
¡Vivan más y más…!
¡Para cumplir la noble misión
con la cual han nacido en este mundo…!

Volcando un torrente de emociones en cada palabra, prosiguió:

Sé que la próxima época
anhela el surgimiento
de jóvenes líderes brillantes.
¡Los que viven sin filosofía
y sin fe
son como barcos sin brújula!
A paso firme pero inexorable,
los tiempos no dejan de moverse:
de una era de prosperidad material
a una era de riqueza espiritual…
De una era de riqueza espiritual
a una era de la vida.

Como no habían alcanzado a transcribir las últimas páginas, Murata tuvo que descifrar los versos finales en un borrador cubierto de enmiendas y de tachaduras. Con extrema concentración, leyó decidido a no equivocarse:

¡Mis jóvenes amigos,
espero que cada uno de ustedes,
futuros líderes del nuevo siglo,
vivan comprometidos con el pueblo,
caminando con la gente común
cada jornada,

dialogando con palabras consideradas,
compartiendo solidariamente sus desvelos,
respirando a cada instante
al unísono con sus congéneres.

¡Mi fe está puesta en ustedes!
¡Ustedes son mi mayor esperanza!
¡Sepan, todos y cada uno, cuánto los amo!

Los jóvenes escuchaban, absortos y entregados a una emoción indescriptible. La mirada de Shin’ichi se posó en cada uno de ellos, mientras parecía exhortarlos sin palabras: «Hoy, aquí en Oita, hemos iniciado nuestra marcha hacia el siglo xxi. ¡Ha comenzado un nuevo capítulo en la historia indómita de la Soka Gakkai!

Un clamor de victoria 40

Era una larga lectura. Aunque, a esa altura, la voz del joven líder comenzaba a enronquecer, su espíritu permanecía intacto.

Para construir una vida plena, rica y profunda
necesitamos una enseñanza budista grandiosa y verdadera
y tener fe en ella.
¡No hay honor ni orgullo más grande
que practicar el budismo de Nichiren Daishonin
y vivir toda la juventud
con alegría y pasión!
¡Nos esperan, allí enfrente,
las laderas del siglo xxi!

Shin’ichi escuchaba vislumbrando la centuria venidera, imaginando el amanecer del triunfo humano y creyendo escuchar el clamor de victoria de los miembros de la Soka en todo el mundo…

¡A ustedes les pertenece el nuevo siglo…!
¡Es el amanecer de ustedes!
¡Es su momento de brillar…!
¡Este es el sublime escenario
donde harán valer su potencial infinito
y afirmarán más aún
todo lo que han logrado…!

¡El 3 de mayo de 2001
será la fecha insigne
en que, juntos, llegaremos a la cumbre!
No olviden que,
ese día,
quedará definido el resultado
de todo lo que hayamos hecho
en esta segunda fase del kosen-rufu.

La lectura concluyó y dio paso a una ovación que parecía no terminar nunca. En ese aplauso atronador cobraba vida el juramento de los jóvenes de recorrer hasta el final la ruta anchurosa de maestro y discípulo. Los jóvenes de la Soka habían iniciado una nueva etapa, erguidos de confianza y de dignidad.

Cuando el fragor amainó, Shin’ichi les dijo:

—Mañana, encontrarán el poema completo en el Seikyo Shimbun. Desde este lugar, aquí en Oita, se distribuirá a todo el país. Les pido que graben en su corazón el profundo significado que esto entraña. Además, quiero crear hoy dos nuevas agrupaciones: el grupo Siglo xxi de la División Juvenil Masculina de Oita, y el grupo Siglo xxi de la División Juvenil Femenina, también de este lugar. ¿Qué les parece?

Los jóvenes no cesaban de aplaudir para expresar su alegría. Cada uno de ellos había proclamado y defendido sin desmayo la verdad de la Soka. Al fin, resurgían con fuerzas renovadas, llevando encendida en el pecho la llama púrpura de su pasión.

La victoria genera alegría e infunde vitalidad para emprender un nuevo avance. Una victoria es la causa suprema del triunfo siguiente. Y la esencia del movimiento Soka es aquilatar una secuencia interminable de triunfos.

En palabras del magnífico escritor Romain Rolland (1866-1944): «La justicia significa que lo justo llegue a triunfar».9

  • *1La escena se describe en el capítulo «Justicia», del volumen 27 de La nueva revolución humana. Véase el SGI Newsletter N.o 8214.
  • *2El verdadero aspecto de todos los fenómenos, en Los escritos de Nichiren Daishonin (END), Tokio: Soka Gakkai, 2008, pág. 407.
  • *3Paráfrasis de una frase del décimo capítulo del Sutra del loto, «El maestro de la Ley».
  • *4Las catorce acciones contra la Ley, en END, pág. 793.
  • *5Sobre las persecuciones acaecidas al venerable, en END , págs. 1042-1043.
  • *6Sekai Kyoiku Hoten—Nihon Kyoiku-hen: Hosoi Heishu Shu, Hirose Tanso Shu (Tesoro de la educación mundial: La educación japonesa: Hosoi Heishu and Hirose Tanso), Tokio: Tamagaka Daigaku Shuppan-bu, 1968, pág. 207. Traducción indirecta del japonés.
  • *7Hölderlin, Friedrich: «Das Schicksal» (El destino), en Friedrich Hölderlin Gedichte (Poemas de Friedrich Hölderlin), Friedrich Hölderlin Sämtliche Werke und Briefe (Obras y correspondencia completas de Friedrich Hölderlin), edit. ingl. Jochen Schmidt, vol. 1, Frankfurt am Main: Deutscher Klassiker Verlag, 1992, pág. 158.
  • *8En 1999, el autor presentó una versión revisada del texto.
  • *9ROLLAND, Romain: «Danton», en The Fourteenth of July and Danton: Two Plays of the French Revolution (El 14 de julio y Danton: Dos obras sobre la Revolución Francesa), trad. ingl. Barrett H. Clark, Nueva York: Henry Holt and Company, 1918, pág. 199.