Volumen 30: Capítulo 5, Un clamor de victoria 21–30

Un clamor de victoria 21

«Ah, el cielo se tiñe de púrpura…»

Mientras escuchaba la grabación y ponderaba la letra, Shin’ichi dirigía en su alma un silencioso clamor a los jóvenes:

«El sol, rojo y ardiente, desgarra las nubes minuto a minuto, el cielo se empurpura y anuncia el comienzo de un flamante día. El púrpura describe el sol del tiempo sin comienzo que arde en nuestro corazón… ¡El apasionado espíritu de lucha que ansía crear una nueva época…! ¡El esplendor de la vitalidad juvenil!

»Ah… ¡Como los rayos deslumbrantes de la aurora, los jóvenes héroes valerosos de la Soka están señalando el rumbo hacia el kosen-rufu mundial! La campana del alba ya repica y resuena, anunciando un siglo de la vida. ¡Ha empezado una nueva jornada inundada de luz! Es la luminiscencia de la felicidad y de la victoria, irradiada por un espíritu de desafío indómito e incansable. ¡Jóvenes, no teman! Derroten las “arrogancia de las olas destructivas” y superen todos los obstáculos en su marcha resuelta, siempre hacia delante.

»El kosen-rufu es una batalla entre el bien y el mal. Pero el bien no siempre prevalece. A veces, triunfa lo incorrecto. Por eso el budismo implica una lucha ardua. Quienes dedicamos nuestra existencia a la misión de los Bodisatvas de la Tierra, quienes enarbolamos las banderas de la verdad y el bien basados en el budismo, no debemos ser vencidos. Tenemos la responsabilidad de ganar.

»Los Bodisatvas de la Tierra somos precisamente nosotros, las personas comunes que formamos la asamblea de la Soka. Hemos elegido nacer en el Último Día de la Ley, la época teñida de las cinco impurezas,1 para ayudar a los que sufren a lograr la felicidad. Hemos asumido voluntariamente este lugar en el mundo para mostrar el inmenso beneficio de practicar el budismo, desarrollándonos y fortaleciéndonos en nuestra propia lucha perseverante hasta construir una vida de victoria.

»A veces caerán sobre nosotros las inclemencias del karma. Pues no hay vida exenta de aflicciones. Pero cuando luchamos con bravura para cumplir la misión del kosen-rufu, asoma un arcoíris de esperanza y las desdichas se convierten en gozo.

»Cuando el ser humano claudica ante sus miedos, baja los brazos, renuncia a la esperanza y abandona la lucha, genera de ese modo su propia infelicidad.

»Pero los camaradas de la Soka Gakkai vivimos alineados con la Ley Mística, el supremo principio de la vida, y por eso desplegamos una potente fuerza vital para afrontar un problema tras otro y seguir dedicándonos al kosen-rufu. De esa manera, podemos resplandecer al máximo, ser felices y hacer felices a los demás. De esa manera, podemos izar el “estandarte del pueblo” con el corazón alborozado. De esa manera, podemos lanzar hasta el último rincón el clamor de victoria del pueblo».

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[Shin’ichi prosiguió dirigiéndose a los jóvenes en su corazón].

«“No nos importan los que viven a merced del elogio o la censura”… El espíritu de los mentores y discípulos de la Soka es seguir el noble camino de las propias convicciones, sin prestar atención a los que carecen de principios y, en cuanto cambian las circunstancias, abandonan sus ideales y lealtades. Nuestra forma de vivir es la verdadera ruta del humanismo.

»Quienes admiraban al presidente Makiguchi como un gran filósofo de la educación cambiaron de libreto de un día para el otro cuando nuestro fundador fue arrestado y encarcelado por el gobierno militarista del Japón. No tardaron en insultarlo y en maldecirlo públicamente, alegando sin vergüenza “Es que Makiguchi nos tenía engañados…”. Y cuando los negocios del maestro Toda se arruinaron en la posguerra, muchos a quienes él había ayudado olvidaron el sentido de gratitud y hablaron mal de él.

»No nos dejemos influenciar por las palabras de la gente voluble y débil. Avancemos con calma y firmeza por la “ruta brillante y majestuosa” de nuestra consagración al kosen-rufu. Recorrer la anchurosa ruta del maestro y los discípulos es nuestro honor más grande. Y aquí estamos, el mentor y los sucesores, componiendo una oda a nuestro juramento.

»Su presencia, mis jóvenes amigos, me colma de absoluta tranquilidad. Deseo que se valgan de mí como un peldaño en el cual apoyarse para alcanzar alturas mayores, que me superen y sean personas de valía extraordinaria, monumentales como árboles inmensos. Yo alzaré la vista y los contemplaré con orgullo, y los elogiaré con mi respeto más profundo.

»¡Mis jóvenes amigos, en pleno vuelo hacia el firmamento de la nueva centuria! En bien del mañana, crezcan y supérense, trabajen y estudien, y asuman de buena gana los retos difíciles. El “sudor de oro de la juventud” es un tesoro sin precio que adornará eternamente su vida. ¡Sobre las copas verdes y lozanas que crecen mirando el porvenir, veo un espléndido arcoíris de éxitos gloriosos!

»¡Jóvenes, abran las alas! ¡Surjan en gran marea sobre el lejano horizonte! ¡Vuelen libre y jubilosamente hacia una era de infinitas canciones que celebren el humanismo, hacia una nueva época sublime de respeto a la dignidad de la vida! ¡Levanten el telón de la gran victoria en el siglo xxi, con la pasión y la fuerza de los jóvenes Soka! ¡Lleven en sus manos el bastón de los sucesores!»

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El 14 de noviembre por la noche, habiendo corregido la letra en más de veinte oportunidades, Shin’ichi declaró a los jóvenes:

—Y bien… ¡aquí está! Hemos terminado de componer «Púrpura», la canción que lleva plasmado el espíritu de la juventud.

Ah, el cielo se tiñe de púrpura…
Héroes jóvenes y audaces, dignos precursores,
¡repiquen con fuerza la campana de la aurora!
¡No nos asusta la arrogancia de las olas destructivas!
¡Los corruptos jamás conocerán la gloria!
Que la noble verdad de los Bodisatvas de la Tierra
haga flamear el estandarte popular.

No nos importan los que viven
a merced del elogio o la censura,
nuestra ruta es brillante y majestuosa.
Aquí estamos, de pie con nuestro padre,
cuyo orgullo es vernos crecer
como árboles monumentales.
¡Ah, sudor de oro en la frente juvenil!
Que un arcoíris adorne el cielo añil
y radiante de nuestro juramento.

¡Protejamos hoy y siempre
el castillo del kosen-rufu
que nuestras queridas pioneras han construido!
¡Jóvenes!
¡Abran sus alas con enérgica esperanza,
mientras irrumpen en el horizonte deslumbrante!
¡Vuelen hacia el siglo nuevo, libres y felices,
componiendo juntos un sinfín de loas a la vida!

Mineko, la esposa de Shin’ichi, le dijo:

—Has logrado volcar en esta letra todo lo que querías decirles a los jóvenes, ¿no es así?

—Sí… Quiero que la División Juvenil Masculina avance hacia el siglo xxi cantando «Púrpura» y que las sucesoras de la División Juvenil Femenina hagan lo mismo entonando su nueva canción, «Nuestro verde y radiante camino».

Esta última se estrenaría ocho días más tarde (el 6 de noviembre), para conmemorar el trigésimo aniversario de la División Juvenil Femenina. A pedido de sus miembros, Shin’ichi había corregido la letra propuesta y había dado consejos sobre la melodía.

El verde es el color de la juventud; es el tono que irradia la vida nueva y pujante.

Dante Alighieri (1265-1321) dijo que la juventud era «el portal y el camino por el cual se entra a una buena vida».2

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En el Seikyo Shimbun del 6 de noviembre, se anunció la nueva canción de la División Juvenil Femenina, «Nuestro verde y radiante camino»; el artículo daba a conocer la letra y la partitura.
 
Bailan los cerezos en la bruma primaveral
y, con las flores, danzan las jóvenes amigas.
Coronadas de felicidad,
así coronadas,
recorremos nuestro verde y radiante camino.
  
Tras la luz sofocante del estío
llega el glorioso follaje otoñal.
Ni la escarcha invernal nos intimida,
marchamos así, imperturbables,
hasta que escuchemos nuestra canción primaveral.

Entonando el himno del padre y de las hijas,
las jóvenes amigas siguen su ruta,
abriendo sus alas de par en par,
sí, de par en par,
hacia el mundo levantando vuelo.
Como ángeles remontarán la altura,
buscando siempre el arcoíris más allá.

Diez días más tarde, el 16 de noviembre, el Seikyo Shimbun publicó la primicia de «Púrpura», el nuevo tema musical de la División Juvenil Masculina.

Ambas canciones eran inspiradoras y transmitían una frescura original, propia de la nueva época.

El corazón de «Púrpura» había sido la inseparabilidad de maestro y discípulo que unía a Shin’ichi con los sucesores de Shikoku. Sin embargo, al término del proceso de revisión, poco y nada había quedado de la letra original que habían sugerido los muchachos. Así y todo, los jóvenes figuraron como autores, pues Shin’ichi quería elogiar su postura y su esfuerzo.

Durante su estadía en Shikoku, también se había compuesto «Amada Tokushima», la nueva canción de la prefectura. Y, a pedido de los miembros, había ayudado a revisar la letra.
 
¡Que lleguen amigos del mundo entero!
La alegría de la sublime Tokushima
fluye como los remolinos de Naruto…

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El 15 de noviembre al mediodía, Shin’ichi Yamamoto voló de regreso a Osaka desde el aeropuerto Takamatsu de Shikoku. Una vez en su destino, fue a las prefecturas de Wakayama y Nara, contiguas a Osaka, en su incesante despliegue de actividad por el kosen-rufu.

El 22 de ese mes, asistió al tercer encuentro general de Kansai, llevado a cabo en el Auditorio en Memoria del Presidente Toda de Kansai, situado en la localidad de Toyonaka. Allí, dirigió al público que cantó a coro la entrañable canción «Ah, se acerca el amanecer».

Luego de visitar las prefecturas de Shiga y de Fukui, viajaría a la región de Chubu y, más tarde, a la prefectura de Shizuoka; en todos estos lugares, se dedicaría a dar orientación y aliento a cada persona, antes de retornar a Tokio la noche del 2 de diciembre.

El 22 de noviembre, la División Juvenil Masculina había convocado una reunión nacional de líderes en la ciudad de Koriyama, dentro de la prefectura de Fukushima. En ese encuentro, que habían denominado «Reunión de líderes de jóvenes “Púrpura”», palpitó el juramento de luchar al lado de su mentor, iniciando una nueva partida hacia el siglo xxi al son de la nueva canción.

Ah, el cielo se tiñe de púrpura… Héroes jóvenes y audaces, dignos precursores…

Los jóvenes estaban fortaleciendo su conciencia como precursores del kosen-rufu, decididos a abrir nuevas rutas en la espesura inhóspita.

Los héroes juveniles de la Soka no iban a detenerse ante los obstáculos, por furiosa que fuese la tormenta, y escalarían las montañas más traicioneras en bien de sus compañeros y de la sociedad. ¡No serían vencidos! ¡Protegerían incondicionalmente el castillo del kosen-rufu que sus predecesores tanto habían trabajado para construir!

Sus voces entonaban el himno triunfal de los jóvenes, que habían superado brillantemente la confrontación con el clero; su clamor de victoria, su vida invencible, parecían llegar hasta el lejano futuro.

Los miembros de la División Juvenil Masculina de Shikoku, a quienes su mentor había adjudicado la letra de «Púrpura», insistieron en que Shin’ichi debía aparecer como autor, en bien de la posteridad. Era justo —opinaron—, porque él había sido el verdadero compositor de los versos. Así pues, la autoría quedó rectificada de acuerdo con el deseo de los jóvenes.

En años posteriores, Shin’ichi seguiría haciendo cambios. En 2005, cambiaría un verso de la tercera estrofa para que incluyera a los «queridos pioneros y pioneras», y otro de la segunda estrofa, donde «de pie con nuestro padre» pasaría a ser «de pie con nuestro mentor». Esta última modificación se haría a pedido de la División Juvenil de Shikoku, en el encuentro de la sede central para responsables de la Soka Gakkai celebrado en dicha isla, en octubre de 2016.

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«¡Iré adonde más hayan sufrido nuestros miembros! Los alentaré con todas mis fuerzas, ¡sí, con alma y vida, como si estuviera estrechándoles la mano con firmeza a cada uno de ellos…!». Con esta promesa, Shin’ichi aterrizó en el aeropuerto de Oita, en Kyushu, el 8 de diciembre a la tarde. Solo seis días antes, había regresado a Tokio después de un intenso y febril viaje de orientación a las regiones de Shikoku, Kansai y Chubu.

Y entonces había partido a Oita, donde había estado por última vez hacía trece años y medio.

Shin’ichi se recordó a sí mismo que debía aprovechar ese momento para crear una marea surgente de victoria en bien del kosen-rufu.

Los miembros de Oita, acaso más que en ningún otro lugar del país, habían sufrido terribles hostigamientos a manos de los sacerdotes del Shoshin-kai (literalmente, «Asociación para la Fe Correcta»), quienes, abusando de su autoridad clerical, decían actuar en defensa de la fe ortodoxa, pero, al contrario, eran detractores de las enseñanzas del Daishonin.

En una zona, cuando los miembros de la Soka Gakkai iban al templo cercano a escuchar la disertación mensual sobre el Gosho, en vez de citar los escritos budistas, el prior leía artículos que difamaban a la organización, publicados por pasquines sensacionalistas. Lejos de disertar sobre las enseñanzas, acusaba a la Soka Gakkai de estar «equivocada» y de «actuar contra la Ley».

Algunas personas que habían abandonado la organización laica para practicar bajo la autoridad del templo se ponían a insultar a sus antiguos camaradas, mientras eran aplaudidos por el resto de los feligreses. Y el prior se limitaba a presenciar la escena con una sonrisa desdeñosa. En silencio, incitaba a los ataques, mientras fingía mantenerse al margen.

Algunos miembros llegaban a los centros comunitarios o culturales con lágrimas de dolor, informando que el prior les había dicho que solo oficiaría un funeral en sus familias si renunciaban a la Soka Gakkai. Por increíble que fuera, había sacerdotes que no tenían empacho en denostar a los miembros de la organización en medio de un servicio fúnebre, aun sabiendo que su conducta imperdonable era como revolver una herida en el corazón sufriente de los deudos.

Cada vez que Shin’ichi leía informes como estos, lo embargaba un profundo dolor. No podía condonar que hicieran sufrir así a los miembros…

«¡No se dejen vencer!… ¡Pronto llegará la mañana de la victoria!», les decía, en el corazón, mientras les enviaba daimoku.

Los líderes de la región de Kyushu y de la prefectura de Oita se habían reunido en el aeropuerto para esperar a Shin’ichi. De pronto, lo vieron acercarse.

—¡Sensei…! —gritaron corriendo a su encuentro.

—¡Luchemos! —respondió—. Esta será la batalla decisiva para Oita. Y el inicio de un giro que cambiará la historia.

Al escuchar ese poderoso bramido, los líderes asintieron, con los ojos iluminados y llenos de determinación.

La fuerza perpetua para la nueva construcción nace del espíritu de lucha que, ante la adversidad, proclama rotundamente las convicciones.

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En el trayecto hasta el automóvil que lo esperaba fuera del aeropuerto, Shin’ichi se vio rodeado de unos veinte o treinta miembros que querían saludarlo. Algunos habían llevado flores para darle la bienvenida.

—¡Muchas gracias! Me aflige saber que han tenido que soportar tanto dolor y maltrato. ¡Pero ya han triunfado!

Vio sus ojos anegados en lágrimas, y les dijo con una sonrisa:

—¡Adopten una actitud positiva, no pierdan la alegría!

Desde el aeropuerto, fue directamente a la casa de un laborioso miembro, con el afán de alentar a toda su familia. Desde allí debía dirigirse al Centro de la Paz de Oita, pero, en cambio, pidió que lo llevaran primero al Centro Cultural de Beppu, uno de los principales epicentros del conflicto con el clero.

A lo largo de la carretera, se había formado una escolta de numerosos miembros que, al ver pasar el automóvil, saludaban con las manos jubilosamente. Se habían enterado de que Shin’ichi visitaría Oita, habían calculado el itinerario que seguiría el vehículo y se habían apostado allí desde temprano para verlo pasar.

Algunas mujeres asomaron el cuerpo sobre la barandilla de la ruta para saludarlo, no bien reconocieron el automóvil a la distancia.

Shin’ichi estaba conmovido por la sinceridad de todos esos camaradas.

«Cuánto han soportado… —pensó—. Los sacerdotes hostiles del Shoshin-kai no han hecho más que atormentar a estos nobles hijos del Buda, que solo han trabajado en bien del kosen-rufu. No hay cómo perdonarlos… ¡Con qué rigor los reprendería el Daishonin! Pero es seguro que sus actos, por la función causal de la Ley Mística, tendrán graves consecuencias para ellos.

»Mientras viva, jamás olvidaré la imagen de estos miembros».

Cada vez que Shin’ichi los veía a la vera de la ruta, sentía el deseo de unir las palmas de sus manos para expresarles cuánto los respetaba y admiraba.

Al cabo del viaje, poco antes del crepúsculo, llegó al Centro Cultural de Beppu. Las ventanas estaban iluminadas y había un nutrido grupo de personas en su interior. En cuanto bajó del vehículo, tres señoras ancianas lo llamaron:

—¡Sensei…! ¡Cuánto anhelábamos verlo…!

—Pues finalmente he llegado. ¡Aquí estoy! ¡Ya no tienen de qué preocuparse; todo estará bien!

En el recinto se habían congregado unas doscientas personas. Sobre el pórtico, habían colgado un cartel que decía: «¡Bienvenido a casa, Sensei!»; de antemano, habían abrigado la certeza de que su maestro, sin falta, visitaría su Centro Cultural.

Shin’ichi y los miembros de Beppu, protagonistas de una batalla constante contra la injusticia y la falta de humanidad, estaban inseparablemente unidos por el espíritu de la lucha conjunta.

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Shin’ichi dijo a los miembros que se habían reunido en el porche del Centro Cultural de Beppu:

—¿Qué tal si nos tomamos una foto juntos para señalar este nuevo punto de partida?

Cuando el fotógrafo terminó su tarea, todos ingresaron al salón principal, donde Shin’ichi dirigió la liturgia.

—¡Este gongyo —declaró, antes de comenzar la ceremonia— es para informarle al Gohonzon sobre la victoria que han logrado, y para orar por la dicha eterna y la prosperidad de ustedes y de sus familias!

La alegría incontenible de los miembros se reflejaba en sus voces, unidas a las de su mentor en la recitación del sutra y del daimoku. ¡Cuánto habían esperado ese momento, en su larga perseverancia frente a los ataques desalmados del clero…!

Al finalizar el gongyo, Shin’ichi se sentó ante el micrófono y les dijo:

—Lamento muchísimo las difíciles penurias que han tenido que soportar. La verdadera conducta de los sacerdotes debería ser, en primer lugar, cuidar y apreciar a cada uno de los hijos del Buda. Pero estos prelados corruptos no han cesado de angustiar y afligir a nuestros miembros, que solo trabajaban en bien del kosen-rufu. Es un abuso intolerable…

»Pero el budismo Nichiren enseña que los que más han sufrido y luchado son los que más merecen gozar de la felicidad. Y como ustedes han triunfado y han prevalecido sobre todos los obstáculos con una postura impecable, sin falta van a tener una vida rebosante de beneficios. ¡Ha llegado, al fin, la primavera! Les pido que construyan una vida sublime, y que sigan ayudando a otras personas que estén sufriendo.

Aunque disponía de poco tiempo antes de partir hacia la ciudad de Oita, Shin’ichi quería alentarlos con todo su corazón.

Poco después de las seis de la tarde, arribó al Centro de la Paz de Oita, donde se tomó una fotografía con los miembros que lo esperaban en la entrada con una sonrisa de felicidad. En el salón principal se habían reunido unos cuatrocientos miembros representando a cada división.

En cuanto Shin’ichi entró en el recinto, estallaron los aplausos y exclamaciones.

En la sala había una gran pancarta, de pared a pared, que decía «Ha llegado la primavera a la familia de Oita». En efecto, ese era el fiel sentimiento de todos.

Comenzó entonces una reunión informal. Shin’ichi habló con voz resonante:

—¡Han ganado! ¡Después de un largo período de amargas luchas, han erradicado las «lombrices en las entrañas del león»,3 y la justicia se ha impuesto a la iniquidad!

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Shin’ichi leyó en voz alta un pasaje de los escritos de Nichiren Daishonin:

—«Los malos amigos emplearán tentadoras palabras de engaño y adulación, y hablarán con astucia para manipular y controlar la mente de las personas ignorantes o incautas, y destruir la inclinación al bien que exista en ellas».4

»Aquí «malos amigos» se refiere a los sacerdotes taimados y a otros que enseñan de manera distorsionada para confundir a los creyentes y entorpecer su práctica budista. Buscan engañar con un discurso astuto a quienes se dedican al kosen-rufu, o bien los adulan y tergiversan las palabras para legitimar el mal con la apariencia del bien, controlar la forma de pensar de la gente y destruir su fe.

»Por culpa de sacerdotes como estos, ustedes han tenido que sufrir espantosamente. No contentos con calumniar a la Soka Gakkai acusándola de «actuar contra la Ley», se han dedicado a adular de manera servil a ciertas personas que convenían a sus intereses y, manipulándolas, las han hecho renunciar a la organización. Así actúan estos sacerdotes.

»La verdadera naturaleza de los «malos amigos» es la soberbia y el egoísmo. Si los siguen, terminarán alejados por completo de la fe correcta.

»Pero si han de dedicar la vida al kosen-rufu, es importante que estén atentos a estas influencias negativas que buscan destruir la fe pura.

»Estoy seguro de que todos conocerán a alguien que, aun habiendo practicado la fe con sinceridad junto a ustedes durante años, se dejó engañar por estos sacerdotes oportunistas y abandonó la organización. No dudo de que ustedes habrán ido a visitarlos muchas veces y los habrán alentado a no dejar la Soka Gakkai, explicándoles que aquí practicamos de acuerdo con el propósito del Buda. Puede que, incluso, algunos hayan decidido confiar en la Soka Gakkai. Pero luego, engañados de nuevo por los sacerdotes y bajo su influencia, renunciaron y empezaron a hablar mal de nosotros. Sé perfectamente cuánto les habrá costado digerir cada una de estas situaciones.

Muchos asentían, con lágrimas en los ojos, recordando situaciones ingratas que habían vivido.

Shin’ichi prosiguió:

—El budismo enseña el principio de «transformar el veneno en remedio». Nuestra fe y nuestra práctica budista pueden transformar la desventura en buena fortuna. Así como un viento fuerte nos permite remontar una cometa hasta las alturas, la lucha contra las adversidades y aflicciones eleva nuestro estado de vida y nos hace volar libremente por el cielo de la felicidad.

Estos giros radicales reflejan cuán dinámico es el budismo Nichiren.

Un clamor de victoria 30

La voz de Shin’ichi fue cobrando vigor a medida que hablaba:

—Nichiren Daishonin escribe: «Mi vida, desde el principio, se ha basado en la firme convicción. No tengo ningún deseo de cambiar ese rumbo ahora, ni pienso hacer recriminaciones [a los que me han perseguido]. Las personas inclinadas al mal también serán mis buenos amigos».5

»Nos dice que, aunque su vida haya sido un sinfín de hostigamientos, en realidad él se había preparado para eso desde el inicio. Por eso, su determinación no flaqueó nunca, ni siquiera ante ataques formidables, ni su corazón abrigó resentimiento hacia sus detractores.

»A la hora de cumplir la misión por el kosen-rufu que hemos elegido desde el eterno pasado, ¿cuál es el requisito fundamental que debemos tener en cuenta? ¿Cuál es la clave para lograr la budeidad en esta vida y establecer un estado de satisfacción indestructible? La respuesta es la fe comprometida. Cuando uno se decide y se arma del valor de un rey león, el temor desaparece.

»En ese momento, hasta las personas mal intencionadas que nos habían causado terribles padecimientos se convierten en «buenos amigos». Cuando uno se prepara para lo peor y les pone el pecho a los grandes obstáculos sin rodeos, fortalece su fe y transforma su karma.

»Aquí, en Oita, todos han sufrido enormemente a raíz del conflicto con los sacerdotes del Shoshin-kai. Pero eso les ha permitido forjar su fe para aspirar a un tremendo desarrollo en el futuro.

»¡Voy a iniciar una nueva y grandiosa campaña por el kosen-rufu! Voy a construir una Soka Gakkai que sea el fiel reflejo de sus ideales. ¡Les pido que luchen a mi lado!

—¡Sí!

Las exclamaciones enérgicas de los miembros resonaron en la sala. Los miembros de Oita, que tanto habían soportado, estaban firmemente unidos en su determinación de acompañar a Shin’ichi.

Durante el encuentro, la División Juvenil Masculina informó que muy pocos jóvenes habían abandonado la Soka Gakkai a raíz de los problemas con el clero. Al enterarse de esta novedad, Shin’ichi se inclinó mostrando interés y dijo, expectante:

—¿En serio? ¡Es una noticia maravillosa…! Si los jóvenes están firmes, el futuro de Oita también lo está. En tal caso, quisiera darles algunas guías que los alienten a seguir avanzando…

De acuerdo con la programación, para el 10 de diciembre, dos días después, estaba prevista una reunión con los líderes juveniles de Oita.

  • *1Cinco impurezas: Las impurezas de la época, el deseo, los seres vivos, las ideas y la duración de la vida. El término aparece en el capítulo «Medios hábiles» (2.º) del Sutra del loto. La impureza de la época abarca la alteración reiterada del orden social o del equilibrio ambiental. 2) La impureza del deseo es la tendencia a ser gobernados por las cinco pulsiones ilusorias: odio, codicia, estupidez, arrogancia y duda. 3) La impureza de los seres vivos es la decadencia física y espiritual del ser humano. 4) La impureza del pensamiento o de las ideas es la preponderancia de ideas erróneas, como las cinco ideas falsas. 5) La impureza de la vida es el acortamiento de la duración promedio de vida de los seres humanos.
  • *2Dante Alighieri: The Convivio of Dante Alighieri (El convite de Dante Alighieri), Londrés, J.M. Dent&Co., 1903, pág. 288
  • *3Lombrices en las entrañas del león: Analogía que describe a los que, aun siendo seguidores del budismo, destruyen sus enseñanzas, tal como los gusanos consumen el cuerpo del león por dentro.
  • *4The Writings of Nichiren Daishonin, Tokio: Soka Gakkai, 2006, vol. 2, pág. 221.
  • *5The Writings of Nichiren Daishonin, Tokio: Soka Gakkai, 2006, vol. 2, pág. 432.