Volumen 30: Capítulo 5, Un clamor de victoria 11–20

Un clamor de victoria 11

En junio de 1918, una orquesta de prisioneros de guerra alemanes había interpretado la Novena Sinfonía de Beethoven en el campo de detención de Bando.

En el cuarto movimiento de esta obra, el compositor incorpora voces solistas y un coro en una parte vocal basada en el «Himno a la alegría» del poeta alemán Friedrich Schiller. En efecto, el tema de la sinfonía es la unión de todas las personas en una familia humana, y esa oda a la camaradería y a la humanidad se había escuchado por primera vez en Tokushima.

Décadas después, allí mismo, un coro de mujeres de la Soka Gakkai volvía a entonar la parte lírica:

Se mecen las nubes en el cielo azul,
gorjean las aves en bosques y arboledas1

Shin’ichi aplaudió calurosamente… En las voces sublimes, le pareció escuchar el clamor de triunfo de los miembros de Tokushima, que habían prevalecido frente a la opresión de los sacerdotes autoritarios. En el alma de todos ellos, flameaba la alegría de su sincero empeño por el kosen-rufu. Y ese júbilo era, en sí mismo, la prueba de su victoria rotunda.

El día siguiente, 10 de noviembre, Shin’ichi participó en una ceremonia de plantación de árboles para señalar el fin de las obras del auditorio y, después de fotografiarse con el comité organizador de los festejos, dirigió el gongyo.

—Nichiren Daishonin escribe: «Myo [de myoho, “Ley Mística”] significa “revivir”, es decir, volver a la vida»2—dijo al término de la ceremonia—. Por eso, los que practicamos la Ley Mística siempre encontramos una forma de avanzar. Por difíciles que sean las circunstancias, siempre hallamos la manera de revertirlas y de progresar. Nos repostamos de vitalidad dinámica y volvemos a ponernos en marcha, sin rendirnos jamás… Nunca sucumbimos a la desesperanza.

»En el nivel primigenio, todos somos budas magníficos. Cultivar esta convicción es, precisamente, la esencia de nuestra fe. Crean en ustedes mismos, ármense de confianza y dedíquense al kosen-rufu, irradiando la felicidad que extraen de la Ley Mística en los lugares donde les toque actuar.

Ese día, Shin’ichi debía viajar a la vecina prefectura de Kagawa, y hasta el último instante de su partida quería alentar a los miembros de Tokushima.

Tener un serio compromiso significa dar todo de nosotros mismos, a cada momento.

—¡Tokushima… qué nombre maravilloso! —exclamó—. Quiere decir «isla de virtud», «cuna de personas nobles». ¡Les pido que, desde este lugar, generen una nueva fuerza de impulso al kosen-rufu que se extienda a todo Shikoku!

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Shin’ichi partió del Auditorio de Tokushima a las dos y media de la tarde. Subió al automóvil que lo llevaría al Centro de Conferencias de Shikoku situado en Aji-cho, en la vecina prefectura de Kagawa, y la comitiva que lo acompañaría inició la marcha. Cuando llevaban una hora de viaje, Shin’ichi propuso que hicieran una pausa para dar un descanso al conductor del vehículo.

Él y los demás entraron en una cafetería y uno de ellos, Okimitsu Owada —líder de la División de Jóvenes de Shikoku—, le preguntó si había posibilidad de agregar una reunión con algunos representantes juveniles de la zona. Shin’ichi accedió de inmediato. Quería responder al pedido sincero y directo de la juventud.

Se decidió entonces organizar un pequeño encuentro en la tarde del 12 de noviembre.
 
Shin’ichi tenía inmensas esperanzas en los jóvenes de Shikoku, en quienes reconocía un poderoso espíritu de lucha.

Ese mes de agosto (de 1981), Owada había ido a ver a Shin’ichi al Centro de Conferencias de Nagano, donde le manifestó su deseo de generar un nuevo impulso al kosen-rufu tomando a Shikoku como vector.

—Si me permite que le hable con franqueza —le había dicho a aquel—, en este momento en que las publicaciones de la Soka Gakkai casi no incluyen informes sobre sus actividades, siento que la inseparabilidad de maestro y discípulo es de gran importancia. De modo que estamos pensando en crear un espacio en uno de nuestros centros de Shikoku para exhibir sus escritos y su labor por la paz.

Aunque se expresaba tentativamente, la pasión de Owada era inocultable. Y Shin’ichi apreciaba su sinceridad.

—Entiendo cómo te sientes. Te pido que dialogues con el líder regional de Shikoku y con los máximos encargados de la zona sobre la mejor forma de transmitir esperanza a los miembros.

En respuesta a este aliento, los jóvenes de Shikoku comenzaron a investigar sobre las iniciativas que Shin’ichi venía llevando a cabo en aras de la paz mundial. Supieron así que, en 1968, este había propuesto normalizar las relaciones diplomáticas entre la China y Japón con el deseo de evitar que este último país quedara aislado de la comunidad internacional. En plena Guerra Fría, había viajado a la China y a la Unión Soviética varias veces para fomentar las relaciones amistosas y contribuir a aliviar la tensión entre ambas potencias. En busca de rutas hacia la paz, también había dialogado con el secretario de Estado norteamericano Henry Kissinger, el secretario general de las Naciones Unidas y otras figuras de relieve. Los jóvenes, en plan de investigar, habían podido apreciar el vasto alcance de las actividades de Shin’ichi, por encima de toda bandería ideológica.

Entonces, orgullosos de la intensa labor de su maestro por la paz, los jóvenes de Shikoku habían organizado en el Centro de Conferencias local una muestra abierta al público que, entre el 3 de octubre y el 3 de noviembre de ese año, había convocado a más de 61 000 personas.

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La exposición que habían planeado y organizado los jóvenes de Shikoku para dar a conocer las actividades de Shin’ichi Yamamoto por la paz fue un rayo de luz que alumbró un nuevo camino de avance para el kosen-rufu.

Las innovaciones que abren rutas al futuro desarrollo no se producen solas o esperando que alguien nos diga qué hacer. Hay que identificar los escollos que impiden el progreso, reconocer los problemas de la época y de la sociedad, y trabajar de manera activa y constante para buscar respuestas. Ese es el camino que desemboca en la creación de algo nuevo. Un poeta de Shikoku, Masaoka Shiki (1867-1902) expresó: «La revolución y la reforma son obra de una nueva generación de jóvenes que irrumpe para ocupar su lugar en la sociedad».3

El 10 de noviembre, poco después de las cinco de la tarde, Shin’ichi llegó al Centro de Conferencias de Shikoku, donde lo esperaban en un encuentro de responsables alusivo al Día de Kagawa. Entró en el salón y se acercó hasta su asiento entre los aplausos de los miembros exultantes.

Todos ellos habían sufrido a manos de los sacerdotes astutos que, con palabras y acciones, habían tratado de cortar los lazos de maestro y discípulo que existían en la Soka. Al fin, habían prevalecido y esa reunión daba cuenta de su alegría. Era momento de nuevos comienzos triunfales…

Con voz resonante, Shin’ichi declaró:

—Una vez más, ¡me pondré al frente! No quiero que tengan que sufrir o preocuparse nunca más. ¡Los que comprendan mi corazón, que se levanten a luchar conmigo!

Fue el rugido de un león que se libraba de todas las ataduras y restricciones. El aplauso ensordecedor parecía interminable.

Shin’ichi pensaba: «Si la relación entre el mentor y los sucesores se mantiene intacta en la Soka, podremos sobreponernos a cualquier mal. No voy a permitir que los sacerdotes autoritarios obstruyan el avance de la Soka Gakkai, la organización que está dedicándose al kosen-rufu tal como el Buda instruyó. ¡Es momento de lanzar una contraofensiva!». Ese era el juramento que hacía latir su corazón…

¡Por mucho que ocurriera, nada debía poner en peligro el espíritu de maestro y discípulo de la Soka! Pues eso obstruiría el camino del kosen-rufu.

Desde luego, la organización debía gestionarse por consenso, bajo el liderazgo del presidente Akizuki. Pero, en bien de los jóvenes, Shin’ichi decidió mostrar y transmitir con sus propias acciones el camino esencial de la Soka: la inseparabilidad de mentor y discípulo.

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Después de la reunión de líderes conmemorativa del Día de Kagawa, celebrada en el Centro de Conferencias de Shikoku, Shin’ichi deliberó con los máximos responsables de la región y con otros participantes.

La jornada siguiente, 11 de noviembre, también fue de esfuerzo denodado. Alentó a los miembros que se habían dado cita en el edificio y luego fue a la ciudad de Takamatsu, deseoso de conocer el lugar donde se estaba construyendo el nuevo Centro Cultural de Shikoku, en el distrito cercano de Chokushi-cho. Una vez allí, hizo el gongyo en el vecino Auditorio de Takamatsu de la Soka Gakkai en compañía de los miembros de la localidad, que al saber de su presencia habían ido a encontrarse con él. Para alentarlos, además, se sentó a tocar el piano. De regreso en el Centro de Conferencias, mantuvo un encuentro informal con el personal de la Soka Gakkai y los máximos responsables regionales.

—Aquí en Shikoku —dijo entonces— he declarado que volvería a ponerme al frente de nuestro movimiento por el kosen-rufu como un león de la Soka. Desde aquí, comenzaré a construir una nueva era, porque Shikoku es una precursora de nuestra organización. Les pido que jamás olviden este momento de oro; ya verán que su significado se volverá más grande y profundo a medida que pase el tiempo.

En las palabras de Shin’ichi palpitaba su apasionado convencimiento.

Esa noche, en el Centro de Conferencias, los líderes de la División de Jóvenes y de la División Juvenil Masculina de las cuatro prefecturas de Shikoku se reunieron a deliberar sobre el encuentro que mantendrían con su mentor el día siguiente.

Alguien propuso:

—En la actividad, mostrémosle a Sensei nuestra determinación y démosle la tranquilidad de saber que el futuro de Shikoku está asegurado. ¿Y si escribimos una canción que refleje nuestro firme compromiso y se la cantamos mañana?

A todos les pareció una excelente idea.

—Es importante que compongamos la letra en equipo, entre todos. Así que vayamos proponiendo frases o imágenes…

En una pizarra, fueron anotando todo lo que les venía a la mente: «El desafío de los jóvenes…», «El camino que hemos elegido…». Inspirados en estos temas, fueron dando forma a la composición. Poco antes del amanecer, ya tenían listas tres estrofas de cuatro versos cada una. Acababan de crear la nueva canción de la División Juvenil Masculina de Shikoku, volcando en ella alma y corazón.

Esta entrega pura y sincera es una admirable cualidad de la juventud, tan potente que consigue atravesar las barreras más infranqueables y abrir rutas donde antes no las había.

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Por fin llegó el 12 de noviembre, el día del esperado encuentro entre Shin’ichi y los representantes juveniles de Shikoku.

Esa mañana, Tomohiro Suginuma —miembro de la banda juvenil masculina de la región—, había llegado a primeras horas al Centro de Conferencias local para cumplir con la tarea que le habían encomendado: componer la melodía de la nueva obra, como había hecho ya, en otras oportunidades, con la canción regional de Shikoku, «Nuestra tierra», y con «Abanderados de la Justicia», el tema de la División de Estudiantes de Enseñanza Media Superior.

Examinó el texto que le habían dado y preguntó si los cuatro versos de cada estrofa podían extenderse a seis, para dar a la música un carácter novedoso.

En efecto, los jóvenes que habían escrito la letra sintieron que la forma del cuarteto no les había permitido expresar plenamente su espíritu y su determinación. De modo que aceptaron el desafío de reescribirla, aunque pronto vieron, con sorpresa, que no sería un asunto sencillo.

Así y todo perseveraron, y a la tarde pudieron entregarle a Suginuma la nueva letra. Antes del anochecer, también la música estaba terminada.

Ese mismo día, en el Centro de Conferencias, Shin’ichi había participado en un encuentro de líderes alusivo al 11 de noviembre, Día de Ehime. Allí había hablado sobre el significado de «responder con alegría», una frase que aparece en el Sutra del loto.

—Para nosotros —explicó—, «responder con alegría» es el inmenso júbilo que surge en nuestro corazón cuando escuchamos la enseñanza incomparable de Nam-myoho-renge-kyo. El Daishonin afirma: «El regocijo es la fe, y la fe es alegría».4 Esta filosofía nos permite superar todas las desdichas, lograr la budeidad en esta existencia y construir un estado interior de dicha ilimitada. Tiene el poder de guiar a todas las personas a la iluminación a lo largo del eterno futuro. Cuando uno arriba a este convencimiento, siente una gratitud constante y una alegría inmensa por haber podido conocer la Ley Mística. Esa conciencia jubilosa y vibrante es, en sí misma, un estado de felicidad suprema.

»Cuando respondemos con alegría, surge en nosotros el deseo inevitable de que otros practiquen esta Ley, y por eso comenzamos espontáneamente a dialogar sobre el budismo. Y esto, a su vez, da lugar a mayores beneficios. Ese círculo expansivo de bienestar es el kosen-rufu. Dar a conocer la enseñanza es el resultado natural de la alegría que nos produce la fe.

»Recuerden siempre que esa alegría es lo que uno genera cuando entona Nam-myoho-renge-kyo con seriedad, y cuando participa voluntaria y activamente en el movimiento por el kosen-rufu.

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Shin’ichi quería reafirmar que la Soka Gakkai era un jubiloso colectivo de personas comunes, y que la fuerza motriz de todas sus actividades era la alegría de cada miembro.

Cerró sus palabras instando a todos a iniciar juntos una nueva partida, tomando como lema «La fe es alegría».

El encuentro de los jóvenes comenzó en el Centro de Conferencias de Shikoku casi a las seis de la tarde, con la asistencia de unos ochenta representantes juveniles de dicha región y otros diez líderes de la prefectura de Ehime. Una vez presentados los informes sobre las actividades de la División de Jóvenes, el responsable Okimitsu Owada se puso de pie y exclamó:

—¡Sensei! En la División Juvenil Masculina hemos compuesto una canción y queremos invitarlo a escucharla.

Shin’ichi alcanzó a ver que Owada y sus compañeros en la tarea tenían los ojos enrojecidos e hinchados, y supuso que se habrían quedado toda la noche trabajando.

—¡Encantado! —respondió—. ¿Cómo se titula?

—«Canción del amanecer».

Shin’ichi sonrió.

—Si me permiten, cuando los versos de un tema musical apelan a imágenes demasiado frecuentes, como «Ah, ha llegado el amanecer…», de algún modo se pierde frescura. Y si no hay frescura, la gente sentirá que la salida del sol aún está muy lejos.

Alguien le acercó la letra, y la canción comenzó a sonar en un reproductor de casetes.

Ah, ha llegado el amanecer…

Los pioneros iniciamos nuestra marcha.

—¿Han visto? Tal como temíamos, «Ah, ha llegado el amanecer»— dijo en son de broma.

Todos se echaron a reír.

Shin’ichi estudió las estrofas.

—Es una buena canción —opinó—. Aunque parecería que la letra se hizo hilvanando una secuencia de palabras inspiradoras.

Los jóvenes sonrieron, haciéndose cargo: acababan de escuchar la pura verdad. Sintieron como si su mentor hubiera estado presente todo el tiempo, observando el proceso.

Entonces tomó la palabra Shinji Takahata, el responsable de la División Juvenil Masculina de Shikoku:

—¡Sensei, ayúdenos a mejorarla! ¡Le pedimos que infunda su espíritu en la canción!

En la mirada sincera y resuelta de Takahata brillaba su apasionado deseo de construir una nueva época. Sí… Shikoku era una tierra de aspiraciones y de esperanzas…

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Shin’ichi miró a los jóvenes y les dijo:

—Si quieren que los ayude, puedo intentarlo. ¿Me permiten que sugiera algunos cambios?

Hubo un acuerdo unánime.

—Muy bien, entonces. Trabajemos juntos para crear una maravillosa canción que se siga cantando a lo largo de los tiempos.

Shin’ichi releyó la letra de inmediato.

—Para empezar, veamos el primer verso, «Ah, ha llegado el amanecer…». Esta imagen aparece en muchas canciones de la Soka Gakkai y en otras tonadas escolares muy conocidas. El comienzo de una canción es fundamental; la primera frase es la que marca el tono. Necesitamos algo que evoque una imagen vivaz, colorida, como la luna llena que se eleva en el cielo o los primeros rayos del sol que irrumpen sobre el horizonte…

»Creo que, en este caso particular, el color de esa imagen sería el púrpura. ¿Qué les parece si arrancamos diciendo «Ah, el color púrpura…»? Y hasta podríamos ponerle ese título a la canción: «Púrpura».

»En lo que respecta a la música, podría ser enérgica y positiva, refrescante y original, e ir cobrando intensidad a medida que avanzan los compases. ¿Qué opinan de algo como esto…?

Shin’ichi se puso a tararear una melodía.

Suginuma, el compositor, transcribió de inmediato las notas, que marcarían la tónica de toda la canción.

—Sin alejarnos demasiado del estilo de nuestras canciones anteriores, me gustaría que esta melodía fuese algo nuevo, anticipado a la época, y que a la gente le guste escucharla aun sin saber la letra —dijo Shin’ichi—. Si me permiten, creo que la música no debería ser veloz o agitada, sino digna y enaltecedora… Una melodía que a uno le den ganas de cantar…

A esas alturas, la actividad se había convertido en un taller de composición musical.

—Y también revisemos esta frase, «una tormenta de funciones destructivas»… ¿Y si ponemos «la arrogancia de las funciones destructivas»?

»Más que repetir los clisés que ya hemos usado en anteriores canciones, procuremos ser creativos y originales.

»Nuestros objetivos de establecer la enseñanza correcta para asegurar la paz y lograr el kosen-rufu mundial, por ejemplo, tienen elementos muy novedosos. Son ideas inéditas, sin precedentes. Pero eso también trae aparejada la necesidad de encontrar palabras innovadoras para comunicarlas.

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Shin’ichi siguió revisando la letra de la canción mientras conversaba con los jóvenes. Quería valerse de esa tarea creativa para impartirles el espíritu de la Soka Gakkai y forjar su sentido de la responsabilidad como sucesores.
 
—En el verso de la tercera estrofa, donde dice «el castillo del kosen-rufu que han construido nuestros pioneros», propongo cambiarlo por «…que han construido nuestras queridas pioneras». Es más específico, y me parece mejor hablar de las «pioneras», en este caso, porque ellas son las que mejor representan a todos los precursores que, en los primeros días, edificaron nuestro movimiento.

Este reconocimiento es importante. Hoy, tenemos estupendos centros de conferencias como el de ustedes y hermosos centros comunitarios en todo el país. En efecto, la Soka Gakkai se ha convertido en el movimiento religioso más grande del Japón. Pero para alcanzar este desarrollo, nuestros pioneros, entre ellos muchos de sus padres y madres, han tenido que trabajar sin descanso y sobrellevar luchas extremas.

»La gente nos despreciaba diciendo que éramos una organización de pobres y enfermos, y hubo que rebatir muchos malos entendidos y prejuicios, pero ellos jamás retrocedieron. Lejos de eso, siguieron trabajando con denuedo y entusiasmo para dar a conocer el budismo Nichiren.

»Incluso en horas muy difíciles, siempre abrigaron las mejores esperanzas. Y pudieron tener esta postura porque pensaban que ustedes, sus sucesores, llegarán a ser personas excelentes e íntegras, capaces de liderar el kosen-rufu y la sociedad. Por eso siguieron marchando, decididos a prevalecer sin arredrar ante nada.

»Siendo así, les pido que hagan todo lo posible por responder a las esperanzas de estos pioneros, sus madres y sus padres. Desconocer este esfuerzo sería el colmo de la ingratitud. Deseo que todos ustedes sean personas intachables, dignas de ser elogiadas por nuestros precursores y que les hagan decir: «Hemos forjado una corriente de sucesores extraordinarios. ¡Ese es nuestro honor más grande!».

Shin’ichi terminó de revisar las tres estrofas e hizo unos treinta cambios.

—Seguiré pensando un poco más en la letra. Quiero que este sea un tema trascendental, y que nuestros jóvenes lo canten eternamente. ¡Escribamos una canción que proclame nuestra contraofensiva en bien del kosen-rufu!

Shin’ichi continuó trabajando en los arreglos hasta altas horas de la noche. Fue una tarea que lo sumió en profundas reflexiones y le permitió infundir su alma en cada palabra.

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En la tarde del día siguiente, 13 de noviembre, Shin’ichi asistió a una ceremonia de gongyo en el auditorio del Centro de Conferencias de Shikoku, para celebrar el 25.º aniversario del cabildo Kochi.

Tres años antes (en 1978) había viajado a ese lugar y había estado en el Centro de Conferencias de Kochi, cerca de Ashizuri-misaki [un cabo que señala el extremo meridional de la isla de Shikoku], con el deseo de animar a todos los miembros de la prefectura homónima. Durante su visita, se había dedicado a orientar y alentar a cada persona a quien había tenido oportunidad de conocer.

Esos miembros habían superado montañas de obstáculos desde entonces y, tres años después, estaban esperándolo en el Centro de Conferencias de Shikoku con nuevas esperanzas y determinaciones.

En el encuentro, Shin’ichi citó varios pasajes de los escritos de Nichiren Daishonin; entre ellos, el que dice: «[S]in tribulaciones no habría devoto del Sutra del loto».5 Luego de reafirmar que los grandes obstáculos son un aspecto inevitable de la lucha por el kosen-rufu, continuó hablando sobre la actitud correcta en la fe:

—Las épocas de dificultades ponen de manifiesto la postura de las personas en la fe. Algunos se acobardan, abandonan la práctica o traicionan a sus camaradas. Otros deciden: «Este es el momento crucial» y se ponen de pie con arrojo redoblado. Lo que marca la diferencia es el desafío que ha hecho cada uno, día a día, para templar y fortalecer su convicción. Una fe firme no se construye de la noche a la mañana.

»El sentido con el cual nos esforzamos a diario en las actividades de la Soka Gakkai es poder perseverar valientemente, con fe inamovible, en épocas de adversidad.

»Somos personas comunes, ciudadanos sencillos… Y por este motivo, hay momentos en que nos vemos expuestos a persecuciones o somos despreciados. Pero como estamos difundiendo la Ley Mística, que es una filosofía sin parangón, con toda seguridad lograremos el kosen-rufu.

»El Daishonin también escribe: «La Ley no se propaga por sí sola; como las personas la propagan, ambas son dignas de respeto».6 En consecuencia, quienes transmiten a otros esta Ley suprema pueden construir la vida más espléndida posible.

»Todos los ataques infundados y el trato abusivo que cada uno ha tenido que afrontar por su trabajo en aras del kosen-rufu y de la Soka Gakkai se convertirá en una fuente de buena fortuna eterna para ustedes. No se dejen inmutar por los actos y las palabras triviales de otros. Antes bien, vivan recorriendo un camino insuperable, perfectamente alineados con las enseñanzas del budismo.

Los participantes respondieron con una ovación.

En las cuatro prefecturas de Shikoku —Tokushima, Kagawa, Ehime y Kochi—, los miembros comenzaron a tomar la iniciativa como precursores, en la contraofensiva de la Soka Gakkai.

Un clamor de victoria 20

Ese mismo día, Shin’ichi alentó a los participantes del encuentro de gongyo, a grupos de diversas divisiones y a la comisión organizadora de la actividad. Asimismo, se tomó fotografías conmemorativas con numerosos miembros. En los intervalos, siguió editando la letra de «Púrpura».

Cada vez que agregaba un cambio, informaba a los jóvenes interesados.

Suginuma, a cargo de componer la melodía, había escrito una versión tentativa basada en la parte que Shin’ichi había tarareado en la víspera.

Cerca del atardecer, Shin’ichi recorrió el centro de conferencias. Entró al auditorio y encontró a un pequeño grupo de jóvenes que estaban cantando y grabando la canción corregida. La escuchó un rato y comentó sus impresiones con Suginuma.

—Creo que la melodía es un poco complicada. Hagámosla más inspiradora y más fácil de cantar.

Esa noche, Shin’ichi recibió un casete grabado. La escuchó y dijo:

—La melodía es muy buena, así que ¡damos la música por terminada! Pero ahora la letra ha quedado algo opacada… ¡Veamos si podemos mejorarla un poco más!

Y fue así como Shin’ichi volvió a pulir el texto.

El 14 de noviembre, escuchó de nuevo la cinta en el Centro de Conferencias de Shikoku; un rato después, en el Centro Cultural y, finalmente, en el Centro de la Mujer de la Soka Gakkai en la isla. En cada oportunidad, introdujo cambios adicionales.

Hacia la noche, fue a un baño comunitario con un grupo de señores y muchachos de Shikoku, e incluso allí siguió perfeccionando la letra. Los jóvenes solicitaron que la canción no solo fuera un emblema de su organización local, sino que se la presentara como tema de la División Juvenil Masculina de todo el país.

—Si ese es su deseo —respondió Shin’ichi —, hagamos algo mucho mejor aún. Que sea absolutamente insuperable.

Al término del baño, repasó cada palabra y cada frase buscando cómo darle mayor realce.

El proceso creativo es una lucha con uno mismo, para no transigir ni conformarse con las soluciones fáciles. Solo se abren nuevos caminos cuando uno supera la comodidad y empuja sus límites, aceptando nuevos desafíos, trabajando intensamente y aplicando todo su ingenio.

Shin’ichi quería transmitir a sus jóvenes sucesores este espíritu de lucha sin concesiones que encierra la clave para crear algo nuevo.

  • *1Estos versos pertenecen a una de las adaptaciones más populares de la sección coral en idioma japonés, creada para la interpretación orquestal, aunque no es una traducción literal del poema de Schiller. La letra fue compuesta por Toichiro Iwasa (1905-1974).
  • *2El daimoku del Sutra del loto, en Los escritos de Nichiren Daishonin, Tokio: Soka Gakkai, 2008, pág. 156.
  • *3Shiki, Masaoka: Byosho Rokushaku (Un lecho de enfermo de un metro ochenta de largo), Tokio: Iwanami Shoten, 1927, págs. 67-68. Traducción indirecta del japonés.
  • *4Gosho zenshu, pág. 835. Del «Oko Kikigaki» (Disertaciones registradas), no incluido en los dos tomos de The Writings of Nichiren Daishonin ni en Los escritos de Nichiren Daishonin.
  • *5Un navío para cruzar el mar del sufrimiento, en Los escritos de Nichiren Daishonin, Tokio: Soka Gakkai, 2008, pág. 34.
  • *6Extraído del «Hyaku Rokka Sho» (Las ciento seis comparaciones); no incluido en Los escritos de Nichiren Daishonin ni en el volumen 2 de The Writings of Nichiren Daishonin. Véase Gosho zenshu, pág. 856.