Volumen 30:
Capítulo 2, En espera del momento 51–60

En espera del momento 51

A la una y media de la tarde, el salón de conferencias del tercer piso del Centro Cultural de Kanagawa estaba repleto de rostros felices y sonrientes. Se estaba llevando a cabo la reunión conjunta de líderes de Shikoku y Kanagawa.

Un responsable de Kanagawa se puso de pie y dijo con profunda emoción: «Queridos camaradas de Shikoku, ¡sean muy bienvenidos a nuestra prefectura!

»En esta ocasión, hemos aprendido muchas cosas de ustedes. Una de ellas es la unión que surge de la fe, la que lleva a solidarizarnos para ir en busca del mentor y cumplir nuestra misión por el kosen-rufu. Y otro aspecto que ha sido inspirador es la audaz iniciativa que tomaron para atravesar mares tempestuosos decididos a lograr un dinámico avance».

Habían pasado casi nueve meses desde que Shin’ichi renunció como presidente de la Soka Gakkai. Durante ese lapso, los miembros de Kanagawa y, a decir verdad, los compañeros de todo el Japón y del mundo venían sintiendo extrañeza ante la situación instaurada que aparta deliberadamente a los discípulos de su maestro.

De ahí que los miembros de Kanagawa se sintieran tan conmovidos e incentivados por la valentía y el espíritu de búsqueda de sus pares de Shikoku, que dieron voz a su deseo de encontrarse con su mentor.

Seguidamente, un representante de Shikoku dio unas palabras:

«Escuché que ayer nevó en Yokohama, pero hoy gozamos de un tiempo cálido y primaveral. Siento que hemos sido protegidos por las oraciones del presidente Yamamoto y de nuestros camaradas de fe.

»En adelante, sucesivos grupos de miembros de nuestra región visitarán Kanagawa cuando el presidente Yamamoto esté aquí. Desde ya, les expresamos nuestra gratitud por su apoyo».

El director general Kazumasa Morikawa agradeció a los compañeros visitantes el desafío que hicieron y manifestó: «No siempre se navega viento en popa en una travesía por el océano. A veces nos encontraremos con mares picados. Puede que nos aguarden feroces tormentas. Lo mismo podemos decir de las circunstancias que rodean actualmente a la Soka Gakkai. Sigamos perseverando en el esfuerzo de hacer daimoku y mantengámonos unidos, e iniciemos un nuevo avance lleno de esperanza.

»Y, ya que nuestro lema es «Año de la comunidad», demostremos pruebas tangibles de desarrollo y de victoria en nuestras comunidades y abramos las puertas de una nueva era».

Lo que vale en cualquier situación son las acciones que uno emprende y las pruebas concretas.

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Shin’ichi entró al salón donde se estaba realizando la reunión conjunta. Se unió a los presentes para hacer el gongyo y orar por la seguridad de los camaradas de Shikoku en su viaje de retorno, y también por la salud y el bienestar de todos los participantes y sus familias.

Notó que había varios rostros familiares entre el público.

Después de hablar con algunos miembros, se dirigió a un grupo de responsables de la División de Señores de Shikoku que estaba a un costado:

«Los líderes de la Soka Gakkai no deben ser arrogantes ni echar reprimendas a los demás. Nuestros compañeros son todos hijos del Buda y merecen el mayor respeto y aprecio.

»A veces, el presidente Toda era sumamente estricto con sus discípulos, pero había profundas razones para serlo.

»Lo hacía cuando tenía la intención de entrenarlos pensando en el kosen-rufu, con el deseo de que elevaran su condición de vida y estuvieran a la misma altura para poder confiarles el futuro del movimiento. Solía orientar con severidad especialmente a aquellos que el día de mañana tenían la posibilidad de asumir una gran responsabilidad.

»También se mostraba riguroso cuando quería que alguien hiciera frente distintas circunstancias con una fe resuelta combatiendo las funciones destructivas que les impedían avanzar.

»Hay personas que hablan y actúan sin medir las consecuencias, lo que hace difícil llevarse bien con quienes están a su alrededor; gente que suele tener pensamientos autodestructivos; que trata de evadir las dificultades; que inmediatamente endosa la responsabilidad a otros cuando surge un problema y finge no estar implicada en el asunto. La debilidad, la falta de honestidad y la cobardía ocultas en esas tendencias terminan siendo causa de sufrimientos y actúan como funciones destructivas que obstruyen el desarrollo de nuestra fe y nos apartan del camino de la felicidad. Por eso, el presidente Toda reprendía a los miembros para que tomen conciencia y pongan fin definitivamente a esas inclinaciones que conducen a la ruina.

»Y en tercer lugar, él llamaba la atención a los que estaban causando problemas a los demás o rompiendo la unión de nuestro movimiento por el kosen-rufu. Lo hacía por el bien de esos compañeros y para que su comportamiento no afectara a otros.

»Es decir, en cualquier caso, las acciones del señor Toda estaban impulsadas por un profundo amor compasivo. Amonestar a los camaradas sin tomar conciencia de ello, tan solo imitando su proceder, es algo que está totalmente fuera de lugar. Ningún responsable tiene autoridad para hacerlo. Si tienen que corregir los errores de alguien, pueden hacerlo hablando con calma y de manera razonable.

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Shin’ichi fue preguntando a los asistentes la situación en que se encontraban y se valía de los diferentes temas que surgían en la conversación para brindarles aliento y orientación sobre la fe y el liderazgo.

Todos habían deseado tener esta clase de diálogo distendido y abierto con Shin’ichi.

La charla giró en torno a la postura de los líderes al momento de interactuar con los miembros. «Como responsables, respeten siempre la voluntad de sus compañeros y tengan cuidado de no ofenderlos o herir sus sentimientos.

»Existen, por supuesto, todo tipo de personas. Habrá quienes no escuchen o asientan de inmediato a sus palabras. Ser líder de la organización supone un gran reto, pero la verdadera práctica budista yace en abrazar a todos con un corazón amplio y considerado, en ofrecer todo lo que está en nuestras manos para que sean felices y en alentarlos con paciencia y tesón. Todos estos esfuerzos generarán buena fortuna y beneficios para sí mismo. El ser humano puede pulir su vida y hacerla brillar cuando se sumerge en el mar de sus semejantes y se expone a sus rigores. Cuando dialogamos tenazmente con los miembros que se han vuelto negativos en su práctica y trabajamos con esmero para incentivarlos en la fe, nuestra propia vida adquiere mayor profundidad.

»Pues bien, ¡hagamos gongyo!». Al terminar de decir esto, se sentó frente al Gohonzon. Resonaron con fuerza las voces del mentor y los discípulos que recitaban el sutra y entonaban Nam-myoho-renge-kyo con el juramento compartido por el kosen-rufu.

Desde las tres y media, empezó un encuentro informal acompañado de cena. Shin’ichi estaba en el octavo piso junto con los representantes de las divisiones Femenina y de Señores, y escuchó los informes de aquellos que compartían su mesa. Después de terminar de comer, los jóvenes que estaban en el quinto piso acudieron al octavo y se iniciaron las presentaciones musicales.

Un coro interpretó la canción «Dejando atrás Tosa», y un grupo presentó el baile popular «Awa Odori», seguidas de muchas otras piezas más. Shin’ichi no escatimó aplausos en cada número y animó a todos a disfrutar de las actuaciones.

Cuando las danzas y las canciones llegaron a su fin, él dijo: «Bueno, ahora permítanme tocar el piano para ustedes».

Comenzó con la tonada «Aldea de Atsuta» [compuesta en memoria de su mentor, que describe el momento en que éste dejó su ciudad natal en Hokkaido].

En ella volcó su deseo de que todos avanzaran con valentía emulando el coraje y el espíritu resuelto de su maestro Josei Toda, quien en su juventud se abrió paso solo haciendo frente las gélidas ventiscas de Hokkaido.

Las adversidades nos vuelven más fuertes. Aquellos que desafían las feroces tormentas que impiden el desarrollo del kosen-rufu son los héroes más grandiosos.

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Shin’ichi también tocó en el piano las canciones «Los tres mártires de Atsuhara» y «Cerezos». Las interpretó imprimiendo en cada nota su deseo de ver a todos convertidos en personas de fe que actúan con valentía y resolución, y que llevan una vida de dicha plena cual cerezos durante la estación primaveral.

Sus pensamientos se dirigieron a la audaz iniciativa que tomaron los miembros de Shikoku. Ellos, impulsados por su ardiente espíritu de búsqueda, habían cruzado las turbulentas aguas del océano para llegar a Yokohama en un momento que revestía un significado especial. Sin duda, este hecho brillaría eternamente en los anales del kosen-rufu; sería una historia que se transmitirá a las futuras generaciones. Pensó en la importancia que tiene la actitud que uno toma para abrir nuevos horizontes en momentos en que la Soka Gakkai se ve frente a adversidades.

«Por último —dijo Shin’ichi mirando a los presentes— tocaré “Dainanko” (El gran héroe Kusunoki).1 Espero que nos volvamos a encontrar pronto». Y se dirigió nuevamente al piano.

La letra de esta tonada describe la escena en que el famoso guerrero japonés del siglo XIV, Kusunoki Masashige, le pide a su hijo Masatsura que lleve adelante su causa si él fallece. Los miembros escuchaban la melodía identificándose con estos personajes legendarios mientras reafirmaban su compromiso de tomar el legado espiritual de la Soka Gakkai y allanar el camino hacia el kosen-rufu, sean cuales fueren las circunstancias. Juraron que Shikoku jamás sería vencido, y que harían flamear el estandarte de la victoria Soka.

Ese ardiente sentimiento hizo aflorar lágrimas en sus ojos.

Antes de finalizar, se hicieron tres hurras por la Soka Gakkai en Shikoku y el encuentro cerró en medio de efusivos aplausos.

Shin’ichi manifestó: «¡Gracias! ¡Cuídense mucho! Más tarde estaré para la despedida. Por favor, transmitan mis saludos a sus familias y a los camaradas que se han quedado para hacerse cargo de todo durante su ausencia. Y a los jóvenes, les pido que atesoren a sus padres».

Ya había caído la noche cuando los compañeros de Shikoku salieron del Centro Cultural de Kanagawa.

Más de doscientos miembros de la localidad se reunieron en el muelle para despedirse de ellos.

La banda musical interpretó la canción de Shikoku «Nuestra tierra», mientras que los pasajeros lanzaban serpentinas coloridas desde la cubierta.

Luego, los miembros de Kanagawa cantaron la tonada de su prefectura «Ah, sol que se eleva». Posteriormente, entonaron todos juntos «Canto de la dignidad intrépida» y «En pos del kosen-rufu».

Los corazones de estos camaradas de fe se hicieron uno, y sus voces resonaron en el cielo nocturno tachonado de estrellas.

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La sirena que anunciaba la salida del Sunflower 7 reverberó en el mar nocturno.
En la cubierta, aún se encontraban los miembros de Shikoku. La embarcación fue alejándose lentamente.

Los compañeros de Kanagawa que se habían reunido en el muelle se despidieron de sus pares agitando los brazos, mientras decían «¡Adiós!» «¡Vuelvan a visitarnos!».

Frente a la costa se erguía el Centro Cultural de Kanagawa con sus ventanas alumbradas, recortado en el fondo de luces de la ciudad de Yokohama que se avistaba a la distancia. De pronto el Centro quedó a oscuras. Y, al instante, comenzaron a verse pequeños destellos que se mecían en los ventanales de los pisos más altos del edificio.

Entró una llamada en el ferri. «Sensei y la señora Mineko están despidiéndose de ustedes con linternas en mano desde el último piso del centro. ¿Pueden verlos?».

Este mensaje fue transmitido inmediatamente a los compañeros a bordo a través de los altavoces.

Todos respondieron al saludo moviendo los brazos con entusiasmo y manifestando a pleno pulmón: «¡Sensei, Shikoku se esforzará al máximo!» «¡Por favor, quédese tranquilo!» «¡Lucharemos en la vanguardia del kosen-rufu de nuestra región!».

Muchos tenían los ojos llenos de lágrimas.

Shin’ichi y Mineko continuaron moviendo las linternas hasta que la embarcación desapareció de la vista. Lo que decían los miembros desde el barco que se distanciaba no llegaba a sus oídos, pero ellos oían las voces de su corazón. La luz que ambos enviaron ese día quedó grabada en los compañeros de Shikoku como una inextinguible llama de valentía y esperanza.

Nichiren Daishonin escribe: «Las grandes distancias que recorrieron estas personas indican su devoción».2 Quienes poseen espíritu de búsqueda muestran desarrollo, desbordan júbilo y en ellas anida la gratitud que, a la vez, se convierten en la fuerza motriz de un nuevo crecimiento.

Esa noche, Shin’ichi oró para que los camaradas tuviesen un viaje apacible y que todos regresasen a sus casas sin ningún contratiempo. Mas tarde se comunicó nuevamente con el barco y encargó a los miembros que les hiciesen llegar sus saludos a quienes no habían podido participar en esta ocasión.

A la mañana siguiente, hizo otra llamada para asegurarse de que todos se encontraban bien.

Para él, sus discípulos eran su más preciado tesoro, una fuente de esperanza para el futuro.

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El 17 de febrero de 1980, casi un mes después de que los miembros de Shikoku viajaran a bordo del Sunflower 7 para visitar el Centro Cultural de Kanagawa, un grupo de 86 integrantes de la División Juvenil Femenina (DJF) de la región de Amami Oshima, en Kyushu, se dirigieron al Centro Cultural de Tachikawa (en Tokio), donde se encontraba Shin’ichi Yamamoto.

Un año antes, el 1.o de febrero de 1979, Shin’ichi había asistido a una reunión de líderes de Kyushu en el Centro de Conferencias de la región homónima, desde donde tenía previsto partir hacia la India para dar los toques finales de la primera serie de las Siete Campanadas.

En aquel encuentro participaron camaradas de fe de cada territorio de Kyushu, entre quienes estaba una responsable de la DJF de las islas periféricas de Amami.

Shin’ichi se posó para una foto grupal con ellos y en dicha ocasión se dirigió a la joven: «Si tiene algo que quisiera solicitar, hágaselo saber luego a la responsable nacional de la DJF. Lo que sea será bien recibido. No tenga reparos. Estoy dispuesto a hacer lo que sea con tal de responder a las expectativas de todos ustedes. ¡Han luchado tanto en medio de circunstancias tan difíciles!

Fue entonces que la representante de Amami le preguntó sobre la posibilidad de celebrar una reunión de la DJF de la región de Amami en el Centro Juvenil Soka de la Mujer.

Dicho establecimiento se había inaugurado en Shinanomachi, Tokio, en diciembre de 19773 y se había convertido en un centro que las jóvenes de todo el país deseaban conocer.

Shin’ichi dio gustoso su consentimiento.

A partir de entonces, las jóvenes de Amami se prometieron mutuamente a redoblar sus esfuerzos y difundir el budismo en sus comunidades con el objetivo de reunirse junto al presidente Yamamoto, que además de líder del kosen-rufu era el mentor en la vida.

Continuaban aún los maliciosos ataques por parte de los sacerdotes de la Nichiren Shoshu contra la organización. Aún así, las miembros de la DJF de Amami sosteniendo en alto el estandarte de la justicia, defendieron la integridad de la Soka Gakkai y se entregaron con gran pasión a la tarea de trasmitir la filosofía de vida del Daishonin. Sin embargo, Shin’ichi había renunciado como presidente cuando no habían transcurrido aun tres meses desde aquel encuentro.

De repente, sintieron como si el sol se hubiera cubierto de nubes densas. Pero no se dejaron vencer. Se alentaron unas a otras diciendo: «En momentos así es, justamente, cuando debemos asumir el reto de transmitir la Ley y triunfar en este desafío para no preocupar a Sensei».

La adversidad es una suerte de piedra de toque que revela el auténtico valor de una persona.

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En el pasado, los miembros de ciertas áreas de Amami Oshima habían sufrido severas persecusiones.4 Hubo casos en que las personalidades influyentes de la región arrebataron a los miembros su Gohonzon, o les rechazaron puestos de trabajo por el solo hecho de practicar el budismo Nichiren. Muchas veces, los dueños de las tiendas les negaban la venta de artículos de primera necesidad e incluso los vecinos llegaron a formar caravanas de automóviles para manifestar su repudio a la Soka Gakkai.

Muchas integrantes de la DJF crecieron viendo los tremendos esfuerzos que realizaban sus padres para compartir el budismo del Daishonin con la gente, conteniendo lágrimas de impotencia e impelidos por el único y sincero afán de ser felices ellos y ver también felices a los demás.

Una de ellas era Rei Osada, la responsable de la DJF de la región de Amami Oshima. Su padre había fallecido cuando tenía solo un año. Y desde entonces, su madre, que era frágil de salud, había criado sola a ella y a su hermana mayor trabajando como costurera. La vida que llevaban no era de ninguna manera holgada.

La familia ingresó en la Soka Gakkai en 1958. La madre de Rei se entregó de lleno a las actividades de la organización convencida de que practicar era la única forma de transformar su karma y ser feliz.

Con el tiempo, comenzó a sentir un renovado sentido de propósito y esperanza en su vida. Su salud también mejoró, y gradualmente fue fortaleciendo su convicción en el poder de la fe. Había sido una persona de pocas palabras, pero en compañía de su hija Rei, que aún era una estudiante de primaria, comenzó a hacer el desafío de compartir el budismo con los demás. Debido a que residían en un lugar donde las costumbres y las tradiciones locales estaban profundamente arraigadas, dondequiera que visitaban siempre eran recibidas con insultos, pero su madre nunca se dejaba amedrentar.

Declaraba con firmeza: «La fe que enseña la Soka Gakkai es absolutamente correcta. Si lo practica, definitivamente podrá ser feliz».

En esa postura de su madre y en ese anhelo irrevocable de hacer que los demás también puedan ser felices, Rei creyó ver la tremenda fuerza y la nobleza contenida en el ser humano.

Cierta vez, cuando Rei tenía unos once o doce años, su madre cayó enferma. Levantó una temperatura tan alta que el hielo de la bolsa que colocó sobre su frente se derretía enseguida. Rei estuvo toda la noche despierta cuidándola.

Y lo que su madre le decía una y otra vez aún postrada en la cama era: «Si algo me llegara a pasar, recuerda que nunca debes abandonar la Soka Gakkai ni separarte jamás del Gohonzon…».

Esas palabras quedaron profundamente grabadas en el corazón de la pequeña Rei. Con el tiempo, su madre se recuperó y retomó las actividades de la organización. Como costurera obtuvo más trabajo y su vida fue estabilizándose.

La experiencia de haber obtenido beneficios de la práctica budista nos brinda convicción y fortalece nuestra fe.

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En un momento en que las críticas del clero hacia la Soka Gakkai no hacían más que intensificarse, la esposa del prior de uno de los templos locales [de la Nichiren Shoshu] había citado a Rei Osada. La mujer le habló muy mal de la organización y la presionó para que definiera su posición: si se unía a la Nichiren Shoshu o a la Soka Gakkai.

Rei respondió sin titubear: «Aprendimos sobre la fe dentro de la Soka Gakkai. Y quienes nos alentaron en todo momento fueron mis compañeros de la organización y el presidente Yamamoto, ¡no fue el clero!».

El espíritu inexpugnable y valiente de los miembros de Amami palpitaba con la fuerza de un legado dentro de los jóvenes que se harían cargo de las próximas generaciones.

La renuncia de Shin’ichi fue un golpe fuerte también para las integrantes de la DJF de Amami.

Rei propuso a sus compañeras: «Este es el momento de triunfar en todos nuestros desafíos. Obtengamos victorias y vayamos al Centro Juvenil Soka de la Mujer para reunirnos con el presidente Yamamoto con resultados concretos».

Rei recorrió de isla en isla para alentar a sus camaradas de fe. La región de Amami Oshima era muy extensa. Abarcaba ocho islas, de las cuales Amami Oshima, donde residía ella, era la más grande. Viajar desde Amami Oshima a la isla Tokunoshima llevaba tres horas en barco. Cinco horas y media hasta la isla Okinoerabujima, y siete horas hasta Yoronjima. En cada una de esas islas, las jóvenes líderes imbuidas del apasionado afán de realizar el kosen-rufu iniciaron una nueva lucha decidida a expandir la red de esperanza y justicia.

Estén donde estén, no hay distancia en el corazón del maestro y el discípulo que avanzan hacia la meta común de realizar el kosen-rufu. Ni el vasto océano ni las escarpadas montañas pudieron interponerse entre ellos. Por el contrario, no hicieron más que afianzar el vínculo espiritual entre ellos.

El 17 de febrero de 1980 por la tarde, las jóvenes de la región de Amami Oshima llegaron en dos autobuses al Centro Cultural de Tachikawa, en Tokio, donde se encontraba Shin’ichi. Eran las 86 miembros provenientes de las islas de Amami Oshima, Kakeromajima, Tokunoshima y Okinoerabujima.

Habían llegado a Tokio luego de concretar una victoria sin precedentes en sus esfuerzos por trasmitir la Ley a la gente de sus comunidades. Sus rostros resplandecían de dicha.

Quienes luchan con alma y vida se ven radiantes e irradian alegría.

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El 15 de febrero, pasadas las 21 horas, las integrantes de la DJF partieron del puerto Naze de Amami Oshima. Las estrellas que destellaban en el firmamento nocturno parecían sonreírles.

Después de viajar 11 horas en ferri, las jóvenes llegaron a Kagoshima (prefectura al sur de Kyushu; la más austral de las cuatro islas principales de Japón) el 16 de febrero por la mañana y desde allí se trasladaron vía aérea con destino a Tokio.

El avión aterrizó en el aeropuerto de Haneda, poco después de las 13 horas. Una vez allí, se dirigieron al distrito municipal de Edogawa, cuya organización local mantenía intercambios de amistad con la Soka Gakkai de Amami. Participaron en una reunión de bienvenida y en un seminario organizado por miembros de la DJF. Y por la noche, finalmente, esataban frente al tan anhelado Centro Juvenil Soka de la Mujer (en Shinanomachi, Tokio).

La temperatura marcaba apenas dos grados, y el aire que exhalaban se convertía en bocanadas blancas. En el mes de febrero, el promedio de la temperatura en Amami superaba los quince grados, y era un frío que jamás habían experimentado. Pero sus corazones ardían con gran entusiasmo.

Desde el momento en que recibió el informe acerca de la partida de las jóvenes, Shin’ichi entonó daimoku para que el trayecto fuese seguro. A su vez, pensando en que ellas no estarían acostumbradas al frío de Tokio, dio instrucciones para que prepararan una bebida caliente de judías rojas.

Una vez en el Centro Juvenil Soka de la Mujer, las visitantes exclamaron de alegría cuando les sirvieron la bebida dulce de frijoles que Shin’ichi había solicitado y la saborearon llena de gratitud.

Posteriormente, hicieron el gongyo dirigido por Yuko Machino, quien había sido nombrada responsable nacional de la DJF, en mayo del año anterior (1979). Estaban viviendo al máximo el júbilo de una juventud triunfal tras haber llevado a cabo su cometido. Además, supieron a través del presidente de la Soka Gakkai, Kiyoshi Jujo, de las grandes expectativas que Shin’ichi depositaba en los compañeros de fe de Amami y las jóvenes estaban muy entusiasmadas pensando en el encuentro que posiblemente tendrían con su maestro.

Al día siguiente, 17 de febrero, por la mañana visitaron la sede de la Soka Gakkai y el edificio del Seikyo Shimbun, y luego, por la tarde, se trasladaron en dos autobuses alquilados al Centro Cultural de Tachikawa, en la ciudad homónima de Tokio para encontrarse con Shin’ichi.

Shin’ichi esperaba ansiosamente su arribo. «¿Ya estarán por llegar? Preguntaba una y otra vez a los líderes que estaban cerca.

Cuando imaginaba el tremendo esfuerzo que estas jóvenes habría hecho para luchar en las remotas islas de Amami, con un servicio de transportes precario, andando por la noche en caminos donde tenían que estar atentas a la posible incursión de serpientes venenosas, Shin’ichi sentía que no podía desperdiciar un solo segundo. Quería unirse a ellas cuanto antes y alentarlas.

En lo que concierne a la práctica budista, la edad o la posición social son irrelevantes. El tesoro más preciado de la Soka son aquellas personas que se esfuerzan con abnegación para concretar el kosen-rufu y para abrir el portal de un futuro mejor. Esta era la sensación más íntima y la convicción de Shin’ichi.

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Shin’ichi recibió a las jóvenes de Amami en el vestíbulo del Centro Cultural de Tachikawa.

«¡Sean muy bienvenidas! ¡Gracias por venir desde tan lejos! Espero que disfruten de su permanencia aquí.

»¿Cómo están sus padres? ¿Se encuentran bien? Mis compañeros de Amami que abrieron el camino del kosen-rufu en su comunidad haciendo esfuerzos denodados y lidiando en medio de grandes obstáculos y desafíos están siempre presentes dentro de mí. Cuando regresen, por favor trasmitan mis más afectuosos saludos a todos.

»Ustedes tienen una gran buena fortuna. Los miembros de los primeros días de nuestro movimiento debieron luchar haciendo frente persecuciones y obstáculos. Ellos construyeron las bases sólidas de la Soka Gakkai apostando su vida. Y sobre ese cimiento, hoy ustedes pueden activar a gusto y a sus anchas. No deben olvidar nunca esa ardua labor de sus padres y los pioneros».

Al notar a una joven en silla de ruedas, Shin’ichi se le acercó de inmediato y le dijo: «¡Muy bienvenida! ¡Te he estado esperando!»

Era una miembro oriunda de la isla Tokunoshima que debido a la parálisis cerebral que sufrió, tenía dificultades para caminar e incluso para hablar. Pero movido por su sincero afán de visitar el Centro Soka de la Mujer en Tokio junto con el resto de sus compañeras, y reunirse con el presidente Yamamoto para renovar su compromiso por el kosen-rufu, había entonado daimoku con todo su ser.

Desde que decidió viajar a Tokio, se había entregado de lleno a hacer ejercicios para mejorar su lenguaje y su andar. Y su capacidad motora había progresado a tal punto que consiguió caminar, lentamente, pero sin ayuda.

Shin’ichi le dijo con énfasis: «Todo va a estar bien ahora. Sin falta serás feliz».
El hecho de que uno esté enfermo no significa que sea desdichado. Lo importante es que, más allá de la enfermedad, siga albergando esperanza y tenga el espíritu de seguir luchando, sin dejarse vencer por su debilidad.

La joven en silla de ruedas estaba decidida a cumplir su misión por el kosen-rufu, y dispuesta a no permitir que su discapacidad interfiriera su camino. Al hacerlo, ya había triunfado sobre sí misma.

La fe en la Ley Mística nos da la fuerza para sortear cualquier desafío. Mientras nos mantengamos firmes en la fe, nos espera la brillante recompensa de la victoria y la felicidad. Con este pensamiento, Shin’ichi le había transmitido a la joven su inquebrantable convicción de que sería feliz.

La miembro observó a Shin’ichi atentamente y con lágrimas en sus ojos, asintió profundamente.

Más tarde, esta joven contrajo matrimonio, fue madre y, junto con su esposo, llevó una existencia plena y feliz.

  • *1La letra de la canción «Las verdes hojas de Sakurai» —más conocida como «Dainanko» (El gran héroe Kusunoki)— fue compuesta por el célebre poeta y autoridad en literatura japonesa Naobumi Ochiai (1861-1903). Describe la conmovedora despedida entre el brillante estratega militar Kusunoki Masashige (m. 1336), del siglo XIV, y su hijo, Masatsura. Cuando el padre parte rumbo a la batalla, su joven hijo declara que él lo acompañará, dispuesto a morir a su lado. Pero el padre le pide que se quede y viva perpetuando las aspiraciones que ambos comparten. Esta tonada es cantada dentro de la Soka Gakkai como una expresión del espíritu de la inseparabilidad entre maestro y discípulo.
  • *2The Writings of Nichiren Daishonin (WND), Tokio: Soka Gakkai, 2006, vol. 2, pág. 1030.
  • *3El 3 de mayo de 2006 abrió sus puertas el nuevo Centro Juvenil Soka de la Mujer construido en otro sitio de Shinanomachi.
  • *4Para tener una descripción más detallada de esta historia, véase La nueva revolución humana, volumen 13, capítulo III, “Fortaleza de luz”.