Parte 2: La revolución humana
Capítulo 18: El budismo es una filosofía dialógica [18.7]

18.7 La mejor forma de beneficiar a los demás

El presidente Ikeda relata una conversación con un miembro de la División de Estudiantes a quien le costaba transmitir el budismo a otros, y recuerda su propia lucha juvenil por enseñar a sus amigos la fe en la Ley Mística.

Cuando estuve en la Universidad Soka el pasado otoño [de 1997], tuve oportunidad de conversar largo y tendido con algunos de nuestros miembros de la División de Estudiantes. Uno de ellos me dijo:

—Me cuesta transmitir el budismo a mis amigos.

Se lo veía angustiado por ello, y su seriedad me impresionó. Allí estaba ese joven, preocupado por ser capaz de enseñar esta filosofía a sus camaradas y plantar de ese modo la semilla de la felicidad en la vida de ellos… ¡Qué desvelo tan noble y correcto era el suyo!

Con el mayor de los respetos, lo alenté de corazón:

—Todo cuesta al principio. Y mucho más propagar el budismo, que, según refiere el Daishonin en sus escritos, es el más difícil de todos los actos.

»En mi juventud, probaba distintas maneras de transmitir la Ley y sacaba aprendizaje de mis errores, pero este proceso se convirtió en la base de los éxitos futuros. Lo importante es mantener nuestra determinación con ánimo positivos y optimista, y no dejar de desafiarnos nunca, cualesquiera sean las circunstancias. ¡Seamos optimistas invencibles!

Jamás olvidaré la sonrisa con que este joven asintió.

Cinco meses después, me informó muy contento que había logrado que uno de sus amigos comenzara a practicar el budismo. Me hizo muy feliz enterarme de esto, especialmente, la sinceridad de su afán.

Si hago memoria, la primera persona a quien le transmití esta filosofía y decidió recibir el Gohonzon fue un maestro de escuela primaria que vivía en Ota, el distrito donde me crie. Esto ocurrió poco después de que yo empezara a trabajar en la empresa del señor Toda. Hasta ese momento, había hablado del budismo a unos pocos amigos. El señor Toda había tenido la amabilidad de reunirse a dialogar con algunos de ellos. Pero, hasta entonces, ninguno había querido practicar la fe.

Desalentado por mi falta de resultados, estudiaba y practicaba con ahínco para mejorar mi capacidad de transmitir el budismo a otros. Hacía daimoku con alma y vida y seguía conversando sobre la fe, con el deseo de conectar y ayudar a ser feliz aunque sea a una persona más. No hay forma de medir cuánto pude crecer y desarrollarme gracias a ese esfuerzo.

¡Y cuán inmensa fue mi alegría cuando, finalmente, alguien a quien le transmití el budismo decidió adoptar esta fe! Fue un sentimiento de júbilo realmente indescriptible. Estaba decidido a cuidar con dedicación a todas las personas a quienes había transmitido el budismo y me aseguraría de que triunfaran en la vida. Recuerdo que invitaba a mis amigos a mi apartamento muy temprano, antes de entrar a trabajar; y hacíamos el gongyo juntos, además de leer los escritos del Daishonin. Otras veces, al término de la jornada laboral, yo pasaba por la casa de ellos a enseñarles el gongyo.

El desarrollo del kosen-rufu yace en la perseverancia de reiterar estos esfuerzos pacientes para hacer que una y otra persona comprendan y practiquen la fe. Esa es la verdadera práctica budista.

Cuando el señor Toda asumió la segunda presidencia de la Soka Gakkai y juró llevar la membresía de la organización a 750 000 familias, yo también asumí un compromiso: «El señor Toda es un gran maestro de la propagación. Yo, discípulo suyo, seré un campeón de la propagación como él». Habiendo hecho esa promesa, me lancé con alma y vida al reto, y generé una marea de expansión sin precedentes en Kamata, Bunkyo, Osaka y Yamaguchi.

Recuerdo una reunión de diálogo en que los siete u ocho jóvenes que estaban participando como invitados decidieron ingresar en la Soka Gakkai. Les dije que practicar el budismo Nichiren era la clave para construir un estado de felicidad absoluta y les aseguré que mi mayor deseo era que cada uno de ellos tuviera la mejor vida posible.

Esta convicción, esta sinceridad, son lo que conmueve el corazón de nuestros amigos y los vuelve receptivos a nuestro mensaje.

La transmisión del budismo siempre debe basarse en profundizar la amistad y en crear lazos de confianza. En el mundo de hoy, donde abunda la charla superficial, el diálogo genuino es poco frecuente. Sin embargo, transmitir esta filosofía involucra un diálogo real, un intercambio estimulante cuyo eje es la profunda consideración hacia nuestros amigos, a quienes invitamos a recorrer juntos un camino de felicidad verdadera y completa.

En un genuino diálogo budista, se plantean cuestiones cruciales, como la forma más valiosa de vivir o la diferencia entre el bien y el mal, y muchas veces esto se debate a partir de experiencias reales o de la vida cotidiana. En la búsqueda de este tipo de diálogo se encuentra el camino más noble de la humanidad, y la esencia de propagar la Ley Mística. Al mismo tiempo, propagar el budismo implica enseñar a otros la solución fundamental al sufrimiento; en tal sentido, es la expresión más elevada del altruismo. Y es el camino directo para lograr nuestra revolución humana y romper los límites de nuestro ego.

Los que propagan la Ley Mística son verdaderos discípulos del Daishonin y continuadores de su espíritu. Nikko Shonin [el discípulo y sucesor directo de Nichiren Daishonin] elogiaba a todos los que transmitían valerosamente las enseñanzas; llegó a decir que debíamos venerar a los maestros de la Ley que se dedicaban a la propagación, tratándolos como a respetables veteranos aun cuando tuvieran menos tiempo de práctica budista que nosotros.1 Y los beneficios que adquieren los que transmiten la Ley son ilimitados e incalculables.

Con el deseo de contribuir a la felicidad de los semejantes y a la paz mundial, hemos hecho flamear en lo alto el estandarte del kosen-rufu y hemos proyectado en todo el mundo la benevolente luz del budismo, sin arredrar ante insultos y calumnias. Esta es la orgullosa y digna historia de la Soka Gakkai.

De la serie «Reflexiones sobre “La nueva revolución humana”», publicada en japonés en el Seikyo Shimbun, el 7 de octubre de 1998.

La sabiduría para ser feliz y crear la paz es una selección de las obras del presidente Ikeda sobre temas clave.

  • *1Artículo 15 de los Veintiséis artículos de advertencia de Nikko. Nikko Shonin, el sucesor designado por Nichiren Daishonin, escribió los Veintiséis artículos de advertencia de Nikko en 1333, en bien de los practicantes de generaciones futuras, para que estos mantuvieran la pureza de las enseñanzas. Allí se establece el espíritu fundamental de la fe, la práctica y el estudio. Véase Gosho zenshu, pág. 1618.