Parte 1: La felicidad; Capítulo 7: Felicidad para uno mismo y para los semejantes [7.5]

7.5 Ayudar a los demás nos enriquece como personas

El budismo es una vía que nos conduce hacia la felicidad de uno y de los otros, así como la victoria para todos. Servir a los demás mientras marchamos tras esta aspiración nos enriquece como seres humanos y se convierte en un tesoro personal de inmenso valor.

Aunque sembrar las semillas de la felicidad en la vida de la gente —una persona tras otra— pueda parecer un proceso largo y tedioso, pero en realidad es la tarea esencial para cambiar el planeta globalmente.

Si bien a un árbol le lleva mucho tiempo cobrar altura a partir de una diminuta semilla, cuando finalmente crece en toda su dimensión produce innumerables flores y frutos, y ofrece reparo a la gente a la sombra de su copa frondosa. Cada uno de nosotros debe aspirar a ser un árbol así de gigante.

El budismo Nichiren es el camino que nos conduce hacia la construcción de la felicidad personal y del bienestar para todos. No postula el martirio ni el sacrificio de otros. Aunque es noble el renunciamiento en bien del prójimo, no es algo que podamos esperar de todas las personas. Si esta conducta se extendiera a todos, sería un total despropósito.

Nuestro verdadero objetivo es que nosotros y los demás seamos igualmente felices. Hace falta, por tanto, un camino que permita a cada individuo triunfar en el nivel humano fundamental. Esto significa que nuestra búsqueda de la felicidad ajena debe producirnos una profunda satisfacción y llevarnos a sentir en el fuero más íntimo: «¡Ah, todo lo que estoy haciendo por la dicha de esa persona me está ayudando a mí a ser mejor! ¡Qué maravilloso!». «Lo que he hecho por ella me ha fortalecido mucho. ¡Estoy tan agradecida!». Lo cierto es que cuanto más nos esforzamos por el kosen-rufu, mayores son la sabiduría y la buena fortuna que adquirimos a título personal. Las actividades de la Soka Gakkai nos benefician a nosotros en la misma medida en que hacen bien a los demás.

Por ejemplo, supongamos que ustedes van al encuentro de alguien, oran por su felicidad y le envían cartas de aliento… Digamos que estos esfuerzos no son correspondidos, pero aun así siguen intentando sin desistir.

Este tipo de iniciativas podrán parecer de poca monta, y es probable que, a veces, ustedes mismos se pregunten si no estarán perdiendo el tiempo en cosas que no parecen dar resultado. Pero luego, cuando miren hacia atrás, verán que ni una sola de estas acciones habrá sido en vano, que esa persistencia de haber alentado les ha permitido convertirse en personas más fuertes y capaces.

Descubrirán que todo el daimoku que entonaron por la felicidad de un amigo ha enriquecido inmensamente la vida de ustedes. Cuanto más pase el tiempo —hablo de diez o veinte años, por ejemplo—, más visible se hará el valor incalculable de todos sus esfuerzos.

Llegará un día en que aquellos a quienes alentaron con tanta tenacidad les agradecerán su sincero compromiso. Les dirán sonriendo: «¡Cuánto me has ayudado a crecer en la fe!», o «Gracias a tu apoyo pude llegar a lograr todo esto».

¿Cuántas personas llegarán a decirnos esto a lo largo de la vida? No podría haber tesoro más valioso para nosotros.

Del libro Conversaciones sobre la juventud II, publicado en japonés en septiembre de 2000.

La «sabiduría para ser feliz y crear la paz» es una selección de las obras del presidente Ikeda sobre temas clave.