Parte 3: El kosen-rufu y la paz mundial
Capítulo 28: Los tres presidentes fundadores y el camino de maestro y discípulo [28.19]

28.19 El 2 de abril, «Recordando a mi maestro, Josei Toda»

El presidente Ikeda cuenta de qué manera se puso de pie resueltamente como sucesor del maestro Toda para cumplir la misión del kosen-rufu mundial que su mentor le había confiado.

En la noche del 16 de marzo de 1958, después de la gran ceremonia realizada a los pies del monte Fuji, el presidente Toda me dijo:

—Daisaku, hay asuntos más urgentes de los cuales necesito que te ocupes en la sede central; por favor adelántate a mí, regresa a Tokio y encárgate de ellos.

Hice como me pidió y, después de resolver una montaña de trabajo que se había apilado sobre mi escritorio, volví al Templo Principal sin un momento de demora. Encontré al presidente Toda todavía más débil, pero cuando me vio, sonrió aliviado.

Pasó los días siguientes en cama, pero me llamaba a su lado a menudo. Mi maestro incluso pidió que extendieran una colchoneta a los pies de su cama para que yo pudiera pasar la noche a distancia cercana.

A menudo me preguntaba qué libros estaba leyendo.

Me dijo una de esas veces que había leído el Compendio de dieciocho historias y se puso a hablarme sobre el estadista Xiao He de la antigua China. Liu Bang, fundador de la dinastía Han, había elogiado a Xiao He luego de conquistar el reino, declarando que era su más valioso ministro. Este, en efecto, había hecho denodados esfuerzos por asegurar que los soldados luchasen con brío en el campo de batalla, disponiendo que no les faltaran armas ni abundantes provisiones. De la misma manera, dijo el presidente Toda, era esencial que la Soka Gakkai protegiera, agradeciera y elogiara siempre a quienes trabajaban arduamente entre bambalinas. Esa era la forma de asegurar que la organización floreciera eternamente. Y recalcó varias veces este importante aspecto del liderazgo.

En esos últimos días, una mañana me dijo:

—Daisaku, ayer soñé que viajaba a México.

Un pasaje del escrito El logro de la budeidad en esta existencia señala: «La vida, a cada instante [o nuestra mente en cada instante vital], impregna por completo el mundo de los fenómenos».1 La mente del señor Toda atravesaba la vastedad del mundo y llegaba incluso hasta América Latina, en el extremo opuesto del Japón.

—Todos estaban esperando… Daisaku, tu verdadero escenario es el mundo.

Extendiendo la mano por debajo de la manta estrechó la mía, confiándome la larga y lejana travesía del kosen-rufu mundial en pos de la paz del mundo.

*

Una semana antes de morir, el presidente Toda dijo a un grupo de jóvenes:

—Cuando ya no esté, la persona que me sucederá como tercer presidente asumirá el pleno liderazgo de nuestro movimiento y establecerá las directrices y los medios para el kosen-rufu mundial. El tercer presidente trazará firmemente los cimientos para que, a partir del cuarto presidente, cualquier persona recta y honesta pueda cumplir igualmente las funciones de la presidencia. Si hacen las cosas tal como lo indique el tercer presidente, sin falta podrán lograr el kosen-rufu mundial.

Varios de los jóvenes allí presentes tuvieron el buen tino de comprender la importancia de lo que estaban escuchando y de asentar por escrito las palabras de su mentor.

Todo depende de los discípulos.

Como afirma claramente el Daishonin: «[S]i un maestro posee un buen discípulo, el fruto de la budeidad será para ambos, pero si aquel, forja a un mal discípulo, los dos caerán en el infierno. Si el mentor y el discípulo tienen distintos propósitos, nunca conseguirán nada».2

*

El 30 de marzo de 1958 regresé a Tokio y, luego de dialogar con la familia del presidente Toda, hice arreglos para disponer su internación hospitalaria. Al día siguiente, me reencontré con él en el Templo Principal.

Poco después de las dos de la madrugada del 1.º de abril, partió en automóvil desde el albergue Rikyo-bo. Viajó tendido en su futón, y yo lo acompañé toda la noche a su lado. En la estación Numazu, lo ubicamos en un coche-cama en el expreso de las 4.20 de la mañana y llegamos a la estación de Tokio poco antes de las siete. De allí fuimos directo al Hospital de la Universidad Nihon, en Surugadai. Luego de solicitar que le dieran los mejores cuidados posibles, me fui del hospital poco después de las 9.

El día siguiente, 2 de abril, amaneció nublado y frío.

Esa mañana, consciente del momento que estábamos viviendo, convoqué a los líderes de la División de Jóvenes a una reunión de suma urgencia. Allí propuse que, a partir del día siguiente, todas las mañanas durante una semana nos reuniéramos un grupo de representantes en la sede central de la Soka Gakkai para hacer el gongyo y orar juntos por la recuperación del señor Toda. Quería hacer todo lo que pudiera por mi maestro, en ese mismo instante. Le habría dado mi vida si hubiera podido. Me senté a orar por su recuperación… Oré con toda mi alma…

Cuando supimos luego que, esa mañana, nuestro maestro había dado señales de mejoría, nuestro júbilo fue inmenso. Aún recuerdo claramente que, al escuchar la noticia, redoblamos las oraciones.

A las cinco de la tarde, en la sede central se convocó a una reunión conjunta de la junta directiva y responsables principales de la División de Jóvenes para deliberar sobre la reunión de líderes de la sede central que debía celebrarse el día siguiente, y sobre el examen de ingreso en el Departamento de Estudio que estaba previsto realizar cuatro días más tarde (el 6 de abril). Todos teníamos confianza en la recuperación del presidente Toda.

Cuando la reunión estaba a punto de terminar, el encargado del edificio golpeó la puerta. Había una llamada del hijo del señor Toda, desde el hospital.

Corrí a la oficina del casero para atender el teléfono y recibí como si fuera un golpe la trágica noticia:

—Acaba de fallecer mi padre.

Aun hoy, me resulta imposible describir la conmoción que experimenté en ese momento. Es algo que tendré que llevar por siempre, en lo más íntimo de mi corazón.

Mi maestro, Josei Toda, había fallecido de un paro cardíaco a las 6.30 de la tarde. Así había concluido noblemente su existencia o, para emplear las palabras del Sutra del loto, «como medio hábil dio la impresión de entrar en el nirvana3»4.

Recuerdo la expresión serena de su rostro cuando lo había acompañado al hospital, el día anterior. Esa había sido nuestra despedida final en esta existencia.

Abrumado de emoción, fui a transmitir la noticia a los demás. De inmediato, deliberamos sobre las cuestiones cruciales y, después, corrí hasta el hospital.

*

Esa misma noche, escribí en mi diario: «Ah, 2 de abril… Esta jornada quedará grabada para siempre en la historia de la Soka Gakkai, en la historia de mi vida, y en la vida de sus discípulos. […] Ha llegado a su fin la vida de un gran héroe de la Ley Mística, una figura monumental del kosen-rufu».

Pero el budismo es profundo, y sus principios, verdaderos. Aunque mi maestro ha fallecido, sigue existiendo por toda la eternidad en lo más profundo de mi corazón, en «el palacio de la novena conciencia [la naturaleza de buda], la realidad invariable que reina sobre todas las funciones de la vida».5 Allí, me alienta y me anima a seguir luchando como discípulo suyo en bien del kosen-rufu y solo por el kosen-rufu.

Mi mentor lo dio todo de sí mismo, sin guardarse nada.
Propagó la Ley Mística desinteresadamente.
Trabajó con valentía y vigor.
Arremetió intrépidamente.
Perseveró y superó todas las adversidades para poder difundir la enseñanza correcta.
Refutó lo erróneo y reveló lo verdadero.
Estas cualidades expresan la raíz de su espíritu de lucha siempre victorioso, que transmitió a su discípulo genuino.

Por eso no podía dejar que el ímpetu de la Soka Gakkai flaqueara un solo instante. Juré, con la dinámica energía del sol naciente de un nuevo día: «Los discípulos arrogantes con el tiempo abandonarán la organización. Los discípulos manipuladores y egoístas comenzarán a hablar mal de la Soka Gakkai. Cuán temible es la debilidad del corazón humano… Cuán temible es la falta de agradecimiento al propio mentor. ¡Este es el momento de alzar el telón de la victoria perpetua, y dar paso al segundo acto de la batalla decisiva por el kosen-rufu! ¡Me pondré de pie y triunfaré!».

De la serie de ensayos «Resplandor del siglo de la humanidad», publicada en japonés en el Seikyo Shimbun el 1.º y 5 de abril de 2007.

Sabiduría para ser feliz y crear la paz es una selección de las obras del presidente Ikeda sobre temas clave.

  • *1El logro de la budeidad en esta existencia, en Los escritos de Nichiren Daishonin (END), pág. 3.
  • *2Florecer y dar grano, en END, pág. 952.
  • *3En el Sutra del loto, Shakyamuni declara que su vida como buda es eterna, pero que él se extingue o entra en el nirvana para suscitar el espíritu de búsqueda de las personas.
  • *4Véase El Sutra del loto, cap. 16, pág. 228.
  • *5El verdadero aspecto del Gohonzon, en END, pág. 873.