Parte 3: El kosen-rufu y la paz mundial
Capítulo 28: Los tres presidentes fundadores y el camino de maestro y discípulo [28.18]

28.18 El 16 de marzo, la eterna ceremonia del mentor y los discípulos

El presidente Ikeda recuerda la ceremonia inmortal del 16 de marzo de 1958, en que Josei Toda le encomendó el futuro del kosen-rufu, y su lucha conjunta basada en la inseparabilidad de maestro y discípulo.

He cumplido el juramento que hice a mi mentor.
He cumplido el juramento que hice a mis camaradas.
He cumplido cada una de las metas que me propuse lograr.

Aquel día en que nos reunimos al pie del monte Fuji comenzó una nueva fase de desarrollo para nuestro movimiento por el kosen-rufu.

Fue una jornada fría. El majestuoso Fuji nos contemplaba desde la altura.

La ceremonia del 16 de marzo tuvo un tono festivo y colmado de esperanza. El presidente Toda anunció que transfería el relevo del kosen-rufu a los jóvenes. Y sus palabras encendieron en el corazón de sus discípulos juveniles la fúlgida llama de la misión.

Ese día de 1958, unos seis mil jóvenes nos congregamos al lado de nuestro mentor, el presidente Toda, cuya vida se acercaba a su fin. Con todo, celebramos la jornada con enorme alegría y excitación. De todos los rincones del Japón llegaron valientes jóvenes que estaban dedicando su vida al kosen-rufu. Se estrechaban la mano, se palmeaban el hombro, reían y conversaban unos con otros… Era como si ya estuvieran felicitándose por sus futuras victorias.

Muchas actividades y eventos que se realizaron ese mismo mes, en marzo de 1958, fueron en cierta manera la culminación de la vida y de todos los logros del maestro Toda.

Cuando mi mentor llegó al Templo Principal, a fines de febrero, ya se encontraba en mal estado de salud. Varias veces tuvo que ser asistido por el médico. Pero, enfermo como estaba, la voz del maestro del kosen-rufu seguía siendo firme y penetrante como siempre.

En un momento dado, dijo:

—Daisaku, no te apartes de mi lado. ¡Quiero que estés aquí a cada minuto!

El 1.º de marzo, me dijo:

—Daisaku, dejo lo que resta en tus manos. ¡Cuento contigo!

Poco después, sugirió que el 16 de marzo lleváramos a cabo una ceremonia que sirviese como puesta a prueba o ensayo general del kosen-rufu.

El presidente Toda sabía que no se recuperaría, y que ya no podría volver a liderar el movimiento de la Soka Gakkai. Había vivido fiel a las palabras del Daishonin que dicen: «La vida es limitada y no debemos escatimarla. A lo que debemos aspirar, en última instancia, es a la tierra de Buda».1

El 16 de marzo fue una ceremonia para afirmar por toda la eternidad el espíritu altruista del presidente Toda, y para transferir ese legado a la generación siguiente. También fue una ceremonia de solo dos personas, en inseparabilidad de maestro y discípulo, en la cual me entregó el relevo del kosen-rufu.

Consciente del profundo significado de ese acontecimiento, asumí la plena responsabilidad y me dediqué a preparar la actividad con mi máximo esfuerzo.

Aunque el presidente Toda se debilitaba día a día, seguía luchando implacablemente contra el «demonio» o impedimento de la muerte, para poder llegar con vida al 16 de marzo y confiarnos el futuro enteramente, a mí y al resto de los jóvenes de la Soka Gakkai.

Yo estaba siempre disponible para él, asistiéndolo y ofreciéndole mi ayuda. Me mandaba llamar con frecuencia y me hablaba de importantes planes futuros para el desarrollo del kosen-rufu.

Por mi parte, recibía cada una de sus palabras como su última voluntad. Todas ellas eran, para mí, como el prefacio de esa gran ceremonia de transferencia a sus sucesores que estaba por celebrarse.

Incluso antes de haber fijado la fecha para la actividad, ya estaba tomando diversas medidas pensando en alentar a la gente joven. Por ejemplo, recuerdo que mandó preparar sopa de cerdo para que cuando estos llegaran al Templo Principal a primera hora de la mañana con frío pudieran comer algo sustancioso.

—Estaré al frente del encuentro —dijo. Pero estaba tan débil que ni siquiera podía caminar.

Dispuse que varios jóvenes de confianza construyeran un palanquín para transportarlo. Al verlo, exclamó:

—¡Es demasiado grande! ¡No resultará práctico en la batalla!

Sentí cómo, hasta el último momento, seguía volcando cada palmo de su energía en enseñarnos, en guiar a sus amados discípulos… Mi agradecimiento fue tan inmenso que, en lo más hondo de mi corazón, lloré por dentro.

Sin embargo, en respuesta a nuestro sincero esfuerzo, accedió a que ese día lo lleváramos en la litera, y desde allí serenamente condujo la actividad. Los jóvenes que cargaban el palanquín sobre los hombros estaban encantados, aun con la frente perlada de sudor.

Fue en ese grandioso evento donde el presidente Toda declaró:

—¡La Soka Gakkai es la reina del mundo religioso!

Y yo grabé en mi pecho, de por vida, ese rugido, ese clamor apasionado. Juré que lo haría realidad por el resto de los tiempos. Reinar en el mundo de las religiones significa guiar en los ámbitos de la filosofía y del pensamiento.

Para nosotros, la ceremonia del 16 de marzo fue la representación viva de las palabras que cita el Daishonin en sus enseñanzas: «La asamblea sobre el sagrado Pico del Águila […] prosigue en su estado solemne, y aún no se ha disgregado».2

Un día, poco tiempo después del acto, el presidente Toda me hizo notar severamente, hablando de las señales de declinación que advertía en el clero de la Nichiren Shoshu: «Jamás seas negligente en la batalla contra la corrupción».

Tenía la clara premonición de que los sacerdotes se volverían cada vez más impuros y corruptos. Ese fue una de las últimas recomendaciones que me dio.

El 16 de marzo es el eterno punto de partida de la «verdadera causa», en que todos los discípulos se ponen de pie para perpetuar el legado de su mentor. Yo inicio cada día con determinación renovada; para mí, cada jornada es el 16 de marzo.

De la serie de ensayos «Reflexiones sobre “La nueva revolución humana”», publicada en japonés en el Seikyo Shimbun el 8 de marzo de 1998.

Sabiduría para ser feliz y crear la paz es una selección de las obras del presidente Ikeda sobre temas clave.

  • *1La aspiración a la tierra de buda, en Los escritos de Nichiren Daishonin, pág. 224.
  • *2Este pasaje de Palabras y frases del «Sutra del loto» , del gran maestro T’ien-t’ai, citado por Nichiren Daishonin en el Registro de las enseñanzas transmitidas oralmente, afirma que la asamblea del Pico del Águila donde Shakyamuni predica el Sutra del loto es eterna y no tiene fin. Véase The Record of the Orally Transmitted Teachings (Registro de las enseñanzas transmitidas oralmente), trad. ingl. por Burton Watson, Tokio: Soka Gakkai, 2004, pág. 135.