Parte 1: La felicidad; Capítulo 2:
Cultivar un estado de vida feliz [2.7]

2.7 Establecer el estado de budeidad como tendencia básica de la vida

En estos textos escogidos, el presidente Ikeda explica que, en el budismo Nichiren, la budeidad no es algo que el practicante espera lograr después de la muerte, sino un estado de vida abierto y activo, que ponemos en juego desde nuestro interior, tal como somos.

Una forma de considerar el principio de que cada uno de nosotros expresa la «posesión mutua de los diez estados»1 es desde la perspectiva de nuestro estado básico de vida. Aunque todos poseemos los diez estados, la vida tiende a inclinarse mayormente hacia uno de ellos en particular. De hecho, algunos se inclinan básicamente hacia el infierno, mientras que otros tienden naturalmente al estado de bodisatva. En otras palabras, podríamos pensar en ello como un «patrón habitual» de vida, una predisposición creada a partir de las causas kármicas que la persona ha acumulado desde el pasado.

Así como un resorte o muelle vuelve a su forma original después de estirarse, la gente tiende a retornar a su propensión fundamental. Pero, aunque el estado de vida básico de alguien sea el infierno, eso no quiere decir que permanecerá en él las veinticuatro horas del día, sino que cambiará de estado constantemente; por ejemplo, a veces manifestará el estado de los seres humanos, a veces el de los asuras o ira, y así sucesivamente. Del mismo modo, alguien cuya tendencia básica es el estado de ira —el afán de ser siempre mejor que los demás— también a veces manifestará estados más elevados, como el de los seres celestiales o bodisatva. Con todo, aunque momentáneamente exprese el estado de bodisatva, pronto volverá a su condición habitual: el estado de ira.

Cambiar el estado básico implica llevar a cabo la revolución humana y transformar fundamentalmente nuestra manera de experimentar la vida. Es decir, cambiar nuestro enfoque mental o determinación en el nivel más profundo. La tendencia básica determina el tipo de existencia que tendremos. Por ejemplo, podemos pensar que alguien cuyo estado habitual es el de las entidades hambrientas viaja a bordo de una nave llamada Ansias. Esa persona sigue la ruta de navegación del estado de las entidades hambrientas, aunque a veces sienta alegría o por momentos sufra. Podrá haber variaciones, pero el barco avanzará siguiendo el rumbo trazado. En consecuencia, quien esté a bordo verá todo teñido de los matices del estado de las entidades hambrientas. Incluso después de morir, su vida subsiste fusionada con ese mismo estado que existe en el universo.

«Lograr la budeidad» significa establecer el estado de buda como tendencia básica de la vida. Desde luego, aun cuando la budeidad se consolide como estado fundamental, las preocupaciones y sufrimientos no desaparecerán para nosotros, porque seguimos teniendo los nueve estados. Pero la base de nuestra vida se orientará a la esperanza y, cada vez más a menudo, nos encontraremos experimentando condiciones de seguridad y de alegría.

Mi maestro Josei Toda una vez explicó lo siguiente:

Aunque se enfermen, respondan con la actitud de quien siente: «Está todo bien. Sé que si hago daimoku al Gohonzon voy a recuperarme». ¿No es la budeidad un estado que nos permite vivir con total paz espiritual? Dicho esto, como los nueve estados son inherentes a la budeidad, puede que cada tanto nos enojemos o tengamos problemas. Por lo tanto, gozar de total paz espiritual no significa renunciar a la ira o a otros sentimientos humanos. Cuando sucede algo perturbador, es natural preocuparnos. Pero en lo más profundo de nuestro ser, tendremos una profunda sensación de seguridad. A esto se refiere ser un buda […].

Si podemos considerar que el solo hecho de vivir es una dicha absoluta, ¿no es esto ser un buda? ¿No significa adquirir el mismo estado de vida que el Daishonin? Aun frente a la amenaza de ser decapitado, el Daishonin conservó la calma y la compostura. Si cualquiera de nosotros se encontrara en esa situación, ¡caeríamos en estado de pánico total! Cuando el Daishonin fue desterrado a un lugar como la isla de Sado, siguió enseñando a sus discípulos y orientándolos sobre diversas cuestiones, e incluso escribió obras capitales como La apertura de los ojos o El objeto de devoción para observar la vida. De no haber tenido un firme estado de paz espiritual, jamás habría podido redactar tratados tan profundos [en circunstancias tan difíciles].2

Nuestra práctica diaria del gongyo —que consiste en recitar partes del Sutra del loto y en entonar Nam-myoho-renge-kyo— es una solemne ceremonia en la cual fusionamos nuestra vida con el estado de budeidad. La dedicación persistente y sincera a la práctica para manifestar dicha condición innata nos permite activar este estado supremo en nuestra vida, de manera firme e inamovible como la tierra. Sobre esta base, sobre este escenario sólido, podemos representar libremente, a cada instante, la saga de los nueve estados.

Por otro lado, el kosen-rufu es el desafío de establecer la budeidad como estado básico de la sociedad. La clave está en incrementar la presencia de personas que compartan nuestras nobles aspiraciones.

Cuando nuestra base es la fe en el budismo Nichiren, ningún esfuerzo que hagamos se echa a perder. Al afirmar la budeidad como estado básico, podemos avanzar hacia un futuro de esperanza y crear valor positivo a partir de todos nuestros quehaceres en los nueve estados, pasados o actuales. De hecho, todas nuestras actividades y contiendas en los nueve estados pasan a ser un nutrimento que refuerza ese estado supremo en nuestra vida.

De acuerdo con el principio budista de que «los deseos mundanos conducen a la iluminación», los sufrimientos (deseos mundanos o pulsiones ilusorias de los nueve estados) pasan a ser el «combustible» que aviva el gozo de vivir (la iluminación o estado de budeidad). Es algo similar al proceso metabólico que permite al cuerpo digerir los alimentos y convertir los nutrientes en energía.

Un buda que no se vincula con las aflicciones reales de los nueve estados no es un buda auténtico; es decir, no corporifica la posesión mutua de los diez estados. Este es el mensaje esencial del capítulo «La duración de la vida» (16.o del Sutra del loto).

Otra característica de la budeidad es la disposición voluntaria a asumir incluso los sufrimientos del infierno. Esto se refiere al estado de infierno contenido en la budeidad, que, además, se distingue por el sentido de responsabilidad y de amor compasivo a los semejantes, ya que, a la par de brindar empatía, permite asumir dificultades a sabiendas, si eso contribuye a la dicha y al bienestar de los otros. La postura de afrontar problemas y sufrimientos en beneficio del prójimo fortalece la budeidad en nuestra vida.

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La práctica budista nos permite vivir fieles a nosotros mismos, gracias al principio de la posesión mutua de los diez estados. Las enseñanzas budistas que carecen de este concepto rechazan los nueve estados y consideran que extinguir esos estados inferiores es lo que conduce a la budeidad. Pero este enfoque, ciertamente, resta valor a nuestra condición humana: postula una vida de prohibiciones y de mandamientos, de constante negación del yo y de culpabilización, cuya vía inevitable es «reducir el cuerpo a cenizas y aniquilar la conciencia».3 Desde luego, la autodisciplina y la autorreflexión son actitudes importantes, pero llevadas al extremo pueden convertirnos en personas rígidas y cerradas, que no se permiten conocer el significado de estar vivas.

En estos casos, el remedio puede ser peor que la enfermedad. Un enfoque más útil, a menudo, puede ser dejar pasar los defectos de los demás y en cambio darles esperanza y sentido de propósito para que puedan avanzar con actitud positiva. Quien encauza así su vida, con enérgica convicción en sí mismo, puede naturalmente ir reconociendo y transformando sus faltas. Por ejemplo, el defecto de la impaciencia puede atemperarse como la virtud del dinamismo.

Esto es válido para nuestra propia vida, pero también es una pauta valiosa para forjar a otros. La clave reside en ser fieles a nosotros mismos; no se trata de impresionar a los demás ni de pretender ser alguien distinto. Somos todos seres humanos; hay cosas que nos hacen reír y otras que nos mueven al llanto. Estamos sujetos a irritarnos o a sentirnos confundidos.

Pero cuando nos comprometemos con el kosen-rufu en el nivel más profundo de nuestro ser, sin renunciar a nuestra vida como personas comunes, el estado de budeidad se va convirtiendo en nuestra tendencia fundamental.

Cuando corresponde enojarnos, permitámonos esa respuesta; cuando hay motivos de preocupación, preocupémonos; y cuando algo es gracioso o placentero, riámonos o disfrutemos. El Daishonin afirma: «Sufra lo que tenga que sufrir, goce lo que tenga que gozar».4 Vivir de este modo cada día, con júbilo y fuerza vital, es avanzar enérgicamente hacia el objetivo de la felicidad absoluta para nosotros y para los demás.

Del libro La sabiduría del «Sutra del loto», vol. 4, publicado en japonés en diciembre de 1998.

La «sabiduría para ser feliz y crear la paz» es una selección de las obras del presidente Ikeda sobre temas clave.

  • *1Posesión mutua de los diez estados: Principio según el cual cada uno de los diez estados posee el potencial de los diez en sí mismo. «Posesión mutua» quiere decir que la vida no se encuentra fijada en un estado específico, dentro de los diez estados, sino que puede manifestar cualquiera de ellos, desde el infierno hasta la budeidad, en cualquier momento dado. Lo importante de este principio es que todos los seres, en cualquiera de los nueve estados, poseen la naturaleza de Buda. Cada persona, entonces, tiene el potencial de manifestar la budeidad, mientras que un buda también posee los nueve estados y, en tal sentido, no es un ser separado o distinto de la gente común.
  • *2TODA, Josei: Toda Josei zenshu (Obras completas de Josei Toda), Tokio: Seikyo Shimbunsha, 1982, vol. 2, págs. 446-447.
  • *3Reducir el cuerpo a cenizas y aniquilar la conciencia: Referencia a una doctrina postulada por algunas escuelas budistas que afirma que solo es posible lograr el nirvana y escapar de las aflicciones ligadas al ciclo interminable de nacimiento y muerte a través de extinguir el cuerpo y la mente, que son el origen de los deseos mundanos, las ilusiones y los sufrimientos.
  • *4La felicidad en este mundo, en Los escritos de Nichiren Daishonin, pág. 715.