Parte 1: La felicidad; Capítulo 2:
Cultivar un estado de vida feliz [2.6]

2.6 Activar la ilimitada fuerza vital de la budeidad

El presidente Ikeda explica la naturaleza de la budeidad, el estado más elevado de la vida según el análisis budista que enuncia el principio sobre la posesión mutua de los diez estados y su modo de manifestar.

La vida, sujeta a un cambio continuo que no cesa ni un instante, se experimenta de acuerdo con diez modos diferenciados, que el budismo identifica como los «diez estados de la vida». Ellos abarcan los «seis senderos» —los estados de infierno, de las entidades hambrientas, de los animales, de los asuras, de los seres humanos y de los seres celestiales— y los «cuatro nobles caminos» —los estados de los que escuchan la voz, de los que toman conciencia de la causa, de los bodisatvas y de los budas—. En su aspecto real, la vida posee en todo momento los mencionados diez estados potenciales.

Ninguno de ellos se manifiesta en nuestra vida como una condición fija y estática. Por el contrario, los diez estados están sujetos a un cambio incesante. La profunda mirada del budismo sobre esta naturaleza dinámica de la vida se expresa en el principio de la «posesión mutua de los diez estados».1

En su tratado El objeto de devoción para observar la vida, Nichiren Daishonin explica en forma clara y sencilla el modo en que el estado de los seres humanos conserva en sí mismo los otros nueve estados:

Cuando en distintos momentos observamos la faz de una persona, a veces la encontramos feliz; a veces, furiosa; en ocasiones, serena. En ciertas circunstancias, el rostro humano expresa codicia; en otras, necedad, y en otras, perversidad. El odio corresponde al estado de infierno; la codicia, al de las entidades hambrientas; la estupidez, al de los animales; la perversidad, al de los asuras; la alegría, al de los seres celestiales; la calma, al de los seres humanos.2

Los nueve estados están continuamente aflorando o volviendo a la latencia en nuestro interior. Es algo que nuestras experiencias cotidianas nos permiten ver, sentir y reconocer.

Es importante notar, al respecto, que las enseñanzas del budismo —desde su mismísimo origen— se han enfocado en permitir a las personas manifestar el noble e infinitamente poderoso estado de vida de la budeidad. Y, por cierto, este debería ser siempre el propósito de la práctica budista. El budismo Nichiren, orientado a ello, estableció un objeto de devoción correcto [el Gohonzon de Nam-myoho-renge-kyo] y un medio práctico para revelar nuestra budeidad inherente. En tal sentido, es una práctica abierta a todos.

Si examinamos la historia hasta el presente, vemos que los seres humanos hemos vivido siempre sujetos a repetir el ciclo de los seis senderos o seis estados inferiores. La palabra japonesa que denota el «infierno» (jigoku; literalmente, «cárcel de la tierra») contiene el carácter «tierra», lo cual significa estar arraigado o sujeto a lo más bajo. La sociedad y el género humano nunca podrán experimentar una plenitud esencial a menos que los sujetos consideren seriamente cómo soltar las ataduras a esos estados inferiores y elevar la condición humana. Aun en este mundo perturbado y corrupto en que vivimos, el budismo descubre en la vida del ser humano el potencial más digno y sublime de la budeidad.

Aunque nuestra vida siempre se mueva en los seis senderos, podemos activar la fuerza vital ilimitada de la budeidad enfocando nuestra mente en el objeto correcto de devoción y procurando la «fusión entre la realidad y la sabiduría».3

La budeidad es algo difícil de describir con palabras. A diferencia de los otros nueve estados, no se expresa de manera específica. Es la función esencial de la vida que orienta los nueve estados hacia la creación de valor ilimitado.

Aun en días lluviosos o nublados, cuando un avión alcanza una altura de diez mil metros ya ha atravesado la capa de nubes y puede navegar por un cielo despejado e iluminado por el sol. Así, avanza serenamente hacia su destino. De forma análoga, por difícil o dolorosa que sea nuestra existencia cotidiana, si hacemos brillar espléndidamente el sol en nuestro corazón, podemos superar cualquier obstáculo con calma y compostura. Ese sol interior es una metáfora apta para describir el estado de budeidad.

En cierto sentido, como expresa el Daishonin en el Registro de las enseñanzas transmitidas oralmente, «[el estado de] bodisatva es un paso preliminar para lograr el efecto de la budeidad».4 La característica del estado de bodisatva es actuar en bien de la Ley, del pueblo y del orden social. Sin una conducta afirmada en la práctica del bodisatva, no podemos manifestar la budeidad. Dicho de otro modo, el estado de buda no es el resultado de un mero aprendizaje intelectual; el solo hecho de leer incontables escrituras o libros budistas no nos conducirá a la iluminación verdadera.

Además, manifestar ese estado supremo no significa cambiar de identidad o dejar de ser quienes somos. Seguimos siendo los mismos, y nuestra vida continúa transcurriendo en el ámbito de la realidad social y en el marco de los nueve estados y los seis senderos. La verdadera filosofía budista no expone la iluminación ni describe a los budas como algo ultraterreno o críptico.

Lo importante para nosotros, como seres humanos, es que nuestra vida se eleve de los estados bajos a los más nobles; que nuestra forma de vivir trascienda sus límites y restricciones, para expandirse de manera infinitamente vasta y amplia. La budeidad representa el estado más elevado de vida.

De libro Sobre la vida y el budismo, publicado en japonés en noviembre de 1986.

La «sabiduría para ser feliz y crear la paz» es una selección de las obras del presidente Ikeda sobre temas clave.

  • *1Posesión mutua de los diez estados: Principio según el cual cada uno de los diez estados posee el potencial de los diez en sí mismo. «Posesión mutua» quiere decir que la vida no se encuentra fijada en un estado específico, dentro de los diez estados, sino que puede manifestar cualquiera de ellos, desde el infierno hasta la budeidad, en cualquier momento dado. Lo importante de este principio es que todos los seres, en cualquiera de los nueve estados, poseen la naturaleza de Buda. Cada persona, entonces, tiene el potencial de manifestar la budeidad, mientras que un buda también posee los nueve estados y, en tal sentido, no es un ser separado o distinto de la gente común.
  • *2El objeto de devoción para observar la vida, en Los escritos de Nichiren Daishonin, pág. 377.
  • *3Fusión entre la realidad y la sabiduría: Fusión entre la realidad o verdad objetiva y la sabiduría subjetiva que permite comprender esa verdad, que es la naturaleza de Buda inherente a la vida.
  • *4Registro de las enseñanzas transmitidas oralmente, pág. 87.