Parte 2: La revolución humana
Capítulo 18: El budismo es una filosofía dialógica [18.1]

18.1 El diálogo es la esencia del budismo

Practicar el budismo Nichiren involucra dos aspectos: la práctica en bien de uno mismo y la práctica en bien de los demás. Esta última implica transmitir la Ley Mística basados en el profundo respeto a la vida de los semejantes y en el genuino deseo de que ellos sean felices. Pero la «práctica para los demás» no se limita a enseñar los principios e ideales budistas a la gente. El presidente Ikeda explica que también abarca el aliento benevolente por medio del diálogo, así como una conducta considerada, que exprese el respecto a todos los seres y a la dignidad de la vida, tal como propone el Sutra del loto. Además, significa inspirar al prójimo con nuestros avances reales en cada aspecto de nuestra existencia o, en otras palabras, por medio de nuestra revolución humana. El propio presidente Ikeda ha entablado infinidad de inspiradores intercambios con personas de todo el mundo, siempre fundamentado en los principios del budismo Nichiren.

Este capítulo ofrece orientaciones selectas del presidente Ikeda sobre la forma de llevar a cabo dichos diálogos.

Esencialmente, el budismo es una enseñanza dialógica. Su enorme conjunto de escrituras, conocido como las «ochenta mil enseñanzas», se originó en los sinceros diálogos de Shakyamuni con personas de todos los orígenes y estilos de vida.

Su primer sermón, «la primera vez que hizo girar la rueda de la Ley», no fue un discurso solitario pronunciado desde las alturas, sino una conversación abierta y franca con cinco amigos de antigua data, personas como él, que llevaban un buen tiempo en busca de la verdad.

Estos viejos camaradas no aceptaron de inmediato que él hubiera logrado la iluminación, tan solo porque él lo dijese. Por otro lado, Shakyamuni tampoco ejecutó ningún acto milagroso para convencerlos. Lo que hizo, en cambio, fue seguir invitándolos pacientemente a dialogar. Habló con ellos una y otra vez, presuntamente al cabo de varias jornadas, hasta que, al fin, se dieron por satisfechos.

Uno de sus amigos, Ajnata Kaundinya,1 entendió lo que Shakyamuni estaba planteando, y poco después los demás fueron siguiéndolo en este proceso. No es que los cinco hayan entendido su mensaje al mismo tiempo. Al principio, fue solo uno quien lo comprendió.

Lo importante es transmitir nuestro mensaje a la otra persona y hacer que esta lo comprenda. Todo lo demás viene en consecuencia.

Poco después de emprender su «travesía de diálogo», Shakyamuni conoció a un joven que vagaba por un bosque lamentándose de sus problemas. Shakyamuni se acercó a hablarle: «Joven, aquí no hay angustias. Ven y siéntate conmigo». De ese modo, lo invitó a hacerle compañía y a conversar.2

Shakyamuni siempre fue amigo de los desventurados y de quienes buscaban el Camino.

Uno de los significados de maitri, que en sánscrito significa «amor compasivo», es «corazón amistoso». Una temprana escritura budista describe la forma en que Shakyamuni interactuaba con los demás diciendo que era «acogedora y hospitalaria, amigable en el discurso, feliz en el encuentro humano, siempre agradable y brillante, deseosa de saludar a todos los que tenía por delante».3

No recibía a la gente con el ceño fruncido, como diciendo «Y usted, ¿qué quiere?», o con fría superioridad. Era un hombre que, aun irradiando dignidad, se mostraba accesible y mantenía invariablemente una actitud abierta.

Por eso toda clase de personas quería conocerlo y encontrarse con él: campesinos, mercaderes, eruditos, nobles y gobernantes. Ya fuese para batirse con él en debate o para confiarle sus congojas, todos ansiaban la oportunidad de discurrir con Shakyamuni.

La Soka Gakkai también es un foro de diálogo donde podemos hablar unos con otros sobre cualquier cuestión. Y por eso tantas personas asisten a nuestras animadas reuniones y actividades.

De hecho, en la época de Shakyamuni hablar con cualquier persona en pie de igualdad era una práctica muy revolucionaria, ya que la sociedad estaba gobernada y dividida por un rígido sistema de castas, que concentraba el poder en manos de los brahmanes.

Pero Shakyamuni respetaba de la misma manera a toda la gente con la cual se vinculaba. Por ejemplo, a un hombre de casta inferior que quiso ser su discípulo —una persona expuesta al desprecio y al maltrato desde siempre—, Shakyamuni lo recibió con los brazos abiertos y le confirió un título que expresaba supremo respeto.4

En este mundo, donde todas las cosas son transitorias, nadie puede eludir las aflicciones del nacimiento, la vejez, la enfermedad y la muerte, así sea súbdito o soberano. Shakyamuni siempre tuvo presente esta realidad de la existencia humana.

Una vez, el rey de Kosala5 fue a ver a Shakyamuni después de una larga ausencia, que justificó en nombre de sus ocupaciones como gobernante. Shakyamuni le preguntó qué haría el monarca si viese que una montaña alta como las nubes estuviera a punto de derrumbarse y aplastar el territorio de su reino, sin que hubiese forma de escapar a la destrucción. El rey contestó que, como en un caso así ningún poder secular serviría de nada, dedicaría el tiempo restante de su vida a hacer el bien. Esa montaña —respondió Shakyamuni— no es otra cosa que la vejez y la muerte.6

Los diálogos de Shakyamuni eran un medio para buscar una forma correcta de vivir, junto a las muchas personas con quienes tomaba contacto.

Para citar otro ejemplo, después de conversar con el Buda, un hombre que se quejaba de que su esposa estuviera practicando las enseñanzas budistas y otro que era terco y cascarrabias recuperaron la humildad de reflexionar sobre su propia vida.7

Un día, un campesino que estaba cultivando en su parcela le dijo a Shakyamuni sarcásticamente:

—¿Por qué no hace como yo, y se pone a arar y a sembrar?

—Yo también estoy arando y sembrando —fue la respuesta, que el otro no esperaba escuchar—. Mis semillas son la fe, y labro con el arado de la sabiduría. Mi cosecha es la liberación de todas las angustias.8

Esta gran metáfora seguramente habrá conmovido el corazón de cualquiera dedicado a la labranza.

En otra oportunidad, Shakyamuni se cruzó con una mujer que lloraba en el bosque, clamando el nombre de su hija fallecida.9

—Mujer, compréndete a ti misma —le dijo, alentándola en una dirección que, tiempo después, seguiría Sócrates con su aforismo «Conócete a ti mismo».

Con paciencia, Shakyamuni le explicó:

—En este bosque han enterrado a muchas hijas que responden al nombre que tú invocas. ¿A cuál de todas ellas estás llamando?

La pregunta de Shakyamuni estremeció a la mujer desconsolada, y le hizo entender que no era la única embargada por ese sufrimiento.

—Ah, has quitado el dardo, tan difícil de encontrar, que tenía clavado en el corazón —respondió ella, enjugándose las lágrimas, mientras decidía sumarse a él y recorrer el Camino.

En el Sutra del loto, Shakyamuni afirma que ha expuesto sus enseñanzas «recurriendo a diversas causas y semejanzas»,10 para adecuarlas a las distintas capacidades de las personas y permitirles a todas entender la Ley. En tal sentido, sus diálogos fueron una obra maestra de inmenso talento.

El budismo siempre ha sido una religión de diálogo y, por tal motivo, un sistema filosófico de genuino humanismo.

¡Sean personas de corazón abierto, expertas en el diálogo y valientes a la hora de enunciar la verdad! Estos son los honores de quienes practican el humanismo budista y, como tales, darán paso a una gran era dialógica en el siglo xxi.

Nichiren Daishonin nos exhorta: «Enséñeles a otros con toda su capacidad, aunque solo sea una oración o frase».11 Así pues, ¡avancemos manteniendo siempre viva y ardiente la llama del diálogo!

De la serie «Reflexiones sobre “La nueva revolución humana”», publicada en japonés en el Seikyo Shimbun, el 8 de marzo de 2002.

La sabiduría para ser feliz y crear la paz es una selección de las obras del presidente Ikeda sobre temas clave.

  • *1 Ajnata Kaundinya: Uno de los cinco ascetas que, habiendo escuchado el primer sermón de Shakyamuni, se convirtieron en sus primeros adeptos. Nació en una familia brahmánica de Kapilavastu, en la India septentrional. Cuando Shakyamuni renunció al mundo secular, Kaundinya y otros cuatro marcharon tras él, por órdenes del rey Shuddhodana —padre de Shakyamuni— y practicaron austeridades a su lado. Pero Shakyamuni, al cabo de un tiempo, decidió abandonar las prácticas ascéticas. Entonces, los cinco camaradas dejaron de seguirlo y se fueron al Parque de los Ciervos. Allí volvieron a encontrarse con aquel, cuando Shakyamuni había logrado la iluminación, y adoptaron sus enseñanzas.
  • *2Véase The Book of the Discipline (Vinaya-Pitaka) (El libro de la disciplina), trad. ingl. I. B. Horner, (Mahavagga), Oxford: Pali Text Society, 1993, vol. 4, págs. 22-23.
  • *3Véase «Sonadanda-sutta» y «Kutadanta-sutta», en Digha-nikaya I, ed. ingl. T. W. Rhys Davids y J. E. Carpenter, Londres: The Pali Text Society, 1889, Véase Nanden Daizokyo, ed. J. Takakusu, Tokio: Taisho Shinshu Daizokyo Publishing Society, 1935, vol. 6, págs. 172, 195.
  • *4The Elders’ Verses I (Theragatha, versos de los mayores I), trad. por K. R. Norman, Oxford: The Pali Text Society, 1995, pág. 62 (N.° 620-625).
  • *5Kosala: También llamado «Koshala». Reino de la antigua India situado en el territorio oriental de lo que hoy es Uttar Pradesh, el estado más septentrional del país.
  • *6Véase The Connected Discourses of the Buddha: A Translation of the Samyutta Nikaya (Discursos relacionados al Buda: Traducción del Samyutta), trad. ingl. Bhikkhu Bodhi, Oxford: Wisdom Publications, 2000, pág. 192.
  • *7Véase ib., págs. 254-255 y 274.
  • *8Véase ib., págs. 266-268.
  • *9The Elders’ Verses II (Theragatha, versos de los mayores II), trad. por K. R. Norman, Oxford: The Pali Text Society, 1995, pág. 8 (N.° 51-53).
  • *10El Sutra del loto, Tokio: Soka Gakkai, 2014, cap. 2, pág. 23.
  • *11El verdadero aspecto de todos los fenómenos, en Los escritos de Nichiren Daishonin, Tokio: Soka Gakkai, 2008, pág. 408.