Parte 2: La revolución humana
Capítulo 16: El budismo se centra en la victoria [16.3]

16.3 El budismo se originó en la victoria de Shakyamuni sobre sus propias funciones negativas

En su novela La nueva revolución humana, el presidente Ikeda desarrolla una recreación interpretativa de la vida de Shakyamuni, basada en diversas fuentes biográficas budistas y en la tradición histórica de esta filosofía. Estos pasajes describen la iluminación de Shakyamuni bajo el árbol bodhi como una saga de victoria espiritual sobre la ignorancia fundamental —las funciones destructivas inherentes a la vida—, pugna que constituye la contienda suprema del budismo.

Shakyamuni siguió meditando bajo el árbol bodhi.

Cuentan las escrituras budistas que, en ese momento, comenzaron a tentarlo los demonios. Según diversas fuentes, estos recurrieron a variados ingenios, algunos de los cuales —es interesante observar— buscaron distraerlo con palabras de aparente bondad y consideración.

Un demonio, por ejemplo, trató de desviarlo de su rumbo murmurándole con tono compasivo: «Has perdido mucho peso y te ves muy pálido… Pareces estar al borde de la muerte. Si continúas sentado de ese modo, será un milagro que sobrevivas…».

A su vez este, le mostró el peligro en que se hallaba e intentó persuadirlo para que abandonara las austeridades; pero su propósito real era convencerlo a seguir las enseñanzas del brahmanismo, con el argumento de que estas, sin necesidad de pasar dificultades, le darían grandes beneficios. Todo lo que Shakyamuni hiciera por lograr la iluminación —declaró el demonio— resultaría infructuoso.

El intento de esta función negativa parecía ser un reflejo de la lucha feroz que se estaba librando, en ese preciso instante, en la mente del propio Shakyamuni.

Lo asaltaba la duda, que agitaba su paz interior como un torbellino. Debilitado por la extenuación, casi sin reservas físicas, tal vez sentía la proximidad aterradora de la muerte… La tortura mental de Shakyamuni también tenía otras razones: sabiendo que su práctica anterior de austeridades extremas no le había servido, comenzaba a dudar y a cuestionarse si su abordaje actual para lograr la iluminación no le resultaría, como antes, igualmente inútil.

Se sentía acosado, al mismo tiempo, por la pulsión de los deseos mundanos, el hambre, la somnolencia, el miedo y la duda.

Esos «demonios» o «funciones negativas» no eran otra cosa que sus propias funciones mentales derivadas de la ilusión y los deseos, que buscaban confundirlo, disuadirlo a buscar la iluminación genuina. Esas pulsiones demoníacas a veces se expresan en apegos a los deseos mundanos; otras veces, a través de necesidades físicas como el sueño o el hambre. Pero, a su vez, generan procesos psíquicos como la angustia, la duda o el miedo para hacer que el practicante abandone su búsqueda emancipadora.

Cuando estos «demonios» consiguen su propósito, invariablemente crean un armazón de justificaciones para que la renuncia parezca legítima; estos argumentos circulares terminan convenciendo a la persona de que su falla es totalmente natural y razonable.

Ya que en los tiempos de Shakyamuni nadie había transitado aún el proceso de la iluminación y él era el primero en iniciarlo, era totalmente comprensible que dudara de su práctica bajo el árbol bodhi y se preguntara si, realmente, le serviría para lograr su cometido.

Las funciones destructivas siempre tientan a la mente a abrazar una conclusión aparentemente razonable que reivindica sus debilidades y sus necesidades emocionales profundas. Nichiren Daishonin lo advirtió con una cita apropiada: «El demonio cuidará de [esa persona] como si fuera su padre1».2

Pero Shakyamuni logró discernir el trabajo sutil que operaba en su mente y extrajo una poderosa fuerza vital para hacer a un lado todo pensamiento perturbador que lo atormentaba. En su fuero interior, lanzó un clamor: «¡Demonios! Podrán vencer a los cobardes, pero los valientes triunfarán. ¡Lucharé! ¡Prefiero morir batallando que vivir vencido!».

Esta proclama le devolvió la serenidad interior.

En paz, se dejó abrigar por el manto silencioso de la noche, bajo la fulgente bóveda estrellada.

La victoria sobre sus propios demonios insidiosos había despejado por completo su mente. Con esta nueva lucidez, revitalizado por la liberación, sentía un estado espiritual impecable como el firmamento azul.

***

Shakyamuni tomó conciencia de la naturaleza eterna de la vida y percibió la Ley que subyace a todos los seres, a través del pasado, presente y futuro.

En ese momento, los temores y las dudas que habían agitado su corazón como un denso sedimento desde que nació, desaparecieron por completo al instante. Había llegado, por fin, a las raíces hondas e inamovibles de su propia existencia.

La oscura ilusión que hasta entonces nublaba su alma había dado paso a una sabiduría luminosa y potente. Había abierto las puertas de una iluminación interior que le permitía ver todo sin obstrucciones, con claridad absoluta, como si observara el mundo desde la cumbre de una elevada montaña.

***

Durante un tiempo, Shakyamuni se limitó a deleitarse en la jubilosa revelación de la Ley, la ley de causa y efecto que gobierna todas las formas de vida y el universo. Pero pronto surgió en su conciencia una honda inquietud, y se vio ante un nuevo y penoso dilema: ¿debía enseñar esa Ley a otros o mantener su descubrimiento en reserva? La pregunta lo tuvo en vilo días enteros, sentado bajo el árbol bodhi.

Hasta ese momento, nadie había oído hablar de una Ley magnífica y suprema. Y, por supuesto, nadie se había dedicado a enseñarla. Entre el mundo luminoso que resplandecía en su interior y el mundo real que había a su alrededor se abría un enorme abismo.

Sus congéneres vivían expuestos a la angustia y al miedo… Temor a la enfermedad, a la vejez, a la muerte… Peleaban y luchaban unos contra otros, consumidos por los deseos. Y todo eso por ignorar la ley de la vida. Sin embargo, aunque él se aviniera a transmitirla, bien podía ocurrir que no lo entendieran.

Shakyamuni se sintió completamente solo. La suya era la soledad de alguien genuinamente iluminado, algo que solo experimentaban los que habían llegado a una comprensión esencial de la verdad desconocida para otros.

***

En ese momento —narra un texto—, los demonios reaparecieron para atormentar nuevamente a Shakyamuni. Este episodio puede interpretarse como una lid contra las funciones negativas de su propia mente: lo que en esta oportunidad buscaban impedir era que Shakyamuni expusiera la Ley a los demás.

La sola idea de difundir la Ley despertaba en él un alud de dudas y de cuestionamientos que no lo dejaba avanzar. La indecisión lo carcomía de angustia. Aun después de haberse iluminado como Buda, las funciones de la oscuridad seguían asediándolo y pugnando por filtrarse en su corazón a través de la grieta más pequeña.

Un buda no es alguien sobrehumano. Incluso una vez alcanzado ese estado sigue padeciendo problemas, sufrimientos e inquietudes; continúa sujeto a la enfermedad y a la tentación de las funciones negativas. Precisamente por ello, un buda es una persona valiente, tenaz y de acción continua, que jamás deja de confrontar las funciones destructivas de la vida.

Por muy elevado que sea nuestro nivel de desarrollo espiritual, sin un esfuerzo persistente por avanzar y mejorar, nuestra fe puede destruirse en un instante.

Según un texto budista, la deidad Brahma se presentó ante Shakyamuni, aun indeciso, le suplicó que predicara la Ley en bien de todas las personas. El episodio simboliza la poderosa determinación que nació en el Buda: daría un paso adelante y cumpliría con su misión…

«¡Me pondré en marcha! —resolvió por fin—. Quienes quieran aprender, me escucharán. Quienes no sean demasiado impuros, entenderán. ¡Avanzaré junto al pueblo, junto a aquellos sumidos en la ilusión y la ignorancia!».

Esta proclama dio paso a un oleaje de nueva energía que recorrió todo su ser. En ese instante y por la felicidad del género humano, se puso de pie un león colosal.

Del capítulo «El Buda», volumen 3 de La nueva revolución humana.

La sabiduría para ser feliz y crear la paz es una selección de las obras del presidente Ikeda sobre temas clave.

  • *1MIAO-LO: Comentario sobre «Gran concentración e introspección».
  • *2Véase El comportamiento del devoto del «Sutra del loto», en Los escritos de Nichiren Daishonin, pág. 809.