Parte 2: La revolución humana
Capítulo 11: ¿Qué es la revolución humana? [11.7]

11.7 Incrementar nuestra fortaleza interior

Natalya Sats, conocida en Rusia como «la madre del movimiento artístico infantil» y presidenta del Teatro Musical de Moscú para Niños (hoy, Teatro Musical Natalya Sats) fue injustamente encarcelada en su juventud, como disidente política, a manos del régimen soviético dictatorial a fines de 1930 y comienzos de los años 40. Privada de libertad, se dedicó a alentar a sus compañeras reclusas y convirtió la penitenciaría en una escuela y un teatro. En relación con el ejemplo de la señora Sats, el presidente Ikeda se explaya sobre la importancia de asumir la vida cotidiana como una saga de revolución humana, un proceso que se logra en el contexto de la lucha por superar la adversidad y las pruebas de la existencia.

Cuando cambiamos nuestra actitud o estado interior, también cambia nuestro entorno. El budismo enseña esto mediante las doctrinas sobre la inseparabilidad entre la vida y su ambiente, y sobre los tres mil aspectos contenidos en cada instante vital.

En prisión, al mirar a su alrededor, Natalya Sats vio mujeres dotadas de toda clase de talentos y aptitudes. De nada iba a servirle lamentarse de su situación. Pensó entonces: «Por qué no aprovechar esta oportunidad para aprender unas de otras, y compartir lo que nos vuelve especiales… ¿Por qué no crear una escuela? Ella podría dar clases de ciencia, la otra podría enseñarnos medicina…».

La señora Sats tenía una voz hermosa. En cierta ocasión, recitó un poema de Pushkin que conmovió y alentó a las demás reclusas.

La cárcel era un lugar oscuro y aislado del resto del mundo. Pero, justamente por eso, podía ser un sitio ideal para estudiar en silencio. Y un escenario sobre el cual disfrutar del teatro. Un cambio en la forma de ver las cosas puede transformarlo todo.

La señora Sats decidió que haría lo posible para que cada jornada fuese amena y valiosa.

Las personas realmente sabias son capaces de crear valor en cualquier circunstancia.

El budismo enseña que «[l]a mente es como un diestro pintor».1 Es capaz de representar todo tipo de realidades. Y la vida, en sí, es como un gran cuadro pintado por nuestra mente. Es una obra de arte creada por nuestro estado interior.

La señora Sats decidió, junto con sus compañeras de cárcel, que ninguna quedaría aislada y librada a la tristeza.

La soledad solo agudiza nuestra pena y la vuelve mucho más difícil de aliviar.

Somos seres sociales. Nuestra interacción con los semejantes es lo que nos vuelve plenamente humanos y nos enriquece de manera recíproca.

Por cierto, al integrar una organización, habrá veces en que un compañero pondrá a prueba nuestra tolerancia y también habrá momentos en que uno necesita estar solo. Pero si nos aislamos y cortamos los lazos con los demás, y eso hace que dejemos de practicar, ¡cuánto más solos y tristes habremos de sentirnos!

Interactuar con nuestros pares y compartir los momentos buenos y malos, los regocijos y sufrimientos de la vida nos permite crecer en un activo entorno humano.

Como muestra su ejemplo, la señora Sats fue una sabia filósofa y una humanista.

Para ser humanistas, no necesitamos proclamar teorías altisonantes. Lo que se requiere es creer de verdad en el ser humano y tratar de unir a las personas. De eso se trata el humanismo genuino. No es otra cosa que forjar lazos de amistad.

La amistad es una fuerza potente. La fortaleza esencial de la Soka Gakkai deriva de la amistad, la camaradería y la firme unión en la fe. La estructura organizativa es secundaria a todo esto. Nunca cometamos el error de invertir este orden verdadero de las cosas.

La organización es un medio para profundizar nuestra fe, amistad y fraternidad. Sería fatal confundir las prioridades. Cuando las cuestiones organizativas se convierten en un fin en sí mismas o en un asunto prioritario, la Soka Gakkai queda expuesta a los males del autoritarismo.

A través de las actividades que llevamos a cabo, y que nos permiten expandir una cultura de amistad en nuestro entorno social y comunitario, adquirimos día a día tesoros para la vida.

Somos practicantes del budismo Nichiren; en tal sentido, procuremos vivir de una manera que seamos apreciados y respetados por los demás, de modo que podamos ofrecer un ejemplo a seguir y perseveremos en la saga de nuestra propia revolución humana, cada uno fiel a sí mismo.

La clave está en cambiar por dentro.

No hay mejor forma de vivir que dedicarnos a la gesta personal de nuestra revolución humana, día tras día, respetando nuestra propia individualidad. El crecimiento que alcancemos en este proceso será una espléndida forma de transmitir la grandeza del budismo Nichiren a los demás.

Permítanme citar un conocido pasaje de La apertura de los ojos:

Aunque mis discípulos y yo encontremos toda clase de dificultades, si no albergamos dudas en nuestro corazón manifestaremos la budeidad en forma natural. No duden [del beneficio de practicar el Sutra del loto] tan solo porque el cielo no les brinde su protección; no se desalienten tan solo porque en esta existencia su vida no sea cómoda y segura. Es lo que he venido enseñando a mis discípulos día y noche, y sin embargo, han comenzado a albergar dudas y a abandonar la fe.

Cuando llega el momento crucial, los necios tienden a olvidar sus promesas.2

El Daishonin nos asegura que, si seguimos avanzando en la fe toda la vida, sin falta manifestaremos la budeidad; así pues, nos exhorta a perseverar por muchas dificultades que surjan en nuestro camino.

Como él mismo escribe: «Esta existencia es como un sueño. Nadie puede saber con certeza si mañana seguirá con vida».3 Dada la incertidumbre que caracteriza la vida y nuestra incapacidad de controlarla, es importante que nos esforcemos por lograr la budeidad en esta existencia y por establecerla como estado interior de ilimitada libertad, que prevalezca eternamente. Este es el propósito de la fe. Nuestra victoria en esta existencia depende de que establezcamos dicho estado básico de vida.

Pero el estado de vida no es algo que podamos cambiar meramente a través de la ciencia, la política o la economía; en cambio, se logra practicando las enseñanzas del budismo Nichiren. Y hemos tenido la inmensa buena fortuna de conocer esta filosofía en la existencia actual.

«No duden tan solo porque el cielo no les brinde su protección», indica el Daishonin. Desde una perspectiva a largo plazo, es seguro que obtendremos beneficios. Aunque la situación parezca adversa, tenemos la certeza de que convertiremos cualquier veneno en un remedio.

«No se desalienten tan solo porque en esta existencia su vida no sea cómoda y segura», advierte. Una vida fácil y resuelta no nos vuelve personas más fuertes. Cuando uno puede comer y dormir hasta hartarse cada vez que tiene ganas, se vuelve holgazán y cómodo.

Pero la lucha contra la adversidad nos conduce a establecer un estado de vida indestructible como el diamante. Por eso, el Daishonin escribe: «Surgirán dificultades, y a estas habrá que considerarlas [paz y bienestar]».4

La práctica budista está atravesada de difíciles retos, pero nos permite experimentar el júbilo indescriptible de la revolución humana, algo que jamás sería posible en una vida totalmente despreocupada. Por tal motivo, el Daishonin nos advierte estrictamente que, en los momentos cruciales, no olvidemos las promesas que hemos hecho en la fe.

Del discurso pronunciado en la reunión de la sede central para responsables celebrada en Tokio, el 16 de diciembre de 1996.

La sabiduría para ser feliz y crear la paz es una selección de las obras del presidente Ikeda sobre temas clave.

  • *1La apertura de los ojos, en END, pág. 273.
  • *2La apertura de los ojos, en END, pág. 300.
  • *3Una exhortación a no mezquinar los feudos, en END, pág. 865.
  • *4Véase Registro de las enseñanzas transmitidas oralmente, pág. 115.