Volumen 30: Capítulo 6, Juramento 91–100

Juramento 91

El presidente colombiano recibió calurosamente a Shin’ichi Yamamoto y, durante el encuentro, le hizo entrega de la Orden de San Carlos en el Grado de Gran Cruz.

Ese mismo día, tuvo lugar la ceremonia inaugural de la exhibición «Eternos tesoros de la cultura japonesa», durante la cual el director general del Instituto Colombiano de Cultura adscrito al Ministerio de Educación le confirió una medalla como reconocimiento a sus contribuciones en el ámbito cultural.

El 9 de febrero, Shin’ichi partió rumbo a Río de Janeiro, Brasil.

En el aeropuerto internacional de dicha ciudad, un señor mayor había estado esperando por dos horas la llegada de Shin’ichi.

Tenía una cabellera blanca y abundante, y las arrugas de su rostro reflejaban la intrépida lucha que habría librado a lo largo de la vida. Su andar, tal vez por la edad, era algo vacilante, pero la dignidad de su porte evocaba a un valeroso león y no aparentaba los noventa y cuatro años que tenía. Era Austregésilo de Athayde, presidente de la Academia Brasileña de Letras, destacado bastión del saber y de la cultura de América Latina y una de las instituciones que hizo llegar su invitación para que Shin’ichi visitara Brasil.

Después de graduarse de la Facultad de Derecho en Río de Janeiro, entonces capital de Brasil, el señor Athayde se había dedicado al periodismo. En la década de los treinta, había luchado contra la dictadura que gobernaba su país. Había sido apresado y obligado a vivir en el exilio por tres años. Después de la Segunda Guerra Mundial, representó a su país en la tercera reunión de la Asamblea General de las Naciones Unidas (en 1948), desempeñando un papel importante en la redacción de la Declaración Universal de Derechos Humanos junto con la activista social Eleanor Roosevelt, el premio nobel de la paz francés René Cassin y otros. Posteriormente, libró batallas contra la discriminación como columnista, e incluso después de haber sido nombrado director de la Academia Brasileña de Letras, luchó blandiendo la pluma.

Un amigo que vivía en Europa le había comentado al señor Athayde acerca del líder de la SGI. Luego de haber leído los escritos de Shin’ichi y mantenido conversaciones con los miembros de la SGI de Brasil, había comenzado a sentir un gran interés y empatía hacia el pensamiento y el proceder de Shin’ichi, y había abrigado la esperanza de poder conocerlo en persona.

En el aeropuerto, el señor Athayde aguardaba ansiosamente la llegada de Shin’ichi.

Preocupado por la salud del señor Athayde, un responsable de la SGI sugirió que se sentara y descansara un momento, pero él le respondió: «Estuve esperando al presidente Yamamoto durante noventa y cuatro años. Una o dos horas no es nada».

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Shin’ichi Yamamoto llegó al aeropuerto de Río de Janeiro a las nueve de la noche del día 9 de febrero. Austregésilo de Athayde, junto con aquellos que lo estaban esperando, recibió con una cálida sonrisa a Shin’ichi y a su comitiva.

Nacido en 1898, el señor Athayde era contemporáneo de Josei Toda, quien nació en 1900. Él le recordaba al señor Toda, y Shin’ichi sintió como si fuera su mentor quien le estaba dando la bienvenida.

Se dieron un afectuoso abrazo e intercambiaron saludos.

«Usted es una de las figuras que han definido el rumbo de la historia de esta centuria. ¡Trabajemos juntos para cambiar el devenir de la humanidad!».

Shin’ichi quedó profundamente conmovido ante estas palabras que iban mucho más allá de lo que podía esperar. Sintió que expresaban el ferviente deseo y las expectativas de que en el futuro los derechos universales del ser humano fuesen protegidos.

Shin’ichi le respondió: «¡Usted es para mí un camarada, un amigo! ¡Y es un preciado tesoro para el mundo!».

Los muros de la discriminación se levantaban en todas partes del planeta y los derechos humanos estaban siendo atropellados y degradados por el autoritarismo, el poder económico y la violencia. Para hacer realidad el espíritu de la Declaración Universal de Derechos Humanos, la humanidad tenía todavía un largo y arduo camino que recorrer. Sin duda, el señor Athayde había estado buscando seriamente individuos que tomaran la posta de su lucha.

El 10 de febrero, Shin’ichi participó en la reunión de la SGI de Brasil para representantes de Río de Janeiro realizada en la ciudad homónima. El día siguiente, 11 de febrero, se conmemoraba el natalicio número noventa y tres de Josei Toda, y con ello en mente Shin’ichi citó las palabras de su maestro y brindó orientaciones a los miembros sobre cómo aplicar la filosofía budista en la vida cotidiana y en la sociedad: «El señor Toda dijo: “Hay personas que, con una idea simplista, creen que, porque abrazan el Gohonzon, sin falta tendrán beneficios aun cuando no se preocupen de sus negocios ni dediquen esfuerzo alguno. Pero esto es un grave error e incluso debe decirse que se trata de un acto que calumnia la Ley [porque va en contra de los principios del budismo]”».1

Josei Toda subrayaba que el budismo Nichiren no es un credo que busca empoderar a la gente recurriendo a una fuerza superior. Él decía, en cambio, que es una enseñanza que nos permite crear valor con la sabiduría y la fortaleza que hacemos surgir de nuestro interior a través de la entonación de Nam-myoho-renge-kyo frente al Gohonzon, y nos alienta a desafiarnos constantemente y a emplear positivamente esa sabiduría y fortaleza.

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Anhelando la felicidad de cada miembro, Shin’ichi prosiguió: «El señor Toda se refirió a las palabras del Daishonin que afirman: “[C]uando uno conoce el Sutra del loto, comprende el significado de todas las cuestiones mundanas”,2 y explicó que cometía un error quien interpretaba esta frase como que obtendríamos los beneficios [de la Ley] aunque no hiciéramos esfuerzo alguno.

»Él señaló: “Las personas que no se dan cuenta de las faltas que presentan sus negocios o no saben qué hacer para subsanar la situación en que se encuentran deberían reflexionar seriamente sobre su proceder. Es preciso que sigan superándose y adquiriendo mayores conocimientos acerca del trabajo que realizan. Espero que todos ustedes, mis compañeros de fe, puedan entender cuanto antes lo que representa ‘comprender el significado de todas las cuestiones mundanas’ dentro del marco de su quehacer laboral y gocen de una vida segura y estable”.3

»El deseo del señor Toda es, también, mi deseo. Hoy en día, el mundo está enfrentando los vientos inclementes de la recesión económica. Pero en vez de lamentarnos de la situación, extraigamos sabiduría y fuerza vital a través de nuestra práctica budista y usémoslas para superar cualquier circunstancia. De eso se trata “comprender el significado de todas las cuestiones mundanas”.4

»Es equivocado adoptar una actitud despreocupada y pensar que las cosas saldrán bien de alguna manera porque tenemos la Ley Mística. Justamente porque practicamos el budismo Nichiren debemos orar con seriedad y esforzarnos para encontrar soluciones a los problemas que tenemos frente a nosotros. Esta disposición seria y el espíritu de desafío es lo que genera sabiduría incomparable. La clave de la victoria está en hacer uso de este increíble poder de la sabiduría que nace de la fe».

El 11 de febrero, aniversario del natalicio de Josei Toda, se publicó en el Seikyo Shimbun la última entrega de La revolución humana, la novela de doce volúmenes en la que Shin’ichi describe las acciones que emprendió su mentor en aras del kosen-rufu.

Shin’ichi había empezado a escribirla el 2 de diciembre de 1964 en Okinawa, y su publicación en serie se había iniciado el 1.o de enero de 1965. A lo largo de los años, hubo momentos en que el trabajo fue suspendido por tiempo prolongado debido a los viajes de Shin’ichi al exterior o a sus problemas de salud. Pero logró completar la obra el 24 de noviembre de 1992, y la última entrega, que fue el número 1509, salió impresa en el diario del 11 de febrero de 1993. Al final del capítulo, Shin’ichi escribió: «Dedicado a mi mentor, Josei Toda».

La revolución humana era la cristalización del compromiso del discípulo de hacer realidad el kosen-rufu y, al mismo tiempo, expresión de su gratitud hacia el maestro.

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El 11 de febrero, Shin’ichi Yamamoto participó en la ceremonia de investidura en la cual recibió un doctorado honorario de la Universidad Federal de Río de Janeiro.

En su discurso de aceptación, mencionó que ese día se conmemoraba el natalicio de Josei Toda y habló sobre los pensamientos que guiaron a su mentor: «Mi maestro me transmitió la filosofía que afirma que todas las personas, sin excepción, pueden manifestar el tesoro supremo inherente a sus vidas, y confió en mí la empresa de abrir el camino de la paz entablando sinceros diálogos y creando una amplia red de solidaridad en el mundo. También fue él quien me enseñó cómo es la naturaleza del ser humano, haciéndome ver que cuando nos entregamos a trabajar por el bienestar y la felicidad de la gente a partir de un profundo amor compasivo, surge de nosotros una ilimitada sabiduría.

»Poco después de la Segunda Guerra Mundial, mi mentor alentó a la juventud a adoptar el ideal de la ciudadanía global. En aquel entonces, sus pensamientos no fueron debidamente valorados, pero el mundo de hoy, que sufre a causa de los enfrentamientos étnicos que no hacen más que intensificarse, está en la búsqueda de este camino de la convivencia armónica».

Shin’ichi quería transmitir frente al orbe la grandeza de su maestro. Y deseaba además dedicarle la distinción que había recibido, porque a él debía toda su formación.

Al día siguiente, 12 de febrero, Shin’ichi visitó la Academia Brasileña de Letras en Rio de Janeiro, donde se reunió con su presidente, Austregésilo de Athayde. Durante la conversación, ambos acordaron llevar adelante la publicación de un libro acerca del cual se había conversado previamente y que tendría como título Diálogo sobre los derechos humanos en el siglo XXI.

Se decidió que, para comenzar, Shin’ichi prepararía varias preguntas y se las enviaría por escrito al presidente Athayde.

El señor Athayde le dijo: «Es una alegría para mí poder mantener este intercambio de ideas con una persona como usted que posee una concepción profunda de los derechos humanos. Por cierto, la Declaración Universal de Derechos Humanos ha sido adoptada, pero quien está traduciendo en acciones concretas su espíritu y está dando una amplia difusión [en el mundo] es usted. Sus méritos superan a los de aquellos que la han redactado. La clave está en la acción. Y en una sólida filosofía. ¡Por favor, llevemos a buen término nuestro diálogo!».

Shin’ichi renovó su determinación, sentía que debía responder a las grandes expectativas que el señor Athayde depositaba en él.

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El presidente Athayde hablaba pausadamente, pero cada palabra estaba impregnada de un profundo sentir: «Pronto cumpliré cien años, pero es la primera vez que experimenté la sensación de querer conocer a alguien, así como lo he sentido en esta ocasión.

»Usted es una persona que posee una elevada misión. Alguien de gran perspicacia y humanismo, un líder espiritual.

»En su vida todo ha tenido un sentido. El destino del mundo ha ido cambiando gradualmente, pero de manera significativa a través de sus esfuerzos. Es usted alguien que está transformando la historia de la humanidad.

»Me siento realmente admirado, ya que usted se ha puesto en acción para dar forma concreta a sus ideales».

Shin’ichi sintió que las expectativas que el presidente Athayde le dirigía provenían de su fuerte voluntad de ver el espíritu de la Declaración Universal de Derechos Humanos hecho una realidad.

El señor Ahtayde miró atentamente a Shin’ichi y le dijo: «Un nuevo siglo está a punto de comenzar. Será también el amanecer de una nueva era para Brasil, Japón y el orbe entero».

«Sí —respondió Shin’ichi—. Usted ha venido luchando para crear esa nueva era. Lo mismo he hecho yo. Nuestro objetivo es abrir paso a una época en que todas las personas vivan felices».

Al escuchar esto, el presidente Athayde sonrió y manifestó con energía: «En latín, “palabra” se dice verbum, que también significa “Dios”. ¡Continuemos la lucha blandiendo el arma suprema de nuestras nobles palabras!».

El espíritu de ambos resonó con fuerza.

Después del encuentro con el presidente Athayde, Shin’ichi asistió al acto en el que fue nombrado miembro correspondiente extranjero de la Academia Brasileña de Letras.

La Academia fue establecida en 1897 —luego de que el país había pasado a ser de una monarquía constitucional a una república— con una visión fundacional de ser un faro de intelecto y de sabiduría para Brasil. Esta formado por cuarenta miembros brasileños y veinte miembros correspondientes extranjeros, todos nombrados de forma vitalicia.

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Entre las personalidades extranjeras que la Academia reconoció como «excelentes guardianes de la cultura y la literatura» figuran prominentes intelectuales como el escritor ruso León Tolstoi, el autor francés Émile Zola y el sociólogo británico Herbert Spencer.

Shin’ichi Yamamoto era el primer integrante de origen asiático de la Academia.

En la ceremonia, participó en nombre del presidente de Brasil el Ministro de Cultura Antônio Houaiss y estuvieron también representantes de los diferentes ámbitos de Brasil. El presidente del país, Itamar Franco, envió un mensaje de felicitación.

Durante el acto, Shin’ichi recibió además la Medalla Machado de Assis, máxima distinción de la Academia Brasileña de Letras que lleva el nombre de su primer presidente. La institución hace entrega de este galardón a las figuras del quehacer cultural cuyos logros tienen trascendencia mundial.

Seguidamente, Shin’ichi dio una conferencia que se tituló «Un jardín de la imaginación».5

En ella destacó que en un mundo en que los avances de la tecnología y las ciencias aceleran el proceso de globalización, es preciso que la religión cultive y eleve la espiritualidad humana, y brinde las bases para la construcción de un nuevo orden mundial. Se trata del ideal del gran universalismo que debe erigirse como columna vertebral de la civilización en el siglo XXI.

Reporteros de los principales periódicos de Brasil cubrieron el acto y difundieron la noticia sobre el nombramiento de Shin’ichi como miembro correspondiente y sobre su discurso.

Shin’ichi consideraba que todas las distinciones que se le conferían, como la que recibió en esta ocasión por parte de la Academia Brasileña de Letras, eran testimonios de la brillante victoria de los miembros de la SGI de Brasil, que habían venido realizando contribuciones positivas a la sociedad y se habían esforzado para que más ciudadanos conocieran cabalmente la Soka Gakkai.

Años atrás, a Shin’ichi se le había negado la visa de ingreso a Brasil como resultado del prejuicio y del desconocimiento respecto a la organización, pero ahora recibía la máxima consideración y muestra de confianza de una de las principales instituciones del saber de América Latina siendo nombrado su miembro correspondiente.

Nuestros esfuerzos diarios, aunque muchas veces pasan inadvertidos, pueden cambiar la sociedad.

Shin’ichi quería elogiar de todo corazón a cada uno estos compañeros y aclamar: ¡Viva Brasil!

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El 14 de febrero, Shin’ichi Yamamoto partió de Rio de Janeiro para visitar por primera vez la Argentina.

Poco después del encuentro, el presidente Athayde cayó enfermo, pero eso no mermó su entusiasmo de continuar el diálogo con Shin’ichi. En cuanto recuperó un poco la salud, a mediados de junio, él grabó en una cinta su respuesta a las preguntas y los comentarios que Shin’ichi le había enviado. Él hizo acopio de fuerzas y transmitió sus pensamientos, como si quisiera lidiar contra los límites del tiempo. Dio todo de sí hasta el final de su existencia a la lucha en defensa de los derechos humanos en bien de la era venidera.

El diálogo continuó por correspondencia, enfocándose en los temas que habían acordado durante la reunión en Rio de Janeiro. El presidente Athayde hizo llegar su última respuesta a mediados de agosto. Días más tarde, fue hospitalizado y, el 13 de setiembre de 1993, antes de celebrar su natalicio número noventa y cinco, este eminente campeón de los derechos humanos cerró el telón de su grandiosa vida.

Sus intercambios se presentaron en forma seriada en la revista Ushio afiliada a la Soka Gakkai, y luego fueron compilados en un libro que fue publicado el 11 de febrero de 1995 en Japón, bajo el título Nijuisseiki no Jinken o Kataru (Los derechos humanos en el siglo XXI).

El 15 de febrero, el día posterior a su llegada a Buenos Aires, capital de la Argentina, Shin’ichi se encontró con Alberto Kohan, ex secretario general de la Presidencia de la Nación, en el hotel donde se alojaba, y más tarde participó en una reunión con representantes de la SGIAR (Soka Gakkai Internacional de la Argentina) realizada en la misma ciudad.

Entre los presentes, había jóvenes llenos de energía con rostros bronceados por el sol. Ellos estaban haciendo los preparativos para el 11.o Festival Cultural de la SGI de los Jóvenes por la Paz del Mundo que se llevaría a cabo el 18 de febrero.

La División Juvenil de la Argentina también estaba mostrando un espléndido desarrollo, crecimiento que abriría incontables caminos del kosen-rufu en el futuro.

Era la noche del 15 de febrero en la Argentina, pero en el Japón ya era el 16 de febrero, natalicio de Nichiren Daishonin. Volcando toda su energía, Shin’ichi se dirigió a los miembros: «Cuando el sol se eleva en el cielo del Levante, sus rayos iluminan nuestro planeta. De la misma manera, el budismo del sol del Daishonin que nació en el Japón alumbrará la vida de todas las personas del mundo con la luz compasiva de la Ley Mística. Las actividades que ustedes están desarrollando aquí en la Argentina demuestran cabalmente la naturaleza universal del budismo Nichiren».

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Shin’ichi Yamamoto prosiguió con voz enérgica: «La Argentina y el Japón están en lados opuestos del planeta. La distancia que los separa es muy grande, sin embargo, hoy estamos celebrando el natalicio de Nichiren Daishonin juntos, aquí, en la Argentina. ¡Cuán feliz haría esto al Daishonin!

»Un dicho muy popular en este país dice: «El sol sale para todos». El budismo del sol del Daishonin es una filosofía de absoluta igualdad. Él expuso esta gran enseñanza en bien de sus congéneres, pensando en todas las personas de los diez mil años y más del Último Día de la Ley. Dentro de ella no hay lugar para la intolerancia o la discriminación, tampoco establece distinciones entre aquellos que practican el budismo Nichiren y quienes no lo practican.

»Deseo que, con un corazón amplio y un espíritu resplandeciente como el sol, sigan irradiando luz de esperanza a cada rincón del país y a la humanidad entera».

Shin’ichi continuó alentando a los miembros como si ese instante fuese el último momento de su vida.6 Citó las palabras del poeta argentino Almafuerte que dicen: «A veces un gran destino está dormido y viene el dolor y lo despierta».7

«El budismo enseña que “los deseos mundanos son la iluminación”, es decir, que los sufrimientos son una suerte de resorte que nos impulsa a la iluminación. Nadie está exento de problemas o preocupaciones, así como tampoco hay familias o comunidades libres de dificultades.

»La vida es una lucha permanente contra las adversidades. Lo importante es cómo nos imponemos a los obstáculos y a los padecimientos que pesan sobre nosotros. Necesitamos extraer sabiduría y hacer esfuerzos tenaces para superarlos y alcanzar la victoria que se encuentra más allá de ellos.

»Si tan solo se quedan pensando cómo serían sus vidas si no tuvieran problemas es una forma de huir de la realidad, y esto sólo conduce a la desdicha. Quienes se desafían con actitud positiva, tratando de buscar la solución y haciendo de las situaciones adversas una oportunidad para extraer valor y conquistar la victoria son auténticos vencedores en la vida.

»Lo que define nuestras vidas es la determinación interior. Quiero que sean grandes actores que interpreten la saga de una brillante victoria, y que inspiren y brinden aliento a todos aquellos que están a su alrededor».

Shin’ichi deseaba que cada miembro en la Argentina sea, sin excepción, un intrépido vencedor.

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El 16 de febrero al mediodía, Shin’ichi Yamamoto se encontró con el presidente Carlos Saúl Menem en la residencia presidencial, en las afueras de Buenos Aires.

Durante la conversación, Shin’ichi destacó la importancia de hacer que el siglo XXI sea una centuria de integración humana, una era en que florezca la cultura global. Y manifestó sus grandes expectativas de que la Argentina contribuyera al logro de dichos objetivos mediante el espíritu cosmopolita que palpita en su país donde conviven las más diferentes culturas y etnias.

En la programación de este viaje a Sudamérica continuaban sin cesar los eventos oficiales y las reuniones con las figuras destacadas de cada nación. Quienes hicieron un estupendo trabajo oficiando de intérpretes y traductores fueron jóvenes que habían crecido en la Argentina.

Ellas eran hijas de inmigrantes japoneses. Habían aprendido sobre la fe y cultivado el profundo deseo de trabajar por el kosen-rufu y la felicidad de la gente participando en las actividades de la Soka Gakkai y como integrantes de la banda de pífanos y percusión.

Se habían formado en universidades nacionales de la Argentina y en universidades del Japón a través de programas de beca del gobierno japonés, donde adquirieron conocimientos en los respectivos campos de especialización. Pero también se esforzaron para estudiar el idioma japonés, llegando a ser, posteriormente, intérpretes oficiales de la SGI.

La semilla del juramento que se deposita en el corazón de un joven, con el tiempo echa raíces y crece hasta convertirse en un «árbol de misión» que se alza hacia el firmamento.

En la noche del 16 de febrero, Shin’ichi visitó el Senado y la Cámara de Diputados de la Nación Argentina.

El Palacio del Congreso, un edificio de estilo grecorromano, fue inaugurado en 1906. Había permanecido cerrado durante los años de la dictadura militar, en que se habían suspendido las sesiones del Parlamento. Pero, cuando el gobierno dictatorial llegó a su fin, en 1983, fue rehabilitado y se constituyó en símbolo de un nuevo amanecer de la democracia en la Argentina.

El Senado confirió a Shin’ichi un reconocimiento por su incansable labor en la búsqueda de la paz. Asimismo, la Cámara de Diputados le hizo entrega de un diploma por sus actividades en pro de la paz de los pueblos del mundo.

Incluso en este país situado en las antípodas del Japón, había personas que prestaban atención a sus palabras y estaban pendientes de sus acciones. Esto se debía también al esfuerzo tenaz de los miembros de la SGI de la Argentina que habían entablado sinceros diálogos y se habían merecido la confianza de la gente.

Shin’ichi quería agradecerles de todo corazón estas maravillosas contribuciones y compartir con ellos estas distinciones.

Juramento 100

En la conversación que Shin’ichi mantuvo en el Congreso, el presidente del Senado le comentó que se había aprobado un proyecto de ley dentro de cuyos fundamentos se cita, entre otros, la propuesta de paz presentada por Shin’ichi en 1983.

Dicha ley instituye la celebración de jornadas de sensibilización hacia la paz dirigidas a los niños y jóvenes de edad escolar.

En los «Fundamentos» se afirma que un pensador japonés resumía el desafío del tiempo en que vivimos de la siguiente manera: «El siglo XXI está justamente a la vuelta. El brillante escenario donde habrá de actuar la generación más joven no deberá ser incendiada por las llamas de la guerra. La construcción de una era en la que el pueblo pueda jugar realmente el papel protagónico depende del mismo pueblo. No ha habido época como la presente en la que tanto cuente una elección sabia de nuestro destino». Al pie de la frase figuraba el nombre de Shin’ichi.

La nueva ley fue promulgada en agosto de 1985.

El presidente del Senado dijo: «Su afirmación de que la paz no significa una mera ausencia de guerras constituye un mensaje que urge a los pueblos a construir un mundo en el cual las personas puedan gozar del merecido respeto como ser humano y vivir dignamente. Afortunadamente, la Guerra Fría ha terminado, pero los enfrentamientos y los conflictos siguen azotando las diferentes regiones del mundo. Estoy convencido de que en su proceder así como en las actividades que realiza la SGI encontraremos las pautas y los valores que necesitamos para resolver estos problemas acuciantes».

Eran grandes las expectativas que la gente depositaba en la SGI. Quienes acompañaban a Shin’ichi en sus viajes sintieron en su fuero más íntimo que el movimiento por la paz que promovían, basado en la filosofía del budismo Nichiren que afirma la suprema dignidad de la vida, era un requerimiento de los tiempos.

Al día siguiente, el 17 de febrero, Shin’ichi participó en una ceremonia en la que fue distinguido con los títulos de doctor honoris causa y de profesor honorario en Derecho de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora. En dicha ocasión, la Cámara de Diputados de la Provincia de Buenos Aires declaró «de interés provincial» la visita de Shin’ichi, y diez ciudades de la Provincia hicieron entrega de las llaves y las placas de sus municipios.

  • *1Toda, Josei: Toda Josei Zenshu (Obras completas de Josei Toda), Tokio: Seikyo Shimbunsha, 1981, vol. 1, pág. 161.
  • *2Los escritos de Nichiren Daishonin (END , Tokio: Soka Gakkai, 2008, pág. 397.
  • *3Toda, Josei: Toda Josei Zenshu (Obras completas de Josei Toda), Tokio: Seikyo Shimbunsha, 1981, vol. 1, pág. 162.
  • *4Véase END, pág. 397
  • *5IKEDA, Daisaku: El nuevo humanismo, Fondo de Cultura Económica, México, 1999, pág. 235.
  • *6Véase Los escritos de Nichiren Daishonin, Tokio: Soka Gakkai, 2008, pág. 226.
  • *7ALMAFUERTE: Obras Completas, Editorial Claridad S. A., Buenos Aires, 1990, pág. 62.