Volumen 30: Capítulo 6, Juramento 31–40

Juramento 31

Durante la conversación, el presidente Gorbachov habló de sus sentimientos con total franqueza: «En lo que a mí respecta, no tengo reparos en conversar sobre el tema que sea. Por eso, por favor, dígame lo que tenga que decirme. Yo haré lo mismo.

»Hasta ahora, mis conversaciones con la gente de Japón se limitaron, en la mayoría de los casos, a diálogos demasiado estereotipados. Pero si nos disponemos a buscar un acercamiento mutuo, estoy seguro de que sin falta se resuelven los problemas. Aunque se reúnan los representantes de dos grandes pueblos para tratar tópicos en discordia, no se logrará nada mientras sigan empecinados en imponer requisitos previos o estén hablando de “ultimátum” ».

En estas palabras, Shin’ichi percibió la importancia que daba el presidente Gorbachov al diálogo.

El diálogo resulta fructífero cuando ambas partes dejan a un lado los ornamentos de su posición y su autoridad y conversan a fondo sobre los diferentes problemas, expresando abierta y francamente sus puntos de vista. Jamás debe abordarse una conversación con una conclusión a priori. Pues los nuevos caminos se abren solo intercambiando opiniones sobre cada tema a fondo, con perseverancia y flexibilidad.

La plática entre el presidente Gorbachov y Shin’ichi se extendió por unos setenta minutos.

La noticia recorrió el mundo al instante. Este acontecimiento fue cubierto extensamente en la Unión Soviética por Radio Moscú, por Pravda, el periódico del Partido Comunista, y el diario oficial del gobierno, Izvestia.

El anuncio del presidente Gorbachov acerca de su posible visita a Japón representó un haz de luz que aclaró el panorama de las relaciones soviético-japonesas que desde hace muchos años se encontraban en un atolladero.

En Japón, los noticieros vespertinos difundieron sobre esta reunión y la próxima visita del presidente Gorbachov a través de la Corporación Japonesa de Radio y Teledifusión (NHK) y demás emisoras de radio y televisión. Los principales periódicos del país dieron cobertura a esta noticia en la primera plana.

Al año siguiente, en abril de 1991, el Presidente soviético vino a Japón tal como había prometido.

Shin’ichi hizo una visita de cortesía a Gorbachov en la Residencia Oficial para Huéspedes de Estado en Tokio. Ellos se mostraron felices en el reencuentro y se entregaron a una animada conversación. Shin’ichi alabó sinceramente el valor que tuvo el presidente Gorbachov al emprender la difícil tarea de promover la perestroika pensando en la Unión Soviética y el bien de la humanidad, aunque ello implicara sacrificar la comodidad de sus días sosegados. Ambos hablaron de su gran anhelo de ver a los dos países unidos por lazos de amistad duradera, una amistad que surgía como un radiante sol para iluminar el futuro.

Juramento 32

«¡Viva Mandela!».

El 31 de octubre de 1990, frente al edificio del Seikyo Shimbun, en Tokio, resonaban las voces de unos quinientos jóvenes. Aquel día, Shin’ichi Yamamoto, junto con los representantes de las Divisiones Juveniles, recibía a Nelson Mandela, el líder del movimiento anti aparheid en Sudáfrica y vicepresidente del Congreso Nacional Africano (CNA).

El señor Mandela, un campeón de los derechos humanos, había estado recluido en prisión durante diez mil días —más de veintisiete años— y, finalmente, había logrado triunfar en su lucha contra la discriminación. Al año siguiente (1991), fue asignado presidente del CNA, y en 1994, fue elegido presidente de Sudáfrica en los primeros comicios del país abiertos a todas las etnias.

«¡Con profundo respeto, le doy mi bienvenida al paladín del pueblo!», dijo Shin’ichi al señor Mandela en cuanto éste se bajó del automóvil.

El líder sudafricano esbozó una cálida sonrisa y le respondió: «El honor es mío. Siempre pensé que si visitaba Japón, tenía que encontrarme con usted».

En su diálogo, Shin’ichi agradeció al señor Mandela el hecho de haberse acercado para visitarlo y elogió la contienda que estaba librando. Dijo: «Usted ha demostrado que finalmente la justicia termina imponiéndose. Ha infundido coraje a las personas del mundo entero».

Mientras estuvo en prisión, el señor Mandela ideó un sistema mediante el cual los prisioneros transferían mutuamente los conocimientos y habilidades que tenían. Luchó con infinidades de obstáculos para conquistar el derecho de los presos políticos al aprendizaje. De esta manera, obtuvo la victoria sobre lo que él describió como la «tendencia de las cárceles a socavar el espíritu humano, a negar la inteligencia y a crear reclusos sin voluntad, como robots».1

Refiriéndose a la lucha del señor Mandela en cautiverio, Shin’ichi dijo: «Pienso que es especialmente destacable el hecho de que haya transformado la cárcel en un lugar de aprendizaje, en lo que podríamos llamar una “Universidad Mandela”. Me siento profundamente impactado por esa pasión que lo llevó a promover la enseñanza donde quiera que estuviese y su búsqueda de superación personal».

Para las personas que están animadas de un espíritu de progreso inquebrantable, cualquier sitio se convierte en un lugar de aprendizaje.

Juramento 33

En respuesta a los comentarios de Shin’ichi acerca de los esfuerzos de Mandela, éste dijo: “Le agradezco tan cálido recibimiento. Señor Yamamoto, es usted es una persona de renombre mundial. Y también muy conocido en mi país. El papel que desempeña como líder de una organización que crea valores imperecederos en bien de la humanidad y que une a las personas con estos valores es sumamente importante para el mundo”.

Y agregó con una sonrisa: “Tenía deseos de encontrarme desde el momento en que supe acerca de usted y de la SGI, y ahora que estoy en Japón, no podía irme sin haberlo visto”.

Con los ojos resplandecientes dijo: “Este encuentro es para mí una suerte de alumbramiento, fuerza y esperanza”.

Los grandes líderes saben apreciar el valor del diálogo y aprovechan al máximo ese intercambio para su mayor crecimiento y desarrollo.

Shin’ichi agradeció sus palabras y expresó su admiración por la lucha que estaba llevando a cabo el señor Mandela que, desde que fue librado de su cautiverio, había recorrido el mundo para obtener apoyo al movimiento dirigido a abolir el apartheid. Había visitado unos treinta países en el continente africano, en Europa y en América del Norte, y se había encontrado con los mandatarios de los respectivos países. Y su llegada a Japón había sido parte de su recorrido por Asia y Oceanía.

Shin’ichi, había tomado diferentes iniciativas para dar un apoyo sostenido al movimiento contra el apartheid. Había propuesto recibir en la Universidad Soka a los estudiantes del Congreso Nacional Africano, jóvenes que llevarían sobre sus hombros el futuro de África, e invitar a artistas de Sudáfrica para hacer presentaciones en Japón con el auspicio de la Asociación de Conciertos Min-On. Incluso había sugerido realizar una exposición abarcadora cuyo título tentativo fuera “El apartheid y los derechos humanos” que, con la cooperación de organizaciones internacionales apropiadas, pudiera recorrer el mundo. Asimismo, propuso llevar a cabo una muestra de fotografías, en Japón, centrada en el tema del apartheid, seminarios cuyos temas fueran el apartheid y otros relacionados con los derechos humanos.

Estas ideas habían surgido de su firme deseo de promover la amistad entre Sudáfrica y Japón mediante el intercambio educativo y cultural, y, también, como medio para que la gente tomara conciencia del problema y para expandir en Japón y el mundo el círculo de apoyo a los movimientos que buscan proteger los derechos humanos.

El cambio en la conciencia de las personas es un factor esencial para crear una era en que imperen los derechos humanos.

Juramento 34

Shin’ichi señaló que el señor Mandela había sido un educador humanístico en el sentido amplio de la palabra, y que la Universidad Soka deseaba rendirle homenaje confiriéndole su Máxima Distinción de Honor. El reconocimiento le fue entregada por el rector de la mencionada casa de estudios superiores que estaba presente en aquella ocasión.

Shin’ichi se refirió a la riqueza natural de Sudáfrica a la que describió como un “cofre de exuberantes flores”, y señaló que solo en la región del Cabo se registran más de siete mil especies de plantas. Hizo alusión a un bello término: “flores humanas”, que aparece en el Sutra del loto, considerado el rey de los cánones budistas.

La expresión “flores humanas” figura dentro de “La parábola de las hierbas medicinales”, en el capítulo 5.º de dicho Sutra.2 Allí se utiliza el aforismo de las plantas con sus múltiples variedades para compararlas con los seres vivientes que poseen características y capacidades que los diferencian el uno del otro. En tanto la enseñanza del Buda es una suerte de lluvia que irriga a todas las personas, sin establecer distinciones, nutriéndolas y ofreciendo con equidad la posibilidad de que todas hagan aflorar con plenitud su naturaleza de Buda.

Tal como se describe en el Sutra del loto, desde sus inicios, el budismo ha venido luchando contra todas las diferencias marcadas por las castas y las clases sociales, la etnia, la nacionalidad, la religión o la circunstancia de cada persona. Como consecuencia, debió sobrellevar numerosas persecuciones a manos de las autoridades e instituciones establecidas.

Nichiren Daishonin afirmaba que era “[h]ijo de una familia chandala”.3 Se identificaba con las clases más marginadas de la sociedad, quienes eran objeto de discriminaciones, y luchó por transmitir a todos ellos la filosofía budista de la absoluta equidad.

Shin’ichi subrayó que la SGI estaba impulsando un movimiento por la paz, la cultura y la educación abierto a todas las personas y que refleja el proceso histórico del budismo y su ethos en defensa de los derechos humanos. Agregó que, vistas las cosas desde una perspectiva a largo plazo, resultaba claro que la educación cumplía un papel clave en el desarrollo de una nación. Dijo que la razón estaba en que, cuanto mayores son las personas con conocimientos y consciencia de las cosas, había más gente con discernimiento para distinguir en la sociedad lo correcto de lo incorrecto, el bien del mal.

A su vez, Shin’ichi obsequió al adalid sudafricano de los derechos humanos un poema que había escrito para expresar su respeto y admiración. Un extracto dice:

Quiero ofrecer mis más elevadas loas
al gran poder que emana de su espíritu,
a la fortaleza irreductible de sus convicciones.
Con mi más profundo respeto,
es usted un camarada espiritual,
que marcha en el camino del humanismo
con el orgullo de ser la consciencia de África.

Juramento 35

En cuanto el intérprete terminó de leer el poema, Shin’ichi se puso de pie y le estrechó fuertemente la mano al combatiente de los derechos humanos.

El señor Mandela se mostró emocionado al responder a este apretón de mano.

Shin’ichi le dijo: “Recuerde que tiene camaradas en Japón y también en el mundo entero. Y ellos no harán más que acrecentarse en el futuro.

Le confió que le había impresionado sobremanera las palabras con que había cerrado su discurso poco después de haber sido puesto en libertad, en febrero de 1990. Eran las palabras que había pronunciado durante su juicio, hace veintiséis años (del 20 de abril de 1964).

Shin’ichi las leyó en voz alta:

He luchado contra la dominación blanca y he combatido la dominación negra. He promovido el ideal de una sociedad democrática y libre en la cual todas las personas podamos vivir en armonía, con igualdad de oportunidades. Este es el ideal por el cual espero vivir y quiero lograr. Y si fuera necesario, es también el ideal por el cual estoy dispuesto a morir.4

“Su alma está impregnada en estas palabras. Yo también he buscado recorrer el camino que transitan los combatientes que defienden la paz, los derechos humanos y la justicia, y por ello sus palabras calan profundamente en mis sentimientos”.

El señor Mandela replicó: “La cosecha más grande que hemos recogido hoy está contenida en sus sabias palabras. Las medallas pueden destruirse; las distinciones de honor pueden ser quemados. Sin embargo, las palabras que trasuntan sabiduría son imperecederas. En tal sentido, hoy, nosotros hemos recibido un obsequio que supera con creces el valor de una medalla o de un reconocimiento. Nosotros dejaremos este lugar convertidos en una persona mejor que cuando llegamos. Jamás lo olvidaré”.

“Mi gratitud hacia usted es mucho más profunda aún”, contestó Shin’ichi.

El diálogo genuino es un proceso recíproco de inspiración y alumbramiento.

Juramento 36

La conversación entre el señor Mandela y Shin’ichi fue tan animada que los cincuenta minutos previstos transcurrieron en un instante. Mientras caminaban, una vez terminada la entrevista, Shin’ichi dijo: “Las persecuciones acompañan siempre a los grandes líderes. Es una constante en la Historia… Las personas se engrandecen cuando se sobreponen a los obstáculos y triunfan. Sin duda seguirán los ataques insidiosos, pero la verdad será puesta en evidencia sin falta dentro de cien o doscientos años. Por favor, cuide mucho su salud”.

En realidad, Shin’ichi se estaba diciendo a sí mismo. El sentimiento de aquellos dos hombres —ambos entregados a la lucha en aras de la dicha del género humano— resonaron mutuamente con calidez.

Después de este encuentro, Shin’ichi siguió dedicándose con mayor energía aún a sus esfuerzos de diplomacia civil en bien de la paz. Lo impulsaba la búsqueda de una comunicación humana profunda que tuviera un efecto inspirador.

En noviembre de 1990, un mes después de esta visita de Nelson Mandela, Shin’ichi mantuvo sucesivos diálogos con los líderes del continente africano; entre ellos, el expresidente Yakubu Gowon de Nigeria y el presidente Kenneth Kaunda de Zambia. El mismo mes, se reunió también con otros mandatarios tales como el presidente Zhelyu Zhelev de Bulgaria, el presidente Turgut Özal de Turquía, etc. Y al año siguiente, 1991, se entrevistó con la presidenta Corazón Aquino de las Filipinas, el presidente Richard von Weizsäcker de Alemania, el primer ministro John Major del Reino Unido, además de otros líderes del mundo.

El diálogo, que propicia el intercambio de ideas, permite compartir esperanzas de paz y acerca los corazones con lazos de amistad, son iniciativas que conducen gradualmente a la solución de los problemas. Un diálogo genuino es la que se mantiene hasta ver los frutos. Es una labor que requiere perseverancia y fuerza espiritual.

Por el contrario, los abordajes radicales que no admiten discusiones con frecuencia denotan flaqueza interior. De hecho, es muestra de la derrota de la condición humana. Y como consecuencia, terminan recurriendo a la violencia y a otras formas de coacción con tal de lograr sus fines.

El diálogo que acerca los corazones generan fuerzas que permiten crear redes humanas en aras de la paz.

Juramento 37

Estos encuentros no solo se limitaron a los mandatarios y primeros ministros de las diferentes naciones, sino también a las personas que representaban a los ámbitos académicos, artísticos y educativos de Europa, Asia, Oceanía, África y del continente americano.

Entre aquellos con quienes se encontró entre diciembre de 1990 hasta mediados de 1991 estaban el director Sverre Lodgaard del Instituto de Investigaciones por la Paz de Oslo (PRIO), el vicerrector René Simard de la Universidad de Montreal, el doctor John Montgomery, profesor emérito de la Universidad de Harvard; el director general Federico Mayor Zaragoza de la UNESCO, el presidente José Abueva de la Universidad de las Filipinas; el vice decano Charles K. Kao de la Universidad China de Hong Kong; el rector Ricardo Popovsky de la Universidad de Palermo en la Argentina, etc.

Asimismo, con el fin de crear lazos de amistad, Shin’ichi no solo buscó oportunidades de reunirse con los líderes y pensadores del mundo sino que les dedicó poemas en los que expresaba sus pensamientos y su admiración.

En la China, dedicó un poema al presidente Zhao Puchu de la Asociación Budista de la China; a la señora Deng Yingchao, directora de la Conferencia Consultiva Política de la República Popular China y esposa del fallecido primer ministro chino, Zhou Enlai; y al presidente Ding Shisun de la Universidad de Pekín.

Entre los representantes de la Unión Soviética, escribió poemas al exrector Rem Khokhlov de la Universidad Estatal de Moscú; a la directora Valentina Tereshkova de la Unión de Sociedades Soviéticas para la Amistad y las Relaciones Culturales con los Países del Exterior; al presidente soviético Mijaíl Gorbachov y otros. Asimismo, obsequió poemas a personalidades tales como el primer ministro Rajiv Gandhi de la India; el ex Secretario de Estado, Henry Kissinger; el presidente Raúl Alfonsín de la Argentina; el rector Juan de Dios Guevara de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos en el Perú, y el ex primer ministro del Reino Unido, Margaret Thatcher.

Las delicadas fibras sensibles del corazón no se ven. Pero la poesía pulsa estas fibras íntimas interpretando con ellas una melodía de paz y amistad

La persona que abraza ideales
encontrará en ellos un aliado.
La persona que hace valer la justicia
encontrará en ella una amiga.
La persona que protege a la gente
descubrirá que ella está de su lado.

Esta es una estrofa del poema titulado “¡Que resplandezca la diadema de la madre de las Filipinas!”. Es el poema que Shin’ichi le dedicó a Corazón Aquino quien se puso de pie junto a su pueblo para continuar la causa de su esposo asesinado.

Juramento 38

Shin’ichi también escribió poemas para alentar a sus compañeros del mundo y para guiarlos en sus actividades por el kosen-rufu y en sus vidas.

Cuando viajó a Europa y a los Estados Unidos en 1981, obsequió poemas a las divisiones juveniles de Francia y de los Estados Unidos. El mismo año, durante sus recorridos por Oita y Kumamoto, en la región de Kyushu, compuso el poema “Jóvenes, escalen la montaña del kosen-rufu del siglo XXI” dedicado a todos los jóvenes del Japón y el mundo. Y continuó trabajando con asiduidad y enérgicamente en la composición de poemas extensos para los miembros.

Por ejemplo, en 1987, en solo un año, escribió “Elévate, sol de la centuria” (para los miembros de la SGI-USA), “Flores de Panamá” (para los compañeros de la SGI de Panamá), “La eterna corriente del Amazonas” (para la SGI de Brasil), “El gran sol del Caribe” (para la SGI de la República Dominicana), “Flores de cultura, castillos de vida” (para la SGI de Francia), “Tañen las campanas de un nuevo Renacimiento” (para la SGI de Italia), “Surcando los mares, hacia el siglo del humanismo” (para la SGI del Reino Unido), “Una sinfonía de paz que resuena en el Rin” (para la SGI de Alemania), y “Un arcoíris sobre el Niágara” (para la SGI de Canadá).

Y el mismo año, escribió poemas también para los miembros de Japón: “Brisas de felicidad—el cielo de Chubu” y “Un paraíso lleno de verdor—una oda a Shikoku”. Al año siguiente, dedicó a los miembros de Hiroshima “Una cúpula de paz, un canto de triunfo” y escribió versos extensos para los compañeros de Hokuriku, Okinawa y Tohoku, y para cada prefectura y región de Japón, así como para cada uno de los distritos municipales de Tokio.

En “Un arcoíris sobre el Niágara”, dedicado a los miembros de la SGI de Canadá, escribe:

Nichiren Daishonin establece:
“La Ley no se propaga por sí sola;
como las personas la propagan,
ambas son dignas de respeto”.5

Por eso, amigos míos,
acrisolen su personalidad.
La fe se manifiesta en el cotidiano vivir;
la fe es el reflejo de vuestro modo de ser.
Deben mostrar que una persona de fe firme
es alguien cabal e íntegro
que abraza todo con amor y solidaridad.
Solo el brillo de vuestra calidad humana
expandirá los círculos de la Ley Mística
ampliamente y por siempre.

Estos poemas eran para Shin’ichi una manera de guiar a sus compañeros en la vida y en la fe y, de ese modo, hacerles llegar sus mensajes de esperanza y valor.

Juramento 39

En los diez años subsiguientes a su dimisión (1979), Shin’ichi Yamamoto viajó incansablemente y conversó con numerosas personas en el afán de generar una gran ola del kosen-rufu y abrir nuevas sendas de paz en el mundo.

En aquel entonces, la comunidad internacional vivía un momento crucial: el fin de la Guerra Fría.

La división del mundo en dos grandes bloques: el oriental o comunista y el occidental o capitalista, se remonta a la Conferencia de Yalta, celebrada en febrero de 1945, cuando estaba por finalizar la Segunda Guerra Mundial. Los jefes de gobierno de los países aliados –Franklin D. Roosevelt, Winston Churchill, y Joseph Stalin— se reunieron en la ciudad de Yalta, al sur de la península de Crimea, para tratar temas relacionados con el orden mundial una vez que terminara la guerra, el establecimiento de las Naciones Unidas, la alianza de la Unión Soviética en la guerra contra el Japón, y otros.

Como resultado de esta conferencia, se constituyó el marco de un nuevo orden mundial de postguerra, según el cual Europa quedó dividido en los países del bloque occidental que establecían su alianza con los Estados Unidos, y los que pertenecían al bloque oriental o comunista aliados con la Unión Soviética. Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, tanto los Estados Unidos como la Unión Soviética iniciaron una escalada armamentista y nuclear. Por un lado, la Unión Soviética, buscaba expandir el mundo socialista y los Estados Unidos pretendía situar a la mayor cantidad de países del mundo bajo su influencia.

Este enfrentamiento se dio en llamar “Guerra Fría” porque no hubo una movilización militar directa entre ambas potencias nucleares, pero se trataba de una situación sumamente delicada que de un momento a otro podía derivar en una “guerra caliente”.

Las tensiones entre ambos bloques recrudecieron y en 1961 se construyó en Berlín un muro para establecer una línea divisoria entre Berlín Occidental y Berlín Oriental. Desde entonces fue prohibido el libre tránsito de los ciudadanos a ambos lados del muro.

Un hecho que alarmó al mundo e hizo pensar que el equilibrio entre los dos bloques era en verdad incierto y puede estallar en cualquier momento una guerra nuclear entre los Estados Unidos y la Unión Soviética fue la crisis de misiles de Cuba de 1962.

La hostilidad entre ambos bloques tuvo su repercusión también en Asia y otras regiones, donde tuvieron lugar conflictos trágicos como la Guerra de Vietnam.

Asimismo, comenzaron a haber fricciones entre la Unión Soviética y la China, dentro del mismo bloque socialista, acentuando aún más las brechas y haciendo más complejo el panorama mundial.

La división no hace más que generar mayor división. De ahí que sea importante establecer una filosofía unificadora que nos lleve a retornar al terreno común de nuestra condición humana.

Juramento 40

El mundo se encuentra en proceso de cambio constante. Los tiempos no permanecen estáticos y la sociedad tampoco se mantiene inmutable. De la misma manera, aun en aquellas situaciones que aparentan estar irremediablemente congeladas, eventualmente pueden haber deshielos.

Shin’ichi confiaba en que la historia de la humanidad evolucionaría sin falta en dirección a la paz y la unión; es más, estaba decidido a hacer lo que fuera para que esto ocurriese.

Con el tiempo, los Estados Unidos y la Unión Soviética comenzaron a tomar medidas para aliviar las tensiones. Así, iniciaron negociaciones dirigidas a limitar las armas estratégicas (SALT, por sus siglas en inglés). En 1969, ambos países firmaron tratados con las pautas que acordaron en dichas conversaciones, conocidas como SALT I y SALT II. Aunque este último convenio jamás fue ratificado, el hecho de que se hubiera subscrito un acuerdo sobre la limitación de las armas estratégicas entre ambas potencias adversarias era un hecho de trascendencia histórica tanto para los dos países como para el mundo en su totalidad.

Entre tanto, había algo que preocupaba sobremanera a Shin’ichi. Se trataba de la creciente fricción entre la China y la Unión Soviética, un conflicto entre dos países vecinos que podría tener repercusiones serias para el Japón y las demás naciones asiáticas.

En la Reunión General de la División de Estudiantes realizada en setiembre de 1968, Shin’ichi presentó varias propuestas relacionadas con la China, en la que incluía la normalización de las relaciones diplomáticas entre este país y el Japón y la admisión de la China a las Naciones Unidas. Al hacer la propuesta no solo buscaba establecer una relación amistosa duradera entre ambas naciones, sino que lo hacía a partir de su convencimiento de que China no debía estar aislado de la comunidad internacional si se quería lograr la paz en el mundo.

Mas tarde, en su calidad de ciudadano común, se dirigió directamente a los líderes de la China y la Unión Soviética para urgirles a tantear caminos hacia la reconciliación.

Seis años después de haber pronunciado su declaración en aquel encuentro de estudiantes, entre los meses de mayo a junio de 1974, Shin’ichi viajó a la China por primera vez y se entrevistó con el vicepremier Li Xiannian. En setiembre, fue por primera vez a la Unión Soviética y se encontró con el premier Aleksey Kosygin, de quien obtuvo una contundente respuesta en el sentido de que la superpotencia que representaba no tenía intenciones de atacar la China.

Durante su segundo viaje a la China, en diciembre, Shin’ichi transmitió ese mensaje a los líderes de ese país e incluso al premier Zhou Enlai.

Todos esos esfuerzos habían sido motivados por su sincero deseo de ver resueltos de alguna manera los conflictos entre ambos países en aras de la paz y la felicidad del género humano.

Si se desiste sin antes de haberse intentado, nada se logra. En tal sentido, podemos decir que la paz implica una lucha contra la resignación.

  • *1HUTTON, Barbara: Robben Island: Symbol of Resistance (Isla de Robben: Símbolo de resistencia), ed. por Josie Egan, Johannesburgo: Sached Books, 1997, pág. 55.
  • *2Véase El Sutra del loto, Soka Gakkai: Tokio, 2014, cap. 5, pág. 97.
  • *3Los escritos de Nichiren Daishonin, Tokio: Soka Gakkai, 2008, pág. 211.
  • *4MANDELA, Nelson: Conversations with Myself (Conversaciones conmigo mismo), Nueva York: Farrar, Straus y Giroux, 201, págs. 121-22.
  • *5Extraído del “Hyaku Rokka Sho” (Las ciento seis comparaciones); no incluido en Los escritos de Nichiren Daishonin ni en el volumen 2 de The Writings of Nichiren Daishonin. Véase Gosho zenshu, pág. 856.