Volumen 30:
Capítulo 4, Campanadas del amanecer 11–20

Campanadas del amanecer 11

El Rectorado de la Universidad de Sofía se encontraba en la avenida San Clemente de Ohrid. La imponente fachada de piedra y el techo color turquesa hacían sentir una distinguida tradición.

El acto de imposición del doctorado honorario se llevó a cabo en el auditorio, cuyo techo alto y esculpido le daban al ambiente un aire solemne.

La profesora Ivanka Apostolova, decana de la Facultad de Filosofía, leyó la mención por el cual se le entregaba el reconocimiento. Acto seguido, el rector Ilcho Dimitrov le entregó a Shin’ichi el certificado inscrito con el antiguo eslavo eclesiástico. Ambos se dieron la mano frente a la audiencia de unos cien participantes que incluían a decanos de cada facultad, profesores y estudiantes, aplaudían calurosamente.

Shin’ichi subió al podio para dar una conferencia donde se refirió a su visión de un futuro de armonía entre Este y Oeste.

Señaló que Bulgaria había sido –tanto histórico, geográfico como espiritualmente—un suelo de encuentro y enfrentamiento de las diferentes civilizaciones de Oriente y Occidente. Por tal motivo, sentía que tenía el inmenso potencial de crear una nueva sociedad humana que resulta de la fusión y el sinergismo de las diferentes culturas.

También se refirió a la forma en que se relaciona la gente con Dios dentro de la tradición ortodoxa oriental representada por la Iglesia Ortodoxa de Bulgaria, donde prácticamente no existen intermediarios entre ambos.

Luego citó un verso del poema «Mi plegaria» del revolucionario y poeta búlgaro Hristo Botev (1848-1876):

¡Oh, mi Dios! ¡Señor de justicia!
No tú que estás en el cielo,
sino tú, que moras en mí,
en mi corazón, en mi alma…1

En su opinión, la idea de Dios existente dentro del hombre –el Dios que desciende de las alturas donde reside hasta los estratos más profundos de la vida humana—libera a las personas de las cadenas de toda forma de autoritarismo. Y agregó que, la concepción de Botev acerca de Dios, hacían pensar en su infinito amor al prójimo, un amor que se asemeja al sol cuyos rayos inciden sobre todas las personas subyugadas y oprimidas.

Campanadas del amanecer 12

Shin’ichi continuó haciendo comentarios acerca de Botev, afirmando que su concepción de Dios como entidad existente dentro del ser humano no diferían de los ideales del humanismo socialista aunque se expresaba de manera diferente. Incluso dijo que encontraba una correlación con la visión que tiene el budismo respecto al potencial humano, que ve la noble condición de vida de la budeidad en el interior de todo ser.

Enfatizó asimismo que el atrevido pronunciamiento de Botev no hace sino reconocer que, sea religión o lo que fuere, todo existe para beneficiar al ser humano. Por su parte, Shin’ichi estaba convencido de que cuando se pierde de vista este punto esencial, la religión, el gobierno, las ciencias, la cultura y las artes se precipitan hacia la corrupción y el estancamiento. Este pensamiento había sido la firme convicción de Shin’ichi.

Luego, se refirió al Levantamiento de abril de 1876, cuando Bulgaria aún permanecía bajo el dominio opresivo del imperio otomano. Señaló que la exaltación del espíritu nacional mostrada por el pueblo en aquella oportunidad había sido el impulso incontenible de la gente que sintió la necesidad de defender su dignidad humana.

A su vez expresó sus esperanzas respecto al papel que jugaría el país con las siguientes palabras: «Mientras siga ondeando la bandera del humanismo en Bulgaria, el camino que nos conduce hacia una sociedad humanista global seguirá extendiéndose ininterrumpidamente en el siglo XXI, más allá de todas las diferencias. Y estoy convencido de que esa sociedad se extenderá ante nosotros como una vasta pradera llena de verdor donde las culturas de Oriente y Occidente se aúnan y se abrirán profusamente flores de paz y cultura».

Para terminar, se refirió al león que constituye el símbolo de Bulgaria y expresó su determinación de seguir luchando desde su lugar de budista, con la misma audacia del león, viajando por el mundo en aras de la paz y la felicidad de sus congéneres. Y concluyó manifestando sus expectativas de que los presentes sigan manteniendo en alto el estandarte de la libertad humana, la paz y la dignidad, con la valentía intrépida del rey león. Cuando concluyó su discurso de 40 minutos, el aplauso de la audiencia resonó por todo el recinto.

Cuando se le pidió que firmara el libro de visitantes de la universidad para conmemorar la ocasión, Shin’ichi escribió:

En el saber, solamente, se encuentra la verdad universal.
El saber contiene las verdades de las cuales depende la paz mundial.
El aprendizaje provee directrices certeras a los jóvenes del mañana.

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Después de su conferencia en la Universidad de Sofía, Shin’ichi visitó el Palacio Nacional de Cultura para reunirse con Lyudmila Zhivkova, la presidenta del Comité Cultural que había extendido la invitación para que Shin’ichi visitara Bulgaria. La señora Zhivkova era hija de Todor Zhivkov, presidente del Consejo de Estado, el mandatario del país. Envuelta en un alo de distinción, era la encarnación misma de Bulgaria y el amor a la cultura de ese país.

Cuando Shin’ichi estuvo en México, desde fines de febrero hasta principios de marzo, se enteró de que la señora Zhivkova estaba hospedada casualmente en el mismo hotel. Para entonces estaba decidido su viaje a Bulgaria por invitación de la señora Zhivkova. Ella estaba recorriendo por todo el mundo para promover los lazos culturales, con la convicción de que el intercambio abriría el camino hacia la paz.

Al saber que la señora Zhivkova estaba con malestar, Shin’ichi y su esposa le hicieron llegar un ramo de flores. Y el 3 de marzo, la presidenta del Comité Cultural, ya recuperada, se reunió con ambos en el hotel. Era el día en que los búlgaros habían conseguido su emancipación del imperio otomano, en 1878.

Con sus ojos resplandecientes de alegría, la señora Zhivkova dijo: «¡Qué maravilla que nosotros, que residimos en lugares tan distantes –usted y su esposa en Japón, y yo en Bulgaria–, hayamos coincidido en estar aquí, en México!».

Shin’ichi también sentía lo mismo.

Como sabía que acababa de recuperarse, trató de no extender el encuentro.

La presidenta había estudiado Historia en la Universidad de Oxford, y con una sonrisa afable hizo comentarios y observaciones acerca de los diferentes tópicos tratados en la conversación. Aunque el tiempo que departieron fue breve, Shin’ichi percibió en su persona sabiduría y un gran intelecto. También se mostró muy interesada en el budismo.

«La cultura es un puente –dijo la señora Zhivkova– que une no solo las naciones sino los sistemas sociales. Llevando al frente la cultura quisiera luchar contra el conflicto armado».

Escuchando esas palabras resueltas, Shin’ichi sintió que dentro del fuero interior de esa elegante mujer palpitaba un espíritu sólido y firme.

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Shin’ichi y Mineko se volvían a reunir con la señora Zhivkova unos dos meses y medio después de ese encuentro en México.

La señora Zhivkova, vestida con traje blanco y un sombrero del mismo tono, los recibió con su gentil sonrisa y le dijo: «¡Felicitaciones por la imposición del doctor honorario! Con todo lo que ha logrado, es un reconocimiento que bien lo tiene merecido.

»Para nosotros, es usted un embajador de la paz porque está consagrando su vida a promover el intercambio cultural para conectar a las personas entre sí. El pueblo búlgaro, que es un pueblo muy respetuoso de la cultura, sabe apreciar plenamente el valor de los esfuerzos que está haciendo».

Shin’ichi agradeció sus palabras.

Durante la conversación abordaron temas sobre la historia de Bulgaria, su gente, sus tradiciones y las conexiones que tiene con la cultura asiática. La señora Zhivkova señaló que los búlgaros tenían sus raíces en los tracios, los eslavos y los protobúlgaros. El origen de este último se remontaba a Asia Central y tenía estrechos vínculos con la cultura budista. Ella creía que todos los seres humanos estaban profundamente interconectados.

A su vez, hablaron sobre futuros intercambios entre Bulgaria y Japón, que incluía la invitación de un coro búlgaro a Japón con el patrocinio de la Asociación de Conciertos Min-On, y la creación de oportunidades que permitieran el contacto de niños y niñas de ambos países. Fue, en verdad, un diálogo sumamente fructífero.

Shin’ichi sabía que la señora Zhivkova había estado trabajando con denuedo para cumplir sus obligaciones como responsable de la política cultural de su país, por lo que le dijo con sincera preocupación: «La vida es larga… y estamos embarcados en una lucha de muchos años. Por favor cuidese y no se extralimite en sus esfuerzos…, por su país y, también, por el mundo».

Asintiendo con una sonrisa, ella respondió resueltamente: «Muchas gracias. Ocupar un puesto de gran peso, implica llevar sobre sí todo ese peso de responsabilidad. Lo que cabe hacer, entonces, es ser consciente de esa realidad y hacer todo lo posible para cumplir lo que se ha asumido, sin importar lo que cueste… Y… yo estoy preparada para hacerlo».

Su mirada irradiaba una determinación inquebrantable. Sin esa clase de compromiso, no se pueden lograr las grandes cosas.

Campanadas del amanecer 15

El 22 de mayo por la mañana, Shin’ichi y su comitiva realizaron una visita de cortesía a Todor Zhivkov, el presidente del Consejo de Estado de la República Popular de Bulgaria. El país estaba celebrando el 1 300 aniversario de la fundación del primer Estado búlgaro. Consciente de que para la ocasión, el mandatario de Estado estaría recibiendo a numerosas personalidades del exterior, Shin’ichi le transmitió su intesión de que no le quitaría demasiado tiempo.

Una de las inquietudes de Shin’ichi era el creciente problema de la contaminación del mar Negro, por lo que preguntó al presidente Zhivkov si no existía la posibilidad de llegar a un acuerdo con los países costeros para trabajar en cooperación y subsanar la situación.

El agua que entra desde el Mediterráneo, cálida y salina, fluye hacia el fondo del mar Negro y da lugar a una gran cantidad de agua anóxica con alta concentración de sal y sulfuro de hidrógeno a 200 metros por debajo de la superficie, característica que lo convierte en un medio inhóspito para cualquier especie de vida marina. La mayor parte de la pesca se realizaba a lo largo de las costas del norte, en aguas poco profundas, donde la salinidad se reduce por la afluencia de agua dulce proveniente de los ríos. Pero ahora, incluso en estas áreas costeras se estaban viendo los efectos de la polución debido al lodo y sedimentos de los ríos.

«Para proteger este precioso recurso natural –dijo Shin’ichi– sería maravilloso si pudiera idear un plan con miras al siglo XXI, para convertir el mar Negro en un próspero “mar azul” donde puedan vivir muchos peces.

»Y para financiar esta empresa, sería fantástico si las naciones costeras pudiesen destinar así sea una mínima parte de sus gastos militares al saneamiento de estas aguas».

El señor Zhivkov expresó su acuerdo señalando: «Así es, a menos que todos estemos de acuerdo en reducir los gastos en armamentos, será imposible concretar tal plan. Lamentablemente, persisten las tensiones entre los Estados Unidos y la Unión Soviética, y entre los Estados miembros de la OTAN y del Pacto de Varsovia».

La Unión Soviética y Bulgaria se habían aliado al Pacto de Varsovia, mientras que Turquía, que limita con el mar Negro al sur, pertenecía a la OTAN.

Todas las naciones estaban conectadas a través del mar Negro, sin embargo, el conflicto que había en el fondo se interponía dificultando el trabajo en cooperación y dejando que la destrucción ambiental siguiera su curso.

Shin’ichi veía que muchas veces se daba prioridad a la ideología antes que a la seguridad humana, y en sus recorridos había hecho hincapié en la necesidad de revertir esa situación.

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Shin’ichi compartió con el presidente otros temas como el de la industria. Dijo que, si bien reconocía la importancia de la industria pesada, pensaba que, en lo sucesivo, habría que fortalecer la industria ligera, por el resultado beneficioso que puede aportarnos.

El presidente Zhivkov coincidió con la opinión de su interlocutor y habló sobre su visión del futuro: «El los últimos años el estándar de vida de la gente ha mejorado considerablemente, por lo que ahora estamos tratando de alentar la industria ligera para que el pueblo pueda gozar de una vida más próspera. Al mismo tiempo, estamos trabajando para enriquecer los aspectos culturales. Ahora todos disponemos de suficiente pan para alimentarnos, por consiguiente, nuestro deseo en lo sucesivo es publicar más libros para que la gente pueda disponer de muchos materiales para leer en su hogar».

Con la abolición de la monarquía después de la Segunda Guerra Mundial y el establecimiento de la República Popular de Bulgaria, en 1954, el presidente Zhivkov fue nombrado primer secretario (luego secretario general) del Partido Comunista búlgaro, y llegó a ocupar el cargo de primer ministro. Desde entonces, había estado liderando su país.

El encuentro tuvo lugar ante las cámaras de televisión. Shin’ichi se despidió del mandatario después de unos 30 minutos.

Esa tarde, Shin’ichi y su comitiva hicieron un viaje de dos horas desde Sofía para visitar Plovdiv, la segunda ciudad más grande y antigua de Bulgaria, cuya historia se remontaba al período neolítico. Las calles estaban bordeadas de árboles, cuyo verdor mostraba un bello contraste con las tejas rojas de las casas.

Después de reunirse con el vicepresidente de la asamblea de distrito y otros funcionarios locales, Shin’ichi realizó un recorrido por el complejo residencial Trakia, donde debía participar en la ceremonia de plantación de árboles.

Mientras se preparaba para el acto, varios niños se le acercaron. Cuando Shin’ichi los invitó a plantar juntos el árbol de abeto, todos aceptaron sonrientes.

«Espero que este árbol, dijo, crezca alto y fuerte, y que la amistad entre Bulgaria y Japón se desarrolle de la misma manera», y colocó tierra sobre la base del árbol. Los niños siguieron sus pasos turnándose de a uno.

Shin’ichi les preguntó qué les gustaría ser cuando sean grandes, y cada uno, con los ojos brillantes, comenzó a contar sus sueños.

No importa cuán turbulentos sean los tiempos que se viven, mientras los niños puedan albergar sueños hay un futuro de esperanza.

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Luego, la comitiva visitó numerosos sitios históricos en el casco antiguo de la ciudad de Plovdiv. En uno de los edificios imponentes de estilo renacentista búlgaro del siglo XIX, escucharon del alcalde Hristo Mishevuna una reseña del pasado y el presente de la ciudad. Al salir del edificio, siguieron recorriendo las antiguas calles empedradas de Plovdiv.

El que se ofrecía de guía los condujo a otra estructura arquitectónica histórica que había sido asignada monumento nacional cultural. Allí los esperaba un coro de unos sesenta niños. Todos llevaban una camisa blanca con volantes, y chaquetas y pantalones cortos de color marrón oscuro. Con sus voces cristalinas, recibieron a los visitantes interpretando una serie de canciones.

Un niño dio un paso hacia adelante y dijo: «En honor a nuestros invitados de Japón cantaremos la canción Kusatsu-bushi en japonés». [Kusatsu es una ciudad famosa por sus aguas termales en la prefectura de Gunma, Japón.]

Era un gesto de consideración para que los visitantes se sintieran en sus casas.

Kusatsu, un maravilloso lugar,
ven al menos una vez.
[¡Ha dokkoisho!]
En sus aguas calientes incluso verás
florecer…

El esfuerzo que hacían por pronunciar correctamente el japonés, aunque no siempre con éxito, hacía que su actuación fuese más encantadora.

Al terminar la presentación, Shin’ichi se levantó de su silla para agradecerles y brindarles un fuerte y caluroso aplauso.

«¡Cuánta pureza, belleza y encanto trasmiten sus voces! Me siento muy emocionado. Seguramente deben de haber ensayado mucho para hacer la presentación hoy… me siento profundamente conmovido por la sinceridad que desborda de ustedes. Este breve encuentro será para mí un tesoro que apreciaré eternamente. ¡Muchísimas gracias!

»Al escucharlos me invadió un calor tan reconfortante como si estuviéramos disfrutando juntos en las aguas termales en Japón. Los espero en Japón. Vengan y hagan muchos amigos en mi país…

El deseo de Shin’ichi quería confiar a estos emisarios como obsequio par el futuro era un deseo, un clamor que les decía: «Por favor, unan al mundo tendiendo laos de amistad y construyan la paz».

La reconocida escritora china Bing Xin (1900-99), con quien entabló amistad con Shin’ichi y Mineko, escribió:

¡Niños!
Dentro de sus pequeños cuerpos
llevan un gran espíritu.2

Campanadas del amanecer 18

El 23 de mayo al atardecer, Shin’ichi asistió a una reunión de la Asamblea Internacional de Niños «Bandera de la Paz» por invitación de la señora Lyudmila Zhivkova, presidenta del Comité Cultural de Bulgaria. El evento tuvo lugar en las afueras de Sofía, donde se avistaba la famosa montaña de Vitosha. Era el preludio de las celebraciones del 24 de mayo, Día de la Educación y la Cultura Búlgaras y el Alfabeto Eslavo y, a su vez, parte de las festividades para conmemorar el 1 300 aniversario de la fundación del país.

Sobre la colina se erigía el monumento «Bandera de la Paz», una torre de más de 30 metros de altura que llevaba inscrita el lema de la asamblea: «Unidad, Creatividad, Belleza». En la parte superior de la entrada, pendían los retratos de los Santos Cirilo y Metodio, quienes contribuyeron a sentar las bases de la cultura búlgara creando el prototipo del alfabeto cirílico.

La Asamblea Internacional de los Niños «Bandera de la Paz» se inauguró en 1979 para conmemorar el Año Internacional del Niño designado por las Naciones Unidas. Unos 2 500 niños procedentes de 79 países participaron en el primer encuentro, celebrado en Sofía, donde mantuvieron intercambios y se comprometieron con la paz.

Entre los participantes había varios niños japoneses con discapacidad. Uno de ellos leyó un poema de su autoría titulado «Vivir». Quien cumplió un papel importante en la concreción de este encuentro, que tuvo una muy buena acogida por la comunidad internacional, fue la presidenta Zhivkova. En sus viajes alrededor del mundo, había enfatizado constantemente la importancia de salvaguardar la paz y el futuro de los niños.

Poco después de las 17 hs., cuando Shin’ichi y Mineko se dirigieron a sus asientos acompañados por la señora Zhivkova, los niños, con su típica vestimenta de múltiples colores, les dieron la bienvenida agitando banderines con los colores de la bandera nacional de Bulgaria: blanco, verde y rojo. Una vez que los invitados tomaron asiento comenzó la interpretación coral.

El mensaje de la primera canción decía: «Impregnemos el mundo con la risa y la dicha de los niños. Extendamos las alas de la amistad y alcemos vuelo hacia los cielos del mundo desde la montaña de Vitosha».

El encuentro estuvo animado con cantos y danzas folclóricas, algunas acompañadas de tambores y flautas tradicionales. Cada actuación trasmitía el profundo orgullo de los intérpretes hacia la cultura de su país.

La señora Zhivkova aplaudió cada presentación con entusiasmo, elogiando y agradeciendo a los niños: «¡Estupendo!», «¡Maravillosa actuación!».

Su mirada estaba llena de ternura de una madre, decidida a proteger con toda su fuerza a sus hijos.

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En su discurso, la presidenta Zhivkova se refirió a la importancia del Día de la Educación y la Cultura Búlgaras y el Alfabeto Eslavo, señalando que era una jornada para rendir homenaje y celebrar la eterna contribución de los hermanos Cirilo y Metodio, quienes idearon el prototipo del alfabeto cirílico.

Dijo que hasta el siglo IX, la lengua eslava que se hablaba en Bulgaria no tenía escritura. Estos hermanos que eran misioneros griegos desarrollaron el alfabeto glagolítico basado en el griego y tradujeron la Biblia para la gente de esta región. Más tarde, sus discípulos hicieron el trabajo de revisión e introdujeron cambios que dieron lugar al alfabeto cirílico utilizado ampliamente en los países eslavos, incluyendo a Rusia.

La presidenta Zhivkova pidió a la audiencia tuviera siempre presente el lema de «Unidad, Creatividad, Belleza» que adorna el monumento de la Bandera de la Paz y ofreciera su labor en aras de la paz del mundo.

Luego, se levantó Shin’ichi para dar sus palabras. Había empezado a lloviznar, pero caminó hacia el micrófono sin llevar paraguas.

«Como representante de Japón, me gustaría saludar a todos los preciosos y encantadores niños presentes hoy aquí».

Luego, le pidió al intérprete que leyera directamente su discurso traducido al búlgaro. Quería acortar el tiempo para que los niños no tuviesen que permanecer bajo la lluvia.

En sus palabras, Shin’ichi alentó a los pequeños a que fueran valientes, amables y considerados, y a entrenarse física y mentalmente. Señaló que vivir implicaba luchar, y que aun cuando se vieran frente a muchos retos y reveses en el camino hacia la realización de sus sueños, siguieran adelante con valentía y fortaleza para seguir creciendo. «Recuerden –les dijo–, que los obstáculos y las dificultades son grandes oportunidades para fortalecerse».

Los aplausos de los niños resonaron sobre la colina.

Llegó la hora del número final.

En medio del repique de las Campanas de la Paz, una colección donada de todo el mundo, un grupo de niños encendió la Llama de la Paz ceremonial.

Si la flama de paz se enciende en el corazón de los niños, nuestra Tierra se convertirá en un planeta que desbordará luz de paz en el siglo XXI.

Campanadas del amanecer 20

El 24 de mayo, en que se conmemora el Día de la Educación y la Cultura Búlgaras y el Alfabeto Eslavo, se llevó a cabo un desfile en la Plaza Nueve de Setiembre, en la ciudad de Sofía, como parte de los festejos del 1 300 aniversario de la fundación del país. En el evento asistieron varios funcionarios del gobierno búlgaro, incluyendo al presidente Zhivkov del Consejo de Estado. Shin’ichi participó también como invitado.

La lluvia había cesado, y resplandecía el sol de principios de verano. Hombres y mujeres, jóvenes y mayores marchaban todos orgullosos. Había grupos que estaban representando a diferentes instituciones educativas primaria, secundaria y universitaria; grupos laborales y agrupaciones comunitarias. Algunos llevaban grandes carteles con las imágenes de los Santos Cirilo y Metodio sumando un aire festivo al desfile. También estaba presente una banda de metales que interpretaba melodías vivaces y un grupo de jóvenes bastoneras que hacían sus presentaciones dinámicas siguiendo el ritmo de la banda.

En el desfile, el rector Dimitrov encabezaba al grupo de profesores y estudiantes de la Universidad de Sofía. También podían avistarse ciudadanos que iban tomados de la mano de sus pequeños hijos o cargándolos sobre sus hombros. Otros agitaban claveles mientras marchaban. Era un gran cortejo, distendido y lleno de calor humano, cuyos participantes estaban unidos en espíritu y mostraban amplias sonrisas.

El vicerrector Vladimir Tropin de la Universidad Estatal de Moscú que asistía también como invitado, le dijo a Shin’ichi: «Aquí tenemos una imagen vívida de humanismo, una imagen que tiene mucho en común con los ideales de la Soka Gakkai».

Shin’ichi partió de Bulgaria junto con sus acompañantes al día siguiente, por la tarde. En el aeropuerto los aguardaban para despedirlos Emil Aleksandrov, vicepresidente de Comité Cultural, quien le comentó a Shin’ichi: «Nos sentimos muy honrados de contar con un amigo más como usted que tanto activa alrededor del mundo. La presidente Zhivkova también está profundamente agradecida por su visita junto con su esposa y me pidió que le transmitiera sus más sinceros saludos».

Dos meses después de esta visita, el 21 de julio, la presidenta Lyudmila Zhivkova falleció repentinamente. Tenía apenas 38 años. El mundo lloró su prematura muerte.

Como una hermosa flor, su vida había llegado a su fin demasiado pronto. Había trabajado con sincera dedicación y compromiso, sin pensar nunca en su propio bienestar. Recordando su noble existencia consagrada al loable propósito y convicción, Shin’ichi y Mineko oraron por su eterno descanso y paz.

  • *1BOTEV, Hristo: “A Prayer” (Mi plegaria), en The History of Modern Bulgarian Literature (Historia moderna de la literatura búlgara), traducido por Clarence A. Manning y Roman Smal-Stocki. Nueva York: Bookman Associates, 1960, pág. 176
  • *2Xie Bingxin, Bingxin quanji (Escritos recopilados de Bing Xin), vol. 1, Fujian, provincia de Fuzhou: Haixia Wenyi Chubanshe, 1994, pág. 243.