Parte 1: La felicidad; Capítulo 9: Dar a nuestra vida un brillante capítulo final [9.8]

9.8 Hacer de la vida un arte

En referencia a los últimos años de Florence Nightingale, pionera de la enfermería moderna, el presidente Ikeda nos exhorta a vivir con pasión y compromiso hasta el final de nuestra existencia.

Florence Nightingale les prometió a sus graduadas: «Procuraré seguir aprendiendo hasta el último momento de mi vida. […] Cuando ya no pueda hacerlo, aprenderé de la forma en que otras me cuidarán, viendo a otras enfermeras ejercer la profesión en mí».1 Y fue fiel a estas palabras toda su vida.

Aproximadamente a los cuarenta años, cuando fundó la Escuela de Entrenamiento y Hogar Nightingale para Enfermeras, su salud se deterioró mucho. Sufría continuamente de migrañas, náuseas y ataques de asma. Se fatigaba si debía hablar durante largo rato. Como, en verdad, enfrentó varias crisis de salud que pusieron en riesgo su vida, muchos pensaron con gran preocupación que Florence Nightingale moriría joven. Sin embargo, nunca dejó de trabajar. No dejó que la enfermedad la agobiara. Decía: «Estoy tan ocupada que no tengo tiempo para morirme».2

Incluso cuando no podía desplazarse a sus anchas, seguía escribiendo. Por esa razón, siempre tenía lápices y estilográficas en su mesa de noche, al lado de la cama. Fue autora de una cantidad impresionante de artículos y documentos estadísticos, y de más de doce mil cartas. Aunque sus médicos le aconsejaron que cesara de escribir, sus recomendaciones no hicieron más que incentivarla. «Me dicen que no escriba… Pero, justamente por eso sigo escribiendo más que nunca».3 También declaró: «Si no hubiese podido escribir el Informe, ¿de qué me habría servido la salud que habría “ganado”?».4 Estas palabras ponen de relieve la firme convicción que la nutrió toda su vida. Lo que alimentaba a Nightingale era la llama apasionada de su propósito interior, al cual se brindó por entero, sin escatimar esfuerzos.

Con el tiempo, comenzó a perder la vista. Y sin embargo, decía: «No, no y mil veces no. No voy a volverme apática».5 A poco de cumplir los ochenta, quedó ciega. Pero no desesperó. Siguió activa, con la conciencia de que aunque no podía ver, tenía oídos para escuchar y una boca para hablar. A sus visitantes les sorprendía comprobar cuán informada estaba sobre los hechos de la actualidad.

Las escrituras budistas nos enseñan que, si perdemos las manos, tenemos los pies; si perdemos los pies, tenemos los ojos, y si perdemos los ojos, tenemos la voz. Y aunque perdamos la voz, seguimos teniendo la vida.6 Con esta determinación, debemos propagar el budismo mientras estemos en el mundo. Así vive un budista genuino.

Incluso cuando el buda Shakyamuni estaba en su lecho de muerte, recibió a un asceta que había ido a verlo; le predicó la Ley, lo convirtió a sus enseñanzas y le dio la bienvenida como a su último discípulo en esta existencia.7

Mi maestro Josei Toda solía decir que la felicidad o la desdicha de una existencia se definían en los años finales, y no antes. Los últimos años de Florence Nightingale, en sus propias palabras, fueron los más hermosos y reconfortantes; los mejores de su vida. Ninguna mujer fue tan estimada y amada como ella en ese momento. Se decía que la sola mención de su nombre hacía que la gente respondiera positivamente, y muchas mujeres la adoptaron como ejemplo y modelo. Acudían a verla personas de toda Gran Bretaña e, incluso, del mundo, en busca de consejos. Intentaban visitarla líderes políticos y gente de la realeza, pero, si no tenían interés real en la enfermería, Nightingale prefería declinar.

Valoraba a los jóvenes. «Estoy realmente ansiosa de ver surgir sucesoras».8 Recibía centenares de cartas de gente joven que quería dedicarse a la enfermería, y las respondía casi en su totalidad. Hasta el final, se dedicó a sembrar las semillas del futuro, siempre atenta a las cosas que requerían de acción. «¡Hacer de la vida un arte! […] Esa es la mejor de todas las Bellas Artes».9 Siento que así, tal cual, vivió Florence Nightingale.

El 13 de agosto de 1910, concluyó serenamente su «vida artística». Tenía 90 años. Su muerte coincidió con el quincuagésimo aniversario de la escuela que fundó. De acuerdo con sus propios deseos, tuvo un funeral muy sencillo.

Nightingale consideraba la muerte como el comienzo de una nueva ronda de «inmensa actividad».10 Nichiren Daishonin señala: «A medida que uno repite el ciclo de sucesivos nacimientos y muertes, se interna en la tierra de la naturaleza del Dharma o iluminación, que existe en forma inherente dentro de uno mismo».11 Los que tienen fe en la Ley Mística avanzan por la gran tierra de su naturaleza intrínsecamente iluminada, experimentado alegría tanto en la vida como en la muerte. En otras palabras, transitan por la tierra de la budeidad.

La vida es eterna. Por eso es esencial establecer un estado de vida absolutamente indestructible, cimentado en la eternidad, la felicidad, la verdadera identidad y la pureza. Y para hacer esto, necesitamos cultivar una fe correcta. Pero, además, es igualmente necesario llevar a cabo acciones sinceras y justas en bien de los demás. Quienes consagran su vida al kosen-rufu pueden recorrer la senda de la felicidad eterna y disfrutar de la más elevada de todas las alegrías.

De la serie de ensayos «Reflexiones sobre Florence Nightingale: Tributo al siglo de la mujer», publicada en japonés en marzo de 2002.

La «sabiduría para ser feliz y crear la paz» es una selección de las obras del presidente Ikeda sobre temas clave.

  • *1MCDONALD, Lynn: Florence Nightingale: The Nightingale School (La Escuela Nightingale), Ontario, Canadá: Wilfrid Laurier University Press, 2009, págs. 761-762.
  • *2COPE, Zachary: Florence Nightingale and The Doctors (Florence Nightingale y los médicos), Filadelfia: J. B. Lippincott Company, 1958, pág. 37.
  • *3WOODHAM-SMITH, Cecil: Florence Nightingale, Londres: Constable and Company, Ltd., 1951, pág. 387.
  • *4Ib., pág. 300
  • *5 Ib., pág. 589.
  • *6Véase Sutra de las historias de nacimientos compiladas sobre la práctica de los seis paramitas y Tratado sobre la gran perfección de la sabiduría, de Nagarjuna.
  • *7Maha Parinibbana Suttanta (Pali Nirvana Sutra), en Dialogues of the Buddha (Diálogos del Buda), trad. ingl. T. W. y C. A. F. Rhys Davids, Oxford: The Pali Text Society, 1995, parte 2, págs 149-169..
  • *8WOODHAM-SMITH, Cecil: Florence Nightingale, ed. cit., págs. 585-586.
  • *9COOK, Edward: The Life of Florence Nightingale (Vida de Florence Nightingale), Londres: Macmillan and Co., Ltd., 1913, pág. 430.
  • *10WOODHAM-SMITH, Cecil: Florence Nightingale, ed. cit., pág. 591.
  • *11Registro de las enseñanzas transmitidas oralmente, pág. 52.