Parte 1: La felicidad; Capítulo 10:
La alegría en la vida y en la muerte [10.1]

10.1 Consolidar el estado de Budeidad en esta existencia

En su conferencia de 1993 en la Universidad de Harvard, titulada «El budismo Mahayana y la civilización del siglo XXI», el presidente Ikeda expone la profunda visión budista sobre la alegría en la vida y en la muerte, tomando como base las enseñanzas del budismo Nichiren.

¿Cuál es el propósito de la vida? ¿En qué consiste una existencia de genuino valor? ¿Qué es la muerte? ¿Y qué sucede después? Nichiren señala: «Por lo tanto, debía aprender ante todo sobre la muerte, y luego sobre el resto de las cosas».1 En la medida en que examinamos frontalmente la cuestión de la muerte, podemos edificar una vida realmente feliz.

En este capítulo se incluyen orientaciones del presidente Ikeda sobre la forma de confrontar y de trascender las aflicciones del nacimiento y la muerte.


¿Para qué practicamos el budismo de Nichiren Daishonin? Para que nuestra existencia sea maravillosa. Para trascender serenamente las cuatro aflicciones del nacimiento, la vejez, la enfermedad y la muerte, que representan aspectos ineludibles de la condición humana.

El primero de los cuatro sufrimientos es el de nacer. Una vez que nacemos, iniciamos el camino de la existencia, y es importante que vivamos tenazmente hasta el último instante, pase lo que pase.

Nuestra práctica budista basada en la Ley Mística nos brinda una poderosa fuerza vital para iniciar cada jornada con fortaleza y convicción, remontando toda clase de problemas y adversidades. ¿Por qué nacemos? Una vida que transcurre sin sentido, sin respuesta a esta pregunta primordial, es estéril y vacía. Vivir, comer, morir sin experimentar un sentido real de propósito, es conformarnos con una existencia primitiva, vivir como un animal irracional.

Por otro lado, hacer, crear, contribuir y beneficiar a otros, a la sociedad e incluso a uno mismo, dedicando toda la existencia a este desafío, representa una vida de elevado humanismo, que brinda genuina satisfacción y crea valor perdurable. Nuestra práctica budista basada en la Ley Mística es la fuerza motriz que nos permite generar el máximo valor posible en bien propio y de los demás.

El segundo de los sufrimientos inevitables es el de la vejez. ¡Qué rápido pasa la vida…! Cuando queremos acordarnos, descubrimos que ya no somos jóvenes. La fuerza física disminuye y empezamos a experimentar los límites y fallas de nuestro cuerpo. La práctica del budismo Nichiren nos permite emplear la vejez como un período de inmensa riqueza, un otoño dorado de abundante cosecha, en lugar de una época de triste y solitaria declinación. El sol, al hundirse en el crepúsculo, envuelve la tierra de un resplandor majestuoso. Practicamos la filosofía del Daishonin para poder vivir nuestro crepúsculo con esa misma luz bella y sublime.

El tercero de los cuatro sufrimientos es la enfermedad. Somos seres mortales, sujetos a experimentar alguna dolencia con el transcurso de los años. El poder de la Ley Mística se manifiesta en una robusta vitalidad, que nos permite superar los trastornos de salud a los que nos vemos expuestos. Nichiren Daishonin escribe: «Nam-myoho-renge-kyo es como el rugido de un león. Por lo tanto, ¿qué enfermedad puede ser un obstáculo?».2

Aunque enfermemos o nos veamos ante otras limitaciones físicas, si vivimos dedicados al logro del kosen-rufu, naturalmente comprobaremos la protección otorgada por Nichiren Daishonin, por todos los budas y bodisatvas, y por las fuerzas universales que llamamos «deidades celestiales».

El Daishonin promete:

La mujer que acepte esta eficaz medicina [de Myoho-renge-kyo] vivirá rodeada y protegida por estos cuatro grandes bodhisattvas [líder de los Bodisatvas de la Tierra]3 a cada instante. Cuando se ponga de pie, eso mismo harán los bodhisattvas, y cuando camine por la ruta, también ellos marcharán a su lado. Serán inseparables como un cuerpo y su sombra, como los peces y el agua, como la voz y su eco, como la luna y su luz.4

Como indica este pasaje, los que adoptan la fe en la Ley Mística serán protegidos de manera rotunda, no solo en esta vida, sino también eternamente.

El último de los sufrimientos inevitables es el de la muerte. Tarde o temprano, inevitablemente, todos habremos de morir sin excepción. Cuando llegue ese momento, los que estén recorriendo el camino de la Ley Mística se dirigirán serenamente hacia la tierra pura del Pico del Águila en un gran «carruaje tirado por un buey blanco»5 como describe el Sutra del loto, donde se menciona como metáfora una carroza tirada por un buey blanco, de dimensiones inmensas, adornada de oro, plata e incontables metales y piedras preciosas.6 Es decir, su vida se fusionará con el estado de budeidad del universo.

Si logramos la budeidad en esta existencia, ese estado permanecerá en nuestra vida eternamente. En existencia tras existencia, disfrutaremos de la vida dotados de salud, recursos materiales e intelectuales, circunstancias favorables y buena fortuna. Cada uno de nosotros nacerá con una misión propia y única, en las condiciones apropiadas para cumplirla. Ese estado de vida es perenne y no hay nada que pueda destruirlo.

Si a cada instante los aliento a dedicarse con firmeza a la práctica budista y a afianzar la budeidad en esta existencia, es precisamente para que puedan gozar de esa felicidad eterna. No es una opinión propia; es lo que afirma la enseñanza de Nichiren Daishonin.

Por tal razón, es crucial que no nos apartemos del camino que conduce a la budeidad y que sigamos perseverando, armados de paciencia y de un espíritu tenaz, por el camino del kosen-rufu y de la práctica budista.

Habrá ocasiones en que tendremos ganas de descansar o en que no nos sentiremos motivados para hacer nada. Es natural; somos seres humanos. Pero lo que cuenta es que mantengamos el rumbo y sigamos avanzando con persistencia por el camino de la budeidad, siempre alentando a otros a lo largo de la marcha.

Si un avión se desvía de su itinerario o un automóvil cambia de carril por la distracción de quien lo conduce, lo más probable es que se produzca un accidente. De la misma manera, si nuestra vida se aparta de su curso, también puede estrellarse y sumirnos en la desventura y el sufrimiento. Existe un camino correcto para vivir, aunque no sea visible a simple vista; esa carretera majestuosa, que conduce a la felicidad, es la vía de la Ley Mística.

Si avanzamos por ella sin abandonar jamás la práctica budista, sin falta disfrutaremos de un estado de total felicidad material y espiritual.

Del discurso pronunciado en una reunión de gongyo en el Centro Cultural de Nueva York, en los Estados Unidos, el 15 de junio de 1996.

La «sabiduría para ser feliz y crear la paz» es una selección de las obras del presidente Ikeda sobre temas clave.

  • *1The Importance of the Moment of Death (La importancia del momento de la muerte), en The Writings of Nichiren Daishonin (WND), Tokio: Soka Gakkai, 2006, vol. 2, pág. 759.
  • *2Respuesta a Kyo’o, en Los escritos de Nichiren Daishonin (END), Tokio: Soka Gakkai, 2008, pág. 433.
  • *3Bodisatvas de la Tierra: Hueste inmensurable de bodisatvas que irrumpen del seno de la tierra y a quienes el buda Shakyamuni confía la propagación de la Ley Mística o esencia del Sutra del loto en el Último Día de la Ley.
  • *4Sobre las oraciones ofrecidas al mandala de la Ley Mística, en END, pág. 436.
  • *5Gran carruaje tirado por un buey blanco: Carroza adornada de joyas que marcha tirada por un gran buey blanco. Se la menciona en relación con la analogía de los tres carros y la casa en llamas, en el capítulo «Parábolas y semejanzas » (3.o) del Sutra del loto; allí, representa el vehículo único de la budeidad.
  • *6En una parte del discurso no incluida en este extracto, el presidente Ikeda citaba un escrito del Daishonin titulado Sobre los grandes carruajes tirados por bueyes blancos: «Estas grandes carrozas tiradas por bueyes blancos pueden volar libremente por el cielo de la naturaleza esencial de los fenómenos [es decir, la naturaleza del Dharma o iluminación]. Quienes vendrán después de mí lo harán en estos carruajes y viajarán a [la tierra pura de] el Pico del Águila. Y yo, Nichiren, en un carruaje de la misma clase, saldré a recibirlos. (On the Large Carriages Drawn by White Oxen (Sobre los grandes carruajes tirados por bueyes blancos), en WND, vol. 2, pág. 976.