Parte 1: La felicidad; Capítulo 5:
Convertir las aflicciones en felicidad [5.1]

5.1 Somos los protagonistas de nuestra propia saga triunfal

La fe en la Ley Mística asegura que, a través de superar grandes penurias y sufrimientos, podemos construir un estado de inmensa felicidad. El presidente Ikeda ha reiterado en muchas oportunidades esta forma de vivir de esperanza ilimitada y desinhibida.

En este capítulo exploraremos la clave para superar las dificultades de la vida y construir una existencia victoriosa.

Cada uno de nosotros es el guionista de su propia historia triunfal. Y es, también, su protagonista. Shakespeare escribió: «El mundo es un escenario / y los hombres y mujeres, sus actores».1

El budismo enseña que cada persona es autora e intérprete de ese guion que constituye su propia vida. No hay otro que escriba la trama por nosotros: somos los dramaturgos y los personajes principales. Esta es una filosofía de vida sumamente positiva, derivada del principio de los tres mil aspectos contenidos en cada instante vital.2

Dicho de otro modo, en nuestra historia, no debemos buscar otro autor u actor fuera de nosotros mismos. Para que la producción sea magnífica, es fundamental que tengamos bien clara la escenografía y el argumento, hasta el punto de vislumbrarlos con total claridad. A veces, será necesario ensayar mentalmente. A algunas personas les resulta útil poner por escrito sus metas (por ejemplo, aprobar un examen o mejorar las condiciones laborales) y leerlas reiteradamente hasta grabarlas en lo profundo de su vida.

Una vez conocí el caso de un joven que, a raíz de un accidente sufrido en la infancia, había quedado con una pierna más corta que la otra. Sin embargo, sus padres nunca le inculcaron la idea de que esta circunstancia recortase sus posibilidades; lo trataron como a cualquier otro niño y lo alentaron a practicar deportes. Le enseñaron que podía lograr cualquier cosa que se propusiera y que, si no llegaba a concretar algo, era sencillamente porque había decidido la derrota antes de haberlo intentado. La seguridad de sus padres no se basaba en una posición voluntarista o teórica sobre la fuerza de voluntad, sino en una absoluta certeza en el potencial latente del ser humano.

El niño llegó a ser un astro del equipo escolar de fútbol y, luego de graduarse, también se destacó en la sociedad. Su vida ejemplifica a la perfección lo que sostiene el escritor ruso Máximo Gorki en una de sus novelas: «El talento no es más que confianza en uno mismo y en las propias facultades».3

Sir Walter Scott, el gran autor escocés, escribió: «Todo es imposible para los débiles y vacilantes, pues eso es lo que creen».4

Cuando pensamos «Es imposible» o «No hay forma de hacerlo», la mente virtualmente anula estas posibilidades y las pone fuera de nuestro alcance. De la misma manera, si los padres todo el tiempo dicen a sus hijos que son un desastre o que son torpes, estos lo creerán y terminarán respondiendo exactamente a esta imagen de sí mismos.

Nichiren Daishonin cita un pasaje del Sutra de la guirnalda de flores:

La mente es como un diestro pintor, que crea diversas formas a partir de los cinco componentes.5 Así pues, de todos los fenómenos que existen en el mundo, no hay uno solo que no sea creado por la mente». […]. Fuera de esta mente, no existe fenómeno alguno.6

Cuando leemos las cartas de Nichiren Daishonin, vemos que, a modo de prueba documental, constantemente cita sutras y escrituras budistas relevantes para el caso particular de sus creyentes o referidos a las preguntas que estos le presentaban, con el deseo de inspirar un cambio de actitud mental, de fortalecer su determinación o de darles confianza en sí mismos y en la práctica budista. Como el sol, siempre irradiaba esperanza y aliento, porque comprendía perfectamente que un cambio en la postura interior bastaba para cambiarlo todo.

Muchos atribuyen el éxito de los demás a las circunstancias favorables. Tienden a pensar «Si yo tuviera la misma suerte que él…», o «Si no tuviera este problema que me aflige, podría lograr tantas cosas…». Pero, en definitiva, esto es racionalizar el propio fracaso con argumentos inválidos. No hay nadie que no tenga problemas.

Un empresario dijo a un amigo:

—Veo que siempre te estás quejando de las dificultades que tienes… Conozco un sitio donde calculo que habrá unas diez mil personas, y nadie tiene problemas. Así que, si te parece, he pensado en llevarte a conocerlo.

—¡Por favor, me encantaría! —dijo el otro.

¿Y dónde lo llevó su amigo? Al cementerio. Quería enseñarle que, por el solo hecho de vivir en este mundo, todos estamos sujetos a tener dificultades y obstáculos. Lo que da riqueza y sentido a nuestra existencia es el proceso y el desafío personal de superarlos.

El budismo enseña que «los deseos mundanos conducen a la iluminación». Cuantos mayores sean nuestros padecimientos derivados de las ilusiones y los deseos terrenales, mayor es la felicidad en la cual podemos transmutarlos mediante la práctica de entonar Nam-myoho-renge-kyo.

En la época de Shakyamuni, hubo una mujer que perdió a su amado hijo a raíz de una enfermedad. Enloquecida de angustia, deambulaba por la ciudad llevando en los brazos el cuerpo del pequeño sin vida, y a todos los que veía les suplicaba: «Por favor, consígame un remedio que cure a mi hijo…».

Alguien se apiadó de su sufrimiento y la llevó a ver a Shakyamuni. Este la escuchó y le dijo: «No te aflijas. Yo te prepararé un buen remedio. Ve al pueblo y tráeme semillas de mostaza. Eso sí: deben provenir de una casa donde nadie haya perdido a un ser querido».

La mujer se lanzó esperanzada a las calles y comenzó a llamar puerta tras puerta. Pero no podía encontrar un hogar donde nadie hubiera fallecido. Finalmente, tomó conciencia: todos los seres humanos mueren. No estaba sola en su sufrimiento… Para comprender más sobre la eternidad de la vida, adoptó a Shakyamuni como maestro y, tiempo después, llegó a ser respetada como una de las practicantes más devotas de sus enseñanzas.7

Valiéndose de un medio hábil como enviarla a recoger semillas de mostaza de una casa donde nadie hubiera experimentado la muerte, Shakyamuni restableció en ella la paz espiritual y la liberó de la aflicción en la que estaba atrapada. Le permitió despertar una profunda sabiduría interior basada en la eternidad de la vida.

Lo más importante, entonces, es elevar nuestro estado de vida. Cuando pensamos solo en nosotros mismos, de a poco nos vamos atrincherando en una visión estrecha y pequeña; es decir, vivimos encerrados en nuestro yo inferior. En cambio, cuando trabajamos en pos de un objetivo amplio y trascendente —en bien de la Ley, la felicidad de los demás y el bienestar de la sociedad— podemos cultivar la generosidad del corazón y desarrollar nuestro yo superior, mediante las «prodigiosas funciones de la mente».8 Tener un gran corazón nos permite disfrutar de una inmensa felicidad. Cuando, de esta manera, elevamos nuestro estado de vida, podemos experimentar con sabiduría los sufrimientos que antes nos agobiaban y remontarlos serenamente. Espero que todos construyan una vida adornada con las «funciones prodigiosas de la mente», dando pruebas brillantes y positivas de superación.

Del discurso pronunciado en una reunión con representantes de la SGI de Estados Unidos, el 9 de marzo de 1993.

La «sabiduría para ser feliz y crear la paz» es una selección de las obras del presidente Ikeda sobre temas clave.

  • *1SHAKESPEARE, William: As You Like It (Como gustéis), en The Complete Works, Illustrated (Obras completas ilustradas), Nueva York: Gramercy Books, 1975, pág. 239. Acto II, escena 7.
  • *2Tres mil aspectos contenidos en cada instante vital: Doctrina desarrollada por el gran maestro T’ien-t’ai de la China y basada en el Sutra del loto. Los «tres mil aspectos» indican los aspectos y fases variables que adopta la vida a cada momento. A cada instante, la vida manifiesta alguno de los diez estados. Cada uno de estos diez estados posee en sí mismo el potencial de los diez, lo cual da un total de cien estados posibles. Cada uno de estos cien estados posee los diez factores y opera dentro de cada uno de los tres planos de la existencia, totalizando tres mil aspectos. En otras palabras, todos los fenómenos están contenidos en cada instante vital, y cada instante vital impregna los tres mil estados de la existencia; es decir, la totalidad del mundo fenoménico.
  • *3GORKI, Máximo: The Lower Depths: Unabridged (Los bajos fondos), trad. ingl. Jennie Covan y ed. Julie Nord, Toronto: Dover Publications, 2000, pág. 5.
  • *4SCOTT, Walter: Rob Roy, edit. Ian Duncan, Nueva York: Oxford University Press, 2008, pág. 211.
  • *5Cinco componentes: Forma, percepción, conceptualización, volición y conciencia. El budismo sostiene que estos elementos constitutivos se unen en forma temporal para crear un ser vivo individualizado. Constituyen uno de los tres planos de la existencia (o tres principios de individualización), junto con el de los seres vivos y el del medio ambiente.
  • *6The Unanimous Declaration by the Buddhas (La declaración unánime de todos los budas) en The Writings of Nichiren Daishonin, Tokio: Soka Gakkai, 2006, vol. 2, pág. 844.
  • *7Esta famosa parábola sobre una mujer llamada Kisa Gotami aparece en el Therigatha Atthakatha (Comentario sobre el «Therigatha»).
  • *8The Record of the Orally Transmitted Teachings (Registro de las enseñanzas transmitidas oralmente), trad. ingl. Burton Watson, Tokio: Soka Gakkai, 2004, pág. 30.