Parte 3: El kosen-rufu y la paz mundial
Capítulo 31: Una gran ruta hacia la paz mundial [31.5]

31.5 El siglo de la vida

En sus numerosos diálogos, el presidente Ikeda se ha referido reiteradamente a un «humanismo budista». Aquí, en diálogo con el académico estadounidense Lawrence E. Sullivan, profesor de Teología, analiza la misión de la religión en el siglo XXI.

Todas las actividades humanas deben emprenderse teniendo en cuenta al ser humano y deben contribuir a su felicidad.

Si tomamos a los sujetos como punto de partida y de conclusión, vemos que el pensamiento, la filosofía o, en última instancia, la religión son lo que influye en ellos, en el sentido más esencial, y lo que convierte a cada uno en lo que es.

De una misma tierra fértil crecen arces, cerezos, lirios y rosas; siguiendo esta analogía, de un ámbito común derivan la política, la economía, la cultura y la educación. La pregunta es, entonces, cuánto se ha nutrido el suelo del cual todas estas prácticas derivan. ¿Es una tierra sana? ¿Tiene buena fecundidad? Si no es así, nunca podrá producir plantas ni árboles bellos y lozanos.

Esa tierra es el pueblo, es la vida de la gente. Una religión orientadora de la existencia humana podría compararse con la tierra. Cuando el suelo es sana y saludable, las flores crecen en profusión. El significado de nuestro movimiento de la SGI yace en permitir el cultivo del potencial humano y el florecimiento de la paz, la cultura y la educación, nutridas por el budismo.

Solo podremos esperar un brillante florecimiento de nuestros diarios asuntos, así como también de los acontecimientos culturales, políticos y económicos, cuando adoptemos como cimiento una religión que pueda responder a las preguntas esenciales de la existencia humana: ¿Qué es la vida? ¿Qué significa ser humanos? ¿Cómo debo orientar mi existencia?

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La motivación de todo progreso científico o económico debe ser siempre beneficiar a la humanidad, fortalecer y enriquecer la vida.

Conocernos a nosotros mismos y comprender a los demás, en definitiva, se reducen a entender qué significa la condición humana, qué es la vida y en qué consiste realmente la dignidad. En nuestro afán de comprender la condición humana, no podemos dejar de considerar lo que el budismo denomina «cuatro sufrimientos»: las aflicciones del nacimiento, la vejez, la enfermedad y la muerte. Sin confrontar estos ejes fundamentales, toda búsqueda de la felicidad resultará efímera como un castillo de arena o como una planta sin raíces que flota en el agua.

El budismo también describe otras cuatro clases de sufrimientos: la aflicción de separarnos de nuestros seres queridos; de tener que estar con los que detestamos; el pesar de no poder satisfacer nuestros deseos, y el sufrimiento derivado de los cinco componentes1 que constituyen el cuerpo y la mente de los seres humanos. Sumados a los otros cuatro, forman lo que se conoce como «ocho sufrimientos».

Desde tiempo inmemorial, la humanidad ha querido resolver estas cuestiones. Y solo una religión que enseñe la Ley fundamental de la vida podrá darles respuesta. Ahora es momento de compartir con toda la humanidad el medio para hallar esas soluciones.

Si queremos que el siglo XXI sea una centuria de esperanza para la humanidad, debemos volver a las bases —al sentido esencial de la vida como seres humanos— y, desde allí, construir un sólido cimiento para la felicidad de todas las personas. Como he venido proponiendo desde hace muchos años, esta es la manera de abordar la cuestión de la vida y la muerte y de hacer que el siglo XXI sea un siglo de la vida.

Del diálogo con el doctor Lawrence E. Sullivan, director del Centro de Estudios sobre las Religiones del Mundo de la Universidad de Harvard, celebrado en Tokio el 27 de marzo de 1993.

Sabiduría para ser feliz y crear la paz es una selección de las obras del presidente Ikeda sobre temas clave.

  • *1Cinco componentes: Forma, percepción, conceptualización, volición y conciencia. El budismo sostiene que estos elementos constitutivos se unen en forma temporal para crear un ser vivo individualizado. Constituyen uno de los tres planos de la existencia (o tres principios de individualización), junto con el de los seres vivos y el del medio ambiente.