Parte 1: La felicidad; Capítulo 3: La práctica para transformar nuestro estado de vida [3.6]

3.6 El profundo significado de Nam-myoho-renge-kyo

¿Qué es Nam-myoho-renge-kyo y cuál es el significado de su recitación? En estos fragmentos escogidos, el presidente Ikeda cita pasajes de los escritos del Daishonin que esclarecen los fundamentos del budismo Nichiren.

La práctica de entonar Nam-myoho-renge-kyo se traduce en incalculables beneficios, pues nos permite activar en nuestra propia vida el poder sin límites de la Ley Mística, la ley fundamental del universo.

Nichiren Daishonin luchó para que toda la humanidad pudiera beneficiarse con la fuerza ilimitada de Nam-myoho-renge-kyo y construir así una felicidad real. La base doctrinaria de esta labor se expresa de manera muy concisa en el pasaje inicial de uno de sus escritos, titulado El logro de la budeidad en esta existencia:

Si desea liberarse de los sufrimientos del nacimiento y la muerte que ha venido soportando desde el tiempo sin comienzo, y manifestar sin falta una iluminación insuperable en esta existencia, debe percibir la verdad mística que existe en todos los seres vivos en forma inherente y primigenia. Esta verdad es Myoho-renge-kyo. Por lo tanto, recitar Myoho-renge-kyo le permitirá aprehender la verdad mística que existe de manera innata en todas las formas de vida.1

Este pasaje abarca los profundos principios del budismo y la historia de la revolución religiosa por facilitar a todo el pueblo el logro de la budeidad. En cada palabra y cada frase rezuma la sublime sabiduría del budismo.

La referencia del Daishonin a los «sufrimientos del nacimiento y la muerte […] desde el tiempo sin comienzo» nos remite al concepto de la transmigración, según el cual los seres experimentan un ciclo incesante de nacimiento y muerte, caracterizado por los sufrimientos, que prosigue desde el infinito pasado hasta el infinito futuro. El budismo afirma que este ciclo repetitivo e interminable de padecimientos deriva, en última instancia, de los deseos mundanos. Y que una parte inseparable de la transmigración es ese ciclo negativo de deseos mundanos, karma y sufrimiento. En este sentido, «los sufrimientos del nacimiento y la muerte […] desde el tiempo sin comienzo» también representan una sucesión inacabable de ilusiones y de aflicciones.

Como aceptar esa transmigración sin fin resulta insoportable, el ser humano naturalmente se aferra al deseo de cerrar ese penoso ciclo de nacimiento y muerte, y de liberarse de las cadenas de la ilusión y de las aflicciones.

En el budismo, hay dos enfoques fundamentales con respecto a la emancipación del sufrimiento asociado con este ciclo. Uno de ellos plantea que la forma de poner fin a ese ciclo kármico incesante de nacimiento y muerte es erradicar los deseos mundanos que, según se cree, son sus causantes. El otro es el enfoque del Mahayana, según el cual la esencia de la vida que experimenta la transmigración no es un fenómeno transitorio.

Por ejemplo, las enseñanzas del Mahayana exponen la idea de sobrellevar el ciclo de nacimiento y muerte de acuerdo con el juramento de los bodisatvas de guiar a los seres a la iluminación; o consideran la alternancia entre el nacimiento y la muerte como un ciclo que implica emerger de la vida universal —fundamental e inclusiva de todo lo que existe—, y retornar o reincorporarse nuevamente a ella. Esta última perspectiva se comprende fácilmente usando la metáfora de las olas y el océano. El nacimiento es como una ola que emerge de la superficie del mar —la vida del universo— mientras que la muerte es el retorno de la ola a la gran masa oceánica. Comprender la esencia de nuestra propia vida, que repite el ciclo de nacimiento y muerte, es adquirir la «iluminación insuperable», el estado más elevado y esclarecido del Buda.

En este pasaje, «percibir la verdad mística que existe en todos los seres en forma inherente y primigenia» es sinónimo de «lograr la iluminación insuperable». La sabiduría que lleva a comprender esa verdad universal e intrínseca representa el supremo estado iluminado del Buda.

El punto en que el budismo se aparta radicalmente de otras filosofías y religiones para resolver esencialmente todas las formas de sufrimiento es en develar la existencia de la Ley, o poder interior ilimitado, en la propia vida de los sujetos. Un buda es quien, basado en esa Ley, ha adquirido la sabiduría esencial para resolver de raíz las aflicciones y construir una felicidad inamovible.

El budismo es una enseñanza de humanismo sin parangón, que recalca el potencial ilimitado que hay en cada ser humano. Por eso se lo suele denominar «el Camino interior».

«Percibir la verdad mística que existe en todos los seres en forma inherente y primigenia» quiere decir «lograr la iluminación insuperable»; ese esclarecimiento es el único medio que nos permite liberarnos de «los sufrimientos del nacimiento y la muerte que hemos venido soportando desde el tiempo sin comienzo». Este, que ha sido el punto de partida de Shakyamuni, es también la conclusión última del pensamiento budista. La escritura que expresa de la manera más consumada la filosofía del Camino interior es el Sutra del loto, donde se enseña que todas las personas pueden lograr la iluminación. Podría decirse que el Sutra del loto corporifica el principio supremo del respeto a la dignidad humana.

En este escrito, el Daishonin afirma que la «verdad mística que existe en todos los seres en forma inherente y primigenia» es «el principio de la inclusión mutua entre todos los fenómenos y cada instante vital».2 Este último principio se refiere al vínculo inescrutable que hay entre nosotros mismos —nuestra mente o vida a cada instante vital— y el universo; y su significado es que todos los fenómenos están contenidos en la propia vida, y que la vida de uno impregna o permea todos los fenómenos.

La vida del universo abraza y atraviesa todo lo que existe. Y porque lo hace, también existe de manera inherente en cada fenómeno. En el «principio de la inclusión mutua entre todos los fenómenos y cada instante vital» encontramos, como eje central, la inseparabilidad de la vida universal y nuestra vida individual. Tomar conciencia de esta verdad mística es lograr la «iluminación insuperable» del Buda.

La pregunta es cómo hacer para que todas las personas accedan a percibir esa «verdad mística que existe en todos los seres en forma inherente y primigenia». No podríamos hablar de un budismo inclusivo para todos si solo un número limitado de gente pudiera recorrer el camino establecido para percibir la verdad mística.

El paso inicial que adoptó el Daishonin para abrir la gran ruta hacia la iluminación de todas las personas fue dar un nombre a esa verdad mística que, originariamente, no tenía nombre. Pero, como el Daishonin explica en La entidad de la Ley Mística, un venerable esclarecido con respecto a esta verdad en su propio ser es capaz de darle el nombre más adecuado.3 Dar nombre a las cosas es un proceso creativo; nombrar algo de tal manera que la designación capte su esencia de manera correcta tiene el importante efecto de hacer que esa esencia quede al alcance de todos; permite a todas las personas ser partícipes de su valor.

En El logro de la budeidad en esta existencia, el Daishonin afirma: «La verdad mística que existe en todos los seres en forma inherente y primigenia es Myoho-renge-kyo». Esto deja bien claro que esa verdad mística que constituye la ley primordial del universo no es otra cosa que Myoho-renge-kyo. En rigor de verdad, el término «Myoho-renge-kyo» ya existía desde antes, como título del Sutra del loto, pero el Daishonin fue el primero que identificó Myoho-renge-kyo como nombre del principio del «verdadero aspecto de todos los fenómenos»,4 que según enseña dicho sutra es la profunda sabiduría de todos los budas. A la vez, aunque el capítulo decimosexto del Sutra del loto expone la vida del Buda eterno desde la perspectiva de Shakyamuni, fue el Daishonin quien reveló por primera vez que el corazón del capítulo «La duración de la vida» es Myoho-renge-kyo.5

El Buda eterno, desde que logró la iluminación en el remoto pasado, repite constantemente el ciclo de nacimiento y muerte como buda, adoptando diversas formas dentro de los diez estados6 para liberar a los seres vivos del sufrimiento. Dicho capítulo revela que los seres de los diez estados (incluidos los budas), así como el nacimiento y la muerte, son manifestaciones de la gran vida eterna del universo. Ya que el Daishonin expresa que «el corazón del capítulo “La duración de la vida” es Myoho-renge-kyo», podemos inferir que Myoho-renge-kyo es el nombre de la gran vida eterna y universal que se revela en este capítulo.

Los seres de los nueve estados que experimentan dicho ciclo también siguen el ritmo de nacimiento y muerte que consiste en emerger de la gran vida eterna de Myoho-renge-kyo y reincorporarse a ella. Son abrazados por Myoho-renge-kyo y, al mismo tiempo, poseen Myoho-renge-kyo dentro de sí. Por esa razón, Myoho-renge-kyo es el nombre de la «verdad mística que existe en todos los seres en forma inherente y primigenia».

Fue el Daishonin quien declaró por primera vez que Myoho-renge-kyo debía ser adoptado y difundido en el Último Día de la Ley.

El paso siguiente en la apertura de este gran camino fue establecer la práctica de entonar Nam-myoho-renge-kyo. Agregó la palabra Nam —transliteración del término sánscrito namas, que significa «devocionarse»— a la verdad universal de Myoho-renge-kyo, y estableció la práctica de invocar dicha verdad. Nam significa «dedicar la propia vida». Cuando entonamos Nam-myoho-renge-kyo, expresamos el juramento valeroso de dedicar nuestra vida, en palabra, pensamiento y acción, a la verdad de Myoho-renge-kyo.

Al mismo tiempo, recitar Nam-myoho-renge-kyo permite a cada persona establecer una forma de vida basada en la verdad universal de Myoho-renge-kyo. El punto crucial, a la hora de entonar el daimoku en el budismo Nichiren, es no limitarse a invocar una verdad externa. Pues se trata de una práctica que, literalmente, abre la verdad interior que permea el universo y nuestro propio ser, y nos guía a vivir de acuerdo con esa verdad. Esta práctica, entonces, forja un yo capaz de activar y hacer surgir desde lo profundo la «verdad mística que existe en todos los seres en forma inherente y primigenia».

A fin de posibilitar a todos el acceso a esa «verdad mística inherente a todos los seres», el Daishonin le dio el nombre de Myoho-renge-kyo y estableció la práctica de recitar ese nombre, entonando Nam-myoho-renge-kyo. Con ello, allanó el camino para que todos pudiéramos dedicar la existencia a esa verdad mística y vivir basados en ella.

De este modo, estableció el medio para que cada ser humano pueda tomar conciencia de que esa verdad de la vida, esa verdad universal, existe dentro de sí mismo y la manifieste activamente. Por otro lado, esa verdad —que representa la sabiduría iluminada de todos los budas— se revela completamente en el Sutra del loto, la enseñanza más elevada del budismo. Basarnos en esa verdad nos lleva a vivir una existencia de valor insuperable. El budismo Nichiren puso esa verdad al alcance de todos, sin excepción o exclusiones, en cualquier época y lugar. No es exagerado decir que la práctica de entonar Nam-myoho-renge-kyo abrió las puertas a un budismo del pueblo, abierto a todos. Es, de hecho, la práctica budista suprema, que nos posibilita transformar nuestra vida de raíz.

Entonar el daimoku es llamar o convocar a nuestra propia budeidad innata.7 Es el camino directo para manifestar el estado de vida supremo. La sabiduría y el amor compasivo del estado de buda, que emergen en nosotros a partir de entonar Nam-myoho-renge-kyo, enriquecen nuestro ser y nos dan felicidad a nosotros mismos y a los semejantes. Por otro lado, a medida que más y más congéneres adopten esta práctica para la felicidad propia y ajena, será posible crear una red de personas que pongan en juego el mismo amor compasivo que el Buda y, en suma, transformen incluso el destino de la humanidad.

Otro punto que debemos tener presente sobre el verdadero significado de Nam-myoho-renge-kyo es que también es el nombre de la vida de Nichiren Daishonin, el Buda del Último Día. Nam-myoho-renge-kyo y la vida del Buda del Último Día están fusionadas indivisiblemente. Podríamos decir que la verdad fundamental de Myoho-renge-kyo que permea la vida y el universo solo fue identificada y establecida por primera vez a partir de que el propio Daishonin la practicó y la manifestó en su conducta. Él dio expresión concreta a la Ley que las personas, hasta ese momento, no habían podido percibir.

La vida de Nichiren Daishonin como Buda del Último Día fue una existencia dedicada a combatir el mal y revertir la ignorancia fundamental.8 La lucha por liberar al pueblo de la indignidad y la desventura en el mundo, del karma adverso y de las aflicciones del nacimiento, la vejez, la enfermedad y la muerte implica, en definitiva, batallar contra la ignorancia de la cual derivan los sufrimientos y el mal.

La práctica de entonar Nam-myoho-renge-kyo, establecida por el Daishonin para la felicidad de uno mismo y de los demás, y para el logro del kosen-rufu, tiene el poder de dispersar las oscuras nubes de la ignorancia. Cuando entonamos el daimoku, el sol de la budeidad asoma en nuestro corazón. Y se disipan la ignorancia y la ilusión que, como gruesas nubes, cubrían el sol. Cuando el sol de la budeidad brilla dentro de nosotros, la oscuridad de la ignorancia desaparece.

El budismo Nichiren no es una enseñanza que reserva exclusivamente al Daishonin el privilegio de resplandecer como el sol. En cambio, existe para que podamos hacer que el sol de la budeidad se eleve en la vida de todos nosotros, al igual que él. Somos, realmente, muy afortunados de poder manifestar el mismo estado de budeidad radiante que Nichiren Daishonin.

De la disertación del presidente Ikeda sobre El logro de la budeidad en esta existencia, publicada en japonés en enero de 2007.

La «sabiduría para ser feliz y crear la paz» es una selección de las obras del presidente Ikeda sobre temas clave.

  • *1El logro de la budeidad en esta existencia, en Los escritos de Nichiren Daishonin (END), pág. 3.
  • *2Ib.
  • *3En La entidad de la Ley Mística, el Daishonin escribe: «Este comentario [de T’ien-t’ai en Profundo significado del «Sutra del loto»] significa que el principio supremo [que es la Ley Mística] en su origen carecía de nombre. Cuando el Venerable observó el principio y asignó nombres a las cosas, percibió que existía esta Ley única y prodigiosa [myoho] que poseía en forma simultánea causa y efecto [renge], y la llamó Myoho-renge. Esta Ley que es Myoho-renge abarca en sí todos los fenómenos pertenecientes a los diez estados y a los tres mil aspectos, sin carecer de uno sólo de ellos. Todo el que practique esta Ley obtendrá simultáneamente tanto la causa como el efecto de la Budeidad». (END, págs. 442-443.)
  • *4Verdadero aspecto de todos los fenómenos: Verdad o realidad fundamental que permea todos los fenómenos y que es inseparable de ellos. El Sutra del loto, a través de la explicación de los diez factores contenida en el capítulo «Medios hábiles» (2.º), esclarece que todas las personas poseen en forma inherente el potencial para llegar a ser budas, y expone que todas pueden tomar contacto y manifestar dicho potencial.
  • *5Véase El objeto de devoción para observar la vida, en END, pág. 391.
  • *6Diez estados: Son el estado de infierno, el de las entidades hambrientas, el de los animales, el de los asuras, el de los seres humanos, el de los seres celestiales, el de los que escuchan la voz, el de los que toman conciencia de las causas, el de los bodisatvas y el de los budas. También se los mencionan como los diez estados de infierno, hambre, animalidad, ira, humanidad, éxtasis, aprendizaje, comprensión intuitiva, bodisatva y budeidad.
  • *7En La forma de lograr la budeidad mediante el «Sutra del loto» para aquellos que aspiran al Camino por primera vez, el Daishonin escribe: «Cuando veneramos el Myoho-renge-kyo inherente a nuestra propia vida como objeto de devoción, la entonación de Nam-myoho-renge-kyo hace surgir y despliega nuestra naturaleza de Buda interior. A esto se refiere el término «Buda». (END, pág. 929.)
  • *8Ignorancia fundamental u oscuridad fundamental: La ilusión más hondamente arraigada en la vida, que daría lugar a las otras ilusiones. La oscuridad fundamental denota la incapacidad de ver o de reconocer la verdad, en especial, la verdadera naturaleza de nuestra vida.