Práctica para uno y práctica para los demás

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[© Bull’s Eye/Getty Images]

El budismo de Nichiren afirma que uno puede lograr la Budeidad en su existencia presente. Pero ¿qué significa lograr la Budeidad o iluminación?

Shakyamuni, fundador histórico del budismo, fue conocido en su época como el Buda, gracias a su capacidad de comprender el sufrimiento de las personas, de demostrarles que poseían los recursos interiores para superar sus problemas y de permitirles obtener una visión más vasta y profunda de ellas mismas y de sus posibilidades. Su personalidad sobresaliente fue un motivo de enorme inspiración para todos. No obstante, con el tiempo, el principio de la Budeidad, del que Shakyamuni fue ejemplo viviente, se fue convirtiendo progresivamente en algo abstracto y distante. Una brecha al parecer insalvable se produjo entre el Buda y las personas comunes, a medida que estas comenzaron a considerarlo un ser fuera de este mundo.

Aunque el objetivo de la enseñanza de Shakyamuni fue, según palabras del Sutra del loto, “hacer de los seres humanos individuos perfectamente iguales a mí”, en algunas escuelas del budismo, comenzó a considerárselo un ser único, y la meta de la práctica religiosa se transformó en el logro de niveles de iluminación menos completos que el de la Budeidad. En otras escuelas, la Budeidad fue interpretada como un objetivo extremadamente distante, que requería muchas existencias de esfuerzo, algo que estaba absolutamente fuera del alcance de todas las personas.

En el budismo de Nichiren, la Budeidad no es una meta última, estática, que se logra finalmente: uno no llega a ser un buda en algún momento lejano del futuro. Por el contrario, para esta enseñanza, las cualidades de la Budeidad son inherentes de manera natural a todas las personas. La práctica budista consiste en manifestar esas cualidades, que pueden sintetizarse como amor compasivo, sabiduría, valentía y fuerza vital creativa, en medio de las arduas realidades de nuestra vida cotidiana, en cada momento y lugar.

Lo que permite a los seres humanos manifestar la Budeidad con mayor consistencia es la práctica del bodhisattva, es decir, la práctica para uno y para los demás. En los sutras budistas del Mahayana, los bodhisattvas son discípulos del Buda que se han consagrado a la práctica budista, aprendiendo del él y siguiendo su ejemplo. A través de su práctica y sus experiencias individuales, han desarrollado numerosas aptitudes y características maravillosas, que emplean para ayudar a personas que padecen diferentes tipos de problemas. Esas aptitudes, y los propios bodhisattvas, son el símbolo de las ricas virtudes de la Budeidad inherentes a la vida de todo ser humano y muestran la infinita variedad de maneras en que esta puede manifestarse.

La práctica del bodhisattva está impregnada del ardiente compromiso con el propio desarrollo y, de igual modo, con la búsqueda de mitigar el sufrimiento de los demás y de brindarles felicidad y beneficios.

La práctica del bodhisattva está impregnada del ardiente compromiso con el propio desarrollo y, de igual modo, con la búsqueda de mitigar el sufrimiento de los demás y de brindarles felicidad y beneficios.

El modelo del bodhisattva provee un puente práctico entre el ideal abstracto de la Budeidad y nuestra vida mundana. Eso se debe a que, en definitiva, el modo de vida del bodhisattva es el modo de vida del mismísimo Buda.

La vida del Buda fue la de alguien consagrado tanto al desarrollo personal como al riguroso compromiso con la gente y con sus dificultades; un compromiso nacido de su profunda convicción en la dignidad de la vida de cada persona. Un buda es, por lo tanto, alguien que lucha continuamente para despertar en los individuos la fe en su propia capacidad interior de superar cualquier adversidad y para incentivar a las personas a que empleen los desafíos y sufrimientos como un trampolín hacia el desarrollo de su fuerza y hacia el logro de una felicidad inquebrantable.

En última instancia, a través de nuestra interacción con los demás, de nuestros esfuerzos para ayudar a otros y de la buena influencia de mentores y amigos, somos capaces de hacer surgir la condición de vida del Buda y de llevar nuestra existencia hacia la jubilosa “órbita” de la Budeidad.

Al respecto, Daisaku Ikeda ha afirmado: “Como enseñó el Daishonin en lo que concierne al principio de practicar para uno y para los demás, nuestra práctica budista existe no sólo para que podamos extraer el estado de Buda en nuestra vida personal, sino para que ayudemos a otros a hacer lo mismo. Este es el propósito de difundir las enseñanzas del Daishonin y de brindar aliento y orientación. Llevar a cabo dichos actos en bien de los demás fortalece, consolida y desarrolla nuestra propia Budeidad. Cuando se afirma este estado de Buda que tenemos, somos capaces de inspirar la vida de otros en un plano cada vez más profundo. El sendero majestuoso de nuestra revolución humana yace en este proceso continuo de desarrollarnos a nosotros mismos y de ayudar a los demás a que también lo hagan. En tal sentido, cabe pensar que nuestras actividades son un movimiento para expandir la cualidad de nuestro corazón, el mundo interior del ser, el humanismo que palpita tanto en uno mismo como en los demás. Nuestra vida crece sólo en la medida en que demos aliento y esperanza a los demás; sólo en la medida en que generamos un avance en la vida de los semejantes. Por ende, si bien hablamos de ‘práctica para los demás’, somos nosotros quienes, en última instancia, nos beneficiamos. Cuando comprendemos este punto, adquirimos la capacidad de actuar con sentido del agradecimiento. Enseñamos a otras personas sobre el Budismo del Daishonin porque creemos firmemente que todos tienen el potencial de ser budas; que todos son seres humanos infinitamente preciados. Por tal razón, llevar a cabo actividades de propagación y dar palabras de aliento son actos que expresan nuestro supremo respeto a la vida de los demás individuos”. (IKEDA, Daisaku: Intercambios informales, Tokio, Seikyo Shimbun, 21 de septiembre de 1994.)

El comportamiento del Buda es, en sí mismo, la práctica para convertirse o para llegar a ser un buda.

[Nota: Adaptación de un artículo publicado en la revista SGI Quarterly, octubre 2011.]