Rissho Ankoku: asegurar la paz para la gente

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El 16 de julio de 1260, Nichiren presentó su tratado más importante titulado Rissho Ankoku Ron, que literalmente significa “Sobre el establecimiento de la enseñanza correcta para asegurar la paz en la tierra”, al gobernante político de la época. Fue un grito apasionado por retornar al propósito original del budismo: asegurar la paz y la felicidad de la gente. Para Nichiren, este era un objetivo que solo podía lograrse a través de una filosofía que sostuviera rigurosamente la infinita dignidad y potencial de cada individuo.

Si realmente creemos en la dignidad inherente de la vida, valoraríamos nuestra propia vida y la de los demás. Abordar el sufrimiento y prevenir la violencia se convertirían en las más altas prioridades de la humanidad. En cambio, nuestra comunidad global está plagada de evitables situaciones de miseria, desigualdad e injusticia. Nichiren entendió que el cambio en el mundo debía comenzar con el cambio en el corazón de los individuos.

Durante su vida, una serie de desastres (terremotos, inundaciones, pestes e incendios) devastaron el país. El sufrimiento de la gente común era enorme. Su determinación de descubrir las causas fundamentales de esta miseria y confusión lo llevó a estudiar y analizar las estructuras de las creencias subyacentes de la sociedad. Este tratado es una presentación de sus conclusiones.

Nichiren entendió que el cambio en el mundo debía comenzar con el cambio en el corazón de los individuos.

Concretamente, Nichiren era consciente de que, si bien el país estaba lleno de templos y de sacerdotes budistas, de alguna manera sus oraciones y acciones no producían resultados en forma de paz o seguridad para la gente.

Sintió que el desorden evidente en el mundo reflejaba el desorden dentro de los seres humanos. Mientras escribía: “En un país donde imperan los tres venenos [codicia, odio y estupidez] en tal medida, ¿cómo puede haber paz y estabilidad?”. Destacó la relación causal entre estos impulsos humanos destructivos y las omnipresentes realidades de conflictos, hambrunas y epidemias.

Estaba convencido de que solo el budismo podía dar a las personas la fuerza para superar estos venenos espirituales en sus vidas, pero como resultado de un amplio estudio, concluyó que el budismo, tal como se practicaba en su época, fomentaba una pasividad que dejaba a las personas vulnerables para influir en estos venenos en lugar de empoderarlos para superarlos.

La felicidad ahora

Nichiren rechazó específicamente la creencia prevaleciente de que todo lo que el budismo podía ofrecer era la esperanza de consuelo después de la muerte, y que la mejor actitud para adoptar hacia la vida era la de la paciencia. Creía apasionadamente que el budismo, tal como se enseñaba originalmente, tenía mucho más que ofrecer: la posibilidad de la felicidad y la satisfacción en esta vida presente.

La convicción de Nichiren de que la verdadera intención del budismo, representada más directamente por las enseñanzas del Sutra del loto, era despertar a las personas a la verdad de que todos los seres humanos tienen un potencial ilimitado, que son intrínsecamente fuertes y sabios y que siempre son capaces de cambiar sus circunstancias y las de la sociedad hacia el bien. La correcta práctica budista debe crear una transformación positiva en lo más profundo de nuestras vidas, efectuando una transformación interna que haga que nuestra compasión sea más fuerte que nuestros impulsos negativos y nuestro afán egoísta de vencer a los demás. Tal cambio otorga a las personas la fuerza para transformar sus circunstancias y, en última instancia, cambiar la sociedad humana en una tierra ideal y pacífica.

El tratado de Nichiren está escrito en forma de un diálogo entre un anfitrión y su visitante sobre el estado problemático de la nación. El visitante, que representa a Hojo Tokiyori, la figura políticamente más poderosa en Japón, describe las condiciones de la sociedad en ese momento: “La muerte se ha llevado a más de la mitad de los habitantes, y cuesta hallar a alguien que no deplore la situación”. Mientras los dos exploran las causas de la agitación, el anfitrión, que representa a Nichiren, señala que las escrituras budistas advierten que el país sufrirá una mayor declinación en forma de conflicto armado interno y una guerra con invasores extranjeros si la situación sigue sin resolverse. (Las predicciones de Nichiren se confirmaron con el estallido de una rebelión política en 1272 y el intento sin precedentes de la invasión del Japón por fuerzas mongoles en 1274).

La motivación principal de Nichiren fue una sensación de empatía por la difícil situación de la gente. Había hecho un juramento para guiarse a sí mismo y a los demás hacia la felicidad, y esto significaba luchar para despertar y empoderar a las personas para desafiar su propio destino. Su abierta determinación le valió una reputación controvertida que persiste hasta nuestros días. “No puedo callar ante esto que ocurre,…” escribió “…ni silenciar mi temor”.

Filosofía de la paz

En un pasaje clave, Nichiren pide a los líderes “modificar enseguida los principios que abriga en su corazón”. En términos actuales, esto significa transformarnos a nosotros mismos y a nuestras creencias más profundas acerca de la naturaleza de la vida.

Al comentar sobre la naturaleza de esa transformación, Daisaku Ikeda dice: “Lo que cuenta es que la comunidad, en general, funcione plenamente basada en el espíritu de la gran filosofía de paz expuesta en el Sutra del loto [según la cual todas las personas son budas]. En el nivel social, “establecer la enseñanza correcta” significa establecer como base del funcionamiento social los principios de la dignidad humana y del respeto supremo a la vida”.

Muchas personas viven hoy con un sentido de confusión, vacío y desesperación. Se sienten impotentes para efectuar cambios, ya sea dentro de sus propias vidas o de la sociedad en general.

La función de cualquier religión o filosofía debe ser dar a las personas la fuerza para vencer sobre la desesperación, la división y la destrucción dentro de sus propias vidas y más ampliamente, en el ámbito social.

Para crear una era de paz, en la que la vida reciba un valor supremo, es vital para nosotros tener una filosofía que defienda la maravilla, la dignidad y el potencial infinito de la vida. Este es, en última instancia, el mensaje de Nichiren en “Sobre el establecimiento de la enseñanza correcta para la paz de la tierra”.

[Adaptado de un artículo en la edición de julio de 2003 de la revista SGI Quarterly].