Parte 1: La felicidad; Capítulo 3: La práctica para transformar nuestro estado de vida [3.13]

3.13 El gongyo es una ceremonia en que fusionamos nuestra vida con el universo

El presidente Ikeda explica el significado del gongyo y del daimoku desde una profunda visión del universo y de la vida.

El gongyo —la liturgia del budismo Nichiren que consiste en recitar partes del Sutra del loto acompañadas de la práctica de Nam-myoho-renge-kyo— es una ceremonia en la cual nuestra vida se fusiona con el universo. Cuando celebramos esa liturgia con fe en el Gohonzon, en ese acto el microcosmos de nuestra vida individual se abastece de la enérgica vitalidad universal. Existimos; estamos vivos… Pero el universo también es una gigantesca entidad viviente. El budismo enseña que la vida es el universo, y el universo es vida. Cada uno de nosotros es una entidad viva, igual que el cosmos. Somos una totalidad cósmica en miniatura.

Un académico observó que el cuerpo humano estaba formado del mismo material que los astros; por tal razón, decía que éramos «descendientes de las estrellas». Nuestro cuerpo, entonces, es un microcosmos. No solo está hecho de los mismos componentes que existen en el espacio sideral, sino también gobernado por idénticos principios básicos de generación y desintegración. Todas las leyes físicas —como la de gravedad y la de conservación de la energía— también inciden y operan en el microcosmos de cada ser vivo.

La Tierra tarda 365 días, 5 horas y 48 minutos en dar una vuelta o revolución alrededor del sol. También se desplaza con arreglo a un orden estricto. El cuerpo humano, hasta donde sabemos, comprende más de sesenta billones de células. Cuando ellas funcionan de manera coordinada, y cada una lleva a cabo su tarea específica tal como debe, gozamos de buena salud. El organismo humano tiene una complejidad y una precisión realmente asombrosas. Si la Tierra se apartara apenas un poco de su órbita alrededor del sol, nos veríamos en graves problemas. De modo que todo pende de un delicado equilibrio, gobernado por el riguroso principio de la inseparabilidad entre la vida y el gran cosmos. Este mismo principio se aplica a cada existencia individual, a cada microcosmos.

La ciencia se ha enfocado en investigar diversas leyes naturales que, aun siendo invisibles, tienen efectos reales. Esos estudios han conducido a inventar máquinas y dispositivos que se valen de dichas leyes con fines determinados. Por ejemplo, a partir de entender los principios de la flotación fue posible desarrollar la actividad marítima. Del mismo modo, el descubrimiento de las leyes de la aerodinámica permitió desarrollar la aviación, y comprender las ondas electromagnéticas abrió el camino a avances como la radiofonía y las transmisiones televisivas. Sin embargo, estas leyes naturales representan solo una parte de los muchos principios que operan en el universo.

El budismo, por su parte, surgió a partir de la búsqueda y el descubrimiento de una ley esencial de la vida que sustentara todas las otras clases de principios y fenómenos. En la terminología budista, se da el nombre de «Ley Mística» a ese principio fundamental.

También en este caso, estamos ante una Ley que, aun siendo invisible, existe y actúa sin duda. Nichiren Daishonin inscribió el Gohonzon para que podamos activar el poder de esa Ley Mística en nuestro propio ser interior. Por eso, el presidente Toda nos exhortaba: «Pido disculpas por valerme de una analogía bastante reduccionista, pero el Gohonzon puede pensarse como un “dispositivo generador de felicidad”».

Cuando hacemos el gongyo —es decir, recitamos partes del Sutra del loto y entonamos Nam-myoho-renge-kyo ante el Gohonzon— el microcosmos de nuestra vida individual armoniza perfectamente con el macrocosmos que nos abarca. Es una ceremonia sublime, en cuyo transcurso abrimos de par en par los tesoros infinitos de nuestro ser interior, y un manantial de vitalidad brota desde el profundo suelo de la vida humana. De esta manera, tomamos contacto con una vertiente de sabiduría, amor y valor inagotables.

El universo es, en esencia, Nam-myoho-renge-kyo, como lo es nuestra vida. Y también el Gohonzon corporifica dicha Ley. Ya que el universo, nuestra vida y el Gohonzon son todos Nam-myoho-renge-kyo, constituyen una totalidad indivisible. Por tal razón, cuando hacemos daimoku, nuestra vida y el universo se alinean con el Gohonzon y funcionan con ajuste perfecto, como los engranajes de una máquina. De esta manera, empezamos a avanzar en dirección a la felicidad y a un profundo bienestar interior.

Podemos vivir a tono con el universo los 365 días del año —en primavera, verano, otoño e invierno—, haciendo gala de fuerza vital, sabiduría y buena fortuna para superar cualquier problema o sufrimiento. Cuando hacemos girar a máximas revoluciones la potente usina de vitalidad que es nuestro estado de buda, salimos de cualquier atolladero y avanzamos hacia la esperanza y la justicia.

Del libro Conversaciones sobre la juventud, publicado en japonés en marzo de 1999.

La «sabiduría para ser feliz y crear la paz» es una selección de las obras del presidente Ikeda sobre temas clave.