Parte 3: El kosen-rufu y la paz mundial
Capítulo 27: El corazón de la Soka Gakkai es la relación de maestro y discípulo [27.1]

27.1 La relación de maestro y discípulo es una sublime transmisión espiritual

Nichiren Daishonin explica: «La palabra shishi, o “león”, se compone de dos elementos; el primer shi, que puede entenderse como el maestro, y el segundo shi, que denota al discípulo».1 Los que basan su vida en el camino de mentor y discípulo son leones. La inseparabilidad de maestro y discípulo es la esencia del budismo Nichiren.

Para superar todas las dificultades y recorrer siempre el camino de la revolución humana y del kosen-rufu, necesitamos abrazar firmemente esta relación con nuestro maestro, que será nuestra fuente de inspiración continua. La historia de la Soka Gakkai da testimonio de ello. La noble relación de maestro y discípulo que unió al fundador Tsunesaburo Makiguchi, al segundo presidente Josei Toda y al tercer presidente Daisaku Ikeda fue lo que abrió la gran ruta del kosen-rufu en el Japón y en el mundo.

Este capítulo contiene orientaciones de este último sobre la importancia de la inseparabilidad de mentor y discípulo.

La primera parte contiene un extracto de una entrevista que dio el presidente Ikeda en ocasión de publicarse la edición en búlgaro de su diálogo con la historiadora del arte de Bulgaria, Axinia Djourova, profesora de la Universidad de Sofía. Allí se refirió a la relación de maestro y discípulo en términos generales, destacando que era un vínculo imprescindible para transmitir elevados ideales a las futuras generaciones.


Hay muchas formas de ver la relación entre un mentor y un discípulo, entre un maestro y su aprendiz, que varían según el punto de vista de las instituciones, los países o los individuos. Creo que la relación de maestro y discípulo es indispensable para la construcción positiva de las naciones y sociedades, e incluso de las épocas, con integridad, pasión y energía inquebrantables.

Los maestros transmiten a sus discípulos todas las aspiraciones y todo lo bueno que ellos desean lograr. ¿Por qué? Porque la vida es limitada. Necesitamos pasar el relevo a la generación siguiente, y a la que viene aun detrás, para construir algo de valor duradero.

Pero cuando los individuos en posiciones de liderazgo —se trate de juristas, educadores, empresarios o personalidades notables de cualquier campo— descuidan esta tarea, se genera una situación tóxica, porque se vuelven autocráticos, no ven más allá de sí mismos y se aferran a su propio poder o posición. Entregados a patrones de conducta destructivos, se vuelven cada vez más arrogantes, y menosprecian a sus subordinados y a quienes deberán sucederles. Así, en definitiva, terminan ocasionando su propia caída y la ruina de la gente.

En cambio, lo que debemos hacer, humildemente, es dar espacio a los jóvenes para que estos nos superen y logren mucho más que lo que nosotros pudimos hacer. Necesitamos afirmar sus fortalezas y su misión. La repetición de este proceso es la forma en que la humanidad crece y se desarrolla; es la manera de avanzar hacia el progreso. El país, las instituciones y las personas que olvidan esta verdad terminan generando circunstancias desafortunadas y estancándose, sin encontrar salida.

Debemos prestar más atención al traspaso, de una generación a otra, de ese noble tesoro que es la relación de maestro y discípulo, y que representa un vínculo propio y distintivo de los seres humanos. Tenemos que revivir este lazo y darle formas de expresión genuinas. De otro modo, el género humano quedará condenado a repetir, interminablemente, los mismos sufrimientos, el previsible antagonismo mutuo, los conflictos de siempre. Ese es mi temor. Y es el resultado que cabe esperar si permitimos que la relación de mentor y discípulo se extinga.

Todas las grandes revoluciones —tanto las de la historia mundial como, por ejemplo, la Restauración Meiji del Japón— fueron instrumentadas mediante la actividad conjunta de maestros y discípulos. Los mentores tomaron la iniciativa con visión y valentía. Pero en muchos casos fueron encarcelados o asesinados, murieron de enfermedad o en combate, antes de alcanzar su cometido. Los discípulos heredaron las aspiraciones de sus maestros y trabajaron intensamente para hacerlas realidad. No hay nada tan bello e inspirador como esta transmisión espiritual en la cual se transfiere el testigo a los que continuarán la propia lucha.

Sin la relación de mentor y discípulo, todo lo que emprendemos se acaba al mismo tiempo que nuestra vida. No es nada más que una lucha pequeña, la búsqueda de una satisfacción personal. En cambio, el vínculo de maestro y discípulo nos permite vivir conectados con la gran corriente de la humanidad, sintiendo que nuestra vida es como un río caudaloso, que participa de una infinita transmisión renovadora.

El budismo enseña el lazo de mentor y discípulo como una inseparabilidad. No se trata de una jerarquía, donde el maestro está arriba, y el discípulo abajo. Mentor y sucesor comparten la misma aspiración y avanzan conjuntamente hacia ella. En las escrituras budistas, hallamos muchos ejemplos de personas que, en una existencia han sido discípulos, y en vidas posteriores han sido mentores.

Al mismo tiempo, el maestro debe ejercitar un liderazgo decidido para que no se destruya la armonía. Allí donde el mentor es resuelto y seguro, las cosas se mueven en dirección positiva. De otro modo, reina la confusión.

Los maestros y discípulos son como los participantes en una carrera de relevos. Avanzan con todas sus fuerzas y le pasan al siguiente compañero el testigo, por el camino de la justicia, la felicidad y la paz que ambos recorren en bien de la humanidad. Los mentores corren delante para pasar luego el testimonio a los discípulos.

Nada grande se logra sin maestros y, por esa razón, merecen supremo respeto. Pero los discípulos son los que ponen en práctica lo que han aprendido del mentor y continúan, en el futuro, la labor que este les ha encomendado.

El presidente Toda solía decir que los discípulos debían aspirar a ser mejores que sus mentores. Solo un maestro de corazón pequeño puede exigirles a sus sucesores que lo obedezcan ciegamente y acepten sin pensar cada cosa que él diga. Los auténticos mentores exhortan a sus discípulos a que los superen, y a conquistar lo que ellos mismos no pudieron hacer. Y los discípulos genuinos se esfuerzan sinceramente por responder a esa confianza manteniendo su compromiso.

De una entrevista alusiva a la publicación en búlgaro de Utsukushiki shishi no tamashii (La belleza del corazón de león), publicada en japonés en el Seikyo Shimbun el 10 de agosto de 2000.

Sabiduría para ser feliz y crear la paz es una selección de las obras del presidente Ikeda sobre temas clave.

  • *1The Record of the Orally Transmitted Teachings (Registro de las enseñanzas transmitidas oralmente), trad. ingl. por Burton Watson, Tokio: Soka Gakkai, 2004, pág. 168.