Capítulo 3: La fe y la práctica

1. Las tres pruebas

Las «tres pruebas» son criterios para establecer la validez de una enseñanza correcta, capaz de guiar a las personas a la felicidad absoluta. Dichas evidencias demuestran que el budismo de Nichiren Daishonin es la filosofía que hace posible el logro de la budeidad en esta existencia a todas las personas del Último Día de la Ley.

Las tres pruebas consisten en la prueba documental, la prueba teórica y la prueba real.

La prueba documental requiere que las doctrinas de una religión se basen en los textos fundamentales de ese sistema de pensamiento o que concuerden con ellas.

Nichiren Daishonin señala: «[U]no debería aceptar lo que está dicho con claridad en el texto de los sutras, y descartar todo lo que no pueda ser fundamentado en ellos».1 Las doctrinas que no tienen bases documentales son meras opiniones o interpretaciones arbitrarias. En el caso del budismo, todas las doctrinas deben derivar de los sutras, las enseñanzas expuestas por el Buda. En la Soka Gakkai, la prueba documental toma como referencia los escritos de Nichiren Daishonin, quien practicó con su vida la esencia del Sutra del loto.

La prueba teórica o racional plantea que las doctrinas y afirmaciones de una religión deben ser compatibles con la razón y la lógica. Nichiren Daishonin escribe: «El budismo es razón».2 Esta filosofía respeta y valora los procesos racionales. Por lo tanto, no hay que aceptar argumentaciones o interpretaciones irrazonables.

La prueba real comprueba que la fe y la práctica de una enseñanza religiosa efectivamente produzcan resultados positivos en la vida y en las actividades cotidianas de sus creyentes, y también en la sociedad.

La religión no es un concepto abstracto; ejerce una poderosa influencia en la vida de la gente. Podemos juzgar comparativamente los méritos de una religión a través de examinar los efectos que produce en la gente y en las sociedades.

El Daishonin escribe: «A la hora de juzgar el mérito relativo de las doctrinas budistas, yo, Nichiren, creo que los mejores criterios son los de la razón y la prueba documental. Y que aun más valiosa que la razón y la prueba documental es la evidencia de los hechos reales».3 Como esta frase deja claro, el Daishonin valoraba la prueba real más que cualquier otro indicador. Y es lógico que haya razonado así, pues el propósito original del budismo ha sido, desde siempre, ayudar a las personas a ser felices.

Una religión no es creíble de verdad si no responde a estas tres clases de prueba: documental, racional o teórica, y real. Para usar una analogía, a la hora de certificar que un medicamento es seguro y eficaz, hay que tener en cuenta la documentación de su fórmula química y de su acción terapéutica (prueba documental), hay que considerar la explicación racional en la cual se basa para proclamar su eficacia (prueba teórica) y, sobre todo, observar qué efectos curativos reales produce en los pacientes que se somenten al tratamiento (prueba real).

El budismo Nichiren tiene una base objetiva y universalmente aceptable, tanto en sus fundamentos filosóficos como en sus resultados empíricos.

2. Fe, práctica y estudio

El propósito del budismo Nichiren es propiciar una transformación de la vida humana. Hay tres elementos básicos en la implementación de sus enseñanzas: la fe, la práctica y el estudio.

La fe es la convicción o creencia en el budismo expuesto por Nichiren Daishonin —que se considera la enseñanza correcta para el Último Día de la Ley— y en el Gohonzon, que es su expresión esencial. El elemento central de la práctica budista es la fe.

La práctica se refiere a una serie de acciones concretas que mantienen los creyentes para transformar y desarrollar su vida.

El estudio indica la actividad de aprendizaje e investigación sobre las enseñanzas del budismo Nichiren. Nos da principios orientadores para que nuestra fe y nuestra práctica sean correctas, y así contribuye a que la práctica sea más firme y la fe se vuelva más profunda.

La práctica correcta del budismo Nichiren debe incluir estos tres elementos.

En El verdadero aspecto de todos los fenómenos, el Daishonin declara:

Crea en el Gohonzon, el supremo objeto de devoción de todo Jambudvipa [el mundo entero]. Asegúrese de fortalecer su fe y reciba la protección de Shakyamuni, Muchos Tesoros y los budas de las diez direcciones. Esfuércese en los dos caminos de la práctica y el estudio, pues el budismo no existe sin práctica y estudio. Sin embargo, no sólo debe perseverar en su práctica personal, sino también enseñar a los demás. Tanto la práctica como el estudio derivan de la fe. Enséñeles a otros con toda su capacidad, aunque sólo sea una oración o frase.4

1) La fe

La fe implica creer en la enseñanza que expuso el Buda y aceptarla. Es el cimiento para lograr el estado de vida de la budeidad.

En el Sutra del loto, se dice que incluso un discípulo destacado y de sabiduría preclara como Shariputra pudo captar la esencia de la enseñanza solo cuando recurrió a la fe. En el capítulo «Parábolas y semejanzas» (3.º) del Sutra del loto, encontramos estos versos: «Hasta tú, Shariputra, en lo que respecta a este sutra, solo has podido obtener el acceso a través de la fe».5 A este principio se lo conoce como «acceder mediante la fe».

Solo a través de la fe podemos adquirir una sabiduría y un estado de vida tan elevados como los del Buda. Solo se puede descubrir de verdad en qué medida es correcta la filosofía de vida del budismo cuando uno adopta la enseñanza del Buda y cree en ella.

Nichiren Daishonin, el Buda del Último Día de la Ley, inscribió en el Gohonzon la Ley universal de Nam-myoho-renge-kyo, con respecto a la cual se iluminó. En otras palabras, en el Gohonzon reveló su estado iluminado de budeidad, en beneficio de todas las personas que vivirían en el Último Día de la Ley.

Por ende, lo más importante a la hora de practicar el budismo Nichiren es tener profunda fe en el Gohonzon, reconociéndolo como el objeto de devoción que permite lograr el estado de budeidad. Cuando tenemos fe en el Gohonzon y entonamos Nam-myoho-renge-kyo, activamos en nuestra vida la fuerza de la Ley Mística y establecemos firmemente nuestro estado de budeidad interior.

2) La práctica

La práctica denota las acciones concretas que emprendemos tomando como base la fe en el Gohonzon.

El budismo Nichiren enseña que la budeidad —estado de sabiduría y benevolencia ilimitadas— es un potencial que existe de manera inherente en la vida de cada persona.

El propósito de la práctica budista es manifestar esa budeidad innata y establecer una felicidad absoluta. Para abrir ese estado latente y ponerlo en funcionamiento en la vida diaria, es fundamental llevar a cabo acciones sostenidas que nos conduzcan a transformarnos y a desarrollarnos. Esos esfuerzos reiterados conducen al estado de budeidad en la medida en que son coherentes con la razón y con los principios correctos del budismo. Esta es la característica que define la práctica budista.

En ella hay dos aspectos: la práctica para uno mismo y la práctica para los demás. Se las compara con las dos ruedas de un carro, porque giran a la par. Para que el avance sea fructífero, ambos elementos deben marchar juntos.

La «práctica para uno mismo» significa aplicar la práctica del budismo en beneficio de nuestras necesidades o aspiraciones personales. La «práctica para los demás» implica transmitir el budismo a otros para que ellos también puedan beneficiarse de la misma manera.

El Daishonin afirma: «Sin embargo, ahora hemos ingresado en el Último Día de la Ley, y el daimoku que yo, Nichiren, entono es diferente del de épocas anteriores. Este Nam-myoho-renge-kyo abarca tanto la práctica personal como el acto de enseñar a otros».6

En el Último Día de la Ley, ambas clases de práctica —la que uno hace con miras a su propia iluminación y la que uno enseña a otros para que también puedan acceder a este estado iluminado— tienen como base la recitación de Nam-myoho-renge-kyo, la enseñanza primordial para el logro de la budeidad.

Por ende, la «práctica correcta» en el budismo Nichiren abarca una praxis en ambos sentidos. Dicho de otro modo, significa entonar Nam-myoho-renge-kyo con fe en el Gohonzon, y mostrar a otras personas el beneficio de la fe en el Gohonzon alentándolas a que ellas también la adopten.

Específicamente, la «práctica para uno mismo» es hacer el gongyo (la recitación de pasajes importantes del Sutra del loto y entonar Nam-myoho-renge-kyo) y la «práctica para los demás» es transmitir y difundir las enseñanzas del budismo. Además, las diversas actividades que realizamos los miembros de la Soka Gakkai en pos del kosen-rufu también representan una práctica para los demás.

La práctica diaria del gongyo y el esfuerzo de transmitir las enseñanzas a otros

El gongyo consiste en recitar partes del Sutra del loto y entonar Nam-myoho-renge-kyo ante el Gohonzon. Este es el primero de los dos aspectos que involucra la práctica para transformar la propia vida.

El Daishonin compara la práctica del gongyo con el acto de bruñir un espejo de metal:

Es como el caso de un espejo percudido, que, una vez lustrado, refulge como una joya. Una mente nublada por las ilusiones provenientes de la oscuridad fundamental de la vida es como un espejo percudido; pero una vez pulida, sin falta se convierte en un espejo impecable, que refleja la naturaleza esencial de los fenómenos y el verdadero aspecto de la realidad. Haga surgir una profunda fe y lustre su espejo día y noche, con ahínco y esmero. ¿De qué manera lustrarlo? Tan solo entonando Nam-myoho-renge-kyo.7

Como indica esta metáfora, el espejo en sí mismo sigue siendo el mismo. Pero cuando se lo lustra, cambia la forma en que funciona. Del mismo modo, a través de nuestra asidua práctica diaria del gongyo, podemos pulir y fortalecer nuestra vida y cambiar positivamente su funcionamiento.

En relación con la importancia de difundir la enseñanza budista correcta, el Daishonin afirma en El verdadero aspecto de todos los fenómenos: «Sin embargo, no sólo debe perseverar en su práctica personal, sino también enseñar a los demás. […] Enséñeles a otros con toda su capacidad, aunque sólo sea una oración o frase».8 Y en Carta a Jakunichi-bo, dice: «[L]os que se conviertan en discípulos y seguidores laicos de Nichiren deberán comprender los profundos lazos kármicos que comparten con él y propagar el Sutra del loto de la misma manera que él lo hace».9

Es importante que aspiremos no solo a transformar nuestro propio estado de vida mediante la diaria realización del gongyo, sino también a transmitir esta enseñanza beneficiosa a otras personas, así sea enseñándoles una sola palabra, con el deseo de que esa felicidad sea para uno mismo y para los semejantes.

Este esfuerzo por partida doble nos ayuda a profundizar nuestra fe y nuestra práctica, y a activar estados de conciencia altruistas, como los del bodisatva y el buda, que nos motivan a trabajar por la dicha y el bienestar de los otros. Esta es la práctica que nos convierte en genuinos discípulos de Nichiren Daishonin. Además de hacer el gongyo, las iniciativas que tomemos para dar a conocer el budismo a los demás también constituyen una poderosa fuerza transformadora de nuestra vida.

El Sutra del loto señala:

Si uno de estos buenos hombres y estas buenas mujeres, en la época posterior a mi extinción puede exponer secretamente el Sutra del loto a una persona, aunque sea una sola frase, debes saber que esa persona es el enviado de El Que Así Llega [es decir, el Buda]. Ha sido despachado por El Que Así Llega para llevar a cabo su labor.10

Basado en esta cita, el Daishonin declara: «Aquel que recite aunque sea una palabra o frase del Sutra del loto y hable de ella a otros es emisario del buda Shakyamuni, señor de las enseñanzas».11

Dicho de otro modo, el esfuerzo que hacemos en nuestra práctica por la felicidad de los demás es sumamente noble; constituye la práctica y el comportamiento del Buda, que nosotros llevamos a cabo como emisarios de él.

La práctica principal y la práctica complementaria

Esa práctica del gongyo que realizamos todas las mañanas y todas las tardes es un pilar central de nuestros esfuerzos por dignificar nuestra vida.

En esta ceremonia, entonamos Nam-myoho-renge-kyo con fe en el Gohonzon y recitamos partes del Sutra del loto: un fragmento del capítulo «Medios hábiles» (2.°) y las estrofas en verso del capítulo «Duración de la vida» (16.°).

Lo fundamental es entonar Nam-myoho-renge-kyo con fe en el Gohonzon; por eso se lo llama «práctica principal».

La recitación de los capítulos «Medios hábiles» y «Duración de la vida» potencia el beneficio de la práctica primaria; por eso se la llama «práctica complementaria».

La razón por la cual se leen en voz alta y rítmica dichos capítulos, y no otros, es porque ellos contienen los principios medulares del Sutra del loto, la enseñanza que abre el camino de la iluminación a todas las personas. El capítulo 2.°, «Medios hábiles», expone el verdadero aspecto de todos los fenómenos, doctrina central de la enseñanza teórica del sutra, desarrollada en los primeros catorce capítulos. El capítulo 16.°, «Duración de la vida», revela el logro de la iluminación del buda Shakyamuni en el remoto pasado, y constituye la doctrina central de la enseñanza esencial o últimos catorce capítulos de dicho sutra. El Daishonin escribe: «Si recita los capítulos “Medios hábiles” y “Duración de la vida”, los otros restantes naturalmente estarán incluidos, aunque usted no los recite».12

Para explicar la relación entre la práctica principal y la práctica complementaria, Nichikan13 las comparó con el alimento y el aderezo. Cuando uno come arroz o fideos, alimentos de valor nutritivo «principal», siempre se usan ingredientes adicionales, como el vinagre o la sal, para «complementar» o mejorar su sabor. La analogía le permitía explicar que la recitación de los capítulos «Medios hábiles» y «Duración de la vida» ayudaba a expresar el profundo beneficio de la práctica principal, que era entonar Nam-myoho-renge-kyo. Y por eso se la llamaba «práctica complementaria».14

Entonces, cuando recitamos los capítulos «Medios hábiles» y «Duración de la vida», estamos elogiando e incrementando el poder beneficioso del Gohonzon.

3) El estudio

El término «estudio» se refiere al aprendizaje de las enseñanzas budistas; principalmente, significa leer los escritos de Nichiren Daishonin y estudiar las doctrinas y los principios correctos del budismo Nichiren. Esta actividad nos permite cultivar una fe más profunda y firme, y también asegurarnos de estar practicando correctamente.

Sin esta base de estudio, nos exponemos a generar interpretaciones distorsionadas del budismo o a ser fácilmente confundidos por quienes exponen enseñanzas erróneas.

La fe es el cimiento del estudio, como bien señala el Daishonin cuando escribe: «Tanto la práctica como el estudio derivan de la fe».15

El presidente Toda observó: «La fe requiere entendimiento. Y el entendimiento profundiza la fe».16 El sentido de estudiar y de mejorar nuestra comprensión del budismo —observa— no es otro que profundizar la fe.

El Daishonin exhorta a sus discípulos a estudiar sus escritos en forma reiterada. Por ejemplo, escribe: «Haga que él le lea esta carta una y otra vez, y escuche con suma atención».17 Además, elogia el espíritu de búsqueda de los discípulos que le hacían preguntas sobre las enseñanzas budistas.

Nikko Shonin, el sucesor y discípulo directo de Nichiren Daishonin, escribió: «Los seguidores de esta escuela deben grabar los escritos del Daishonin en su vida».18 «Las personas de insuficientes conocimientos, inclinadas a buscar fama y fortuna, no están calificadas para denominarse mis seguidores».19 De esa manera, nos exhorta a estudiar los escritos del Daishonin.

3. Fe para superar obstáculos

La vida, inevitablemente, viene acompañada de dificultades. En nuestra labor por el kosen-rufu, estamos sujetos a encontrar adversidades y obstáculos. En esta parte, analizaremos las diversas clases de obstrucciones e impedimentos que surgen en el proceso de la práctica budista, y afirmaremos el significado de la «fe para superar obstáculos».

Como nuestro propósito es lograr la budeidad en esta existencia, es importante que mantengamos la fe y la práctica del budismo durante toda la vida. Con todo, esta filosofía enseña que si perseveramos en este camino, sin falta se interpondrán ante nosotros distintos obstáculos y dificultades. Por ende, es fundamental que estemos preparados para ellos y que procuremos establecer una fe que no se vea afectada por ningún problema o adversidad.

¿Por qué, entonces, las personas que practican la enseñanza correcta se ven expuestas a lidiar con estos escollos?

En primer lugar, porque creer en la enseñanza correcta y practicarla para cultivar el estado de budeidad conlleva una transformación muy profunda de la propia vida. Y así como cualquier modificación genera cierta medida de resistencia, la práctica budista en particular hace que se manifieste una poderosa oposición al cambio en el interior de uno mismo o en las relaciones con los demás. A modo de analogía, puede pensarse en las olas que genera la resistencia del agua contra la quilla de un barco en movimiento.

Los impedimentos que se manifiestan mientras practicamos el budismo con el fin de lograr la iluminación suelen describirse por medio del término «tres obstáculos y cuatro demonios». Además de estos, el Sutra del loto enseña que el «devoto del Sutra del loto» —es decir, quien practica correctamente la enseñanza y se esfuerza por darla a conocer en la época turbulenta e impura del Último Día de la Ley— debe vérselas con la oposición de fuerzas conocidas como los «tres enemigos poderosos».

Este término denota las persecuciones que ocurren en la época de maldad posterior a la muerte del Buda, allí donde hay personas que practican activamente el Sutra del loto y trabajan para difundirlo ampliamente con el deseo de que todos los seres logren la iluminación. La persecución a manos de estos tres enemigos poderosos puede considerarse una prueba de que se es un auténtico devoto o practicante del sutra.

1) Los tres obstáculos y los cuatro demonios

En su texto Carta a los hermanos, Nichiren Daishonin escribe:

En un pasaje del mismo volumen [quinto, de Gran concentración e introspección de T’ien t’ai,] se lee: «A medida que avanza la práctica y mejora la comprensión, comienzan a surgir los tres obstáculos y los cuatro demonios de manera confusa, pugnando entre sí por interferir. […] Uno no debería dejarse influenciar ni atemorizar por estas funciones. Pues quien cae bajo su influencia acaba desviándose a los caminos del mal. Y quien les teme no podrá practicar la enseñanza correcta». Esta declaración no sólo se aplica a mí, sino que constituye una guía para mis seguidores. Con profundo respeto, graben esta enseñanza en lo más hondo de su vida y transmítanla como axioma de fe para las futuras generaciones.20

Como enseña este pasaje, cuando creemos en la enseñanza budista correcta y la practicamos, y cuando avanzamos en la práctica profundizando nuestra fe, surgen funciones orientadas a obstaculizar dichos progresos. Se las conoce como los «tres obstáculos y los cuatro demonios».

En este mismo escrito, el Daishonin explica los elementos de los tres obstáculos y los cuatro demonios de esta manera:

Los tres obstáculos que menciona este pasaje son el de los deseos mundanos, el del karma y el de la retribución. El obstáculo de los deseos mundanos se produce cuando la codicia, el odio, la estupidez y otras inclinaciones semejantes nos impiden practicar; el obstáculo del karma son los escollos que nos presentan los hijos o la esposa; y el obstáculo de la retribución son las obstrucciones provocadas por el soberano o los padres. La acción del Demonio del Sexto Cielo —uno de los cuatro demonios— corresponde a esta última clase.21

Los tres obstáculos

En primer lugar, en los «tres obstáculos», la palabra «obstáculo» indica las funciones que se oponen a nuestra fe y nuestra práctica. Comprenden tres clases: el obstáculo de los deseos mundanos, el obstáculo del karma y el obstáculo de la retribución.

El primero se identifica cuando los deseos, pulsiones o aflicciones mundanas —como la codicia, el odio y la estupidez (conocidos como los «tres venenos») nos impiden avanzar en la fe y en la práctica del budismo.

El obstáculo del karma se refiere a los impedimentos de la fe y la práctica que derivan de nuestras malas acciones en esta vida. En este pasaje de Carta a los hermanos, se cita como ejemplo concreto la oposición de los seres cercanos, como el cónyuge o los hijos.

El obstáculo de la retribución se refiere a los impedimentos a nuestra práctica budista asociados a las circunstancias adversas en las que hemos nacido o en las que debemos vivir. Se las considera retribuciones negativas derivadas del mal karma creado en existencias pasadas. En Carta a los hermanos, el Daishonin las relaciona con la oposición de personas cuyos deseos uno está obligado a acatar, como el soberano del Estado o los progenitores.

Los cuatro demonios

A continuación, en el término «cuatro demonios», la palabra «demonios» se aplica a funciones que afectan a los creyentes y practicantes budistas, impidiendo o inhibiendo la expresión espléndida de su vida que corporifica la Ley Mística. Los cuatro demonios son: 1) el impedimento de los cinco componentes;22 2) el de los deseos mundanos; 3) el de la muerte; 4) el del Demonio del Sexto Cielo.

El impedimento de los cinco componentes deriva de la desarmonía en las funciones físicas y mentales, o en los cinco componentes de quienes llevan a cabo la fe y la práctica.

El impedimento de los deseos mundanos denota la aparición de aflicciones como el odio, la codicia y la estupidez que, desde el propio interior de la persona, obran para destruir su fe.

El impedimento de la muerte se refiere a que la práctica budista de una persona se ve impedida o coartada a causa de su muerte. Asimismo, puede decirse que alguien ha claudicado ante el demonio de la muerte cuando la causa de la duda y el alejamiento de la fe budista es la muerte de otro practicante o de un ser querido.

Por último, está el demonio o impedimento del Rey Demonio. «Rey Demonio» es la expresión abreviada del nombre El Que Disfruta Libremente de las Cosas Conjuradas por los Demás.23 En otras palabras, es una función poderosa que, para su propio goce, se vale libremente de lo que otros producen con su esfuerzo. También conocida como el «Rey Demonio del Sexto Cielo», esta es la función demoníaca más profunda y esencial que reconoce el budismo.

Nichiren Daishonin dice que «[l]a oscuridad fundamental se expresa como el Rey Demonio del Sexto Cielo».24 Quiere decir con ello que la función demoníaca es algo que surge de la ilusión innata que anida en la vida. Se revela mediante formas distintas y emplea diversos medios para perseguir y obstruir a quienes practican correctamente el budismo. De manera característica, se activa en la vida de personas poderosas o que tienen gran influencia sobre los practicantes.

«Los sabios se regocijan mientras que los necios retroceden»

Está claro, entonces, que cuando tratamos de mantener la práctica budista, surgen obstáculos y adversidades con el fin de no dejarnos avanzar. Así y todo, es importante entender que los cónyuges e hijos, los padres, el cuerpo y la mente de uno y hasta la muerte misma no son en sí mismos obstáculos y demonios, como tampoco lo son la codicia, el odio y la estupidez, y los demás deseos mundanos que existen en la vida. Antes bien, lo que los hace funcionar como tres obstáculos y cuatro demonios es la debilidad de nuestra propia fuerza vital que nos hace sucumbir a ellos o nos vuelve vulnerables.

Hasta Shakyamuni pudo lograr la iluminación cuando reconoció claramente que las diversas ilusiones que surgían en su propia mente eran funciones destructivas tendientes a impedirle lograr su cometido. Para nosotros, la clave que nos permite vencer estas funciones negativas es desarrollar una fe firme e imperturbable ante todo lo que ocurra.

En tal sentido, Nichiren Daishonin afirma:

Sin duda, hay algo extraordinario en el flujo y reflujo de las mareas, en el recorrido de la Luna desde que asoma hasta que se pone, en la forma en que el verano, el otoño, el invierno y la primavera se suceden unos a otros. También ocurre algo inusitado cuando una persona común logra la Budeidad. En ese momento, invariablemente aparecen los tres obstáculos y los cuatro demonios; pero cuando ello sucede, los sabios se regocijan, mientras que los necios se echan atrás.25

Cuando aparecen los tres obstáculos y los cuatro demonios, lo fundamental es tener la convicción de que ese es el preciso momento para dar un salto agigantado hacia el logro de la budeidad, como personas sabias que se regocijan ante tales desafíos, perseveran en su fe y superan todos los escollos.

2) Los tres enemigos poderosos

El capítulo «Aliento a la devoción» (13.°) del Sutra del loto describe, en su estrofa de veinte versos, a los tres tipos de oponentes que perseguirán a quienes busquen propagar las enseñanzas del sutra en el Último Día de la Ley. Estas fuerzas, conocidas en forma colectiva como los «tres enemigos poderosos», son: 1) laicos arrogantes; 2) sacerdotes arrogantes; 3) falsos venerables arrogantes.

El calificativo «arrogantes» se aplica a todos ellos, porque muestran distintas expresiones de orgullo, altivez o soberbia, y porque se creen superiores o mejores personas que los demás.

1) Los «laicos arrogantes» son personas ignorantes del budismo que persiguen a los practicantes del Sutra del loto. El sutra explica que someterán a estos practicantes a calumnias, maldiciones y comentarios lesivos, y que incluso los podrán atacar con palos o espadas.

2) Los «sacerdotes arrogantes» son integrantes del clero budista que actuarán contra los practicantes del Sutra del loto. No alcanzan a entender la verdad de las enseñanzas budistas porque tienen el corazón torcido y porque su capacidad de comprensión es limitada. Y sin embargo, creyéndose superiores a los demás y aferrados a esa propia manera de pensar, hostigan y persiguen a personas que proclaman la enseñanza correcta.

3) Los «falsos venerables arrogantes» son monjes que se dan aires de santidad y a quienes la población respeta como budistas venerables. En general, residen en sitios apartados de la sociedad. Consumidos por la codicia y el deseo de riqueza, albergan malos sentimientos y buscan engañar o coartar a los practicantes del Sutra del loto. Su táctica habitual es acercarse a las autoridades, al gobernante o a otras personas con poder y deslizar acusaciones falsas sobre los practicantes, o hacerlos ver como individuos de ideas nocivas, para que aquellas los repriman o persigan.

El Sutra del loto, a la hora de describir el estado interior de alguien que sucumbe a la influencia de este mal, señala: «Demonios malignos tomarán posesión de los demás».26 Enseña que, en el Último Día de la Ley, quienes practican el sutra serán objeto de reiterados ataques o expulsiones a manos de personas que han claudicado ante estas pulsiones perversas.

Se dice que, aunque uno pueda resistir la acción de los dos primeros, el tercero de los tres enemigos poderosos es el más fuerte y dañino. La razón es que resulta muy difícil identificar y reconocer la verdadera naturaleza de las figuras religiosas dotadas de gran poder e influencia, es decir, de los falsos venerables arrogantes.

En el Último Día de la Ley, allí donde haya personas que propaguen las enseñanzas del Sutra de loto, también aparecerán estos tres enemigos poderosos y tratarán de obstruir o de impedir su labor. Por sus esfuerzos en la propagación del Sutra del loto, Nichiren Daishonin afrontó persecuciones causadas por estos tres enemigos poderosos, tal como predice el sutra. De esa manera, demostró que era el devoto del Sutra del loto en el Último Día.

4. La tranformación del karma

El budismo Nichiren es una enseñanza que permite a las personas transformar su vida en el nivel más profundo, superar las restricciones del karma o destino, y abrir nuevos caminos. Es una filosofía para cambiar positivamente el karma y afianzar un estado de vida de felicidad estable, que prevalezca a lo largo del futuro. En esta parte, estudiaremos el concepto de la transformación kármica y el valor de concebir el karma como nuestra misión en esta vida.

1) Tranformar el karma

La vida abarca un sinfín de sufrimientos y de problemas; algunos de ellos son, claramente, el resultado de acciones y decisiones que hemos tomado en el transcurso de esta existencia. Pero también afrontamos dificultades cuya causa no podemos identificar. En esos momentos, solemos pensar: «Yo no cometí ningún error ni causé ningún mal. ¿Por qué tengo que sufrir de esta manera?».

Desde la perspectiva del budismo, podemos ver que las aflicciones de esta clase son, en esta vida, el resultado de acciones negativas que hemos llevado a cabo en existencias pasadas. Es lo que explica el principio del karma.

Este término se origina en una palabra sánscrita que significa «acción». Las acciones de existencias pasadas que tienen el poder de incidir en nuestra felicidad o desdicha actuales constituyen nuestro «karma de existencias anteriores» o destino. Aun cuando, estrictamente hablando, el karma puede ser bueno o malo, en general la expresión hace referencia al karma adverso: es la acumulación de causas negativas, originadas en existencias pasadas, cuyos efectos generan sufrimiento en el presente.

El budismo considera la idea de las «tres existencias de la vida», que son el pasado, el presente y el futuro. Y también plantea que «las causas y los efectos abarcan las tres existencias». Así pues, la vida no se limita a la existencia actual: es un flujo continuo entre las vidas del pasado, del presente y las existencias del futuro. Las acciones de vidas previas forman causas; estas se manifiestan como efectos o resultados en la existencia actual; a su vez, las acciones que se generan en esta vida producirán efectos en las próximas.

Si uno ha creado causas negativas en una existencia pasada, experimentará los efectos correspondientes en esta vida, y esos efectos se experimentarán en forma de sufrimiento. Pero si uno en el pasado ha hecho causas favorables, ellas se manifestarán en el presente como circunstancias de felicidad, paz y buena fortuna. Esta es la descripción general de la ley causal budista que subyace a la noción del karma.

Sin embargo, de acuerdo con esta proposición, aunque uno pudiera tomar conciencia de las causas de sus penurias actuales, eso no le serviría demasiado para transformar su sufrimiento real. Mientras las causas de existencias pasadas sigan existiendo, el sufrimiento también persistirá. Por otro lado, estas causas solo se extinguen cuando se expresan en forma de efectos. Siguiendo este esquema, lo único que le queda al ser humano es esperar que todas sus causas negativas produzcan efectos hasta extinguirse por completo, y al mismo tiempo extremar los cuidados para no cometer nuevas causas adversas. Este proceso, naturalmente, llevaría un sinfín de existencias. Estamos ante una concepción del karma que no ofrece grandes esperanzas para mejorar las condiciones de vida y que, para peor, fomenta la resignación pasiva frente al destino.

Nichiren Daishonin nos muestra cómo cambiar nuestro karma o destino en esta existencia. En Carta desde Sado, declara que las grandes persecuciones que él venía afrontando no podían atribuirse a la explicación general budista sobre la causalidad, sino, al hecho de que en existencias pasadas él había actuado contra el Sutra del loto y contra sus practicantes. Al respecto, escribe:

Sin embargo, mis sufrimientos no deben atribuirse a esta ley causal. En el pasado, yo desprecié a los devotos del Sutra del loto. También me burlé del mismísimo sutra —a veces elogiándolo exageradamente y, a veces, con desdén—.27

En el fragmento anterior, el Daishonin sugiere que la causa más adversa en que un ser puede incurrir, en el nivel fundamental, es denigrar o despreciar el Sutra del loto; o sea, cometer la falta de «actuar contra la enseñanza correcta». El Sutra del loto es la enseñanza del Buda que condensa los principios budistas fundamentales: que todas las personas pueden lograr la budeidad; que todas las personas deben ser respetadas, y que uno debe aspirar a la felicidad individual a la par de la felicidad ajena. Por dicha razón, denigrar o menospreciar el Sutra del loto significa denegar el potencial y la dignidad esenciales de los seres humanos, y representa la máxima expresión del mal, de la cual derivan todas las malas causas concebibles.

El Daishonin nos dice que podemos lograr un estado de vida de genuina felicidad en este mundo, si nos abstenemos de cometer ese mal fundamental que es la incredulidad o la denigración con respecto a la enseñanza correcta y, en lugar de eso, llevamos a cabo el bien supremo de creer en ella, protegerla y propagarla. Cuando la causa más negativa se reemplaza por la causa más positiva, los resultados correspondientes también se transforman en sentido favorable. El factor central que permite esta transformación es la práctica de Nam-myoho-renge-kyo.

El Daishonin cita estas palabras del Sutra Sabio Universal,28 considerado el epílogo del Sutra del loto: «El origen de las faltas, como la escarcha o el rocío, puede ser evaporado por el sol de la sabiduría»29:

El «origen de las faltas» son los impedimentos kármicos […] y estos son como la escarcha o el rocío. Si bien ellos existen, el sol de la sabiduría los evapora. Y ese «sol de la sabiduría» es Nam-myoho-renge-kyo.30

Cuando creemos en el Gohonzon y nos esforzamos por entonar Nam-myoho-renge-kyo por la felicidad propia y por la dicha de los demás, damos paso en nuestra vida al sol de la budeidad y hacemos que el karma negativo de nuestras existencias pasadas se desvanezca como el rocío o la escarcha bajo la luz del sol.

2) La disminución de la retribución kármica

Aun cuando nos estemos esforzando en nuestra práctica budista, jamás erradicaremos por completo las dificultades inherentes al vivir. En el transcurso de nuestro esfuerzo por el kosen-rufu, surgirán obstáculos y adversidades. Nichiren Daishonin enseña que el hecho de encontrar esta clase de obstrucciones para poder transformar nuestro karma es, en realidad, un beneficio de la práctica budista llamado «disminuir la retribución de nuestro karma».

Dicho principio se explica de la siguiente manera:

Un karma pesado, creado con la acumulación de causas negativas en existencias pasadas, se manifiesta en un grave sufrimiento, no solo en esta vida sino también en las siguientes. Con todo, el poder benéfico de nuestra práctica budista —creer en la enseñanza correcta y transmitirla a otros— nos permite experimentar los efectos de esas causas en esta sola existencia, y en forma muy atenuada. Además, podemos extinguir la totalidad de nuestro karma negativo que data del pasado inimaginable.

Con respecto a este concepto —atenuar los efectos del karma adverso—, el Daishonin declara: «Los padecimientos infernales desaparecerán en un instante».31 En el momento en que eliminamos nuestro mal karma, nos libramos de sufrir los peores sufrimientos en esta y en futuras existencias.

Las adversidades representan una oportunidad valiosa para librarnos del karma negativo del pasado y templar nuestra vida. En tal sentido, el Daishonin escribe:

El hierro se convierte en una magnífica espada cuando es sometido al fuego y a los golpes. Los venerables y sabios son puestos a prueba ante el insulto. Mi actual exilio no se debe a ningún crimen secular; su único propósito es que yo pueda expiar en esta existencia mis graves faltas del pasado y, en la próxima, verme liberado de los tres malos caminos [del infierno, las entidades hambrientas y los animales».32

3) Adoptar voluntariamente el karma adecuado

Quienes perseveran en la fe aun en medio de dificultades, y de ese modo transforman su karma, experimentan un gran cambio en el significado que otorgan a los hechos de su vida.

En torno a esta idea, el Sutra del loto explica el principio de «adoptar voluntariamente el karma apropiado [para cumplir la propia misión]». Los seres nacemos en épocas y circunstancias particulares, que pueden obedecer a dos tipos de causas: por un lado, se nace de acuerdo con la propia promesa o deseo, y, por el otro, se nace en condiciones que responden al karma.

En general, el budismo explica que los bodisatvas nacen en este mundo motivados por el deseo de cumplir sus votos, mientras que las personas comunes nacen en circunstancias determinadas por su karma del pasado.

Además, el Sutra del loto enseña que los bodisatvas que, gracias a su práctica budista, en el pasado han acumulado una inmensa fortuna renuncian voluntariamente a las recompensas generadas con sus acciones nobles y, en cambio, eligen nacer en este mundo impuro donde abunda el mal. Lo hacen por su enorme amor compasivo a todos los seres y con el deseo de salvarlos del sufrimiento. Como resultado de esta elección, dichos bodisatvas también experimentan sufrimiento, al igual que las personas comunes que nacen en este mundo confuso en respuesta a su karma adverso.

Este enfoque permite hallar un nuevo sentido a la adversidad. Como personas que superamos nuestros problemas a través de la fe, podemos considerar que la vida en este mundo perverso y la lucha contra el sufrimiento no son, simplemente, la retribución de causas negativas, sino una oportunidad para cumplir nuestro juramento como bodisatvas y de guiar a los semejantes a la felicidad. Mientras compartimos las desdichas de la gente como si fueran propias, podemos dar a los demás un modelo y un ejemplo de cómo superar esas situaciones penosas.

El presidente Ikeda ha expresado lo siguiente acerca de las personas que viven con la conciencia de haber «elegido voluntariamente el karma apropiado»:

Todos tenemos nuestro propio karma o destino. Pero cuando lo miramos de frente y entendemos su auténtico sentido, cualquier adversidad puede servirnos para tener una vida más rica y más profunda. Y nuestra actitud en la batalla contra el destino puede servir de ejemplo y de inspiración a incontables personas.

En otras palabras, cuando convertimos nuestro karma en misión, el destino deja de cumplir un papel negativo y adquiere un aspecto positivo. Todo el que transforma su karma en misión es alguien que ha «adoptado voluntariamente el karma apropiado». Por lo tanto, quienes no se detienen y consideran todo como parte de su misión avanzan hacia la meta de cambiar su destino.33

5. La fe equivale a la vida cotidiana

El budismo Nichiren es una religión que permite a las personas construir un estado de felicidad indestructible en el contexto de su vida real. Para ello, es fundamental el compromiso activo con los desafíos y responsabilidades de la existencia diaria a medida que uno persevera en la fe y en la práctica del budismo.

La fe es el proceso que permite desarrollar y mejorar la propia vida en el nivel más profundo y esencial. En tal sentido, el budismo Nichiren enseña que la verdadera victoria del ser humano consiste en cultivar su humanidad al máximo. Por tal razón, nos alienta a expresar en nuestra conducta real la sabiduría y la fuerza vital desarrolladas mediante la práctica budista, para ser personas dignas de la confianza de los demás. En esta parte, examinaremos conceptos centrales en la práctica del budismo Nichiren. Entre ellos, los que se conocen como «ley causal que se traduce en beneficios y perjuicios», «deidades celestiales y deidades benevolentes», la unión de «distintas personas con un mismo propósito», la «fe igual a la vida cotidiana» y la importancia de nuestro «comportamiento como ser humano».

1) La ley causal que se traduce en beneficios y efectos negativos

Si practicamos con fe correcta Nam-myoho-renge-kyo, que es la Ley suprema de la vida y del universo, disfrutaremos de todos los beneficios ilimitados que son intrínsecos a dicha Ley.

El beneficio supremo que deriva de la Ley Mística es la manifestación de la budeidad, el logro de un estado de felicidad imperturbable. Cuando uno cree en la Ley Mística y comienza a practicarla inicia un camino que conduce al fortalecimiento de ese estado de vida llamado budeidad, y a la felicidad absoluta que se experimenta en dicho estado. A medida que basamos nuestra vida en la Ley Mística, naturalmente vamos desarrollando esa felicidad genuina y viviendo de manera correcta.

Con respecto al elemento ku, de la palabra kudoku («beneficio»), Nichiren Daishonin afirma que «se refiere al mérito logrado a raíz de erradicar el mal, mientras que el elemento toku o doku se refiere a la virtud que uno adquiere propiciando el bien».34 La perseverancia en la práctica budista elimina funciones o tendencias perjudiciales que oscurecen nuestra mente, como las pulsiones y deseos ilusorios, el sufrimiento y los miedos; paralelamente, refuerza cualidades buenas y positivas, como la sabiduría, la serenidad y la alegría.

Antes de la cita anterior, se lee:

La palabra “beneficios” denota la recompensa representada por la purificación de los seis órganos sensoriales. En general, podemos decir que, hoy, Nichiren Daishonin y sus seguidores, quienes entonan Nam-myoho-renge-kyo, están llevando a cabo la purificación de los seis órganos sensoriales.35

La «purificación de los seis órganos sensoriales» se re»fiere a purificar los ojos, oídos, nariz, lengua, cuerpo y mente —es decir, cada aspecto de nuestra vida— para que puedan cumplir plenamente las funciones positivas que les son inherentes. Como resultado de este proceso, uno puede mantenerse imperturbable ante cualquier tipo de dificultad, y responder abriendo y revelando el potente estado de budeidad que posee en su interior. La práctica budista nos permite reconocer y manifestar nuestra naturaleza de Buda, y la clara prueba de ello se presenta en un sinfín de beneficios que observamos en nuestros asuntos cotidianos y en el transcurso de nuestra vida. Podemos vivir cada día experimentando una felicidad inmensa y una buena fortuna indudable. En tal sentido, el Daishonin enseña:

Crea en este mandala [el Gohonzon] con todo su corazón. Nam-myoho-renge-kyo es como el rugido de un león. Por lo tanto, ¿qué enfermedad puede ser un obstáculo?

Está escrito que aquellos que abrazan el daimoku del Sutra del loto serán protegidos por la Madre de las Demonios y las diez demonios. Estas personas disfrutarán la dicha del rey de la sabiduría Colmado de Ansias y la buena fortuna del rey celestial Vaishravana. Dondequiera que su hija juegue o retoce, nada podrá hacerle daño; se desplazará sin temor, como el rey de los leones.36

Esto quiere decir que el poder de entonar Nam-myoho-renge-kyo nos permite vivir protegidos por las deidades celestiales y benevolentes, superar los diversos problemas y adversidades que nos presenta la vida, y gozar de felicidad y de fortuna. Dondequiera que estemos, podremos desplegar un estado de vida comparable al de un rey león que desconoce el miedo.

En palabras del Daishonin: «Es seguro que los que hoy creen en el Sutra del loto acumularán una buena fortuna proveniente desde diez mil millas».37 Nos dice que la persona que practica esta ley obtendrá felicidad y buena fortuna en cualquier circunstancia o situación que le toque vivir.

Agrega, además: «La buena fortuna se genera en nuestro corazón y nos vuelve dignos de respeto», y «[Los practicantes del Sutra del loto] son «como las hojas del sándalo que se abren en las Montañas Nevadas».38 Este último pasaje señala que así como la madera de sándalo emite su aroma extraordinario, quienes practican la Ley Mística exudan la fragancia de su felicidad y su virtud, y viven recibiendo el amor y la confianza de los demás; sus actividades cotidianas y su diario vivir se ven protegidas.

En cambio, quienes denigran o desprecian la enseñanza correcta del budismo, ignorando los principios de causa y efecto, grabarán causas adversas en lo profundo de su vida. Al mismo tiempo, esta posición subjetiva se expresa en forma de retribución negativa en el contexto de las circunstancias cotidianas.39 Pero también cabe pensar que esos efectos negativos son la constatación o prueba de un error cometido, y en tal sentido pueden ser interpretadas como un aviso de que se está incursionando en un patrón causante de infelicidad. Quien toma conciencia de sus errores y trata de corregir su postura de fe y su enfoque hacia la vida puede practicar la Ley Mística con actitud más profunda y sincera.

Desde una perspectiva diferente, el hecho de que las personas que actúan contra la Ley universal experimenten efectos negativos es una de las características sorprendentes de dicha ley, ya que esta función guía a la gente hacia el camino correcto y le permite aspirar al beneficio de su práctica budista. Mediante la ley de causalidad, el budismo Nichiren ofrece una clara explicación de los beneficios de quienes abrazan con fe la Ley Mística, así como del efecto negativo experimentado por quienes la denigran.

2) Deidades celestiales y benevolentes

El término «deidades celestiales y deidades benevolentes» se refiere a las diversas funciones que obran protegiendo a la persona que practica la enseñanza budista correcta. En la literatura budista, se personifica como «deidades» a las fuerzas universales o funciones que apoyan a quienes respetan y practican la enseñanza, y que protegen la tierra o el ambiente donde viven tales personas.

Las «deidades celestiales» son las funciones que actúan en el mundo sideral y las «deidades benevolentes» son las que apoyan y protegen la vida humana. Aunque el budismo ha utilizado la figura simbólica de las «deidades» para facilitar la comprensión de estas nociones en los distintos países donde se ha propagado, en verdad cabe entenderlas como una representación de las funciones protectoras del medio ambiente.

Las funciones celestiales protegen a las personas de fe firme


Si practicamos la enseñanza budista correcta y tratamos con bondad a los semejantes, el medio ambiente y las personas que nos rodean comienzan a actuar en nuestro beneficio y a protegernos; es decir, responden obrando como «deidades celestiales y deidades benevolentes». Las escrituras budistas dicen que el poder de estas deidades deriva de la enseñanza correcta; la describen como el «sabor» o alimento del cual aquellas se nutren.

El Daishonin señala: «La protección de las deidades depende de nuestra fuerza interior».40 La intensidad de la protección que recibimos depende de la firmeza de nuestra fe y de nuestra práctica, en la medida en que mantenemos y protegemos la Ley Mística.

3) Distintas personas con un mismo propósito

«Distintas personas con un mismo propósito» es un principio fundamental y una guía para establecer una unión basada en la fe con el fin de impulsar el kosen-rufu. «Distintas personas» significa que todos tenemos diferentes circunstancias, cualidades, aptitudes, aspecto físico, naturaleza y posición social. «Mismo propósito» quiere decir que, aun siendo distintos, tenemos una intención u objetivo en común.

La meta primordial de nuestra práctica budista, y el gran deseo del Buda, es el kosen-rufu: enseñar y difundir ampliamente la Ley Mística para lograr una paz y una felicidad que incluyan a todos. Ese «propósito» denota la fe; tener «un mismo propósito» significa unir nuestro corazón y nuestra mente en torno al gran deseo y al juramento de lograr el kosen-rufu.

En otras palabras, al mismo tiempo que cada uno de nosotros despliega libre y plenamente su individualidad y sus cualidades distintivas, dando máxima expresión a su potencial, también todos aspiramos juntos al noble objetivo del kosen-rufu. Este es el significado de «distintas personas con un mismo propósito».

A la inversa, aunque muchas personas parezcan actuar igual y tengan el mismo aspecto, si cada una posee un objetivo o una intención distinta, se producirá un estado de desorden. A esta situación se la llama «un cuerpo con distintos propósitos».

Al respecto, el Daishonin señala:

Cuando en el pueblo predomina la unión de distintas personas con un mismo propósito, estas podrán lograr todas sus metas; en cambio, cuando son iguales en apariencia pero albergan distintos pensamientos, no serán capaces de obtener nada digno. […] En cambio, aunque Nichiren y sus seguidores sean pocos, como son individuos distintos pero unidos por un mismo pensamiento, sin falta cumplirán su gran misión de propagar ampliamente el Sutra del loto.41

El Daishonin nos asegura que si avanzamos superando diversos problemas y adversidades a través de la unión basada en la fe, el budismo se difundirá con certeza.

El presidente Ikeda ha señalado:

Esa unión de «distintas personas con un mismo propósito», en términos contemporáneos, se llama «organización». «Distintas personas» quiere decir que cada ser humano es diferente, que las personas poseen apariencias, posiciones, circunstancias y misiones que las caracterizan como individuos. Pero, en lo que concierne a su corazón o a su disposición interna, esto debe ser uno solo; cada persona debe participar de ese «mismo propósito», en unión espiritual.

En cambio, en un grupo formado por «distintas personas con distintos propósitos», no hay unión en los esfuerzos. De manera análoga, el paradigma de «una persona y un mismo pensamiento» describe los grupos en los que se impone una uniformidad forzosa, donde todos deben pensar, verse y actuar igual. Estos patrones son propios del fascismo: restan libertad a las personas y, en definitiva, conducen a un estado que podríamos describir como «una persona con distintos propósitos»: la gente aparenta estar unida y dedicada a una misma meta, pero en realidad, internamente no están de acuerdo con ese objetivo. […]

«Distintas personas» significa permitir a cada individuo expresar plenamente su propio potencial y sus cualidades únicas. «Un mismo propósito» quiere decir que todos trabajen juntos, basados en la fe y con el mismo objetivo y visión. Allí reside la unión verdadera.42

Adoptando como guía y paradigma la unión de «distintas personas con un mismo propósito», cada uno de nosotros podemos hacer valer nuestro poder y capacidad personal, mientras avanzamos juntos para lograr el kosen-rufu, la voluntad y el designio del Daishonin.

4) La fe es igual a la vida cotidiana

Aun cuando la religión ocupa un lugar especial en la espiritualidad humana, en general se la considera poco relacionada con los retos de la vida o con los asuntos concretos de este mundo. Sin embargo, en el budismo Nichiren la fe y la vida cotidiana no son dos ámbitos separados.

El Daishonin escribió a un discípulo: «Considere el servicio que presta a su señor feudal como la práctica del Sutra del loto».43 En este pasaje, «el servicio a su señor feudal» equivale, en el mundo de hoy, a las responsabilidades o deberes que uno debe cumplir en los negocios, el trabajo o la sociedad en general.

Lo que enseña esta frase es que la vida diaria es el ámbito de la práctica budista; es el contexto en el cual mostramos, individualmente, cómo vivimos basados en la fe. Nuestra conducta es, en definitiva, la expresión de nuestro mundo interior. Y la fe es el poder que nos permite transformar y elevar nuestra vida en el nivel más profundo.

En el transcurso de la existencia surgen innumerables problemas y cuestiones, pero cuando perseveramos en el sincero afán de resolverlos basados en la fe y en la entonación del daimoku al Gohonzon, esas luchas concretas y reales se convierten en el ímpetu para manifestar nuestra naturaleza de Buda innata. De esa manera, nuestros desafíos mundanos son el escenario en el cual representamos la saga de transformación profunda de nuestra vida.

Además, cuando cumplimos nuestras obligaciones y tomamos decisiones basados en la energía vital y en el potente estado interior que deriva de la práctica budista, también mejoran naturalmente las circunstancias de nuestra vida.

Si comparamos la fe con las raíces de un árbol, la vida cotidiana sería el tronco y las ramas que dan flores y frutos. Por otro lado, una vida sin el cimiento de la fe sería como una planta sin raíces, fácilmente arrastrada por las fuerzas del medio ambiente. El budismo Nichiren enseña que cuanto más profundas son las raíces de la fe, más estable y segura es nuestra vida personal.

De esa forma, esta filosofía considera que la fe y la forma de vivir constituyen una entidad inseparable. Por tal razón, la orientación que se imparte en la Soka Gakkai incluye el principio de que la fe es la vida cotidiana; en otras palabras, la forma de vivir es la expresión natural de la fe budista. Por ende, un practicante del budismo Nichiren procura ser digno de la confianza de la gente en la sociedad donde vive, y triunfar en todos los aspectos de la existencia.

5) Nuestro comportamiento como seres humanos

El budismo alienta a cada persona a cultivar su humanismo al máximo. Esta es la verdadera victoria para el ser humano.

Como señala el Daishonin, «El propósito con el cual nació en este mundo el buda Shakyamuni, señor de las enseñanzas, yace en su comportamiento como ser humano».44 Shakyamuni nació en este mundo, y en ese ámbito expuso las enseñanzas budistas. Su objetivo no tuvo ningún propósito divino o especial; fue, sencillamente, mostrar a sus congéneres cómo debía vivir como persona (Buda).

En otras palabras, cada uno muestra el poder de la fe en la medida en que actúa coherentemente con sabiduría y sensatez en la sociedad; en que se desarrolla como un individuo de excelente personalidad, y en que actúa respetablemente en su trabajo, en la comunidad y en los ámbitos colectivos que comparte con sus semejantes.

La mayor nobleza de la conducta humana reside en el respeto a todos los seres. Específicamente, esa conducta se manifiesta en acciones que reconocen la naturaleza de Buda innata en la vida de cada persona, valoran profundamente esa naturaleza y muestran deferencia a todos. En relación con esa forma de vivir, adquiere importancia fundamental el deseo y el juramento de permitir a toda la gente manifestar esa naturaleza; es decir, lograr la budeidad. En concreto, ese juramento se expresa en la postura de cuidar y valorar a la persona que tenemos frente a nosotros.

El Sutra del loto describe la práctica del bodisatva Jamás Despreciar, que consiste en respetar el potencial de la budeidad inherente a todos y reverenciar a cada persona con la cual uno se relaciona. Hay individuos que no tienen conciencia de su propio estado de budeidad. Mas, aunque no sepan de su existencia, igualmente están dotadas de la naturaleza de Buda y tienen la posibilidad de reconocerla y activarla. Por dicha razón, el espíritu del budismo es valorar a todos con equidad como «hijos del Buda»; otorgar el máximo respeto a la vida de cada persona y tratar a todos como iguales.

Cuando prevalece esta mentalidad, no se incurre en conductas lesivas ni en violencias que coartan el bienestar del prójimo. La esencia del budismo Nichiren es promover una transformación social mediante el diálogo, sustentado en el principio del respeto a todas las personas.

En esta época oscura, que el budismo denomina Último Día de la Ley, se acentúa la confusión en el pensamiento humano. Prevalece una forma de pensar que instala la discriminación y la denigración de otros seres humanos, o que acepta utilizar a los demás como medios para satisfacer los propios fines. No hay otra forma de modificar la tendencia social a la corrupción y de elevar el estado de vida del pueblo más que transmitir una práctica que corporifique el respeto a los demás, valore la vida y proclame la dignidad humana.

Por otro lado, para mejorar la sociedad es necesario rebatir firmemente los paradigmas que promueven el desprecio a la vida y alientan el pensamiento prejuicioso y distorsionado en las personas. Por dicha razón, la práctica central del budismo consiste en un comportamiento que propague el bien y refute el mal; esta conducta produce claras pruebas de victoria en la vida de quienes practican, no solo como budistas sino, fundamentalmente, como seres humanos.

  • *1END, pág. 114.
  • *2Ib., pág. 880.
  • *3Ib., pág. 628.
  • *4Véase END, pág. 408.
  • *5El Sutra del loto, op. cit., cap. 3, pág. 73.
  • *6WND, vol. 2, pág. 986.
  • *7END, pág. 4.
  • *8Ib., pág. 408.
  • *9Ib., pág. 1039.
  • *10Véase El Sutra del loto, op. cit., cap. 10, pág. 160.
  • *11END, pág. 350.
  • *12Ib., pág. 74.
  • *13NICHIKAN (1665-1726) fue un sacerdote y estudioso que vivió en el Japón durante el período Edo (1603-1868). Sistematizó y revivió los principios budistas que Nichiren Daishonin transmitió y legó a Nikko, su discípulo más cercano y sucesor inmediato.
  • *14NICHIKAN: «Las prácticas de esta escuela», en Escritos en seis volúmenes.
  • *15END, pág. 408.
  • *16TODA, Josei: Toda Josei Zenshu (Obras completas de Josei Toda), Tokio: Seikyo Shimbunsha, 1989, pág. 18.
  • *17END, pág. 1077.
  • *18«Nikko yuikai okibumi» [Los veintiséis artículos de advertencia de Nikko], artículo 11. Gosho zenshu, pág. 1618.
  • *19Ib., artículo 8. Véase ib.
  • *20END, pág. 525.
  • *21Ib., pág. 525.
  • *22Cinco componentes: Elementos constitutivos que se unen temporalmente para formar un ser vivo individualizado. Son: forma, percepción, conceptualización, voluntad y conciencia.
  • *23Véase END, pág. 360.
  • *24END, pág. 1158.
  • *25Ib., pág. 668.
  • *26El Sutra del loto, op. cit., cap. 13, pág. 193.
  • *27END, pág. 323.
  • *28El título abreviado del sutra es Sutra sobre cómo practicar la meditación sobre el bodisatva Sabio Universal.
  • *29The Lotus Sutra and Its Opening and Closing Sutras (El Sutra del loto y los sutras de inicio y de cierre), trad. por Burton Watson, Tokio: Soka Gakkai, 2009, pág. 390.
  • *30The Record of the Orally Transmitted Teachings (Registro de las enseñanzas transmitidas oralmente), op. cit., pág. 205.
  • *31END, pág. 208.
  • *32Ib., pág. 322.
  • *33IKEDA, Daisaku: Gosho no Sekai (El mundo de los escritos de Nichiren Daishonin), vol. 2, Tokio: Seikyo Shimbunsha, 2004, vol. 4, págs. 324-325.
  • *34Véase The Record of the Orally Transmitted Teachings (Registro de las enseñanzas transmitidas oralmente), op. cit., pág. 148.
  • *35Ib., págs. 147-148.
  • *36END, pág. 433.
  • *37Ib., pág. 1183.
  • *38Ib.
  • *39La filosofía budista expone el principio de causa y efecto. Uno genera resultados positivos o negativos según la naturaleza buena o mala de sus actos. En el budismo no se postula la existencia de un ser supremo o de entidades trascendentes, al modo de un dios o dioses, cuya voluntad imparte gracias o castigos. Uno mismo genera las consecuencias o la retribución adversa como resultado natural de sus acciones lesivas.
  • *40END, pág. 997.
  • *41END, pág. 648.
  • *42IKEDA, Daisaku: Seishun taiwa (Conversaciones sobre la juventud), Tokio: Seikyo Shimbunsha, 2006, vol. 1, pág. 364.
  • *43END, pág. 948.
  • *44Ib., pág. 893.