Amor compasivo: la solidaridad del corazón

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El deseo más elemental de todas las personas es vivir felices. Sin embargo, la sociedad humana está determinada por fuerzas poderosas que contrarrestan este anhelo esencial: desde la violencia generalizada, la destrucción medioambiental indiscriminada, hasta la explotación que estructura las profundas desigualdades entre las personas.

El budismo arroja luz sobre aquellas dinámicas internas de la vida humana que permiten construir semejantes realidades indeseables. Uno de los deseos inherentes más perniciosos y poderosos de la vida humana, de acuerdo con el pensamiento budista, es el deseo de poder sobre los demás, el impulso de someter a los demás a nuestra voluntad. En esta condición, el ego encuentra su expresión más desenfrenada y destructiva, tratando a otros como simples medios para satisfacer los objetivos egoístas.

En el budismo, tal impulso explotador y autoritario se personifica simbólicamente, como el Rey Demonio del Sexto Cielo, y su impronta es evidente en todas partes del mundo. Reconociendo lo desenfrenado de este impulso, Nichiren, quien fundó en el siglo XIII el budismo hoy practicado por la Soka Gakkai, describió el mundo como un dominio del Rey Demonio, en el que todas las personas están bajo su gobierno.

El amor compasivo budista podría describirse en pocas palabras como el deseo de aliviar el sufrimiento y dar alegría.

No obstante, si la naturaleza humana es la causa de los problemas mundiales más graves, es también la fuente fundamental de la solución. El amor compasivo es la fuerza capaz de contrarrestar el aspecto destructivo de la naturaleza humana y del sufrimiento que engendra. Este amor compasivo, un sentido de solidaridad con los demás —con todos los seres vivientes— que surge del deseo de la felicidad y del crecimiento mutuo, es la esencia y origen del budismo.

En los textos budistas sánscritos originales, el concepto del amor compasivo se describe a través de las palabras maitri y anukampa. Maitri indica un sentido de compañerismo con los demás; anukampa describe una profunda empatía que nace al encontrarnos con el sufrimiento y que da lugar a la acción. Por lo tanto, el amor compasivo budista podría describirse en pocas palabras como el deseo de aliviar el sufrimiento y dar alegría.

También, el amor compasivo a menudo se lo relaciona con la misericordia, pero, mientras que la misericordia puede ser condescendiente, el amor compasivo nace del sentido de igualdad y de la interconexión de la vida. El amor compasivo se basa en el respeto a la dignidad inherente de la vida —la propia y la de los demás— y en el deseo de ver triunfar dicha dignidad. Como escribe Daisaku Ikeda, “El verdadero amor compasivo que expone el budismo no tiene nada que ver con la lástima ni con el sentimentalismo. Esto se debe a que la lástima o el sentimentalismo no alcanzan para apoyar a otro a lograr la victoria en la vida; no sirven para aliviar realmente el sufrimiento e impartir alegría”.

Ya que el amor compasivo genuino trata sobre el empoderamiento a los demás y en cómo ayudarles a liberar la fortaleza y el coraje del interior de sus vidas para superar los problemas, en ocasiones podría parecer severo o contradictorio. Por ejemplo, aunque ayudar a alguien a resolver una situación difícil parezca un acto de amor compasivo, si termina haciéndole más débil y dependiente, esto no contribuirá a su verdadera felicidad en la vida. La esencia del amor compasivo está en el empoderamiento.

El esfuerzo por ofrecer un aliento eficaz para las circunstancias concretas, es lo que da lugar a la sabiduría. El amor compasivo y la sabiduría tienen una relación estrecha. Además, incluso los pequeños actos de bondad requieren cierto coraje.

Nichiren estableció la práctica de entonar Nam-myoho-renge-kyo como un medio práctico para que las personas extraigan su capacidad y gran potencial de su humanidad y vivan con confianza y alegría. Para los practicantes del budismo Nichiren, compartir esta práctica con los demás es, por ende, el acto más esencial del amor compasivo.

La transformación de la sociedad solo puede llevarse a cabo a través de la transformación del corazón de las personas. Una vida basada en el amor compasivo significa tener una firme fe en el potencial aún sin desplegar, de uno y de los demás. Es fácil renunciar a nosotros mismos y a los demás frente a nuestro fracaso o nuestra estupidez; tal pérdida de fe en la humanidad es lo que caracteriza a nuestro turbulento mundo contemporáneo. La base de la filosofía del budismo Nichiren yace en continuar alentando y creyendo en la bondad innata y en el potencial de nuestras vidas y la de los demás. También son los cimientos de un optimismo firme sobre el cuál todas las personas basan sus acciones para propiciar un cambio positivo en nuestro mundo.

[Cortesía de la entrega de la SGI Quarterly de julio de 2010].