Movilizar la solidaridad global para responder a los problemas de la crisis climática
El Comité de Perspectivas Globales de la SGI emitió la siguiente declaración el 5 de noviembre de 2025.

En esta instancia crucial, dos amenazas existenciales ponen en peligro la supervivencia de las generaciones presentes y futuras: el riesgo cada vez mayor del uso de armas nucleares, hoy en sus niveles más altos desde finales de la Guerra Fría, y el agravamiento de la crisis climática, una cuestión tan acuciante que hasta se la describe como «ebullición global».
En enero de este año, la Soka Gakkai Internacional (SGI) emitió una declaración exhortando a impedir el uso de armas nucleares. A tono con este compromiso con la subsistencia y anticipándose a la 30.ª Conferencia de las Partes (COP30) en la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC), que tendrá lugar en Belém, Brasil, a partir del 10 de noviembre, la SGI dio a conocer la siguiente declaración.
Declaración
Este año, las temperaturas anómalas están afectando a regiones de todo el planeta, a un ritmo incluso superiores a las del año pasado, que había sido registrado oficialmente como el más caluroso de la historia humana. Se están produciendo lluvias torrenciales, riadas e inundaciones sin precedentes que son cada vez más frecuentes y sus daños, de naturaleza catastrófica, ya alcanzan una magnitud antes impensada.
La concentración atmosférica de dióxido de carbono —el principal gas de efecto invernadero— ha superado un nuevo récord; el derretimiento de los glaciares mundiales de referencia persiste en todo el planeta y el nivel medio de los mares ha ascendido, por decimotercer año consecutivo, a valores nunca antes registrados. Por añadidura, el inusual incremento de incendios a gran escala ha provocado una marcada desaparición de bosques primarios en todo el mundo, causando pérdidas de vastas extensiones forestales que han alcanzado un máximo histórico.
Se ha hecho notar que «el porvenir ha dejado de ser lo que era antes».
Se ha hecho notar que ‘el porvenir ha dejado de ser lo que era antes’.
En el pasado, incluso cuando las sociedades experimentaban diversos cambios, el futuro era algo relativamente imaginable. Hoy, sin embargo, asoman crisis de tal preponderancia en todo el orbe —no solo en términos de calentamiento global y de desastres naturales— que en muchos países la gente comienza a sentir la inminencia de una transformación real y ominosa: la sensación de haber entrado en una dimensión radicalmente distinta a todo lo que había conocido hasta ahora. Mientras crece la incertidumbre en cuanto al porvenir, también aumenta la preocupación de que nos estemos acercando a un umbral crítico con respecto a la crisis climática, en dos áreas clave.
La primera se refiere a la elevación de la temperatura global. La meta de limitar el incremento de la temperatura media mundial a 1,5 ℃, pactada en el Acuerdo de París, hoy está francamente en jaque. Las consecuencias de la crisis climática ya han ocasionado enormes perjuicios habitacionales y materiales a muchas personas, especialmente en países insulares del Pacífico y otras regiones, donde el número de residentes afectados sigue en aumento. Si el calentamiento global supera el objetivo clave de 1,5 ℃, inevitablemente, se producirá daños de inusitada gravedad para la vida humana, los medios de subsistencia y la dignidad de los pueblos.
La segunda preocupación es el riesgo cada vez mayor de que las redes de solidaridad del mundo, fundamentales para tratar los problemas colectivos de la humanidad, pierdan fuerza y cohesión. En años recientes, llegar a un consenso entre los países desarrollados y las naciones en desarrollo se ha vuelto más difícil; ciertas medidas, como la subida de los aranceles, han creado inquietud con respecto al futuro de la economía global. Como resultado de ello, hoy la cooperación entre países destinada a reducir en gran medida las emisiones de gases de efecto invernadero se ve ante graves obstáculos.
En este entorno de creciente inestabilidad e incertidumbre, es posible que la población mundial comience a resignarse ante la crisis climática, creyendo que el problema excede nuestra capacidad. Este pesimismo no solo amenazaría las sinergias tendientes a incrementar la respuesta climática, sino incluso el compromiso con las actuales medidas en marcha.

Así y todo, hay muchas áreas en las que todos y cada uno de nosotros, como integrantes de la sociedad civil, podemos alzar la voz y ponernos en acción para impulsar un cambio más amplio. Por ejemplo, según proyecciones de la Agencia Internacional de la Energía (AIE), las energías renovables que antaño parecían inviables para muchas naciones superarán al carbón como principal fuente de electricidad en 2026.
El Brasil, país anfitrión de la COP30 y también sede de la Cumbre de la Tierra en 1992, es donde se inició por vez primera el proceso de firma de la CMNUCC y del Convenio sobre la Diversidad Biológica (CDB). Estos acuerdos históricos, junto con el trabajo de cooperación mundial en años recientes, en respuesta a la pandemia del coronavirus, sirven para recordarnos firmemente que los seres humanos poseemos la capacidad interior de unirnos por encima de las fronteras nacionales y de seguir transitando un camino en común hacia el futuro. Incluso ante una crisis sin precedentes, somos capaces de mantener una postura de solidaridad mutua, unirnos para proteger la vida y la dignidad de unos y de otros, rehusando bajar los brazos ante la desesperanza.
Guiada por esta convicción, la SGI ha trabajado para crear conciencia pública sobre la crisis climática y otras cuestiones medioambientales. En el marco de tales esfuerzos, hemos organizado la exposición «Semillas de esperanza y de acción: Hagamos realidad los ODS», en diez idiomas y en veinticuatro países y territorios, un proyecto conjunto de la SGI y la Carta de la Tierra Internacional donde se hizo hincapié las alternativas sostenibles. Además, desde 2021 la Soka Gakkai coopera con la Organización Internacional de las Maderas Tropicales (OIMT) en proyectos de reforestación en África Occidental. Estas iniciativas son parte de nuestro compromiso integral con la promoción de una sociedad global sostenible.

En esta ocasión, quisiéramos presentar dos propuestas —una enfocada en la sociedad civil y la otra, en la juventud— orientadas a fortalecer la solidaridad mundial para ayudar a catalizar respuestas a la crisis climática, basándonos en la experiencia adquirida a lo largo de nuestra labor continua.
Fortalecer la solidaridad en el ámbito de la sociedad civil
La primera se centra en la movilización de la sociedad civil. Las medidas de alcance nacional no son suficientes, por sí solas, para responder a la catástrofe climática ni para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Antes bien, es imperioso unir la voluntad de todos los habitantes del planeta, en pos de un futuro de esperanza y seguridad. Las iniciativas de la sociedad civil ofrecen una base para inculcar acciones nutridas en la férrea determinación de resolver esta crisis.

En esa tarea, pueden cumplir una labor fundamental las comunidades religiosas, con su acervo de diversidad y de creencias. En el marco de la COP29 celebrada en Azerbaiyán en noviembre de 2024, durante una actividad organizada por el Comité de Enlace Interreligioso (ILC, por sus siglas en inglés) de la CMNUCC, un representante de la SGI destacó que, en un mundo en que más del 80 % de la población profesa algún tipo de fe o confesiones, los movimientos religiosos están en una posición única para inspirar transformaciones esenciales en las conductas que ayuden a revertir la crisis climática.
En el compromiso continuo que, junto a otras organizaciones no gubernamentales (ONG), mantiene la SGI con la respuesta al cambio climático, hay tres áreas de interés prioritario:
- Difundir información correcta sobre el cambio climático.
- Dar visibilidad a quienes se encuentran en situaciones vulnerables —por ejemplo, aquellos que sufren de manera directa las consecuencias de la crisis climática— y asegurar que sus puntos de vista sean incluidos en los debates y en la toma de decisiones.
- Fomentar, como personas de fe, una perspectiva centrada en la humanidad y en la realidad de la gente común, que sirva como eje central en las deliberaciones referidas al clima.
Con respecto a estos puntos, el segundo y el tercero se basan en el pensamiento del presidente de la SGI, Daisaku Ikeda, un constante promotor del diálogo que, durante toda su vida, formuló propuestas concretas para tratar no solo cuestiones del cambio climático, sino también otros problemas colectivos de la humanidad.
En su Propuesta de Paz de 2020, enfatizó sobre la importancia de no dejar atrás a las personas que sufren en circunstancias extremas. En relación con ello, se refirió particularmente a la población de países insulares que se enfrentan a crisis como la sumersión de su territorio a raíz del aumento del nivel del mar. También puso de relieve la labor del Instituto Toda por la Paz, que fundó en 1996, así como las investigaciones que, desde 2018, viene realizando la entidad sobre las consecuencias del cambio climático en los Estados insulares del Pacífico. Allí, advierte: «Aunque [sus habitantes] se muden a otra isla y puedan adquirir seguridad material, seguirán echando en falta lo que el informe describe como la “seguridad ontológica” que encuadraba su vida como habitantes de estas islas. El proyecto concluye que toda gestión de respuesta al cambio climático debe prestar atención a esta clase de aflicción irreparable».
Además, recalca: «A la hora de ponderar los impactos del cambio climático, se tiende a medir la magnitud valuando los daños materiales, las pérdidas económicas y otros factores cuantificables. Pero me parece importante dirigir la atención al sufrimiento de incontables personas, a la angustia que hay detrás de los índices macroeconómicos, y considerar esta realidad en el centro de todas las iniciativas colectivas que adoptemos en la búsqueda de soluciones».
De acuerdo con las proyecciones del Banco Mundial, si la temperatura global sigue aumentando al ritmo actual, el número de desplazados climáticos forzados a abandonar sus territorios de residencia podría superar para el 2050 los 200 millones. En este contexto, el llamamiento del presidente Ikeda resulta, hoy, mucho más trascendente e imperioso.

Las Naciones Unidas (ONU) y el Brasil, país anfitrión de la próxima COP30, han instado a que las futuras medidas climáticas no estén determinadas solo por las políticas o los análisis científicos, sino también por la inclusión y el compromiso ético. A tono con ello, se ha creado un Balance Ético Global (BEG), concebido como un marco de diálogo que trascienda las meras metas cuantitativas —como reducir la emisión de gases de efecto invernadero— y, en cambio, promueva una revisión fundamental de lo que estamos haciendo éticamente, como humanidad, en bien del medio ambiente. Este marco se ha propuesto fomentar la voluntad colectiva, más allá de los confines nacionales, inspirando a los seres humanos a optar por nuevas formas de vivir y de construir un mundo con firmes bases éticas. El sustrato de estas acciones es entender que ninguna solución será completamente eficaz, ni siquiera las más avanzadas tecnológicamente, a menos que el género humano transforme profundamente su conducta y prioridad.
Todas las corrientes religiosas deben obrar como fuentes promotoras de la conciencia humana y guiar a las personas a actuar en respuesta a las dificultades globales que nos afectan.
Como primer paso en esta dirección, la SGI ha manifestado su apoyo a la implementación del BEG, en su calidad de organización de inspiración religiosa (OIR). Nuestro movimiento, ha contribuido activamente al proceso del BEG, en especial a través de la iniciativa de la juventud; de hecho, recientemente la Presidencia de la COP30 ha sido informada de nuestras gestiones en ese terreno.
Esperamos que esta participación fortalezca la cooperación entre las organizaciones de base religiosa, impulsando iniciativas de relevancia vital que permitan consolidar acciones concretas, como reducir las emisiones de gases de efecto invernadero.
Hoy, más que nunca, todas las corrientes religiosas deben obrar como fuentes promotoras de la conciencia humana y guiar a las personas a actuar en respuesta a las dificultades globales que nos afectan. Más aún, dichos movimientos están llamados a cumplir un papel activo en el desarrollo de la resiliencia del espíritu humano, es decir, la capacidad de no rendirse ante la adversidad, por grande que sea, y de levantarse para enfrentar incluso los obstáculos más difíciles.
Desde esta perspectiva, la SGI propone ampliar las oportunidades de avanzar en esa dirección, aprovechando las conferencias de la COP dirigidas a organizaciones religiosas y las OIR, donde estas puedan reunirse, compartir prácticas y experiencias, aprender unos de otros y establecer vías conjuntas de acción para responder a la crisis climática y construir una sociedad global sostenible.
Dar un lugar central a la participación de gente joven
La segunda de las propuestas que desea presentar la SGI en esta oportunidad es la creación de un consejo permanente de jóvenes en la Secretaría de la CMNUCC, que permita fortalecer los actuales marcos institucionales de trabajo. Se trataría de un órgano dirigido por gente joven con el cometido de explorar y de desarrollar nuevas medidas y estrategias de implementación para hacer frente a los problemas actuales, y exponer estas ideas en las sesiones anuales de la COP.
En los últimos años, el sector juvenil ha venido reclamando imperiosamente una acción climática más contundente para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y ha dado a conocer tales ideas e iniciativas en sus respectivos países y comunidades. Estos planteos se basan en la determinación profunda e inquebrantable de salvaguardar no solo los cimientos de su propia supervivencia, sino también el derecho de las generaciones por venir. Lo que subyace a esta perspectiva de la juventud es el deseo ardiente de construir un futuro alentador con sus propias manos.
Su reclamo cada vez más firme de ser incluidos en los procesos decisorios obedece a que las medidas adoptadas hoy por la comunidad internacional repercutirán especialmente en los jóvenes del presente y en las generaciones del mañana. Esto será fundamental para lograr la justicia climática.
El marco internacional dedicado a resolver la crisis climática necesita incorporar la pasión y la vitalidad de la juventud.
En este contexto, en 2022 la Asamblea General de la ONU adoptó una resolución histórica que reconoce el derecho humano a gozar de un ambiente limpio, sano y sostenible, estableciendo por primera vez que las generaciones futuras son beneficiarias directas de este derecho.
La SGI, a lo largo de los años, ha insistido en la importancia de integrar la perspectiva de los derechos humanos en los marcos de acción climática. Esta opinión se ha dado a conocer en espacios como el Consejo de Derechos Humanos de la ONU y las conferencias anuales de la COP. También, a título de ejemplo, en una actividad paralela celebrada durante el sexto periodo de sesiones de la Asamblea de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente (UNEA-6), en Kenia, en 2024. Asimismo, la SGI forma parte de la iniciativa Llamamiento Global por el reconocimiento universal del derecho humano a gozar de un ambiente limpio, sano y sostenible.
En julio de este año, la Corte Internacional de Justicia (CIJ) emitió una histórica opinión consultiva en la cual establece que los Estados se hallan obligados a proteger el medio ambiente de las emisiones de gases de efecto invernadero. En el mencionado texto, la CIJ afirmó que, para cumplir con dicha obligación, los Estados se hacían responsables de efectuar las diligencias debidas y cooperar entre sí a fin de implementar medidas eficaces.
Esto fue posible gracias a la fuerza catalizadora de la juventud. Inspirado por las voces del colectivo liderado por Estudiantes de las Islas del Pacífico Contra el Cambio Climático (Pacific Islands Students Fighting Climate Change [PISFCC]), el Estado de Vanuatu tomó la iniciativa que condujo a adoptar una resolución de la Asamblea General de la ONU, en marzo de 2023, la cual solicitaba la opinión consultiva de la CIJ. De este modo, se puso en marcha un proceso judicial sin precedentes.
El marco internacional dedicado a resolver la crisis climática necesita incorporar la pasión y la vitalidad de la juventud para que las nuevas generaciones puedan imprimirle un potente oleaje transformador.

«El porvenir ha dejado de ser lo que era antes». Esta ha sido la advertencia que dejó a la humanidad del siglo XXI el doctor Aurelio Peccei, cofundador y primer presidente del Club de Roma. Sin embargo, el doctor Peccei no expresó ese parecer solo para alertar sobre las crisis que enfrentaremos en adelante. Sus palabras sugieren que, precisamente porque las percepciones del futuro estaban cambiando tan drásticamente con respecto a lo que antes se creía, los métodos y sistemas convencionales ya no serían suficientes para responder a los nuevos retos. Además, traslucen la convicción de que, a la hora de resolver eficazmente la crisis, era necesario transferir el liderazgo a las generaciones venideras.
En su Propuesta de Paz de 2020, publicada cuatro meses después de la histórica Cumbre de la Juventud sobre el Clima de la ONU, el presidente Ikeda reflexionó sobre esta profunda confianza en el potencial ilimitado de los jóvenes, que él y el doctor Peccei expresaron en su diálogo Antes de que sea demasiado tarde (1984):
«A diferencia de problemas como la contaminación y el agotamiento de los recursos no renovables —que ya eran objeto de preocupaciones cuando se publicó Los límites del crecimiento y cuyas causas pueden ser desagregadas en su mayor parte—, los factores que ocasionan el cambio climático están imbricados en todas las áreas de la vida diaria y de la actividad económica, por lo cual es mucho más difícil identificar las soluciones. […]
Precisamente porque el problema del cambio climático es tan complejo y requiere de un enfoque multidimensional, al mismo tiempo también ofrece a los seres humanos muy diversas oportunidades de desplegar su potencial sin límites».
Incentivar la participación de la juventud debería ser la prioridad máxima para los marcos internacionales que trabajan sobre la cuestión climática.
Incluso antes de dicho texto, el presidente Ikeda había recalcado en varias oportunidades la importancia crucial de incorporar activamente las voces de los jóvenes en la búsqueda de soluciones a los desafíos transnacionales. En una propuesta de reforma de la ONU que dio a conocer en 2006, se mostró partidario de crear, en la administración del organismo intergubernamental, una agencia dedicada a la participación global de la gente joven, o de un sector a cargo de la juventud. A tono con esta propuesta, en diciembre de 2023 se estableció la Oficina de las Naciones Unidas para la Juventud en la Secretaría de la ONU, con el propósito de dinamizar un mayor involucramiento de la gente joven y de consolidar su influencia en el sistema.
Incentivar la participación de la juventud debería ser la prioridad máxima para los marcos internacionales que trabajan sobre la cuestión climática. En tal sentido, Mary Robinson, elocuente defensora de la justicia climática y del diálogo intergeneracional, y expresidenta de The Elders —agrupación formada por exmandatarios, activistas de los derechos humanos y estadistas de diversos niveles— junto con Felipe Paullier, jefe de la Oficina de las Naciones Unidas para la Juventud, realizaron la siguiente declaración, en enero de 2025:
«Nuestros complejos problemas globales requieren de integridad moral, no solo para tratar las situaciones actuales sino, también, para ponderar las oportunidades y los riesgos a largo plazo. Este liderazgo no es intrínsecamente privativo de una generación determinada; antes bien, se fortalece cuando, a la hora de tomar decisiones, incorpora perspectivas diversas y da cabida a la juventud. Al sumar a los jóvenes como pares en pie de igualdad, el proceso decisorio se enriquece con nuevas ideas y con una mentalidad orientada al futuro, que permiten hallar soluciones beneficiosas para las generaciones actuales y futuras».
A tono con esta visión, el Instituto Budista Italiano de la Soka Gakkai ha colaborado estrechamente con la iniciativa internacional Youth4Climate (Y4C) —copresidida por el gobierno de Italia y por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD)— que promueve la formación de jóvenes líderes y de organizaciones juveniles para desarrollar e implementar soluciones potentes e innovadoras a los desafíos climáticos. Hasta la fecha, la Y4C ha ofrecido financiación a cien proyectos dirigidos por gente joven en cincuenta y dos países.
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Durante el Festival de Acción Futura celebrado en el Estadio Nacional de Japón, Tokio, en marzo de 2024, con 70 000 participantes presenciales y 500 000 espectadores en línea [© Seikyo Shimbun] -
Presentación de la declaración conjunta y adopción del Pacto para el Futuro en la Cumbre del Futuro celebrada en la sede de la ONU en Nueva York en septiembre de 2024 [© Seikyo Shimbun]
En marzo de 2024, los integrantes juveniles de la SGI del Japón organizaron, junto a otras agrupaciones de la sociedad civil, el Festival Acción Futura, un evento celebrado en el Estadio Nacional de Tokio para exigir acciones inmediatas a la crisis climática y urgir a la abolición de las armas nucleares. En los días previos al festival, unos 120 000 jóvenes expresaron sus opiniones por medio de una encuesta y sus puntos de vista dieron base a una declaración conjunta que se ha incorporado, desde entonces, a diversos programas de concientización. Y en septiembre de ese mismo año, además, representantes de la SGI participaron en la Cumbre del Futuro, en la sede de la ONU, donde coorganizaron actividades paralelas que hicieron llegar a dicho foro las ideas de la juventud.
Estamos firmemente convencidos de que iniciativas como estas —que visibilizan la participación de la generación venidera en el seno de un activismo cada vez más amplio de la sociedad civil, junto con el establecimiento de un consejo permanente de jóvenes en la Secretaría de la CMNUCC— serán el anticipo de un profundo cambio real. Este es el momento de crear espacios y oportunidades para que la juventud despliegue todo su potencial y asuma la responsabilidad de la cual es capaz.
Cerrar los ojos a la grave realidad que tenemos por delante no detendrá el avance acelerado de la crisis. Basados en los dos pilares que hemos propuesto —la movilización de la ciudadanía global y la creación de instituciones más sólidas para la inclusión de la juventud—, trabajemos para enfrentar juntos este desafío trascendental: proteger la vida, la dignidad y el sustento de quienes hoy residen en este planeta y de las generaciones futuras.

El Comité de Perspectivas Globales de la SGI emite declaraciones en las que sugiere enfoques para la resolución de los apremiantes desafíos globales basándose en las ideas defendidas por el presidente de la SGI, Daisaku Ikeda, en sus propuestas de paz. El comité está integrado por líderes de la SGI que participan en actividades por la paz en diversos países de África, la región de Asia-Pacífico, Europa, América del Norte y América Latina.





