Resurgiendo con una actitud positiva

En 1976, cuando tenía 14 años, hubo un golpe de Estado en Argentina. Mi hermano mayor fue arrestado por fuerzas militares y desapareció, sufriendo la misma suerte que muchos ciudadanos en esa época. Mi madre lo buscó desesperadamente pero terminó también siendo arrestada. Mi padre había muerto de cáncer cuando yo era pequeño, así que mis hermanos y yo nos quedamos con nuestra abuela. Todos los días, iba a ver a mi madre a la cárcel, pero después de un tiempo, la transfirieron a un lugar diferente y perdí contacto con ella. Sin tener donde ir, mis hermanos y yo fuimos a vivir con mi tía en la capital, Buenos Aires.
Cuando tenía 18 años, con algunos amigos fuimos a la costa para unas vacaciones de verano. Estando de pie observando el mar sobre un acantilado, la tierra se derrumbó y caí desde 25 metros, chocando primero contra las rocas y luego al mar, rompiéndome la cadera, el brazo y el hombro. Un hombre que estaba pescando cerca resultó ser médico, y gracias a él, sobreviví.
Mientras me recuperaba en un centro de rehabilitación, comencé a pensar que tenía que tener algún significado para mí el estar vivo a pesar de todo. Entablé amistad con otro paciente, quien un día me trajo varios libros de regalo. Él no era budista, pero entre los libros había algunos escritos del presidente Daisaku Ikeda. Estaba tan impresionado por lo que leí que hice una lista de preguntas sobre la vida y la muerte y, con esa lista en mano, visité el Centro Cultural de la SGI de Argentina. Fui invitado a intentar recitar Nam-myoho-renge-kyo, e inmediatamente sentí una sensación de ligereza y alivio de todas las cosas que había estado guardando en mi corazón.
Decidí unirme a la Soka Gakkai y orar para que mi madre fuera liberada de la prisión. Lo que sucedió después fue casi abrumador. Primero, a través de una ONG dedicada a la defensa de los derechos humanos, pude averiguar dónde estaba confinada, y entonces, un juez dictaminó que ella había sido acusada con cargos falsos y debía ser liberada. Cinco meses después de unirme a la Soka Gakkai, mi madre finalmente fue liberada y pudimos volver a vivir juntos.
Encontrando mi camino
Durante mis 20 años, estudié arte dramático, convirtiéndose en mi pasión. Sin embargo, terminé trabajando en diferentes campos. En 2010, después de un período difícil de desempleo, me ofrecieron un puesto a tiempo completo en el Instituto Nacional de Servicios Sociales para Jubilados y Pensionados (PAMI). El presidente Ikeda escribe que el verdadero espíritu de la fe budista se manifiesta en el esfuerzo total en el lugar de trabajo. Este es el espíritu que procuré forjar en mi práctica budista diaria. En mi lugar de trabajo, estaba rodeado de las realidades del envejecimiento y la enfermedad, pero iba a trabajar todos los días con la determinación de darlo todo y tener un impacto positivo en al menos una persona. Como resultado, siempre lo hacía lleno de energía y alegría. Un día, al ver mi actitud tan positiva, un colega sugirió que, como me llevaba tan bien con los demás, debería estudiar relaciones públicas. La idea me atrajo, y decidí realizar un curso en un instituto de negocios y ciencias sociales mientras continuaba trabajando en el PAMI.
Poco imaginaba que este sería el comienzo de una etapa tan nueva y emocionante de mi vida. En el instituto, conocí a un maestro extraordinario que me animó a investigar una organización llamada Payamédicos Asociación Civil, una ONG que busca contribuir al bienestar emocional de los pacientes de la salud. Me puse en contacto con ellos y pronto comencé un curso de capacitación profesional de tres meses sobre clown en el hospital, que trata sobre el poder curativo del humor en los centros de atención médica para el beneficio de los pacientes, el personal sanitario y las familias.
Los maravillosos efectos de la risa están científicamente comprobados: el simple acto de sonreír produce endorfinas, y estas generan una sensación de plenitud y bienestar, mejorando las capacidades inherentes de curación del cuerpo. El payaso de hospital reconoce el poderoso papel de la mente y nuestras emociones en la curación y el bienestar. Como ha explicado uno de los fundadores de Payamédicos, no se trata solo de hacer reír a la gente, se trata de empoderamiento: conectar a la persona con su positividad inherente, sacarla del confinamiento del cuerpo hacia un estado sostenido de optimismo.
Siento que he encontrado mi vocación. El dolor emocional y físico que soporté durante mi juventud me permite empatizar con el dolor de los demás, mientras que mi entrenamiento en arte dramático se ha vuelto extremadamente útil. Como un “médico payaso”, utilizo el humor para ayudar a las personas a centrarse en lo que tienen en lugar de en lo que les falta: ver el aspecto positivo de su situación. Esto ayuda a reconectarlos con su propio potencial.
¡Continúo aplicando mi entrenamiento en el PAMI, donde hago reír, bailar y cantar a los abuelos! En 2014, me pidieron que diera un discurso sobre mi trabajo en un evento TEDx.
Lo que aspiro es profundizar mi compasión y ser capaz de ayudar a quienes más sufren para superar sus problemas. A través de mi trabajo, quiero empoderar a las personas con la certeza de que pueden superar cualquier circunstancia o sufrimiento.