Viviendo más allá de mis limitaciones

La relación entre el mentor y el discípulo en el budismo permite que los individuos superen sus expectativas sobre sí mismos, tal como lo descubrió Abraham Uccello.
Después de una larga batalla contra un raro tipo de cáncer, mi padre falleció en 2007. Era mi mejor amigo, y el dolor por su pérdida abrió un vacío tal en mi corazón que llegué a sentir que no podría ser llenado. Él también cuidaba a mi madre, que padecía una grave enfermedad mental, y en su ausencia, me pregunté sobre cómo iba a atenderla.
Mientras esto sucedía, mi esposa y yo enfrentamos la ruina financiera en medio de la Gran Recesión. Fuimos despojados, una a una, de nuestras posesiones materiales, y me perdí, entrando en una espiral con el consumo de drogas y de alcohol, mientras trataba así de adormecer mi desesperación. Con frecuencia me enfurecía, y esto creó una fractura en mi matrimonio. En el momento en que pensé que iba a terminar con mi vida, me encontré con el budismo Nichiren.
A lo largo de su vida, mi padre buscó darle su sentido, y de niño, fui con él en su viaje, explorando diferentes religiones y filosofías. Heredé su espíritu de búsqueda, y cuando un amigo me introdujo en el budismo Nichiren y en la recitación de Nam-myoho-renge-kyo en 2008, sentí como si finalmente hubiese llegado a casa. Me colmó de alegría darme cuenta de que poseo la capacidad de superar cualquier punto muerto en mi vida y que la recitación era y es la clave para liberar el poder inherente en ella.
Con mis esfuerzos más sinceros en la práctica, mi enfado se convirtió en compasión y una profunda gratitud comenzó a llenar el vacío de mi corazón. Sentí que mi búsqueda de ser verdaderamente feliz también estaba impactando en mi padre fallecido, bañándolo en olas de alegría. La desesperación de haberle perdido floreció en la conexión más bella con su vida. Pude terminar mi idilio mortal con las drogas y el alcohol y encontrar el cuidado apropiado para mi madre. Hoy, ya no es dependiente, tiene un trabajo estable y es un miembro confiable de su comunidad. Comenzando de nuevo, empezamos a reconstruir nuestra relación de madre e hijo. Ahora conozco la alegría de tener una madre.
Mientras estudiaba los escritos del presidente Daisaku Ikeda, me esforcé por comprender profundamente la relación entre el mentor y el discípulo en el budismo y en transformar mi carácter en el de alguien a quien pudiera respetar y del que me sintiera orgulloso. Al ver mis cambios, mi esposa también decidió comenzar a practicar el budismo Nichiren.
Buscando mi propósito
Practicamos el budismo para desarrollar una felicidad indestructible. A fines de 2013, me encontraba cómodo con mis circunstancias y había de alguna manera, dejado de desafiarme a mí mismo. A pesar de que mi familia estaba sana y estábamos reconstruyendo nuestras finanzas de forma constante, seguía pensando: “¿Cuál es mi propósito en esta vida? ¡Seguramente, debe haber más en la vida que solo existir!”
A lo largo de 2014, me sumergí en el estudio de los escritos de Nichiren Daishonin y la guía del presidente Ikeda y oré con la determinación de despertar al propósito de mi vida antes de que terminara el año. Quería encontrar una forma de conectar todas las experiencias de mi vida y darles sentido.
Durante este proceso, comencé a experimentar una comprensión más profunda de la relación entre el mentor y el discípulo, el camino de autodesarrollo impulsado por la enseñanza y la inspiración del mentor. Fue en este proceso que surgieron muchos recuerdos difíciles de mi infancia: vívidos recuerdos de mi madre a la que se llevaron detenida y esposada, de lágrimas corriendo por mis mejillas mientras confundido corría detrás del coche de la policía, diciéndome a mí mismo, “ella solo está enferma, no es un criminal”.
Uno tras otro, resurgieron recuerdos enterrados y dolorosos: las lágrimas y el miedo de mi madre, el abuso sexual padecido al quedar bajo el cuidado de supuestos amigos . . . Comprendí que esto había alimentado un resentimiento hacia mi madre y de un sentimiento cínico hacia la sociedad. Me di cuenta de que nunca había sabido cómo ubicar o dar sentido a mis recuerdos y emociones. Fue mi compromiso con el camino del mentor y el discípulo lo que me permitió asumir la responsabilidad de mi vida, dejar de culpar a otros por mi sufrimiento y despejar la niebla de resentimiento que nublaba mi juicio.
En diciembre de 2014, a una amiga que trabajaba en la reforma carcelaria se le solicitó que asumiera la enorme responsabilidad profesional de ser la jefa del Departamento Correccional de Florida, y al mismo tiempo, me pidió que me uniera a ella como su asesor principal.
Al principio estaba lleno de dudas, sin confianza en mi capacidad. Mi miedo me estaba frenando. A través de una recitación abundante [de Nam-myoho-renge-kyo], me di cuenta de que la culminación de todas mis experiencias se manifestaba en esta oportunidad de hacer una contribución positiva a la sociedad. Las personas dentro del sistema penitenciario a menudo se ven atrapadas en ciclos repetitivos de sufrimiento que incluyen enfermedades mentales, abuso de sustancias y abuso infantil. Tenía que superar mis dudas y miedos si quería cumplir mi compromiso en el camino del mentor y discípulo al que me había comprometido. El darme cuenta de esto, me proporcionó el coraje necesario para tomar la decisión de aceptar el trabajo y no desperdiciar esta oportunidad de oro.
Durante tres años, me desempeñé con orgullo como director de la División de Desarrollo del Departamento Correccional de Florida, supervisando a cientos de empleados con la misión de dirigir la programación de educación y rehabilitación para casi 250,000 personas. Inicié una serie de programas y reformas innovadores destinadas a rehabilitar a las personas encarceladas, tratándolas como seres humanos capaces de transformar sus vidas en lugar de descartes incurables de la sociedad. En 2018, comencé un nuevo trabajo en el Instituto de Investigación y Desarrollo de la Justicia de la Facultad de Trabajo Social de la Universidad Estatal de Florida, que investiga soluciones a problemas de delincuencia y salud del comportamiento, tanto a nivel nacional como internacional. También asumí la responsabilidad de liderazgo dentro de la SGI-USA para apoyar a los miembros de Florida, Puerto Rico y otras 17 islas estado del Caribe.
Con una fuerte convicción en la fe y una determinación reforzada para enfrentar todos los desafíos, estoy decidido a seguir creciendo y hacer del lugar donde esté uno en paz y felicidad. Habiendo comenzado este viaje de desesperación en desesperación, hoy mi vida está llena de felicidad, propósito y gratitud.